Briceño
Foto Madison Lebleu

Hoy está de cumpleaños, pero la gran fiesta de celebración será el martes 20 de octubre: Linda Briceño, cantautora, productora, trompetista y primera mujer en ganar el Grammy Latino como Productora del Año, se presentará en el  Lincoln Center for the Performing Arts de la ciudad de Nueva York, uno de los templos de las artes escénicas del mundo. Un show que estaba pautado para el 16 de abril, pero que se canceló debido a la pandemia del covid-19.

Será uno de los primeros espectáculos con los que el complejo cultural retome su programación en una ciudad muy golpeada culturalmente por la pandemia del coronavirus, donde los teatros de Broadway y la Metropolitan Opera House, por ejemplo, permanecerán cerrados hasta el próximo año.

«Esto ha sido una gran sorpresa, algo revelador, seremos de los primeros en presentarnos luego de la cuarentena», dice Briceño desde su apartamento en Harlem, una mañana fría de Nueva York.

Será un evento histórico en su carrera, afirma la trompetista formada en el sistema de orquestas. Las entradas para su espectáculo se agotaron en media hora. «Y no conozco al público, no son mis amigos, porque se quedaron sin boletos», comenta entre risas.

Para Linda Briceño su presentación en el Lincoln Center será una oportunidad para honrar sus raíces y rendirle homenaje a Cheo Rodríguez, su maestro de trompeta. «El concierto será un viaje en el que celebraré mi paso por la música clásica, habrá también música latinoamericana, interpretaré mis temas originales y parte del nuevo disco», señala. La acompañará su banda, con la que toca desde hace cuatro años, integrada por músicos estadounidenses y venezolanos.

El de este año será el octavo invierno de Linda Briceño en Nueva York. Su relación con la ciudad, de la que antes se decía que no duerme nunca, comenzó en 2006, cuando la conoció por primera vez. Estaba de vacaciones. Pero antes, le recuerda su madre, dibujaba la ciudad, sus altos edificios, sus luces siempre encendidas.

Ese 2006, cuando Nueva York todavía tenía fresco el recuerdo del ataque terrorista de Osama Bin Laden al World Trade Center, a Linda Briceño no le gustó la ciudad que descubrió. Estaba muy apegada a su vida en Venezuela, en San Antonio de Los Altos, a sus amigos… Cinco años después regresó, esta vez de gira con la Simón Bolívar Big Band Jazz, donde era la única mujer en la fila de trompetas. Y no lo dudó: su futuro como músico estaba en esa ciudad. Tuvo contactos con dos maestros de la trompeta: Arturo Sandoval y Wynton Marsalis. De este último recuerda una frase: «Tienes que decidir, tienes que estar acá, porque Nueva York es la ciudad para ti».

Y, a pesar de la montaña rusa en la que ha vivido desde 2013, el aprendizaje que le dejó hacer malestar e instalarse en Nueva York ha sido de los más importantes para Linda Briceño. «En esta ciudad he aprendido a quererme, a encontrarme como mujer, a valorarme, a ser paciente y tener paz. La ciudad te reta todos los días, te ayuda a formar tu carácter, a desarrollar una piel de rinoceronte. Cuando piensas que lo viviste todo, o casi todo, te das cuenta de que te falta mucho por vivir», cuenta la cantautora de 32 años de edad.

Linda Briceño, conocida también artísticamente como Ella Bric, asegura que este año ha sido de emociones encontradas para ella. Profesionalmente ha sido muy fructífero, pero no deja de generarle incertidumbre y mucha tristeza la situación que vive la ciudad. «Ya no hay pequeños locales en los que presentarnos porque están cerrados. Y me da mucho miedo porque hay gente abandonando Nueva York. Gente que por temor se está yendo. Y eso es algo que no pensé vivir. Además, la confusión política hace todo mucho más complejo, hay mucha tensión en la calle, una herida abierta, una división y polarización muy grande. Siento que estoy viviendo un déjà vu», afirma.

Pero Briceño tiene las esperanzas puestas en que Estados Unidos es un país de instituciones y confía en que el ciudadano se tome con mucha seriedad la decisión de votar el próximo 3 de noviembre. «Hay que pensar en el futuro de los chamos, solo pido eso».

Ha pasado los meses de confinamiento en su casa, que comparte con una amiga y con su perrita. Y gracias a la familia que ha adoptado, a la que se ha inventado en Nueva York –dice– todo ha sido más fácil de llevar, aunque han sido meses de tristeza y depresión que sanó asomándose a su balcón y tocando la trompeta para alegrarse y alegrarle los días a sus vecinos.

—¿De todo este proceso, qué has aprendido?

—Estos meses  me han enseñado a tener más fe. Soy creyente, mujer de fe, creo en Dios. En el momento en el que menos esperanzas he tenido, Él se ha mostrado de manera milagrosa, está conmigo, entonces sé que voy a estar bien. He rezado mucho y he aprendido a vivir sin apegos.

