Foto: Ana Bloisse
Foto: Ana Bloisse

Su nombre estuvo en las pantallas de los principales canales de televisión nacional. Martín Hahn comenzó, en los años noventa, a ganarse el cariño de un público que asoció ese apellido con historias de misterio y miedo.

Martín Hahn es el responsable de telenovelas como Angélica pecado (2000), La mujer de Judas (2002), Estrambótica Anastasia (2004), La viuda joven (2011) y más recientemente de la serie Almas en pena (2019).

Durante su carrera, dice, ha ido cumpliendo los sueños que nacieron de niño en Barinas. De hecho, el de ser director de cine ya está encaminado: dirigió el último capítulo de Almas en pena, serie producida por Radio Caracas Televisión.

Aunque reconoce la crisis del país, es optimista. Además, está seguro de que la época dorada de la televisión venezolana, de la que formó parte, volverá. Tampoco tiene dudas de que las telenovelas están evolucionando y cada vez el público será más exigente para encontrar contenido de calidad en las nuevas plataformas.

Emigrar no es algo que le quite el sueño. Por el contrario, es de los que piensa que tiene un compromiso con el país y el público que le ha dado tanto. Uno de sus anhelos es que sus producciones vuelvan a los hogares de los venezolanos por señal abierta.

Por ello sigue trabajando en el país. Martín Hahn terminó de grabar recientemente la serie de cortometrajes Vivir y convivir, una iniciativa de varias organizaciones para crear conciencia en los ciudadanos sobre asuntos políticos. Protagonizada por María Alejandra Martín, para Hahn la serie es una manera de mostrar el día a día de los venezolanos.

La serie se presenta en Instragram y Youtube. Cada semana se estrena un nuevo capítulo. El escritor es enfático en que es un proyecto sin fines de lucro. También participa Ivette Domínguez, además de las actuaciones de Stephany Cardone, Giuliana Rodríguez

—¿Cómo se dio esta nueva serie? 

Vivir y convivir nace de un grupo de personas preocupadas por querer hacer algo por Venezuela. La gente del ININCO UCV (Instituto de Investigaciones de la Comunicación) y del Observatorio Global de Comunicación y Democracia (OGCD) me propusieron hacer una telenovela, pero no había dinero para eso. Entonces decidimos hacer micros que se pueden compartir por las redes sociales. Es una idea que tiene como dos años madurándose. Propuse cinco cortos para la primera temporada, que duran entre cinco y siete minutos; son cortos que hablan de problemas en el país, sin polarizarse para ningún partido político. Si hay que hacerle críticas al gobierno, también se le hacen a la oposición, aunque no nos identificamos con ninguno. Los temas son: importancia del voto, elegir un buen candidato en las elecciones, entre otros, pero tienen mensajes aleccionadores. Son agradables, te ríes, y te damos la información sin que sientas que te estamos enseñando cosas.

—Dice que hay humor, pero la gente asocia su nombre con el misterio y el miedo. ¿Siente que que hacer reír en sus producciones es algo que siempre ha estado, pero el público no lo recuerda?

—Sí, siempre ha estado allí. Por ejemplo, en Angélica pecado, Francisca revolucionó a la gente y era pura comedia; en La mujer de Judas estaban Fedra López, Javier Vidal y Dora Mazzone haciendo un triángulo amoroso que era pura comedia. Siempre ha habido cosas de comedia que a la gente le gusta, pero lo más fuerte siempre ha sido el suspenso, que no voy a dejar, y lo sigo trabajando con otros proyectos.

Vivir y convivir es una producción sin fines de lucro y lo estamos haciendo para que se riegue por las redes. Si lo recibes y te gusta, repostéalo. Es para que le llegue a la gente sin intenciones de buscar seguidores ni nada por el estilo. Solo estamos difundiendo un mensaje para Venezuela.

—¿Cómo le afectó la pandemia al llevar adelante el proyecto de Vivir y convivir? ¿Siente que la pandemia lo cambió en algo?

