Más de 2 millones de personas conviven en una ciudad que a ratos es caótica, pero que en el fondo se revela como el único espacio de encuentro en el que todo reconocimiento es posible. Luis Bergolla lo tiene muy claro y se ha encargado de hacer la ciudad suya y de brindarle la misma posibilidad a cientos de caraqueños. Al comunicador social de 44 años de edad le cuesta escoger sus lugares favoritos de Caracas, pero se decanta por el patio interno del Museo de Bellas Artes, el Aula Magna de la UCV y el Parque del Oeste.  “En el patio tienes una obra de arte del academicismo y una contemporánea conviviendo en un espacio natural. La madera del Aula Magna tiene un olor particular, completo es un lugar que te mueve los cinco sentidos. Y ese parque es más metropolitano que el del Este, se concentran más tradiciones: ahí se vuela papagayo y se come majarete”, explica Bergolla, quien con su visión particular de la ciudad forjó CCSen365, movimiento que busca que los caraqueños le pierdan el miedo a caminar por la ciudad.

Desde febrero de 2016 organiza recorridos por Caracas en los que grupos de hasta 150 personas recorren zonas como Catia, la avenida Baralt, La Hoyada y Bello Monte. “Aparte de volver a apropiarnos de los espacios que hemos abandonado por el miedo, le damos una carga nueva de significado”, asegura el creador de paseos pedestres de hasta cinco horas en los que los ciudadanos hallan hitos culturales e históricos de la ciudad pasando por calles que transitan a diario en sus carros o a pie sin el más mínimo cuidado de la historia que cuentan.

—¿Es posible trabajar con el miedo del caraqueño?

Basándonos en estudios de urbanistas, criminólogos y expertos en el tema de la violencia nos dimos cuenta de que la percepción del miedo se generaliza: los altos índices de violencia se están registrando en sectores específicos de la ciudad, pero quienes viven muy lejos de esos lugares sienten el mismo o más miedo que quienes habitan en las zonas de riesgo. La opinión pública se llena de un miedo que permea en todos los ámbitos. Así, comenzamos por transformar esa percepción del miedo a través de nuevas cartografías de la ciudad en las que ubicamos las zonas donde se siente más. Eso es un trabajo muy subjetivo, pero en parte está basado en las métricas que se obtienen de redes sociales, en el boca a boca y en encuestas de percepción.

—¿Cómo se logra movilizar a la gente?

—A través de intervenciones en el espacio público que ejerciten el músculo de reocupación de la ciudad como estrategia para vencer el miedo. Podemos ir a zonas donde la percepción del miedo es mayor sin claudicar a nuestro derecho como ciudadanos de circular libremente. No hay que ir escoltado sino con una manada urbana que remapea una zona y momentáneamente desplaza cualquier amenaza que atente contra la experiencia.

—¿En los recorridos solo se reocupan los espacios?

—Aparte de ejercitar el músculo de la ciudadanía, se construye una historia que atrae al público. Caracas va del valle al mar y se puede ver como un libro, donde cada reinterpretación que se hace de los espacios puede ser un capítulo: comenzamos con el damero fundacional, luego vamos con la ciudad de Las Indias, la colonización; después Diego de Lozada, y así. Vamos aportando datos históricos de Caracas y cada parada nos explica el conjunto de la urbanización citadina. No podemos cambiar la percepción negativa de la gente que vivió experiencias traumáticas en diversos puntos de la ciudad, pero sí podemos darle una carga adicional. Colocamos otra capa de pintura sobre la pared de la memoria.

—¿Caracas se puede recorrer de este a oeste?

—Con muchos obstáculos. Es retador hacerlo continuamente, pero es hacia lo que deberíamos apostar: hacer que el caraqueño salga a la calle. La ciudad habla de quien fuiste, eres y serás, es una lectura de ti. Ahora, todo eso es muy general, pero Caracas tiene una particularidad y es que tiene a su población fragmentada y la única manera de reconocer al otro y entenderlo es a través de los espacios de encuentro, que no son las urbanizaciones enrejadas con cercos eléctricos.

—¿Cómo mostrar una cara más amigable de la ciudad?

—Viéndola con otros ojos. Eso no significa negar los problemas que existen, pero tiene que haber disposición para que deje de ser la ciudad de la furia y renazca como la sucursal del cielo. No va a haber una transición posible si no ejercitamos el músculo de apropiarnos de los espacios de encuentro, donde todo reconocimiento entre contrarios es posible.

Caracas como oficina

Luis Bergolla es comunicador social graduado de la Universidad Central de Venezuela, donde también cursó una especialización en museología. Por muchos años trabajó en la construcción de proyectos expositivos desde la curaduría. Luego se decantó por la gestión cultural en Caracas y desarrolló planes con Cultura Chacao, donde se dio cuenta de que su fortaleza era el reforzamiento de la cultura ciudadana a través de intervenciones en el espacio público. Lo que lo terminó de enamorar de Caracas, más allá de la arquitectura, fueron las acciones de Ser Urbano,  colectivo que fomenta actividades de apropiación del espacio con propuestas lúdicas como rodadas en bicicleta o pícnics urbanos.


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