El Encargo
Foto Archivo

«Hay palabras que se adelgazan cuando las usas demasiado, hay palabras que pronunciadas son la luz de una estrella muerta (…) Hay pueblos que redujeron sus palabras a nada». David, un escritor que atraviesa un fuerte bloqueo creativo, recita frenético en voz alta las pocas líneas que logró escribir en su laptop por encargo. El público lo observa de espaldas: se ve preocupado, ansioso e inseguro ante lo que logró avanzar en la tarea de escribir una obra sobre la migración. Frente a él, su hermano Luis lo escucha mientras bebe una copa de vino.

David (José Manuel Suárez) se pone de pie, sube a la tarima y se sienta en una de las sillas del comedor. «No sé muy bien a dónde voy, pero no tengo que saberlo. (…) Estaba pensando en la palabra esperanza. Vamos a escribir un cadáver exquisito a partir de la palabra esperanza», le comenta acelerado a su hermano mientras le cuenta sobre un extraño sueño que tuvo la noche anterior. David llegó de sorpresa desde Venezuela a casa de Luis (Ricardo Nortier), ginecólogo de profesión, quien migró a España hace 12 años. Allí se casó con una española, Lola (Daniela Alvarado).

Luis le está comentando a David lo extraviado que se siente en su escritura cuando aparece Lola en escena, viene de la cocina y luce un llamativo traje rojo con blanco a juego con unos rizos dorados. Tras unos segundos de intentar infructuosamente ser parte de la discusión, o esgrima mental como le dicen los hermanos, David se retira al baño. Hay algo que la pareja le quiere preguntar pero no sabe cómo. No saben por qué el escritor los está visitando sin haber avisado antes. Parece que David está a punto de responder a esta incógnita tras volver del baño cuando, de repente, se corta la escena: Suárez se saca la peluca, los lentes y camina frustrado hasta la laptop. «Esto no funciona», exclama. Lo que acababa de pasar sobre la tarima era una representación de la primera escena de la obra que está intentando escribir.

Así comienza El encargo, pieza en la que David está constantemente conversando con sus personajes, Luis y Lola, sobre lo que debería o no escribir para cumplir con la tarea asignada. El tema es la migración, un tópico que no está seguro de abordar. En medio de sus inseguridades, demonios y complejos se enfrentará a varias discusiones en las que los protagonistas mostrarán su deseo por reescribirse y cuestionan su existencia como personajes en una metaescritura inteligente. Así, tratarán de imponer su voluntad a las ideas del autor de la pieza.

«David habla con los dos personajes y, sin darse cuenta, termina escribiendo la obra a través de esas inseguridades que se presentan. Al final, parece que es una obra que no se escribió pero sí lo hizo; la escribió de principio a fin y dice más de lo que él espera que se diga. Eso es El encargo«, explica Suárez, actor y director de 35 años de edad.

El Encargo
David, Lola y Luis en escena | Foto Cortesía

Dirigida por Orlando Arocha, escrita por Ana Melo, la obra es parte de la programación aniversario de los 10 años de La Caja de Fósforos, ubicada en la Concha Acústica de Bello Monte. Con la  producción de Antón Figuera y Lino de Andrade, la pieza presenta los viernes a las 6:30 pm, y sábado y domingo a las 4:00 pm hasta el 12 de marzo.

La nostalgia de empezar de cero

Lo que diferencia a El encargo de las otras obras de teatro que abordan el tema de la migración es la inteligente dramaturgia de Ana Melo. Los personajes comienzan a  cuestionar a David sobre los lugares comunes, sus motivaciones y las costuras de su historia. El escritor, mientras tanto, intenta encontrar un conflicto para la pieza: introduce el tema del colegio, un plantel que ha dirigido la familia por generaciones y que es la herencia de los hermanos. En escena, Luis le reclama a David todo el dinero que le envió para mantener el colegio abierto, mientras que Luis le explica que no es suficiente. El salario mínimo no alcanza y la mayoría de los profesores se fueron del país.

