La agonística aplicada al deporte es la mayor o menor capacidad que tenga el atleta para soportar cansancio, castigo, dolor, y fatalmente, la inmediatez de la muerte. Así, los deportes de mayor agonística serán aquellos en los que existe la posibilidad de que el participante pierda la vida, y en general son muy apreciados por cierta clase de público, gente que alienta al competidor para que vaya más allá de sus posibilidades. En el último round, en el kilómetro final, en el minuto postrero, la algarabía dispara una emisión de endorfinas que estimula el desafío, desprecia abiertamente el peligro, asume el riesgo con probable valentía. Pero en otros casos no hay público, y el personaje deberá lidiar en solitario, ensimismado, vuelto hacia su mente y su alma; tales son la apnea, la natación de aguas abiertas, y sobre todos, muy por encima, el alpinismo, la alta montaña, el simbolismo de entregarlo todo por la conquista del cielo, el techo del mundo. Esa realización vital, esa apuesta máxima, es el rasgo distintivo de la protagonista de esta novela. No obstante Los días animales no es estrictamente una historia de aventuras, es mucho más. Julia es para la vida una veinteañera universitaria, vital, viviendo su búsqueda personal; para la montaña es Pájaro, la desafiante y extraña pareja de Rafael, un hombre inmediato, encantado por las alturas, ajeno a todo establecimiento, un fascinante sujeto de alta peligrosidad. La relación apasionada, insensata y extremadamente riesgosa de estas dos personalidades es para nosotros el tema central de la historia.

“Sumando viajes comunes y coincidencias en Caracas, alcanzamos alrededor de dos años; juntos pero separados estuvimos casi siete. Juntos juntos visitamos siete países de tres continentes. En tres países de dos continentes nos peleamos, y aunque llegamos juntos nos fuimos separados”.

Se sabe que el comentario de una novela es una actividad post factum, que no compromete la intención del autor sino la interpretación del comentarista, y que su validez depende de su posible confrontación en el texto. Decimos entonces que esta historia asoma tres correspondencias observables: la presencia de la madre, de natural sensatez, atenta al devenir deseable de la hija: gradúate, trabaja formalmente, lleva una vida predecible, cotidiana y seria, se desvanece junto con su presencia física; la madre muere y al mismo tiempo permanece, gravita, se proyecta en la vida de Julia. Para Pájaro es Gea, la madre tierra con sus maravillosos apéndices hacia el cielo, las retadoras montañas esperando por ella para hacerla vivir los más deslumbrantes episodios y luego regresar a la seguridad del suelo, el hogar del resto de la Humanidad. Después, Julia sabe que la entrega física y emocional a la pasión alucinada de Rafael es una apuesta final, una decisión inevitable, es caminar sobre el alambre sin la malla protectora que le permitiría caer y salir de la escena haciendo una graciosa reverencia y recibiendo apenas la rechifla del público, es lo que Pájaro vive cuando sube por las paredes de roca sin arnés, sin la estimable seguridad de hierros y cuerdas. “Una cosa es escalar, otra elegir paredes de las que si no sales por las cumbres, sales pulverizado”.

El tercer escalón es inverso, va de Pájaro a Julia. Junto con el momento instantáneo de perder la vida en las diestras y poderosas manos de Rafael, Pájaro ha conocido la exaltación, el borde del abismo, y ahora Julia deberá regresar a sí misma, ya vivida la reafirmación, ya habiéndose asomado a la profundidad abisal de la locura, endurecidas las alas, volverá a tierra sabiendo que ha explorado su patrimonio en el mundo, y que el retorno después de la casi insoportable satisfacción es tan peligroso como el ascenso, que el premio, al igual que en la montaña, no reside solamente en hacer la cumbre sino además en volver para atesorar íntimamente la realización, la incomparable experiencia. “Llegar arriba es una carreta, bajar es una carreta, y en el medio tienes el instante del logro”.

El texto describe circunstancias y técnicas propias de la escalada, la amable y serena presencia de la marihuana, la descripción y enumeración de paisajes y trayectos solamente conocidos por escaladores expertos; la concepción personalizada, íntima, del desafío: “Al escalar la pelvis va pegada a la roca, como si quisieras entrar, abrir la pared y entrar. Los muslos se calientan, tiemblan, las manos sudan. Durante el recorrido hay que respirar, sacudir los brazos que de tanto apretar y sujetar, terminan tensos como un tambor”.

Otros personajes actantes o referenciales que se justifican en el texto serían Carlos, el padre, apenas mencionado tangencialmente: “De él heredé la necesidad de huir”; La tía Elizabeth y Eloísa, Lupe y el menor, Aquilino, Fabiana; Tomás, el bilioso y teórico fundamentalista, María y Roberto, el maratonista Armando. La sexualidad, apasionada, explosiva, se muestra en deslumbrantes episodios como contraposición a la resignación y al miedo. Finalmente, siendo Keila Vall de la Ville una notable poeta, nos deleitaron expresiones, algunas breves, de alto lirismo: “La vida se silencia cuando hablas”, “La felicidad es como la hierba. Cuando está no le prestas atención, no la ves. Éramos silencio de lágrima asombrada. Animales de conciencia pura y clara. Arriba. En la montaña”.

Los días animales es una novela singular, y tal vez esa afirmación sea un elogio mayor en estos tiempos cuando las redes sociales difunden la profusión de candidatos a escritores. La formación, el talento y el trabajo de Keila Vall de la Ville le han permitido escribir una de las buenas historias que hemos leído este año.

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Los días animales

Keila Vall de la Ville

Oscar Todtmann Editores

Caracas, 2016


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