Rafael Arráiz Lucca | Ezequiel Carías

Hasta el año 2023 llega el voluminoso título de Rafael Arráiz Lucca que cuenta la historia de la capital venezolana, Caracas, historia de una ciudad (1567 a nuestros días), publicado por el sello Editorial Artesa.

Un libro necesario, pues hasta ahora, explica el académico, no existía uno con la historia de Caracas de principio a fin.

Aquí el lector podrá pasearse, guiado por la pedagógica escritura de Arráiz Lucca, por la conquista de este valle de clima paradisíaco, los momentos terribles del siglo XVII, la consolidación económica y social en el siglo XVIII, cómo se vivió en la ciudad la época independentista y republicana, la entrada a la modernidad a partir del siglo XX, entre otros momentos.

Siempre con comentarios del autor que aclaran las circunstancias en que se formó Caracas hasta la actualidad. Una de las tantas conclusiones del libro es que no es absolutamente seguro que el nacimiento de la capital haya sido el 25 de julio de 1567 porque el acta fundacional se perdió. Aunque todo apunta a que fue ese día.

«Libros sobre Caracas hay miles. Viste la bibliografía: son 20 páginas. Pero son libros sectoriales, anécdotas, costumbristas… que si las esquinas. Ha habido incluso pocos intentos de libros con la historia de Caracas. Creo que ahí está el aporte. Es una historia cronológica. Es una historia paso a paso en la que van ocurriendo los hechos, donde organizo unos períodos de la ciudad», explicó el también poeta que desde muy joven ha tenido una relación cercana con la ciudad.

Incluso como escritor. Arráiz Lucca, nacido en 1959, formó parte en los años 80 del Grupo Guaire, el cual —integrado también por Luis Pérez Oramas, Nelson Rivera, Armando Coll, Leonardo Padrón y Alberto Barrera Tyszka— tenía como premisa la creación de una literatura que reflejara y mirara la urbe en la que estaban viviendo los autores.

O como explica el urbanista Arturo Almandoz Marte en un reciente artículo en Prodavinci a propósito del libro de Arráiz Lucca: «Los grupos Tráfico y Guaire acentuaron y diversificaron, entre 1981 y 1983, los motivos citadinos y metropolitanos de una generación que había nacido y crecido en el país urbanizado demográficamente».

Arráiz Lucca es enfático respecto a su vínculo con Caracas. Para él, se trata de una continuidad temática. «Imagínate, desde hace casi 50 años. Desde la adolescencia», dijo.

—¿Cuándo comenzó a escribir el libro?

—Lo comencé hace cuatro años, pero se atravesó la pandemia y lo tuve que suspender año y medio. Te diría que cuatro años y medio con la pandemia en el medio. Resta año y medio de pandemia, que casi no trabajé en él. Pude haberme tomado tres años.

—En el libro nos explica que el vocablo Caracas proviene de una planta rastrera y no de las maneras en que se hacían llamar los aborígenes. ¿Esa última idea cómo se instaló?

—Porque la historia está llena de mitos y leyendas. Por lo general son falsas: son leyendas. Son historias que corren y no han sido comprobadas. Realmente la etnia que poblaba el valle de Caracas eran los Toromaimas y formaba parte de su dieta la hierba Caracas, que es un bledo o una pira, también se le llama amaranto. Eso era lo que comían. Los españoles cuando dialogaban con ellos escuchaban que decían muchas veces el vocablo Caracas, Caracas, Caracas, y así se quedó. En realidad se llamaban Toromaimas.

—Nos dice que no está del todo claro si la ciudad se fundó el 25 de julio, el día en que la celebramos cada año…

—El acta se perdió. Nunca ha aparecido. En casi todas las ciudades de América hispana hay un acta fundacional, esa era la norma. El fundador tenía que levantar un acta. Eso lo hizo Diego de Losada. Levantó el acta, lo que ocurre es que se perdió. Entonces la prueba documental no la tenemos a mano. Pero todos los indicios apuntan hacia el 25 de julio.

—¿No hay forma, por ahora, de aclarar esa duda?

