Luis Miguel
EFE/Orlando Barría

Mucho se dijo en redes sociales sobre Luis Miguel cuando comenzó su tour el año pasado. Que si era un doble, que si no cantaba igual, que no se veía saludable. Pero la realidad es que el cantante sigue siendo, a los 53 años, un especialista del escenario.

En el Estadio Monumental Simón Bolívar, en Caracas, ofreció un concierto de casi dos horas en el que se paseó por sus grandes éxitos con un espectáculo que desplegó un afinado trabajo de luces, decenas de músicos en escena, incluida una sección de cuerdas de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, bailes divertidísimos durante sus temas más movidos y mucho romance.

Si bien el espectáculo tuvo buen nivel, con un Luis Miguel que interpretó una treintena de temas uno tras otro, hubo fallas en la logística que obligaron al público a hacer colas kilométricas para poder ingresar al estadio y, ya dentro, algunas personas se enteraron de que la entrada que habían adquirido al principio fue movida a un área de muy mala visibilidad.

En el sector B7 de Diamante Fans los usuarios se quejaron porque habían comprado en Zafiro VIP, que estaba un poco más al centro, y la casa productora, Invershow, los movió a una zona lateral en la que poco se podía apreciar el escenario dispuesto para el Sol de México. Invershow envió un correo en el que afirmaba que el cliente había sido «premiado» con una zona en la que habría «mejor visibilidad». Pero no fue así y tampoco dio explicaciones de por qué un cambio tan repentino para un concierto cuyas entradas comenzaron a venderse en agosto del año pasado.

La gente fue paciente en una cola que superaba los alrededores del Poliedro de Caracas, adyacente al Monumental. Había que dar al menos tres vueltas para llegar al ingreso, en el que los miembros de protocolo apenas miraban el boleto sin escanear el código QR y luego ubicaban a los usuarios. Para aquellos que no querían hacer la cola estaban los sospechosos sujetos, un problema que se ve en la mayoría de los espectáculos, que ofrecen pasarte rápido a cambio de 10 dólares.

En redes sociales varios testimonios dan cuenta de la desorganización para el ingreso al Monumental. «Horrible. Una cosa loca. No se molestaron ni siquiera en gasta 1 dólar para disponer un chico o chica en señalización o un hablador para indicarle a la gente (por dónde debían entrar)», afirmó una mujer en un video publicado en X.

Otra usuaria expresó: «Qué mala la organización del concierto de Luis Miguel. Creo que terminaron dando entrada libre. Un desastre para entrar, nunca pidieron el QR, mal servicio, mal sonido, carísimo todo. De verdad, qué decepción».

En las últimas semanas, a pesar de que la venta comenzó a mediados de 2023, varias empresas o figuras públicas ofrecieron promociones o descuentos para entradas de Luis Miguel. Por ejemplo, el chef Sumito Estévez dijo esta semana en una historia en Instagram que se podía obtener un descuento de 10% escribiendo a un número de WhatsApp indicando su nombre y el hashtag #elsoldeeco.

A pesar de la desorganización, las largas esperas y los cambios de silla, Luis Miguel, que no lanza un disco nuevo desde 2017, volvió a Venezuela después de más de 10 años con un concierto espectacular que se sostuvo en sus canciones más populares, fielmente seguidas por las miles de personas que asistieron al Monumental, que se llenó prácticamente en su totalidad. No sabemos si con boletería agotada o entradas regaladas.

El cantante, que no pronunció palabra durante su recital, aunque sí lanzó gestos de simpatía tanto al público que estaba cerca como al de las gradas, distribuyó los temas entre sus clásicos más bailables como «Será que no me amas», con el que comenzó, siguió con sus baladas, los boleros, tuvo una espectacular sección dedicada a México y ofreció temas de su juventud como «La chica del bikini azul».

Fue un resumen de una carrera que se extiende por más de 40 años, por eso antes de salir al escenario en las pantallas se proyectaron imágenes de su niñez, adolescencia, adultez y madurez, para luego interpretar, seguidas, sus canciones. También tuvo una sección en la que rindió homenajes a Michael Jackson, artista con el que siempre soñó hacer un dueto, con el tema «Smile», y a Frank Sinatra, a quien recordó con el tema «Come Fly with me», que interpretó a dueto con el artista estadounidense en 1994 para el álbum Sinatra: Duets II.

En el escenario, el artista y sus músicos funcionan como un reloj suizo. De la manera más prudente posible le hace indicaciones a sus músicos o técnicos, a quienes, con un dedo, les señala cómo debe ser la intensidad del sonido. Hubo quienes se quejaron de que no interactuó demasiado con el público, pero sí tuvo gestos como sostener el dron que proyectaba el concierto en enormes pantallas y ponérselo frente a su cara mientras cantaba «Un hombre busca a una mujer». Lo que busca el Sol de México es mantener la perfección de la ejecución musical y no tanto dar un discurso o mostrarse nostálgico con comentarios. Lo ha hecho así siempre.

Lo de Luis Miguel es un espectáculo enorme donde sus fans ya se saben todas las canciones, así que a él le toca interpretarlas para ellos, sonreírles o lanzarles pelotas gigantes, como hizo anoche para elevar el dinamismo del final del show. Fueron más de 30 canciones entre las que o pedía al público que saltara con él o se envolvía en un tono de luces frías en canciones románticas como «Somos novios».

No hubo bis tampoco. La gente le aplaudió por un rato esperando otro tema, pero la emoción fue apagada por una descarga de fuegos artificiales y las luces encendidas en el estadio. Luis Miguel se despidió, otra vez, con gestos, sin pronunciar palabra: lanzando besos a su gente, haciendo el saludo militar, levantando los brazos en alto.


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