Nina Novak

A los seis años de edad Nina Novak descubrió su pasión por la danza, y los aplausos, cuando bailaba las melodías del compositor polaco Frédéric Chopin que sus hermanos interpretaban con piano y violín. Su talento innato para el ballet convenció a sus conservadores y católicos padres de dejarla audicionar, dos años después, en la Escuela de Ballet de la Ópera de Varsovia. Fue aceptada y allí, en ese teatro, bailaba el Lago de los Cisnes cuando ocurrió un bombardeo de los rusos contra Polonia que destruyó el escenario. Corrió hasta su casa tratando de huir de la Segunda Guerra Mundial, pero fue inútil. La separaron de su familia, llegó a un campo de concentración y conoció el hambre, la miseria y el miedo. La danza la ayudó a sobrevivir: bailó sobre los escombros, bailó para salvarse, bailó para los rusos, bailó por comida.

La noven que nació el 23 de marzo de 1923, llegó al Ballets Russes de Montecarlo en 1948, bajo la tutela de grandes maestros rusos, entre ellos Vaslav Nijinsk y Leon Woizikovsky. Viajó por Europa y Latinoamérica como prima ballerina transmitiendo con su elegancia emociones a todo aquel que tenía el privilegio de verla sobre el escenario. Dio todo por la danza: cuando su primer esposo se mostró en desacuerdo por la vida que quería, se separó. En 1963, tras casarse por segunda vez con un diplomático venezolano, llegó al país con la misión de enseñar danza clásica y, por supuesto, bailar. En el ballet encontró refugio, un lugar seguro en un mundo en posguerra que le arrebató a su familia.

Nina Novak
Cortesía Academia de Ballet Nina Novak

Casi seis décadas después este 2022, tras una fructífera carrera dentro y fuera del escenario, a pocos días de cumplir 99 años de edad, Nina Novak se fue apagando poco a poco hasta fallecer el 15 de marzo en Filadelfia, Estados Unidos, por causas naturales.

Nina Novak
Foto Cortesía Academia de Ballet Nina Novak

«Toda mi vida me han gustado los aplausos, complacer al público… eso me gustaba desde niña. También me gusta vivir porque sé lo que es la muerte y la miseria. Cada día es un regalo», comentaba Nina Novak en una entrevista con César Miguel Rondón realizada en 2015 para su programa en Circuito Éxitos.

Con su marcado acento y sin dominar completamente el español, Novak contó cómo se enamoró del país cuando bailó para Marcos Pérez Jiménez como parte del Ballet Russes de Montecarlo, en 1952. En esa oportunidad, pudo conocer el futuro que le ofrecía entonces Venezuela. «Me parecía un paraíso, había libertad, una vida fabulosa», señaló en 2015 la también coreógrafa polaca.

Decidida a quedarse, con la misión de enseñar Ballet Clásico, Nina Novak comenzó impartiendo clases a 4 alumnas en un pequeño estudio que le cedieron en el Ateneo de Caracas. Hoy son varias las generaciones de bailarinas que se formaron con ella, destacando en escenarios nacionales e internacionales gracias a las enseñanzas de la maestra.

Nina Novak
Cortesía Academia de Ballet Nina Novak

Un legado que perdurará en el tiempo a través de aquellas alumnas que, agradecidas con su Novak, transmiten sus conocimientos a nuevas generaciones.

Amorosamente severa

La primera vez que Cristina Gallardo, quien fuera prima ballerina del Teatro Teresa Carreño y actual maestra de danza en Galicia, España, vio a Nina Novak en un salón de su academia pensó: «Debe ser una gran maestra. Parece una bailarina aunque no está bailando». Sus manos, sus ojos y su manera de moverse transmitían más que sus palabras. Era una bailarina, dentro y fuera del escenario. Una actitud que transmitió a sus alumnas, además de la perseverancia y la constancia. «Sin sacrificios no hay recompensas», decía.

De izquierda a derecha Dana Martínez, Berioska Camacaro, Nina Novak, Cristina Gallardo y Gaile Butvilaite | Foto Cortesía

Una vez que «la señora Nina» -como la llamaban sus alumnas- llegaba al salón, se respiraba trabajo y disciplina, comenta Gallardo. Novak se sentaba en su silla de respaldar gris acompañada de su mascota -primero un perrito llamado Pikush, luego una perrita llamada Lala-, marcaba los ejercicios, se paraba y corregía. Sus clases eran exigentes, coinciden sus alumnas Francesca Dugarte, de 32 años de edad y Josefina Mondolfi, de 17, con los mejores resultados. Novak formaba bailarinas profesionales y les abría las puertas a escenarios internacionales. Fuera del salón, más allá de su faceta como maestra, se convertía en una amiga y, para muchas, en una segunda madre.