—Hay un testimonio de Vargas Machuca, uno de los personajes que está en el momento de la fundación de Caracas, quien dice que ocurrió ese día. Pero es la opinión de un testigo. No es el acta como tal.

—Por lo que narra, fundar Caracas fue una empresa bastante compleja. Francisco Fajardo lo intentó y no pudo. ¿Eran muy fuertes los aborígenes que poblaban el valle?

—Sí. Estaban defendiendo su territorio. Después de Fajardo lo intenta Juan Rodríguez Suárez, fundador de la ciudad de Mérida. Vino aquí con el encargo de fundar una ciudad en el valle. No lo logra, lo matan en el intento. Finalmente, el alcalde de Barquisimeto, que era Diego de Losada, con 136 hombres logra conquistar el territorio. Pero, ojo, cuando se establecen aquí empiezan los pleitos, las guerras, porque los indígenas estaban defendiendo lo que era de ellos.

Foto Ezequiel Carías

—Los conquistadores tienen que buscar la manera de pacificar.

—Ya no él (Diego de Losada), porque muere dos años después de la fundación. Le toca a los que vinieron con él, Francisco de Infante, Garci González de Silva… todos los capitanes que vinieron con Losada.

—¿Por qué había tanto interés en fundar una ciudad en esta área?

—Este valle, voy a decir un lugar común, es el paraíso terrenal. Un valle, a 800 metros sobre el nivel del mar, con un clima de eterna primavera, cerca del mar, con el verdor que tiene Caracas, es un paraíso. Además, es el centro geográfico del centro norte costero.

—Y también está la cercanía con la costa.

—Eso también. Pero imagínate el clima de Caracas y piensa en el clima de Maracaibo, Coro, Cumaná. ¡El clima de Caracas! Por eso inmediatamente el gobernador de la provincia de Venezuela traslada la capital a Caracas. El primero que se establece es Juan de Pimentel, que es el primero que manda a hacer un mapa de la ciudad, el más antiguo que tenemos, de 1576. Había razones climáticas, topográficas, escenográficas. Dime tú una ciudad con este cerro que tienes enfrente, un espectáculo a todas horas del día. Es una ciudad bellísima.

—Aunque es el fundador, tengo la percepción de que la historia de Diego de Losada no ha sido lo suficientemente difundida. ¿Usted qué opina?

—Totalmente. Se ha ido creando una matriz de opinión según la cual los conquistadores y fundadores de todas las ciudades venezolanas estaban cometiendo una tropelía, un genocidio. Por supuesto que fue un proceso violento porque les estaban quitando el territorio a unos pobladores originarios. Pero también es cierto que fundaron unas ciudades. Incorporaron estos territorios al mundo occidental. El tema es complejo. No se puede despachar fácilmente. Creo que no es justo lo que ha ocurrido con Losada, que está prácticamente en el olvido.

—¿Pudo quizás también influir el poco tiempo que vivió Losada después de fundar la ciudad?

—Eso tiene que ver. El primer alcalde de la ciudad fue Francisco Infante y tampoco hay sobre él demasiada información. Realmente de todos ellos el más conocido es Garci González de Silva, porque sí vivió muchos años en Caracas, tuvo una vida larga y desempeñó todos los cargos: alcalde, cabildante, alférez, recaudador de impuestos, jefe de las milicias. Hizo todo.

Foto Ezequiel Carías

—¿Qué posición tiene usted respecto a Diego de Losada como personaje histórico? ¿Una admiración, quizás?

—Claro que la tengo. Además, me parece trágico el final de su vida. Él va a Santo Domingo diciendo ‘logré fundar Caracas, fue lo que ustedes me pidieron, ahora nómbrenme gobernador de la provincia de Venezuela, me lo gané’. La Real Audiencia de Santo Domingo le dice que no, el jefe de la Real Audiencia nombra a un pariente de él que no tenía nada que ver con la ciudad. Eso fue muy duro para Losada. Creo que le dio una gran depresión y murió de tristeza apenas dos años después. No le pagaron sus servicios.