Tiempo (2013) fue el primer álbum de Linda Briceño, nominado al Grammy Latino como Álbum Pop Tradicional y ella como Mejor Nuevo Artista. Luego lanzó «11«, Ella Bric Ft. The Hidden Figures, una historia de amor  que escribió junto con Fernando Osorio y que le valió un Latin Grammy como Productora del Año junto con el trabajo Segundo piso, de la también venezolana  Mv Caldera. Y este año el disco La que manda de Gina Chávez, que produjo junto con Fernando Lodeiro, está postulado en la categoría Mejor Álbum Pop/Rock.

Asegura que el Grammy Latino llegó cuando menos lo esperaba. Reconoce que le da gran visibilidad y que también es alimento para el ego. Pero lo más importante es la conversación que se originó aquella noche de noviembre en Las Vegas: por qué las mujeres no ganan premios en la categoría Productor del Año. «Somos pocas, pero vamos haciendo  nuestro trabajo», agrega satisfecha.

En julio, Ella Bric, a quien hace un año Alejandro Sanz invitó a participar en su concierto en el Madison Square Garden, presentó «Rara», el primer sencillo de Selfie, su próxima producción discográfica. Es un tema urbano que la acerca a un género que ha estudiado mucho en los últimos tiempos: el reguetón. «Cuando me vine a Nueva York no quise ser músico de jazz, mi idea era incursionar en el pop. Lo popular es lo que la gente escucha y quería trabajar en eso», recuerda.

—¿Tenías muchos prejuicios con el reguetón?

—Sí, totalmente, sobre todo por el mensaje hacia la mujer. Pero sentía mucha curiosidad por saber qué había detrás de ese género que gusta tanto. Y decidí meterme en esa piel con el apoyo de Yasmil Marrufo y Claudia Prieto. Y confieso que salió de maravilla. No será el camino que seguiré porque tengo metas más grandes, quiero experimentar con otros géneros porque soy muy curiosa y, además, no me gustan las etiquetas.

—¿Cómo será Selfie?

—Es un EP que se hizo durante la cuarentena. Y lo bonito de este trabajo es que es muy romántico, es una deuda con viejos amores. Experimento con varios géneros, no es un disco de música urbana, es un álbum pop tradicional. Sacaré un tema cada mes. Ya han sonado «Te veo luego» y «New Jersey». Y a finales de año me iré a Hawái. Vengo con una sorpresa grande. Solo diré un nombre: Michael Jackson, y no diré más.

—¿Cómo que no diré más?

—(Risas). No puedo. Solo dejaré ese nombre por allí.

Y sí, no dice más.

—¿Cambió tu concepto del reguetón después de «Rara»?

—Muchísimo. A veces tendemos a criticar aquello que nos molesta. Lo que nos toca hacer es transformar lo negativo en algo positivo. Por ejemplo, admiro la respuesta que la cantautora española Beatriz Luengo le ha dado al tema «Hawái» de Maluma. Ella se ha propuesto cambiar la retórica sobre la posición de la mujer en las canciones urbanas. Hacia allá apunto.

—¿Tres nombres de cantantes urbanos con buenos trabajos?

—Rosalía, Nathy Peluso y Bad Bunny. El trabajo de Bad Bunny es muy interesante. Hay que tratar de entenderlo, buscarle su espacio, escuchar su historia, de dónde viene. Mucho tiene que ver con su origen.

—¿Cómo defines hoy tu faceta como productora?

—Es mi equilibrio, mi cable a tierra, es mi oportunidad de ayudar, de hacer el bien, de apoyar a artistas que empiezan. Junto con mi mánager, Yelitza González, acabamos de formar una productora con la que espero apoyar a muchos talentos. Es una misión que me he propuesto.

—¿Qué talento te gusta producir?

—Yo soy muy intuitiva. La mayoría de los que quieren trabajar conmigo llegan por mis redes, por amigos en común. Busco a alguien que esté claro en lo que quiere hacer. Y lo que me hace tomar la decisión de trabajar con una persona es su calidad humana. Tengo que conectar con ella, con su música, que se deje guiar y juntos buscar la manera de llegar adonde queremos. A veces no es un proceso sencillo.

—¿Qué le agradeces hoy al sistema de orquestas?

—Le agradezco mucho la oportunidad de enseñar a otros, que es algo hermoso, porque la manera en la que toco la trompeta se la debo a Cheo Rodríguez. Quienes nos formamos en el sistema maduramos muy rápido, asumimos responsabilidades siendo muy jóvenes. Yo a los 15 años de edad tuve una crisis que me llevó a querer dejar la música por la presión a la que estaba sometida y porque, al final, era la única mujer en una fila de 20 trompetas y sentía que tenía el camino muy difícil. Entonces decidí tomar las riendas de mi carrera. Creo en la misión de José Antonio Abreu, que es la misión del sistema, salvar vidas.

 


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