Cuando suenan canciones de Franco de Vita, Oscar D’León, Guaco o Salserín, el trombón que acompaña a algunos de esos temas es de Domingo Pagliuca. Desde hace 30 años el músico caraqueño se presenta con bandas y artistas latinoamericanos que persiguen sonidos tropicales y también lo hace con el quinteto de metales Boston Brass Band. Eternal Gratitude, la carta de presentación de Pagliuca, es el disco con el que buscó demostrar su personalidad y trayectoria a través de inmenso instrumento de viento.

Hijo de inmigrantes italianos, Domingo Pagliuca es un trombonista que siempre busca dar, como dice él, el 200% dentro y fuera del escenario. El 20 de noviembre recibió el Latin Grammy en la categoría Mejor Álbum de Música Clásica con Eternal Gratitude (2019). Este premio lo comparte con la pianista Paulina Leisring y todo el equipo con el que trabajó para producir el disco. Allí presenta, en 14 pistas, un recorrido histórico del trombón a través de interpretaciones de temas clásicos, algunos de ellos à la manière de Debussy, Stravinsky, Vivaldi y Bach. Además, incluyó un joropo.

«Cuando recibí el premio estaba sorprendido, emocionado, orgulloso y complacido, porque es una aventura inesperada. Lo que quería era presentarme como solista, mostrarme como lo que soy. Me gusta abarcar todo tipo de música, y el disco muestra al trombón como instrumento diferente a la cotidianidad tropical a la cual se relaciona. Hicimos esta locura de presentar el trombón en diferentes facetas. Comienza con lo barroco, clásico, hilando la historia a través de eras musicales. También hay un tema criollo, no quise dejar por fuera ese estilo musical», comenta Pagliuca, quien afirma que sigue sin digerir este galardón y que está viviendo, a plenitud, este momento de felicidad.

La postulación al Latin Grammy fue idea del productor Vladimir Quintero. Fue él quien envió el álbum a la Academia Latina de la Grabación en agosto. Al principio, el trombonista veía con escepticismo la posibilidad de estar entre los nominados. De hecho, no lo inscribieron en alguna categoría en particular. Todo quedó en manos de los miembros de la Academia. Pero con el paso de los meses, y un par de listas oficiales, fue citado a una gala virtual en la que recibió el gramófono. Ese día, recuerda el músico, estaba tenso y nervioso. Pero cuando agradeció a Dios y recordó a su gran amigo y colega Samuel Pilafian sintió una tranquilidad indescriptible.

El papel del tubista estadounidense en la carrera y vida personal de Pagliuca es especial. Se conocieron en la Boston Brass, pero el trombonista lo admiraba desde mucho antes, pues Pilafian era uno de los más importantes productores de instrumentos de metal. En 2019 falleció debido a un cáncer. Pero durante el tiempo que estuvieron juntos en el quinteto, viajaron alrededor del mundo y ofrecieron giras en Estados Unidos.

«Sam me regaló el último aliento de su vida para viajar y producirme el disco. Entonces, esto es como una pequeña retribución, así sea pequeñita, a todo lo que alguien me pudo dar en fraternidad, consejo, conocimiento y experiencia. Cuando una persona te cambia la vida, te hace mejorar y te pone en un nivel diferente, en el corazón no hay palabras que alcancen para agradecerle. En un momento me dijo: ‘Grabaremos el mejor álbum de mi vida’. Él fue importante para mí», añade.

Durante 2019 Domingo Pagliuca, Samuel Pilafian, Steven y Paulina Laisring, Vladimir Quintero y otros miembros del equipo se dedicaron a darle forma al disco que rompe con los temas tradicionales para trombón. «En el equipo hubo una química musical increíble. Grabamos en Kansas porque Steven es profesor de la universidad y nos consiguió el teatro. También, un día estábamos hablando, le comenté sobre el álbum y ledije que no tenía una pianista. Dice que él ya la tiene y llama a su esposa. Lo vi y le dije que no la comprometiera, pero él le contó sobre el proyecto y ella aceptó de inmediato. Todo salió muy natural».

Las grabaciones estaban listas a mediados de 2019, pero todavía al disco le faltaba el nombre. Para llegar a él el músico primero piensa en qué quiere mostrar en el álbum, escoge el repertorio, graba y por último selecciona el título. Tras el vacío absoluto que dejaba Pilafian, una noche la musa inspiró a Pagliuca: Eternal Gratitude. Para él esta frase resume lo que siente por todo el equipo y por Samuel Pilafian.

Realizar este disco no fue sencillo, pero el resultado fue el esperado y el esfuerzo se ve reflejado en el Latin Grammy que recibió. Si bien Pagliuca no se considera un perfeccionista, lo más desafiante es conseguir exactamente lo que busca con la grabación, pues piensa que siempre puede ser mejor. Lo más satisfactorio era terminar alguna pieza en el estudio y encontrarse con la sonrisa de Pilafian afuera. El proceso le enseñó que nada es imposible, pues cada uno es responsable de cómo llegar al destino que desea. Dice que se debe dar todo para alcanzar los sueños y que sí se puede soñar.

El trombonista explica que luego de recibir el gramófono ha recibido un bombardeo de afecto y reconocimiento. «Estoy contento, emocionado, pero lo que más me impresiona es el cariño que he recibido de la gente. Como si fuese de ellos. Es muy satisfactorio. Y no hablo solo a nivel de Venezuela: Latinoamérica completa está contenta. Siempre te saludan, pero no mil personas al mismo tiempo; me parece muy bonito. Me impulsan a hacer más, a seguir con la música».

