Una nube de polvo en la lejanía

anuncia la proximidad de Páez.

F.H. Luque. El vuelo del alcatraz

Asistí al bautizo del libro Nube de polvo con el deseo de leer una novela escrita por Krina Ber, cuyos cuentos en esa lengua, a pesar de haber aprendido a hablar español siendo adulta, me cautivan. La escritora, en sus palabras de presentación, repitió que su obra “captaba la atención del lector solo cuando se adentra en sus páginas”; sin embargo, desde las primeras líneas, el libro me atrapó de una manera absorbente. No pude soltarlo sino hasta finalizarlo.

Posteriormente recibí la invitación de la Fundación Herrera Luque para hablar de Nube de polvo y busqué el libro que meses antes había leído. Recordaba con claridad imágenes y personajes. La novela, en la que presencié la incertidumbre de la adolescencia, la pasión de los primeros amores y el temor a las posibilidades del destino, me resultó inolvidable.

Los personajes son de evidente realismo humano. La cálida Yurama, mujer criolla imponente, cargada de sensualidad. Margot, una francesa flaca con la cara maltratada, llena de misterios. El superficial Jorge, siempre guabineando como tantos venezolanos.

Estremece la relación de Vilma, la protagonista, con su papá. Compartimos el sufrimiento de esa niña cuando lo ve con Yurama la madrastra, en “ese vientre que él tantas veces había estallado”. Krina Ber mueve poderosamente el sentimiento de algunas mujeres por nuestros padres. Dice Vilma: “El único hombre prohibido para mí en esta tierra: mi padre”. Impactante escena la que muestra el arrebato de esa muchachita, que en su primera experiencia con la droga fue capaz de besar en la boca al hombre que adora, su papá.

Nube de polvo rebosa de frases estupendas. Cuando dice: “acusé el golpe del tiempo como el de una goma estirada al máximo que al soltarla te da en plena cara”, las palabras no solo describen la imagen de forma impresionante, sino que la expresión tiene efecto sonoro.

He tenido el honor y el placer de compartir momentos de amistad con Krina Ber. Es fascinante su vida. Krina Ber nació en Polonia. Cuando tenía 9 años su familia se mudó a Israel y comenzó a vivir en una cultura diferente a la suya, en donde inclusive se escribía al revés. A pesar de su corta edad por un tiempo se mantuvo escribiendo poemas en polaco pero poco a poco fue dejando de hacerlo. Pasados los años, para realizar sus estudios universitarios se mudaron a Suiza, donde se graduó de arquitecto junto a un joven portugués que después fue su marido. La pareja tuvo que pensar a la hora de decidir dónde asentarse y trabajar. En Suiza no les daban permiso laboral y a Portugal no podían volver pues aunque gobernaban los que habían sido amigos de Fernando su esposo, él había renunciado al partido comunista y ahora no era bienvenido. Total, me contó Krina, que un conocido suyo, de nacionalidad venezolana, les dijo ¡vénganse a mi país!

En 1975, en un vuelo de catorce horas (llevando un bebé de once meses que usaba los pañales de tela de esa época), Krina por primera vez vio en un mapa en qué lugar del mundo quedaba Venezuela, la tierra adonde se dirigía. Llegó a nuestro país siendo una joven de 27 años. Aquí su esposo la esperaba con trabajo y un apartamento para vivir. Como arquitecto trabajó junto a su esposo y se relacionó con personas vinculadas a la construcción y la metalurgia. Muchos años después, cuando su hijo menor inició estudios en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Krina comenzó a tener contacto con gente interesada en Humanidades. Fue cuando pudo establecer amistad con personas de sensibilidad e intereses como los suyos. Así encontró de nuevo, dentro de ella, la voz de la escritora, esa que había estado dormida desde los días de niña en su Polonia natal.

En el año 2004 recibe el primero de varios premios nacionales por sus letras en español (entre otros, ha ganado el Concurso de Cuentos de El Nacional y el de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela). Ana Teresa Torres la ha incluido entre las más importantes escritoras venezolanas contemporáneas. En sus letras se sienten las costumbres y voces de nuestro pueblo. Nube de polvo, por ejemplo, está cargado de expresiones verbales que solo manejamos los de aquí.

Este pueblo generoso le abrió las puertas a Krina Ber, pero sobre todo ella ha hecho de este su país. Hizo del venezolano su lengua materna, con la que ha podido expresarse su alma y con la que volvió a escribir. En Nube de polvo dice de Venezuela: “la Naturaleza se impone con su arrolladora hermosura borrando la importancia de los actos humanos”. Cargada de esperanza nos recuerda que: “El mundo podía estar equivocado pero no lo estaba en todo”.

Al igual que en el milagroso efecto de la polinización, quiso la brisa traer a estas tierras la valiosa semilla del talento de Krina Ber. Agradezco a Dios que en Venezuela haya podido germinar.

Sábado, 7 de noviembre de 2015


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