Nina Novak
Josefina Mondolfi en clases con Nina Novak | Foto Cortesía

«La señora Nina estaba muy pendiente de la postura, era lo más importante. Marcaba todos los ejercicios. Fue muy estricta, lo que necesita una buena maestra de danza, pero siempre lo hacía con mucho amor. Aparte de ser maestra, era mi segunda madre», comenta Dugarte, bailarina en el Ballet Metropolitan, en Columbus, Ohio. Dugarte se formó durante 9 años con la maestra, pero compartió toda su vida con ella: sus desamores en la adolescencia, la muerte de su padre, sus competencias de danza, su boda y el nacimiento de su hijo.

Nina Novak
Nina Novak y Francesca Dugarte | Foto Cortesía

Novak sabía cómo enseñarle a las niñas más pequeñas, entendía cuánto debía exigirle a sus alumnas para que alcanzaran la excelencia. Las ayudaba a forjar su carácter, a ser resistentes y persistentes, a no dejarse vencer por el dolor físico. Las invitaba a insistir hasta lograrlo.

«Ella se enfocaba en la técnica, pero sobre todo en la parte artística, aunque te doliera, debías bailar con delicadeza. Ella me hizo ver el arte, la dedicación y el trabajo que hay detrás de una bailarina en un escenario. Era sincera, si lo hacías mal te lo decía y te hacía mejorar», relata Mondolfi, exbailarina que logró ingresar en la Escuela del Ballet Bolshoi de Moscú, una de las instituciones de ballet más prestigiosas y la más antigua del mundo.

Con dulzura y simpatía, sin dejar de ser exigente, le decía a sus alumnas que no cayeran en el piso como un tambor al bailar. «Yo no tengo aquí elefantes, no quiero que el piso suene».  «A veces se molestaba, pero nunca tuve ninguna experiencia que me dejara un mal recuerdo y eso que el ballet es un mundo muy rudo», comenta Magly Carpio, exbailarina de 23 años de edad, residenciada en Orlando, Estados Unidos.

En el ballet, explica Cristina Gallardo, los logros corresponden al alumno y, en un porcentaje mucho mayor, al maestro. «Ella me ayudó a lograr lo que cualquier niña apasionada por el ballet quiere: ser la protagonista. Sentirse como el personaje, ponerse el maquillaje, escuchar los aplausos, ver el telón abrirse… eso es indescriptible. Para mi vida personal me dio su ejemplo de constancia y amor por lo que te apasiona. Eso me quedó muy marcado e intento transmitirlo a mis alumnas», comenta quien también fuera bailarina de la Compañía Nacional Juvenil de Venezuela.

Ballet en cada rincón de Venezuela

Con su visión de lograr en la danza lo que el maestro José Antonio Abreu consiguió con El Sistema, Nina Novak fundó la compañía Ballet Clásico de Cámara. Sus alumnas más destacadas formaron parte de ella, Mariela Delgado, Marialena Ruiz, Cristina Gallardo, María Alejandra Huiza, Penélope Blanco, Noelia Rodríguez, entre otras. Jóvenes que recorrían Venezuela bailando con partners provenientes de todas partes del mundo.

«La compañía se manejó muy bien, la misión era difundir la danza en Venezuela de la mano de Nina Novak con los repertorios heredados del ballet ruso», comenta Mariela Delgado, galardonada coreógrafa venezolana, exbailarina del  Ballet Contemporáneo de Caracas, exrepertorista del Teatro Teatro Teresa Carreño y actual productora de espectáculos en España.

Durante años Novak  se dedicó a materializar su visión. Aunque no tuvo el apoyo gubernamental que deseaba, insistió en formar a los bailarines con fervor y tenacidad. «Nadie con su empeño y perseverancia en hacer de la danza académica un espacio posible y necesario dentro de las artes escénicas nacionales», asevera Carlos Paolillo, crítico de El Nacional y coordinador del Ballet Teresa Carreño.

Y agrega: «Su ámbito de acción fue mayormente el de su reconocida escuela de formación, dentro de la cual moldeó talentos y los preparó para la vida profesional, que bien conoció en sus años de esplendor como primera figura de los Ballets Rusos de Montecarlo. En su magisterio se encuentra el aporte fundamental que realizó a la danza escénica y a la cultura venezolana. Empeñosa e indoblegable, hizo de la enseñanza del ballet una experiencia vital».

El periodista, crítico, historiador e investigador de danza destaca el lugar que Nina Novak ocupa en la historia universal del ballet, un lugar en el que dejó su firma por su metodología para enseñar y su pasión por la danza.

Mariela Delgado, egresada de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte) en la carrera de Danza, mención Docencia, se ha dedicado a estudiar la metodología de enseñanza de Novak.

Nina Novak y Mariela Delgado | Foto Cortesía

Su método, explica, desde el punto de vista técnico, consistía en impartir tres clases al día mínimo más los ensayos. El tiempo perdido se debía recuperar trabajando el doble. «Durante las primeras clases usaba la misma estructura, música y pasos para que el bailarín se concentrara en la ejecución técnica de los pasos y no en memorizar las combinaciones. Una vez que el bailarín tuviera más años de experiencia, procedía a concentrarse en las posibles variaciones de la coreografía. Ella trajo a Venezuela un nuevo método, aprendido del ballet ruso», afirma Delgado, de 54 años de edad. La coreógrafa contribuyó este año con una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Complutense de Madrid sobre la danza con un capítulo inspirado en el trabajo de Novak como maestra.