Domingo Pagliuca realizó sus estudios musicales en la Escuela Superior de Música en Caracas. Cuando era niño todavía no existía el sistema de orquestas. Comenzó con el violín a los siete años de edad. Su padre, Angelo Pagliuca, es director de orquesta y trombonista. Su primer instrumento le fue impuesto. Cuando tuvo la edad suficiente para decidir, optó por la trompeta. No le fue bien. Entonces, le pidió a su padre que le permitiera tocar trombón. Un deseo desde niño, pero por el tamaño del instrumento no podía.

«A los 12 años le insistí tanto a mi papá que dijo que sí, pero con una condición: si veía que en 6 meses no caminaba, se acababa la aventura y pasaba la página. La trompeta tiene una boquilla chiquita y en lo que agarré el trombón, con una boquilla más grande, sentí un clic instantáneo. Podía tocar lo que no pude con la trompeta. Las notas las tenía en los dedos. Empecé a tocar y lo demás es historia», explica Pagliuca quien participó en algunos conciertos como invitado de El Sistema.

Al terminar secundaria, Pagliuca cursó estudios de pre y postgrado en la Universidad de Miami. Una vez terminada la maestría tuvo la oportunidad de presentarse con Juan Luis Guerra en la gira del disco Areíto en 1993. Fue la primera vez que estuvo frente a un público de más de cinco mil personas y asegura que fue una experiencia que jamás olvidará. Luego llegaron más oportunidades para el trombonista, esta vez en estudios de grabación. Y en 1995 regresó a Caracas donde trabajó como profesor en El Sistema hasta 2007 cuando se mudó a Miami para darle una mejor calidad de vida a sus hijos.

En Florida fue trombón principal en la Miami Symphony y actualmente tiene el mismo puesto en la Florida Grand Opera Orchestra y la Palm Beach Symphony. Además, fue profesor en la Palm Beach Atlantic University y la Florida International University. Además, ha ofrecido clases magistrales en Alemania, Austria, China, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Finlandia, Hong Kong, Malasia, Perú, Singapur, Tailandia y Venezuela.

Domingo Pagliuca ha trabajado con muchos artistas durante su carrera como trombonista. Con Juan Luis Guerra, Franco de Vita, Oscar D’León, el grupo Salserín, Guaco, Los Adolescentes, Porfi Baloa y Servando y Florentino. Además, en el ámbito académico, se ha presentado con Luciano Pavarotti, Placido Domingo, Andrea Bocelli y Quincy Jones. «Yo estoy ahí detrás de grandes artistas venezolanos. Luego vi la oportunidad de trabajar con la Boston Brass Band hace 12 años y fue una oportunidad que no pude rechazar; es uno de los quintetos más importantes del mundo y allí contacté con músicos de mi generación en Estados Unidos», comenta.

El trombonista siente especial admiración por todas aquellas personas que lo inspiraron y guiaron en su camino musical. «Primero, el maestro Abreu como genio que fue. Él pudo canalizar todo ese talento que florece en Venezuela. A Gustavo Dudamel porque musicalmente es la persona más influyente en el mundo; por lo perseverante a mi amigo Oscar D’Leon, y mi ejemplo a seguir, mi papá. Además, mis profesores en la universidad. También, el primer trombón de la Filarmónica de NuevaYork, Joseph Alessi. Y por supuesto, a  Sam Pilafian», puntualiza Pagliuca.

Este año se apagaron las luces para todos aquellos que hacen vida sobre los escenarios. Los músicos han sido golpeados por la pandemia del covid-19 y Domingo Pagliuca junto con la Boston Brass han tenido que suspender conciertos. Sin embargo, estos meses de confinamiento le han servido para disfrutar tiempo de calidad en familia, practicar y estudiar. «Él—señala al trombón— es muy ingrato. Hay que estar sobre él o pierdes el mando. Día que no practicas, día que perdiste en tu vida».

Melómano, escucha de todo. Ningún tema queda por fuera, no le molestaría cambiar la estación de radio en su carro si sonaran canciones de géneros absolutamente diferentes. Se confiesa fanático de Queen y Bon Jovi, pero también de la música orquestal, latina, instrumental y la que llaman adulto contemporáneo.

Pagliuca se ha presentado en escenarios alrededor del mundo con la Boston Brass Band y ahora que debutó como solista no sabría si le gustaría vivir esa experiencia sin sus compañeros. «Yo disfruto muchísimo hacer música con esa gente y la idea de hacerlo solo… no sé hasta qué punto quiera hacerlo. El mejor escenario es donde me sienta feliz. Me encanta sentirme parte de algo y llegarle a la gente. No hay mejor satisfacción que ver a alguien disfrutar con tu música. La misión de un artista es entretener y oxigenar el alma y el cerebro», agrega.

Desde 2016 no visita Venezuela. Pero desea volver. Hace cuatro años estuvo apenas tres días para grabar con Porfi Baloa. En esa oportunidad, sólo vio a su madre. No hubo tiempo suficiente para reunirse con sus amigos y colegas. A pesar de que en aquella ocasión se encontró con una ciudad lastimada por la migración, extraña la vida en Caracas y la calidez de los caraqueños.


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