México, ¿un país destinado al horror?

La directora Natalia Beristáin y la actriz Julieta Egurrola presentan Ruido, cinta que compite en la sección Horizontes Latinos del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Cuenta la historia de una madre que busca desesperadamente a su hija desaparecida durante un viaje que hacía con unas amigas

Por Janina Pérez Arias

Las mujeres bordan para recordar. Para que los nombres de sus hijas e hijos desaparecidos no se diluyan en el olvido, para que no sean solo una cifra más o un expediente que pronto se desechará como ha sucedido con miles de ellos.

Precisamente por eso la realizadora Natalia Beristáin quiso abordar en Ruido la historia de una búsqueda, del dolor, la impotencia y los estragos que causa la desaparición fortuita de un ser querido.

Protagonizada por la veterana actriz mexicana Julieta Egurrola, Ruido, que compite en la sección Horizontes Latinos del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, cuenta de Julia (Egurrola), una madre que busca desesperadamente a su hija desaparecida durante un viaje que hacía con unas amigas en una localidad de México. ¿Trata de blancas, secuestro, asesinato? Todo es posible, por lo que Julia emprende el rastreo acompañada de una periodista cuya vida también correrá peligro.

Desde hace unos años Natalia Beristáin estuvo amasando este proyecto que mezcla la ficción con lo documental para mostrar la labor de los colectivos de búsqueda, testimonios reales de los familiares de desparecidos, las luchas feministas, pero también poniendo  en evidencia las estructuras corruptas del sistema judicial y político hermanadas con el crimen organizado.

La rabia, el hartazgo, la indignación ante la impunidad, la sensación de no tener nada más que perder, han hecho que el pueblo, con mujeres en la primera línea de lucha, levanten la voz y tomen las calles con el rugir de «Ni una más».

Como a esas mujeres, a Natalia Beristáin le movió la furia pero también la (des)esperanza y el miedo para abordar desde la ficción la realidad de los y las desaparecidos/as. «También las ganas de hacer casi como un conjuro alrededor nuestro y decir que esto nos protege, aunque sepa que es una estupidez lo que digo», comenta en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Con Ruido, una producción de Netflix, cuenta Natalia Beristáin que quiso acompañar y sumar su voz a la de esas personas que viven el horror de la ausencia y de la incertidumbre. «Aunque esta sea una historia ficticia muchas de esas personas se verán reflejadas en ella», asevera Julieta Egurrola, además madre de Natalia, y alberga la esperanza de que «sientan que existe gente que nos interesan y que no están solas».

Cada día desparecen en México unas 14 personas, y en lo que va de año han desaparecido 2 mil 70 mujeres, según datos de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas. Tal vez cuando leas esto esos números ya estén obsoletos, y no porque hayan disminuido, al contrario. «No podemos acostumbrarnos a eso, no debemos», reflexiona Egurrola. «Hay que manifestarse, impugnar, hacer ruido, gritar contra la impotencia que sienten todas estas familias, y que tanto ellas como los colectivos y las madres sientan que sí nos importan su dolor y su tragedia».

Uno de los aspectos que hace notable la propuesta de la contundente Ruido lo representa  el hecho de que la protagonista Julia proviene de la clase media alta. La directora y guionista Natalia Beristáin recuerda que sintió pudor al tomar la decisión de contar esta historia «desde el privilegio de la clase blanca acomodada de Ciudad de México», pero que pronto entendió que justamente ese punto de vista le permitía que los estratos sociales más elevados se reconozcan y se vean reflejados en la historia. Al fin y al cabo  nadie está a salvo.

«El país entero está roto y atravesado por la violencia, y si no entendemos que los desaparecidos y desaparecidas, las mujeres asesinadas por ser mujeres, periodistas asesinados y asesinadas, también son parte de nosotros como sociedad, entonces estamos destinados al horror», afirma Beristáin. «Quiero pensar que no es así, que sí podemos reconocernos y que se puede generar una nueva empatía».


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