—La pandemia nos afectó a todos porque pensamos que iba a ser una etapa temporal. Cuando vimos que no era así, empezamos a trabajar vía online, y cuando todo estuvo más controlado comenzamos a hacer estos videos presenciales, pero tomando todas las medidas. Los actores se quitan la mascarilla solamente cuando tienen «cinco y acción», trabajamos en espacios abiertos y pocas veces en interiores. El aprendizaje es que hay que insistir. La pandemia no nos puede derrotar. Hay maneras de lograrlo. La gente quiere luchar y educarse.

—¿Por qué seguir insistiendo en hacer cosas para el país? ¿Qué tan importante es Venezuela para usted?

—Parto de este proyecto en particular, que está financiado por la Universidad Central de Venezuela. Cuando yo estudié en la Escuela de Artes de la UCV, toda mi carrera me costó 26 dólares; no puede ser que te hagas licenciado por menos de 30 dólares. Entonces yo tenía un compromiso con la universidad, pero también lo tengo con Venezuela, porque todo el mundo se queja pero nadie hace algo para que todo cambie. Cada quien puede agregar un granito de arena, pero si todos nos ponemos en esa actitud lo más probable es que no hagamos nada. Es una lucha contracorriente, pero creo que es lo que tenemos que hacer. Si yo decidiera irme en algún momento, seguiría trabajando por cosas para Venezuela, pero haciendo lo que sea necesario para construir país.

—¿Ha pensado emigrar?

—No completamente. Por ejemplo, si tengo un proyecto afuera y es necesario que vaya, estaré un tiempo y luego regreso, pero todavía no pienso radicarme en otro país. Voy a luchar hasta el final.

—¿Cómo describiría al Martín de niño? ¿En qué momento se dio cuenta de que quería escribir y que las telenovelas eran el camino para construir ese sueño?

—Realmente quería ser director de cine. Cuando era niño jugaba a las telenovelas, a la actuación, al cine, pero no estaba claro. Tendría 8 o 10 años. Jugaba con los vecinos, pero ninguno quería jugar; les parecía ridículo que yo jugara a eso, entonces jugaba a las telenovelas mientras me bañaba e interpretaba a los personajes. Por supuesto que mi mamá me sacaba a palos porque pasaba una hora bañándome. De allí en adelante, cuando fui a la universidad, yo quería ser director de cine, no escritor. En el salón teníamos que hacer un ejercicio y nunca podíamos porque no había quien lo escribiera. Entonces lo escribí, y a partir de ahí seguí escribiendo, y cuando me vine a dar cuenta ya tenía por lo menos 20 años haciéndolo.

—¿Se mantiene ese sueño de ser director de cine? ¿Tiene proyecto para ello?

—Sí, claro. Dirigí el último capítulo de Almas en pena en RCTV, y estoy dirigiendo los capítulos de la segunda temporada de Vivir y convivir.

—¿Es una persona muy espiritual? ¿Cree que en sus proyectos siempre está Dios?

—Soy una persona espiritual, pero no siento que tenga la responsabilidad de predicar en mis producciones porque parecería que estoy haciendo evangelización, y la gente me rechazaría. Pero sí, soy abanderado de las buenas acciones. Por ejemplo: si tengo un asesino, también tengo en contraparte a una persona que le lleva la contraria y que se alimenta de una vida espiritual. Hay muchas cosas que parafraseo de los versículos bíblicos para ponérselas a los personajes; la gente no siente que le están dando con la Biblia en la cabeza, sino que más bien les gusta. Son como píldoras que yo utilizo.

—¿Considera que la televisión venezolana volverá a tener una época dorada? ¿Es posible volver a tener esas telenovelas o cree que esa etapa ya pasó?

—Va a tener otra época dorada, pero no la misma que vivió. Así como el país no volverá a ser el mismo, será uno nuevo. Surgirá una nueva televisión con otro tipo de series o contenido dramático distintos a los que hicimos en alguna época. Eso va a cambiar, porque ha cambiado el lenguaje cinematográfico, porque ha cambiado la manera de contar historias, porque ha cambiado la producción; todo eso contribuye a una nueva etapa dorada de la televisión venezolana. Eso le pasó a Colombia, le pasó a Chile, y nos pasará a nosotros cuando todo cambie.