De esta forma, en medio de esa búsqueda por dar con el conflicto de la obra que debe escribir, Ana Melo introduce temas que son cercanos al público pero sin caer en lugares comunes. «Le da una vuelta a la dramaturgia para que se siente la nostalgia, la tristeza del inmigrante, la pérdida de todo. Pero también le da un juego teatral al estilo de Seis  personajes en busca de un autor de Pirandello. Los personajes quieren reescribir su historia, eso es bastante simbólico porque cuando la gente se va del país tiene que hacer una narrativa de su vida. Ella lo logra, los personajes quieren escribirse a sí mismos, están luchando contra un autor que les está imponiendo la historia», comenta el actor Ricardo Nortier.

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Los personajes discuten con el autor de la obra | Foto Archivo

Lola interviene cada vez que puede para apaciguar el ánimo entre los hermanos con su característico acento español o para comentarle a David que le parece muy plano su personaje. Le critica, incluso, que su primera aparición sea después de venir de la cocina. La mujer está constantemente dando sugerencias sobre lo que podría hacer en escena mientras los hermanos se recriminan entre ellos por el tema del dinero y la posibilidad de que Luis vuelva a Venezuela. «Estuve enviando dinero a un país que no entiendo, no sé qué tipo de moneda tiene ya», le dice Luis. A lo que David responde: «Tienes un problema de identidad, detrás de esa coraza de orgullo se esconde el dolor de no pertenecer a ninguna parte!.

Aunque para Suárez el tema de la migración sí si se trata en el teatro venezolano, el actor afirma que lo que no es recurrente es cómo se trata en El encargo. «Nos ha dado por los extremos venezolanos: o es demasiado dramático que puede a veces generar rechazo, o es demasiado superficial y tampoco logra el objetivo porque se burla de una realidad. Lo que salva a El encargo es que logra una inteligencia al momento de plantear varios temas que nos aturden a todos diariamente. Hay algo amargo en el texto, como los licores, que nos deja sonreír y tampoco salgo llorando, es un punto medio que está afianzado con la dirección. La puesta en escena busca mandar un mensaje, lograr un equilibrio sin ocasionar rechazo por la densidad del dolor. El teatro es para eso: ecualizar un poco realidad», analiza.

El equipo de El encargo | Foto Cortesía

De esta forma, la temática poco a poco se aborda en escena entre diálogos agudos y divertidos, un justo equilibrio entre el drama de una realidad cercana a muchos venezolanos y las risas que causa el personaje de Lola. «La migración es una realidad, es algo que vivimos todos los días, todos tenemos una manera u otra de conectarnos porque tenemos familia o hemos estado afuera. Creo que puede ser un buen tema pero depende de la manera en que se toque, puede ser un tema que cause un poco de rechazo, a menos que se toque de una manera divertida para que el público pueda disfrutarlo», comenta la actriz Daniela Alvarado.

Que el público decida

En El encargo se rompe la cuarta pared varias veces cuando los personajes se dirigen a ellos, a esos «agudos espectadores». Les comentan sobre lo que está sucediendo en la pieza. Los hermanos siguen discutiendo hasta que Luis se exaspera: «Yo ya no sé si esto es parte de la obra o no. Explicaste mi personaje en la novena página», le reclama Luis a David, quien sale de escena confundido, inseguro y atormentado. Lola toma la palabra y se dirige al público: «Qué más da que la liemos en el teatro. Ustedes tendrán reales, qué tiempo van a gastar en criticarnos a nosotros», comenta. Luego, se lanza un monólogo de Calderón de la Barca y continúa, constantemente, rompiendo la cuarta pared.

Para Alvarado no fue complicado interpretar su papel, aunque no quería burlarse de nadie ni de la cultura de un país. «Soy muy respetuosa en ese sentido. Como soy de familia española no me costó el acento. Además, Lola tiene una gran ventaja, lo caricaturesco, se me permitía que estuviera disfrazada, que hablara de manera más jocosa. Pero sí me dan muchos nervios cuando vienen españoles o familia de españoles. Una vez vino el agregado cultural de la embajada de España y yo me quería morir. Me dijo: ‘Muy bien. Te felicito, el acento está muy bien. Si él me dijo que estaba bien me quedo tranquila», revela.

