Nakarey

Por Janina Pérez Arias

Ante un primer apellido «demasiado normal», optar sólo por el de su madre le parecía un desagravio hacia su padre. Optó pues por la vía más difícil, hacerse llamar por su nombre de pila que suena raro, que al deletrearlo lo escribían o pronunciaban mal, pero que una vez aprendido «ya no se olvida jamás». Así cuenta la actriz venezolana Nakarey el caso de su nombre.

Se ríe cuando escucha que suena a una estrella de rock. Le llamaron Nakarey en honor a la tatarabuela Yanomami adoptada por una familia de españoles que terminaron bautizándola María. «¡Imagínate!», exclama poniéndole sabor a la anécdota de cuando su madre decidió hacerle justicia a su antepasado, poniéndole a sus hijas nombres de ese pueblo originario.

Desde hace un poco más de una década la intérprete vive en Madrid, donde se formó en la Escuela Universitaria de Artes (TAI) en actuación, canto y baile. Con espíritu rockero, por lo osada y rompedora, desde la capital española Nakarey (Caracas, 1993) se ha dedicado a contar ficciones sobre las tablas, así como enfrente de cámaras, una pasión que tiene su origen en la infancia.

-En tu abuela se halla la explicación de tu vena artística.

-Mi abuela tenía un colegio Montessori, con formación musical y teatral. Además de educar, su pasión era el teatro, también escribía obras infantiles con temas de conservación del medio ambiente y de conciencia social. Aunque hubo un momento en el que pensé en estudiar Farmacia o Ingeniería, me di cuenta de que lo que llevo haciendo toda mi vida es actuar en teatro. Desde que los tres años hice musicales como La Bella y la Bestia, El Rey León, entre otros montajes, pero en Venezuela no llegué a hacer nada de audiovisual.

-Llegó a España a los 18 años con la idea de estudiar actuación, ¿dónde halló la confianza de creer en usted?

-¿Sabes lo que pasa? Que nunca me planteé otra posibilidad, siempre fue un ‘tengo que hacer esto de una u otra forma’. Me mueven unas ganas de hacerlo en distintos ámbitos de la profesión, por eso además de actuar también me dedico a la producción. Para mí mi mamá ha sido fundamental en esto porque ella siempre me dijo ‘dedícate a algo que te guste y así siempre serás feliz’ …. (lucha contra las lágrimas y se le quiebra la voz de la emoción). Mi madre ha sido una persona que siempre se ha sacrificado mucho por la familia, la mujer latinoamericana tiene mucho eso, y quiso darme un espacio para que yo me dedicara a lo que quisiera hacer.

-¿Se preocuparon sus padres cuando les dijo que quería ser actriz?

-Creo que mi papá sí, pero mi mamá le dijo que confiara en la niña (se ríe). La verdad es que me han apoyado siempre al 100%. Mi mamá siempre me ha dicho que ella confiaba en la persona que crió, y si se han preocupado, han intentado no demostrármelo.

-Además de la influencia de su abuela, ¿qué actriz venezolana o latinoamericana ve como modelo?

-Me gustaba mucho Marisa Román, y claro, Gledys Ibarra que es como una institución; a Gledys también la lleva mi representante, por lo que es muy chévere estar al lado de una persona que he visto actuar toda mi vida. También las divas como María Conchita Alonso y, por supuesto Edgar Ramírez, que con su proyección internacional y una carrera muy llamativa es referente para todas las personas que nos dedicamos a esto.

Desde la inconsciencia

Nakarey protagoniza su primer largometraje, El que sabem (Lo que sabemos), escrito y dirigido por Jordi Núñez, filme que abrió la edición de este año de la Mostra de Valéncia – Cinema del Mediterrani, y en el que comparte cartel con su esposo Javier Amman.

El cineasta valenciano Jordi Núñez, a quien Nakarey conoce de su época en la TAI, siempre ha creído en el talento de la venezolana; con él ya había rodado tres cortometrajes que hicieron bastante ruido en festivales cinematográficos, Píxeles (2015), Amor de Dios (2016) y Cachitos (2017).

El que sabem, que ha tenido una buena acogida, es un relato de crecimiento personal, el cual abarca el fin de la adolescencia hasta el inicio de la adultez de un grupo de amigos. Nakarey interpreta a Carla, una chica que busca su lugar como migrante, pero también su identidad.

-¿Cómo se enfrentas a un papel de ficción que tiene tantas conexiones personales con usted?