—¿Es optimista entonces?

—Sí, me parece que se van a hacer cosas buenas, pero hay que tener fe y esperanza de que sí va a pasar, y prepararse para ese momento.

—Ya ha estado en plataformas digitales como Amazon Prime. ¿Se ve escribiendo para otras plataformas como Netflix?

—Quiero que mis productos se transmitan en cualquier plataforma que le llegue a la gente. Si es Netflix, si es Amazon Prime, si es Disney+, o si es Movistar, no me importa. Naturalmente, la gente considera que si tienes una serie en Netflix es como si hubieses llegado a Hollywood, porque es una plataforma que está de moda en este momento. Entonces no lo hago en función de la plataforma que pueda difundir mis productos, sino en función de que el público que lo vea lo disfrute, lo entienda y agradezca que hay un buen escritor detrás de la serie. El hecho de que estés en Netflix no garantiza la calidad. En estos días vi una serie en Netflix que me llamó la atención porque es una telenovela y tiene cosas que tenía La mujer de Judas.

—¿Cree que se puede hacer mejor contenido en estas plataformas digitales?

—Si, claro. El mismo contenido, pero con otra manera de contarlo.

—¿Cree que la telenovela pasó de moda o evolucionará?

—Está evolucionando en este momento. Aunque las series las venden como series, la estructura, la trama y los personajes son de una telenovela; lo que pasa es que detrás de eso hay una producción de algo así como 100.000 dólares por episodio. Es algo muy grande.

—¿Ha soñado con volver a ver su nombre en la televisión venezolana?

—Sí, me gustaría, aunque no creo que sea algo inmediato, a menos que uno de los canales nacionales compre un producto de otro país. Lo único que se está haciendo aquí es la serie Vivir y convivir y algunos cortometrajes, pero no se están haciendo producciones completas.

—¿Cree que aún se están formando personas para rescatar la industria en Venezuela?

—Sí, se están formando personas para eso. La Escuela de Artes de la UCV sigue, UNEARTE sigue, la Universidad Audiovisual de Venezuela sigue.

—¿Qué le falta a Venezuela para recuperar lo que fue?

—Gente con ganas de sacarla adelante.

—¿Siente que en estos tiempos se obliga a los escritores a tener una historia muy similar en todas las producciones que se transmiten en las plataformas digitales?

—Sí. Antes los escritores proponíamos cosas que eran revisadas por los productores, pero sin cambiar la telenovela por completo. Ahora funciona de otra manera; los productores tienen unas ideas que por lo general no son buenas, pero ellos sí las consideran buenas y quieren que sean escritas de acuerdo a como ellos las ven. Esas son las historias que se venden y por eso es que siempre están en Netflix. Cuando veas comedia, vas a ver el mismo tipo de comedia; cuando veas terror, vas a ver el mismo tipo de terror. Hay un departamento encargado de decir ‘esto va a tener éxito o no’, y hay unos captadores de proyectos que andan por el mundo entero preguntándole a los escritores: ‘¿Qué historia tiene? X’, ‘cuéntamela’, y si ellos consideran que se adapta a las políticas de su plataforma, pues ellos la compran. ¿Qué pasa al final? Que tienen el mismo producto pero con diferentes actores, pero es porque los captadores de proyectos tienen ciertos parámetros para escogerlos. Incluso te dicen: ‘Quiero que hagas una serie como La casa de papel, con tu ingenio, pero que no sea robando un banco sino una galería de arte». Ese es un proceso de escritura completamente diferente al que teníamos antes.

—Si pudiera recomendar alguna producción que considere buena, ¿cuál sería?

—Tengo varias: The Maid, Katla, Fatma.

—¿Cómo describiría esta etapa de su carrera? ¿Hacia dónde va Martin Hahn? 

—En cinco años me veo dando clases, porque estoy haciendo un doctorado en estos momentos; llevo una vida intelectual bastante prolija. En mi área artística, diría que me veo escribiendo en diferentes partes del mundo.


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