La tierra escuchó su grito en la cuna humilde. Surcos que son grietas en la heredad reseca. El fogón es ardiente convocatoria de brasas que incineraron a cujíes valientes de armazón de pueblos. En el hogar de los hermanos Parra, la honestidad se vistió con atuendos de bondad infinita. Unas manos rasgan las cuerdas del alma. La melodía se muestra altiva mientras va deleitando corazones.

Son la fuente inalterable de un ropaje de viejos puertos de vitalidad militante. En el sollozo del tiempo se desparraman las historias de calles con adoquines que conducen hasta el templo de la mujer anhelada. La brisa trae inolvidables reminiscencias, son hermosas armonías que se asoman en cada espacio del ser. El rumbo crespense los fue reconociendo como parte fundamental de la semilla tierna del arte musical. La tierra fue árida y leyenda cuando se confundió con la huella que han dejado. La música hizo de ellos unos portentos que lograron hacerse de un nombre en el mundo artístico.

El aniversario de una leyenda

El Trío Altamira-Hermanos Parra cumple 28 años en el pentagrama larense haciendo de su trabajo un reencuentro con las piezas más representativas del sentir popular. Sus numerosos éxitos son fruto del tesón de hombres que llevan en sus venas la tradición romántica de su origen popular.

Son el encuentro de una familia que supo descubrirse como artistas. El inicio del camino fue duro. Para un grupo sin experiencia en estas lides, enfrentarse con un público conocedor era un desafío. La timidez fue quedándose en el camino mientras nacía la gran calidad profesional. Aquellos mágicos momentos son el anecdotario que hoy los llena de un regocijo por haberse mantenido con la esencia del lugar en donde iniciaron el vuelo. Y en cada escenario siguen mostrándose con la humildad de aquellos que la grandeza está en comprender que no se puede perder el norte.     

Entre brumas campesinas 

Los hermanos Parra labraban la tierra buscando obtener de ella una vida con menos penurias, descubrir en aquella tierra reseca el pan que garantizara un futuro con cierto esplendor. En las tardes de regreso al hogar, una vieja rockola se fue haciendo cómplice de los sueños juveniles. Los surcos marchitos se fueron llenando con las voces que nacían en la cantina. Paulatinamente, los frutos de la tierra iban quedando rezagados, ante la adversidad de las manos campesinas que añoraban otro destino.

La magia musical entró en sus corazones hasta transformarlos en artistas. Fue entonces cuando unas viejas guitarras fueron acariciadas por unas manos inexpertas. Los laboriosos hermanos Parra quisieron atarse de por vida al mundo de sus ídolos. Los utensilios del trabajo del campo fueron quedándose en la maleza del olvido. Los hermanos buscaron el escenario artístico.  Un buen día llegó la metamorfosis.

En un rincón de la casa quedaban las herramientas del campo. Aparecieron los momentos felices a la par de esforzados y difíciles.  Hacerse de un nombre en la región en donde abundan los talentos no era una tarea fácil. Poco a poco comenzó la proyección, su proverbial estilo con las canciones propias de la zona  los hizo favoritos  de muchísimos públicos, aquellas piezas del pentagrama musical se desparramaban dichosas en sus educadas voces. Los aplausos llenaron el surco de sus éxitos.

Fue en pleno nacimiento del milenio cuando salió al mercado su primer trabajo discográfico que llevó por título Malvé, joyas del cancionero latinoamericano que llenaron su canasta de frutos musicales. El éxito atronador los hizo acreedores del máximo apoyo popular, se multiplicaron sus presentaciones en toda la región. Cuando los triunfos se incrementaron, apareció un nuevo álbum con el nombre de Melancolía, con melodías en las que se destacan algunas piezas de su propia inspiración.

La esencia popular

Los hermanos Parra son esencia de nuestros pueblos. Las voces y guitarras se fundieron en un solo abrazo. El bolero se anexó a la larga colección de estos artistas del municipio Crespo. Como cuando se escribían piezas con gotas del corazón. Huellas profundas en un ecosistema campesino en donde el trabajo fecundo se vistió en la añoranza, de algún resquicio de la tierra seca surgió la música que se escuchaba desde una vieja rockola. Voces eternas que hacían delirar a los parroquianos. Son las voces que acarician el espíritu seductor de los instrumentos, como caminos profundos en el gusto de la gente. Ahora los grandes personajes de la música tienen su aposento en sus gargantas, las cuerdas reciben la tierna caricia de los adiestrados dedos. Son 28 años de éxitos, demostrando que la calidad no se improvisa. De cada cují sediento de agua renació el arte.

Nota de Prensa.


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