«Nosotros siempre hemos tenido alrededor ese halo de haber sido alumnos de Nina Novak. Tenemos mucha técnica y somos buenos intérpretes desde el punto de vista artístico. Eso es obra de ella. Nina Novak fue uno de los últimos eslabones de la academia de los bailarines rusos, fue una de sus últimas estrellas», explica. El capítulo que se publicará este año como parte de la investigación se titula «El Ballet Ruso de Montecarlo, Nina Novak y España».

Novak fue, a juicio de Delgado, perseverante, una sobreviviente. «Eso la hizo una guerrera inalcanzable y lo llevó a la danza: resistir es la única forma que tenemos los bailarines para ser excelentes. Nos enseñaba a ser buenos actores, nuestra  misión era reflejar el sentimiento del personaje y conectar con el público», comenta.

El último acto

En septiembre de 2017, con 93 años de edad, la maestra Nina Novak decide que es momento de retirarse y viajar a Estados Unidos para visitar a su hermano y su sobrina, la familia que le quedaba. Sin embargo, su retiro no implicó una ruptura con su academia y su labor: dejó todo listo para la presentación de El Cascanueces de ese año. Asumió entonces que el Ballet de la Mar, ubicado en el estado Nueva Esparta y dirigido por la exbailarina del Teatro Teresa Carreño y también maestra Martha Ildiko, era ideal para continuar con su legado en el país.

A partir de esa fecha, se creó un núcleo de formación Ballet de la Mar en la sede de la Academia de Ballet Clásico Nina Novak para darle continuidad a la enseñanza del ballet clásico en Venezuela. Novak depositó su confianza en Ildiko y su equipo de trabajo, quienes continuaron su destacada labor y ahora están al frente de su academia, dispuestos a seguir formando bailarines profesionales.

Tres años después, en 2020, Novak viajó a Varsovia, donde presentó el libro Bailando sobre los escombros. Nina Novak en una entrevista con Wiktor Krajewski, escrito por el periodista polaco Wiktor Krajewski. En la obra, la maestra contó lo que vivió durante la Segunda Guerra Mundial y su paso por un campo de concentración, un evento histórico que la marcó de por vida.

Portada del libro  | Foto Cortesía

Ese mismo año, con las restricciones debido a la pandemia de covid-19, la academia de Nina Novak no pudo escapar de las dificultades de la crisis en Venezuela. Al igual que otras instituciones, la academia tuvo que cerrar en junio de 2020. Pero Martha Idilko y la bailarina Anaís Di Filippo decidieron unir esfuerzos y reabrir la escuela de Lomas de La Trinidad, en Caracas, en octubre de 2021, en Lomas de La Trinidad.

Aunque la academia no tiene el mismo número de alumnas y profesores que antaño, día a día mantiene el espíritu de perseverancia de su fundadora. Este año, las 50 alumnas inscritas preparan nuevos montajes y, por supuesto, un homenaje a la maestra que se presentará en junio.

Nina Novak y Francesca Dugarte | Foto Cortesía

Tras su fallecimiento, las anécdotas con Novak que atesoran sus alumnas son innumerables. Francesca Dugarte siempre recordará cuando ganó la medalla de plata en el concurso Arabesque Competition de Rusia, en 2006, una competencia especial para ambas. «Estábamos esperando el veredicto y era muy tarde, la señora Nina se acostó a dormir. Cuando supe que obtuve el segundo lugar, se lo escribí en un papelito y lo metí debajo de la puerta. Ese papelito nunca lo botó. Siempre estuvo orgullosa», cuenta.

Cristina Gallardo recuerda cuando tenía 15 años de edad y Nina Novak le dio un pequeño empujón para que saliera a escena; ella se quedó en shock al ver que un bailarín, su pareja en la pieza, se había caído en el escenario. «Tenía que salir, pero me quedé paralizada. Sentí en la espalda un empujón, era la señora Nina y salí a escena. Si no es por ella, me hubiera quedado allí parada. Me enseñó que pase lo que pase, hay que seguir», cuenta.

Las anécdotas son muchas y la despedida difícil. Sorprendida por el deceso de quien fue para ella como una segunda madre, Gallardo comenta que habló con Novak una semana antes de que falleciera. «Me llamaron para que escuchara mi voz. Da la casualidad de que justo en ese momento estaba dando una de sus clases y la dejé que escuchara la música. Antes de eso hablamos en febrero, estaba lúcida y me dijo: ‘Cristina, no dejes de dar mis clases’. Le aseguré que no. Es su legado, me lo dejó y pienso honrarlo», concluye.

Cristina Gallardo y Nina Novak Foto Cortesía

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