—Lo que logra Losada para la corona es algo de suma importancia.

—Claro, era el hueso duro de roer. Desde el punto de vista de la corona, lo que logra es admirable y la corona no se lo paga. Fue ingrata con los servicios de Losada.

—Esa matriz de opinión que apunta a que los conquistadores eran unos genocidas se matiza un poco en el texto. Hay otras cosas que ocurrieron que usted menciona. Se cuenta la violencia, pero también está la parte organizacional. Me llaman la atención estos pueblos que crean alrededor de la ciudad para los indígenas. Los tomaron en cuenta, a pesar de la situación violenta que se vivió.

—Porque el interés de la corona no era esclavizar a los indígenas. A partir del juicio que gana Bartolomé de las Casas, el interés de la corona española era que los indígenas fuesen unos súbditos de la corona como cualquier otro. No tenían interés en esclavizarlos. Por eso en el siglo XVII Francisco de la Hoz Berrío, un hombre muy importante en ese período, funda decenas de pueblos de indios, que era como se llamaban. Pueblos donde vivían los indígenas y establecían una organización igual a la de las ciudades españolas. Es decir, con alcaldías, con ayuntamiento, con cabildantes, alcaldes, pero todos integrados por los indígenas. Eso es muy interesante.

—Por los hechos que conocemos, las enfermedades, los desastres naturales, la indefensión, pareciera que la ciudad estuvo a punto de perderse en el siglo XVII.

—Sí. Entre la viruela, los terremotos y los piratas, la ciudad estuvo a punto de perderse. El crecimiento que tuvo en un siglo fue ínfimo. Cuando comienza el siglo Caracas tiene 2.000 personas y cuando termina tiene 6.000, ¡100 años después! Eso en términos demográficos es nada. ¿Por qué? Porque en el medio están reiteradas epidemias, sobre todo la viruela. También lo que los españoles llamaban el vómito negro, que no es otra cosa que el paludismo, la malaria, de la que moría muchísima gente. El terremoto de San Bernabé fue muy duro y están también los piratas, que desafiaron La Guaira y Caracas en varias oportunidades. De modo que sí, fue un siglo muy duro el siglo XVII. Ya el siglo XVIII, que va de 1700 a 1800, es un siglo de gran crecimiento y prosperidad. También está vinculado con la llegada de la compañía Guipuzcoana, eso fue importante. Hay un crecimiento del cultivo del cacao muy grande, así como del ganado, el café se introduce a finales del siglo XVIII. Ya la ciudad que comienza el siglo XIX, que es la que conoce Humboldt, es una ciudad próspera.

Foto Ezequiel Carías

—¿Podría considerarse que la llegada del cacao es lo que garantiza la prosperidad que vemos en el siglo XVIII, junto con el cambio de dinastía de los Austria a los Borbones?

—El cacao y la Compañía Guipuzcoana, que trajo mucha gente, trajo recursos, que estimuló el cultivo del cacao. Trajo cosas muy buenas y muy negativas. Es paradójico. ¿Cuáles eran las negativas? Que era un monopolio comercial y obligaba a los productores de cacao a vender a un precio fijado por ellos, no fijado por el mercado. Entonces eso era una dificultad para los productores.

—Y del lado positivo, que prácticamente desaparece el contrabando, ¿no?

—Se reduce mucho el contrabando. Vienen muchos vascos a cultivar la tierra, gente de trabajo calificada y trae prosperidad económica también. Paradójicamente.

—En el libro cambian las perspectivas de los autores citados por usted que describen la ciudad en diferentes momentos. Por ejemplo, José de Oviedo y Baños destaca las calles empedradas y bien trazadas, así como el clima y la abundancia de agua. El doctor Marón, en cambio, señala que es una ciudad triste y aburrida. Hay contrastes.

—Todo depende del cristal con que se mire, dice el refrán. Incluso hay un texto, por ejemplo, de Núñez de Cáceres que dice que la comida caraqueña es pésima, que se come muy mal, que no hay higiene. Hay de todo. Yo cito todos los testimonios para tener una visión variada, contradictoria incluso.