Lola en escena | Foto Cortesía

Ese constante diálogo con el espectador contribuye a que haya una conexión con la pieza, algo que se suma a la calidad artística de la obra. Ese es el tipo de propuestas, según Suárez, que se deben presentar para atraer más público a las salas de teatro. «El público quiere ver cosas que lo conecten, los conmuevan y los hagan sentir acompañados. Ya no es tanto que busque reflexionar, creo que estamos cansados de reflexionar y de pensar, hay demasiadas cosas que pensar. Con El encargo, la migración como la plantea, el tormento de sacar un proyecto, las inseguridades es un proceso que muestra que no estás solo. Eso es lo que se debe buscar: conectar con la gente para que no se sientan solos», asegura.

Esa conexión se logra a través del viaje como personaje que hace David en El encargo, un escritor que logra liberarse cuando se da cuenta de que puede escribir sobre lo que quiera. Un venezolano más que se pregunta y se cuestiona: «Todos hablan de volver a casa pero ¿cuál casa, qué es un hogar? Mi casa está hecha de teatro, de palabras». Un escritor que busca terminar la obra porque quiere darle sentido a algo y al final no sabe si lo logró o no.

Ante la ausencia, más calidad

El elenco del El encargo está consciente de la grave crisis de taquilla que existe actualmente en el teatro. Una realidad de la que La Caja de Fósforos ha logrado sobreponerse gracias al público cautivo que conoce la calidad de sus propuestas. Nortier, dramaturgo y director, revela que con la pandemia estuvieron cerrados mucho tiempo. «Se ha ido del país mucha gente consumidora de teatro. 80% de los actores de La Caja de Fósforo se fueron. Retomar luego de la pandemia fue difícil. Hicimos varios experimentos y sí existe una dificultad en cuanto a la presencia del público. Creo que la gente regresó con más ganas de ver espectáculos musicales. El teatro está un poco difícil de regresar pero sí hay varias propuestas, aquí estrenamos buenos contenidos», explica.

Aunque el actor reconoce que sí hay mucha libertad en el teatro para abordar cualquier tipo de temas, el gremio no se atreve a hacerlo, asegura. «Hay una falta de atrevimiento porque estamos en una situación donde no se puede hablar de todo sin correr riesgos. El teatro ha perdido mucho apoyo gubernamental porque somos más habladores que la danza o la música”, comenta. Cree las nuevas generaciones están preocupada por otro temas: ya no están tan conectados con la situación país. «No quieren hablar de eso», asegura.

Para Daniela Alvarado el teatro actualmente ofrece una amplia variedad de temas y formatos. La ausencia de público la atribuye a una falta de información. «Es más fácil sentarse a ver un streaming. A mí me encantan las series y el cine, pero me encanta hacer teatro. No hay nada más hermoso que sentarse como espectadora y ver al actor ahí dar el 100%. Entiendo también que se puede pensar que las entradas son muy caras. Es muy triste eso sobre todo para los que nos dedicamos a esto y vivimos de esto. Por respeto a nuestra cultura, al trabajo de ensayar una obra, la gente debería tener ese hábito de ver teatro», reflexiona.

Para Suárez, la ausencia de público se debe al tipo de propuestas y trabajo que se están realizando. «Tiene que ver con el hecho artístico la falta de público», asegura. La Caja de Fósforos, asegura, es de los pocos lugares que logra buscar en lo artesanal lo artístico. Por ende, no baja el nivel de calidad. Pero, en general, se debe revisar lo que se presenta y cómo se presenta. «Con una entrada de 15 dólares el espectador espera calidad y cuando ven que no lo es, se sienten estafados y no vuelven. Aunque la ausencia también tiene que ver 70% con la situación del país, pero hay un hecho artístico que no se está respetando», comenta.

El elenco de El encargo coincide en señalar que se debe hacer una campaña informativa. «Ese gusto por el aquí y el ahora, el gusto por estar presente con los actores, hay que retomarlo, hablar del acercamiento y de lo importante que es el teatro para la sociedad», comenta Nortier.

Es un problema de promoción, asegura Alvarado. «Queda en nosotros volver a llamar a la gente para que vea teatro y hay que formar a las nuevas generaciones para que vea teatro. Es poco a poco, se está haciendo el trabajo, aunque es difícil», opina.


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