Paul Lynch

Aturdido aún tras recibir uno de los mayores galardones de la literatura anglosajona, el escritor irlandés Paul Lynch defiende la ficción como «una máquina de empatía» para comprender mejor al otro en una sociedad anestesiada por la sobreinformación.

Lynch —que recibió en la noche del domingo el prestigioso premio Booker por Prophet song—, explica en una entrevista con EFE que la reciente explosión de violencia xenófoba en Irlanda, el pasado fin de semana, le «sorprendió como persona», pero no como novelista.

«Siempre habíamos dicho que la ultraderecha no existía en Irlanda, pero ahora está en el mapa. Como persona, estoy preocupado; como novelista, no estoy sorprendido, porque un libro como Prophet song explora la idea de que lo que ocurre es eterno, que siempre sucede, y vuelve a suceder, y vuelve a suceder», dice.

Y lo que pasa en su libro es el periplo de una familia, los Stack, en una Irlanda distópica que se desliza hacia el totalitarismo, lo que les hará enfrentarse con la posibilidad de tener que huir de su país como refugiados.

Así que la intención de Lynch (1977) con su quinta novela era conseguir «la comprensión, en un entorno contemporáneo, de estas verdades eternas: que para algunas personas en ciertas sociedades llega el fin del mundo y para otras es solo algo que ven en las noticias».

«Hemos crecido en la era del espectáculo, bombardeados por imágenes que habrían llevado a nuestros abuelos a la desesperación (…) El problema es que ya no sentimos lo que vemos. Y como no lo sentimos, nada cambia. La tarea del escritor no es cambiar el mundo, pero si escribes ficción, quieres que el lector sienta, porque la ficción es una máquina de empatía», opina.

En su argumentación del premio, el jurado del Booker consideró que Prophet song «captura las ansiedades políticas y sociales del momento actual».

Sin embargo, Lynch trata de huir de la etiqueta de novelista político. Siente que el actual es en un periodo de cambio profundo, pero que el «lente político» se queda corto para tratar de describir la enorme complejidad del mundo.

Escribiéndolo, confesó al recoger el premio, pensó que estaba «condenando» su carrera. ¿Por qué? «Porque es un libro sin concesiones, desafiante, a veces duro. No es el tipo de libro que ofrezca consuelo o alivio ni que funcione comercialmente. Pero no te puedes preocupar por eso: tienes que escribir tu propia verdad».

Tanto como la pertinencia de su historia, la crítica ha destacado el estilo de la novela. Una narración sin párrafos, corrida, con apenas unas comas y puntos para dar algo de resuello al lector, que se ve inmerso en el mundo claustrofóbico y sin salida en el que está atrapada la heroína, Eilish Stack.

«El lector se siente enredado en el mundo de Eilish Stack, puede sentir lo que le está sucediendo. Las frases largas tiran del lector como tiran de ella, que intenta tomar decisiones, pero los acontecimientos son más fuertes. Es un texto con camisa de fuerza».

Lynch bromeó el domingo con que este premio es el fin de su «muy esforzado anonimato». El Booker, lo sabe bien, cambia la vida a su receptor.

«Como me dijo un amigo: ‘Ha caído el muro de la indiferencia’, y es una buena forma de ponerlo, (pero) yo ya había hecho las paces conmigo mismo. Porque escribir me permite ser mi yo más auténtico. Y porque, cuando escribes, accedes a una parte de ti mismo que no está disponible el resto del tiempo, cuando estás atrapado por el tumulto del momento», reflexiona.

Comparada por la crítica con la novela La carretera, de Cormac McCarthy, Lynch enumera otros referentes que le inspiraron, entre ellos José Saramago, Juan Rulfo y clásicos como Melville, Dostoievski o Faulkner.

Por encima de todos, «Virginia Woolf fue una gran influencia en este libro. La dejé entrar porque sentía que había algo de ella que necesitaba, algo que me podía enseñar mientras lo escribía».


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