—Y hay puntos en los que coinciden varios autores, como el clima de la ciudad.

—Todo el mundo coincide con el clima. Otro punto de coincidencia son las mujeres caraqueñas. Es muy extraño. Todos los viajeros dicen que las mujeres son bellísimas, zalameras, les gusta bailar, les gusta tocar guitarra y que son fiesteras. Que son una belleza las mujeres caraqueñas. Bueno, mira, ¡así ha debido ser!

—También mencionan mucho la amabilidad del caraqueño.

—Es una cosa que tiene el caraqueño históricamente. Es muy amable, llano, muy simpático. El caraqueño es muy simpático. Puede que en los últimos años eso se haya agriado por las razones que conocemos pero, en líneas generales, fue así durante siglos.

—Ya para el siglo XVIII Jean Baptiste-Elzear de Coriolis dice en sus descripciones que avizora a Caracas como una gran ciudad. Usted la pone en contexto con Bogotá, Buenos Aires, ciudad de México o Lima para indicar que era una ciudad mediana. Ahora, ¿es hoy día Caracas una gran ciudad? ¿Podría describirse de esa manera?

—No, no, no. Hoy día Caracas es una ciudad pequeña. ¿Por qué? Bogotá tiene 9 millones de habitantes, Lima tiene 10 millones, Buenos Aires tiene 16 millones, Sao Paulo tiene 24 millones, Río de Janeiro tiene 16 millones. Caracas está entre las ciudades pequeñas de América Latina. ¿Cuáles son las pequeñas? Quito, La Asunción y Caracas. Incluso Santiago de Chile tiene 7 millones de habitantes. Y La Paz ya tiene 4 millones de habitantes.

Foto Ezequiel Carías

—¿La creencia de grandeza tiene que ver con las grandes construcciones?

—La ciudad moderna, que se construye entre 1939 y 1979. La ciudad se construye en 40 años. Cuando tomas una foto de Caracas en 1960 con toda seguridad es la ciudad más moderna de toda América Latina. Ya es una ciudad con rascacielos, autopistas, distribuidores. Hay que ver lo que fue el distribuidor El Pulpo, que se construye en 1961. El petróleo permitió que Caracas fuese una ciudad moderna construida con recursos. Eso va a ocurrir en esos 40 años. ¿Por qué en 1979 se detiene? Porque ya está construida toda. Lo que viene a partir del año 79 es la construcción del Metro de Caracas. Pero ya toda la infraestructura vial, autopistas, distribuidores, todas las urbanizaciones, con muy pocas excepciones, habían sido construidas.

—¿De esas décadas del siglo XX cuál podríamos decir que fue la que tuvo más construcciones?

—En la década militar, que va del 48 al 58, se construyen casi todas las avenidas de la ciudad. A partir del 58, se comienzan a construir, con mucha fuerza, todas las autopistas. Pérez Jiménez construye la Autopista del Este en el año 55, pero esa autopista llega de puente Mohedano a La California. En los períodos de Betancourt, Leoni, Caldera y Pérez, en 20 años, se construyen la autopista a Caricuao, la Cota Mil, el distribuidor La Araña, el distribuidor El Ciempiés, la autopista de Prados del Este, la autopista a La Trinidad, la autopista Caracas – Guarenas – Guatire, el distribuidor Metropolitano. Toda la infraestructura de vías expresas se construye en esos 20 años.

—Hay una matriz de opinión que apunta a que toda la ciudad la construye prácticamente Pérez Jiménez. Pero, como dice, en la democracia también hubo construcciones importantes.

—En la década militar se construyen las avenidas. Las puedo enumerar: Bolívar, Urdaneta, Andrés Bello, Francisco de Miranda, Fuerzas Armadas, Nueva Granada, Victoria y Sucre. Y las autopistas se construyen en los 20 primeros años de democracia. Eso es un hecho. Ahí entran de nuevo la leyenda y el mito. Pero en el libro está. Esto tiene data dura. No son inventos míos, es la realidad.


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