Laura Guevara emigró a México en junio de 2017. Han sido meses difíciles, asegura. No solo fue adaptarse a una nueva cultura: el terremoto de septiembre de 2017 acabó con el apartamento en el que vivía.

El domingo se presentará en el Centro Cultural BOD, donde el lunes a las 7:00 pm habrá otra función. La banda que la acompañará está integrada por David “Zancudo” Peña en el bajo, Jose Ángel “Shazzam” Regnault en la guitarra, Zarik Medina en los teclados y Armando Lovera en la batería.

—¿A qué se debe su regreso?

—Necesitaba mi casa, componer en mi piano, dormir en mi cama, ver a mis papás. El año pasado fue muy duro en lo que respecta al corazón, me lo partieron, y se sumó el despecho por el país. Pero todo lo malo trajo cosas increíbles. Logré mi primera fecha en el Foro del Tejedor, un lugar para cantautores. Fue un miércoles, que coincidió con el Día de la Música, en noviembre, y agotamos. Hicimos otra fecha y también se llenó. Los Amigos Invisibles me invitaron a cantar con ellos. Logré conformar una banda en su mayoría por mexicanos, solo está un venezolano, el bajista Freddy Adrián.

—¿Qué más hace para vivir?

—Bueno, cuando vuelva debo buscar un trabajo de medio tiempo que me permita mantenerme. Empecé ofreciendo conciertos, pero tengo que crecer mucho más en México para poder vivir de la música. Afortunadamente, en estos momentos doy clases para bebés de estimulación temprana. Les canto en inglés y español, compongo canciones para ellos y jugamos con colores. También trabajé en el backstage de una obra, pero fue una experiencia muy fuerte. Hay gente abusadora en todos lados.

—¿Cuál era la obra?

—Eso no lo puedo decir (risas).

—¿Por qué eligió México?

—Es la industria de la música en español más grande del mundo. Siento, además, que mi música calará en México.

—¿Aquí tocará nuevas canciones?

—Bueno, hay nuevas canciones. Una es “Dile que sí”, que fluyó de forma mágica aquí mismo. Una amiga me dijo que un amigo suyo quería pedirle matrimonio a su novia, que ambos eran mis fans, y que me quería contratar para escribir un tema. Nos vimos, le dije que me hablara de su relación y que si me lo tripeaba, lo hacía. Me involucré tanto que lo acompañé a hacer la petición de matrimonio. Luego, en mi último concierto antes de irme, que coincidió con su boda por civil, toda la familia estaba en primera fila. Otra canción es “El canto del inmigrante”.

—¿Compuesta en México?

—No, acá. Habla de un proceso doloroso que nos toca a los venezolanos, pero que también demostrará mucha fuerza. Hay otra canción cuyo título no te puedo decir todavía. Todo dependerá de cómo suenen los temas con la banda nueva.

—Se le vio muy activa en las protestas del año pasado.

—Nunca he perdido la fe ni la esperanza. Yo me tenía que ir en marzo a México. La idea era cantar e irme, pero comenzaron las protestas y pensé que debía quedarme. Mi novio, que estaba allá, terminó conmigo porque llegué tarde. Peleamos y todo. Tenía incluso fechas que debía cumplir, pero me entregué a lo que estaba pasando acá. Esa experiencia la atesoro como un momento difícil, pero también hermoso y conmovedor. Vi actos de humanidad preciosos, pero también vi cosas espantosas. Hubo muchos asesinatos e indolencia.

—¿La han cuestionado por irse?

—Yo estuve hasta el final de las protestas, cuando empezaron a bajar porque la gente dejó de asistir. Me di cuenta de que el mejor aporte que podía dar es la música. Mi propósito de vida no lo iba a cumplir si me mataban en las protestas. Ahora, con mucho más ahínco, soy embajadora de mi país, y donde sea diré todo lo que está pasando.

—¿Habrá un nuevo disco?

—Por los momentos prefiero trabajar con sencillos y luego armar un álbum.


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