Hace nueve años, el diseñador maracayero Efraín Mogollón comenzó a desarrollar su propia firma de ropa con solo una máquina de coser. “Yo lo hacía todo. Compraba las telas, era jefe de taller, cortaba, planchaba, entregaba la ropa. Trataba de invertir lo que me ahorraba en hacer colecciones y campañas de la mejor calidad posible”. Ahora que sus diseños –una mezcla femenina entre lo tropical y lo mediterráneo, con elementos atemporales que persiguen un guardarropa versátil– participan en grandes ferias de la moda, como el Paris Fashion Week, no duda en aconsejarles a los principiantes que no tengan miedo. “Afuera genera mucha curiosidad lo que estamos haciendo en Venezuela porque hemos demostrado que somos creativos en nuestras propuestas y que hay mucho talento que ofrecer. Al que comienza le digo que no hay que ponerse a pensar mucho las cosas sino empezar a hacerlas. No necesitas tener un gran músculo económico, sino ir viendo el terreno, saber cómo invertir para hacerlo sostenible y tener paciencia y perseverancia, porque las cosas no se logran de un día para otro”.

Precisamente, Mogollón considera que uno de los problemas actuales de la moda en Venezuela es que hay pocos jóvenes que se desarrollan de lleno en la confección, pues la costura es un trabajo que requiere paciencia y dedicación. Para promover ese relevo, apoya un proyecto de la Fundación Social Marista, en Maracay: un programa de capacitación laboral en varios oficios –herrería, panadería, costura, entre otros– que ofrece herramientas para emprender a personas con recursos muy limitados. “En mi taller procuramos aprovechar todo lo que ya no vamos a usar, y a veces no sabíamos qué hacer con los retazos. Por un tiempo los regalábamos como relleno de cojines, pero como eran muy buenas telas nos dimos cuenta de que podíamos darles un mejor uso”. Al descubrir el programa de capacitación en costura, decidió aportar estos retales, hilos y agujas como material de apoyo, pues muchos aprendices solían desertar cuando no podían costear los insumos.

Adicionalmente, el modista ideó una línea de conejos de trapo confeccionados por los alumnos a partir de esos retazos, que se ofrecen a través de sus redes. “De esa venta, un porcentaje se destina a pagarle a la persona que lo cosió y otro va dirigido a la construcción de una escuela que forma parte de la fundación”, explica. Confía en que desde la moda es mucho lo que se puede hacer: no solo para crear conciencia social, sino para generar crecimiento económico. “Más que ver este mundo como algo frívolo o que solo tiene relación con unas modelos, unas fotos y una colección, podría aprovecharse como una industria en desarrollo que dé empleo a muchas personas. Incluso nuestras propias redes pueden ser una ventana para que otros también crezcan”, propone.

Sueña con integrar un colectivo de diseñadores y creadores venezolanos que actúen en bloque para potenciar en otras plazas la visibilidad de lo que aquí se hilvana y que, además, orienten a quienes se inician. “La Venezuela que yo quiero es esta de la que no me quiero ir, porque en realidad el país sigue allí: somos nosotros los que tenemos que renovarlo desde cero y no debemos esperar a que los gobiernos cambien para empezar. Aunque estemos cansados, hay que seguir y ayudarnos unos a otros porque si el cambio no lo hacemos nosotros, no lo vamos a ver”.


“Independientemente de nuestro oficio, tenemos algo que aportar para reinventar este país. Todos somos inspiración para alguien más y podemos ayudarlo, tender la mano”

En Instagram: @byefrainmogollon


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