-Carla tiene algo muy diferente a mí, ella posee como una porosidad, una vulnerabilidad. Yo me considero una mujer muy fuerte, pero en ningún momento he dudado de mis raíces, algo que sí hace ella. Yo estoy súper orgullosa de ser venezolana, es algo que siempre mantengo. Puse énfasis en las diferencias; a lo mejor ella no ha tenido un apoyo de la familia que sí he tenido yo, por eso Carla es una persona que quiere intentar agradar, e incluso va perdiendo un poquito el acento venezolano, algo que yo aún conservo intacto. Hice lo posible para diferenciar mi experiencia dentro de lo duro que es emigrar, todas las personas que han pasado por un proceso migratorio lo saben. Cuando te mudas a otro país dices ‘yo no soy de aquí, la gente que está a mi alrededor no me representa’, pero después cuando vuelves a Venezuela y ya ha pasado un tiempo, dices ‘¡uy, las cosas han cambiado!, ya no me siento tanto de aquí’. Entonces tienes la sensación como que no eres de ningún lado, pero de todos al mismo tiempo, empiezas a habitar en un limbo. Afortunadamente mis vivencias han sido más positivas, a diferencia de Carla con sus dificultades, su necesidad de afecto y de agradar.

-A diferencia del teatro, que brinda la posibilidad de mejorar con cada presentación, una película queda para la posteridad.

-Nunca había estado tan nerviosa como en el estreno mundial de esta película en Goa (India) antes del paso por la Mostra. Estaba en pánico, porque si no me gustaba lo que vería, no podía hacer nada para cambiarlo (se ríe) En cambio en teatro, pues por más que sea, te puedes adaptar, puedes intentarlo una y otra vez. Tuve mucha suerte de poder trabajar con Jordi (el director), empezamos haciendo cortometrajes juntos y decidió que yo hiciese este personaje; fue un rol que pude trabajarlo muy bien, ensayar mucho, y al momento de llegar al rodaje me dije que haría lo mejor posible, y ya, luego dejarlo ir. Después queda todo en manos de una serie de procesos en los que no intervengo. Hubo mucha confianza en el equipo, ellos también confiaron en mí, y creo que todo el mundo hizo un buen trabajo. La labor del actor no es más que ser otra pieza, aunque pongas la cara y se sienta más expuesto, no dejas de ser una pieza más y no eres más importante que el trabajo de las demás personas.

-Sin embargo la diferencia aquí es que sales en el 98,99% de Lo que sabemos, prácticamente la lleva sobre sus hombros.

-¡Ay madre!(se ríe) Pero esto no es más que un regalo. ¡Con lo difícil que es que le den a una extranjera un personaje protagonista y además en valenciano en España! Por agradecimiento lo mínimo que podría hacer es aprender a hablarlo bien, aunque ya lo entiendo súper bien, no me atrevería a decir que lo hablo. Más que tomarlo como un reto, esta experiencia no deja de ser un regalo y una oportunidad.

-¿Cómo llevas ser el centro de atención al promocionar la película?

-¡Desde la inconsciencia absoluta! (se ríe) Es parte del trabajo, ya está, así que ¡adelante! No me da mucha vergüenza, no soy una persona tímida, pero tampoco es algo que necesariamente sea lo que más disfrute. Si la gente quiere escuchar sobre un trabajo, sobre lo que tengo que decir, pues bienvenido sea y ahí estaré.

-Llama la atención que no se ha conformado con la actuación, ¿de dónde vinieron las ganas de asumir el rol de productora de teatro?, ¿qué trato hizo con la Nakarey productora para que no invada a la actriz?

-Si tengo un cargo muy importante en producción, intento no actuar o que mi participación como actriz sea pequeña; no tiene sentido llevar sobre los hombros dos cosas muy importantes como, por ejemplo, una dirección de producción y un protagónico, al menos en mi momento vital, o sea, no sé si dentro de 20 años voy a ser capaz de hacerlo, pero creo que me toca ser humilde y enfocarme en una sola cosa. La producción me viene por personalidad, soy un poco mandona (se ríe). El aspecto de producción lo aprendí en la universidad, allí hicieron mucho hincapié en que cuando eres actriz, estás para recibir, para escuchar y para trabajar desde otro lugar, no para tomar decisiones, sino para hacer propuestas. La producción es además una herramienta para generar tu propio trabajo, para echar a andar historias que me interesan, que puedo contar como mujer latinoamericana y aportar también al contexto en el que estamos. Por esa razón empecé mi propia productora, al final creo que lo más importante es pensar en lo que quieres hacer y rodearte de gente que crea en ti.

-De la actuación y la producción no hay mucha distancia a dirigir, ¿ha pensado en asumir la dirección de algún proyecto?

-Yo me piqué con un profesor de la universidad por una pieza de dirección, y dirigí dos obras de microteatro, pero fue algo muy underground. En realidad no sé si es algo que me termine de encajar, quién quita que en un futuro pueda existir la posibilidad, pero ahora mismo no es algo a lo que me dedicaría.

-¿Qué proyectos tiene entre manos?

-Ahora estamos con Lo que sabemos, estrenamos el 18 de noviembre en Madrid y el 25 en salas en toda España. Además estoy trabajando en la producción de un largometraje muy interesante sobre el mundo del fútbol que será dirigido por Salvador Calvo. En teatro estoy trabajando con una pieza de docuficción sobre la vida real de un inmigrante guineano. Así que estoy con ganas de que se vengan unos años interesantes.


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