Noche de domingo. Buscaba en la web alguna película que me sorprendiera, que valiera la pena el riesgo de aventurarme con una historia que nadie me hubiera recomendado; eso que llaman el salto al vacío.

Bueno, tampoco fue tan extremo. Hice trampa, pues en la plataforma que suelo usar para ver filmes, suele haber un puntaje de acuerdo a la votación de los usuarios, y a estos les había encantado el cortometraje surcoreano The Wailing (2016).

Tampoco sabía el significado de esa palabra en español, así que fui a Google y el algoritmo procesó para indicarme que me fijara en la cabeza que vería una película llamada Los lamentos. Me entusiasmé y la vi.

Siempre he pensado que no hay nada más misterioso que un pueblo pequeño. Siento que en sus pocas calles y diminutas casas puede albergarse todo el bien que puede haber en una ciudad, pero a la vez toda la maldad; todo de una forma más cercana, a poca distancia.

Y es en ese contexto en el que se desarrolla el filme de Hong-jin Na, quien es también guionista. En ese lugar, lúgubre y triste por demás, empieza a ocurrir una serie de asesinatos, bastante sangrientos por cierto. Jong-goo es uno de los policías, a quien en principio hacen lucir bastante estereotipado en su torpeza, como suele ocurrir con algunas películas o series asiáticas.  

Ese detalle por momentos, al principio, puede ser insoportable, especialmente para los que de este lado del mundo solemos considerar reacciones normales y comunes en distintos momentos de desespero y rabia. Sin embargo, es un personaje con un desarrollo muy bien cuidado a lo largo de la trama.

Estas muertes son bastante sangrientas, y empiezan a ser vinculadas a un extraño individuo que ronda por el pueblo, y que pareciera responder a extraños designios sobrenaturales.

La hija del policía es la más risueña de toda la zona, pero repentinamente su actitud empieza a ser diametralmente opuesta: arisca, grosera y turbada. Características que empiezan a impacientar al ya no tan torpe funcionario, que busca el origen del problema.

El director manipula al espectador. Hay un personaje claro en este propósito, es un chamán al que acuden desesperadamente para alejar los malos espíritus que aseguran causan la intranquilidad de los inocentes y sosegados habitantes de la comunidad.

Es este hechicero quien da un vuelco importante a la historia, tensa en demasía, para respingar en los momentos exactos en los que se cree solventado un asunto para sumir en nuevos misterios a quien ve The Wailing. Situaciones que homenajean a la vez al nombre del filme.

En el fondo, la temática no es muy novedosa. Se trata del común y manoseado enfrentamiento entre el bien y el mal, pero como el buen cocinero, hay que saber bien cómo mezclar los ingredientes para deslumbrar con el plato que se servirá en la mesa. En este caso, Hong-jin Na se lleva las cinco estrellas Michelin. 


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