Foto Maria Kapsabeli

José Ángel Salazar tenía seis años cuando descubrió que quería ser director de orquestas. A pesar de su corta edad, al joven margariteño se le quedó grabada la figura del maestro alemán Thomas Clamor dirigiendo el Ensamble de Metales de Venezuela durante su visita a la isla de Margarita en 2002. Salió conmovido de aquel concierto. Era muy pequeño pero todavía recuerda con lucidez cómo lloró mientras escuchaba la música. Cuando llegó a su casa, su papá descargó en la computadora el repertorio que acababan de apreciar. Él lo reproducía en su cuarto mientras jugaba a dirigir sin saber que esa pasión lo llevaría, 20 años después, a ser nombrado Jette Parker Director de Ballet de la Royal Opera House de Londres por dos años (2023-2025), un programa para artistas que pretender ayudarlos en el desarrollo de sus carreras.

El interés por la música del también violinista de 26 años de edad se manifestó desde el inicio aunque en su familia no había músicos de profesión. En su casa, en Margarita, su abuelo insistía con que ocuparan el tiempo de ocio en actividades extracurriculares. Era una tradición familiar practicar karate así que, antes de llegar al mundo de la dirección orquestal, José Ángel Salazar intentó seguir con la tradición que su papá, su tío y su hermano habían perpetuado. Le gustaba, pero el karate no era lo suyo.

«Me llamaban ‘el pacífico’, así de malo era; no me gustaban las peleas ni nada de eso. No se me daba muy bien», admite el también exdirector artístico y musical de El Sistema Grecia. Pronto descubrió que su camino sería otro. Criado en un ambiente donde siempre hubo una gran relación con la cultura, la música tradicional estuvo muy presente en sus primeros años de vida. «En mi casa se escuchaba mucho a Gualberto Ibarreto, mi abuelo me regaló un cuatro cuando tenía 5 años. También me enseñó poesía a esa edad, me leía poemas y me hacía recitarlos con él. En mi casa estaba muy presente la cultura», señala.

Un día, una de las niñas de su escuela se presentó durante la celebración del día de las madres con su violín. Su papá lo vio tan interesado en el instrumento que buscó dónde podría aprender a tocarlo. No conocían el trabajo del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles. «Estaba un poco aterrado porque se imaginaba que de seguro serían unas clases muy costosas», recuerda. Cuando supieron que El Sistema era gratuito Salazar comenzó a ser parte de él a los 7 años en el núcleo de Porlamar, Margarita. Allí aprendió a tocar flauta dulce  en el Programa de Iniciación y a los 8 años escogió el violín.

«Quería tocar trompeta y no sé en qué momento escogí el violín. Pudieron haber pasado varias cosas. Primero, en El Sistema a veces hay instrumentos y a veces no, de cierta manera te llevan a escoger instrumentos que sean buenos para ti y que al mismo tiempo estén disponibles. Segundo, mi abuelo fue profesor en el liceo del violinista margariteño Eddy Marcano. Teníamos sus discos en la casa, lo escuchábamos mucho. Como estaba pequeño, de tanto escuchar el violín y tener esa referencia, lo terminé escogiendo», cuenta.

A los 11 años, cuando ya era concertino de la orquesta infantil sus profesores, en especial su profesor de violín Luis Villarroel, notaron su afinidad por la dirección orquestal. Corría el mes de diciembre, la orquesta ensayaba un concierto navideño hasta que el maestro Villarroel tuvo que ausentarse por una reunión. José Ángel Salazar, que desde ese entonces ya se tomaba la música con la seriedad y disciplina que lo caracterizan hoy, pensó que debían seguir trabajando. Sin dudarlo, dejó el violín en la silla, se paró sobre el podio y marcó el tempo. Sus compañeros lo siguieron.

Los primeros conciertos que dirigió Salazar  | Foto Cortesía

«Era como un juego de niños, pero cuando mi profesor volvió y me vio dirigiendo, llamó a todos los profesores de núcleo», cuenta. Así comenzó su formación como director de orquestas, un rol que lo ha llevado a asistir a maestros como Gustavo Dudamel y Christian Vásquez. Una pasión que lo ha llevado incluso a recorrer el mundo en diversos proyectos dirigiendo en Santa Lucía, Grecia, Suecia y ahora Londres.

Programa Especial de Desarrollo Académico

Los primeros pasos de José Ángel Salazar como director fueron pequeños y de la mano de su profesor Villarroel, quien le confiaba la dirección de algunas pequeñas piezas. Después de verlo tomar la batuta por iniciativa propia, confió en él e intentó enseñarle cómo dirigir algunas de las obras en los conciertos donde también se desempeñaba como violinista. Pasaron tres años cuando el maestro José Antonio Abreu notó su talento. Todo ocurrió gracias al director Felipe Izcaray, quien lo llevó a Caracas para que conociera al fundador de El Sistema.

«Cuando me vio dirigir, el maestro Abreu le dijo a Izcaray: ‘Hay que darle una orquesta a este muchachito, vamos a darle una que esté en Margarita», cuenta. Así se convirtió en el director de la Orquesta Juvenil de Nueva Esparta con tan solo 14 años de edad. Algunos medios, como BBC News Mundo, incluso lo apodaron en se entonces como el director más joven del mundo. El puesto vino acompañado de otra gran oportunidad que marcó su vida: comenzó a estudiar en el Programa Especial de Desarrollo Académico con Gregory Carreño y otros maestros en Caracas.

José Ángel Salazar reconoce que, en esa época, fue bastante privilegiado. «Estaba en esa etapa del liceo de las ‘tres Marías’, veía Física, Química y Matemática. Pero estaba en un ambiente donde me daban mucho apoyo, tanto apoyo familiar como apoyo de la escuela, el liceo cuadraba un momento en el que la presión a nivel académico no fuera tanto para poder ir a Caracas. También cuadrábamos clases a distancia».

Salazar junto con su maestro Felipe Izcaray | Foto Cortesía

No viajaba a Caracas con frecuencia, cada mes y medio era lo justo. Aunque igual ese tipo de viajes, para un adolescente, influían mucho, asegura. Todos estaban enfocados en su bienestar como persona así como también en su formación integral. «Recuerdo conversaciones con mis profesores en las que me preguntaban cómo estaba o cómo iba en el liceo, cómo me sentía con todo lo que llevaba. Siempre tuve ese apoyo y nunca me sentí presionado o coaccionado. En los momentos donde tuve mucha presión siempre tuve gente que me ayudó a sobrellevarlo», comenta. Tuvo apoyo para poder sobrellevar la presión del estudio y la música, una presión que aceptó gustoso porque eso era lo que realmente le gustaba, lo llenaba y le hacía sentir bien.

Como parte del programa, Salazar aprovechó muchas oportunidades. La carrera de dirección, continúa, puede tenga una teoría fácil pero en realidad es un oficio que se adquiere con la experiencia, con el hacer. El oficio lo aprendió, confiesa, viendo a diferentes directores y conociendo las distintas maneras de hacer lo mismo. «Entre esas oportunidades estaba ver ensayos del maestro Dudamel, ellos fueron personas a las que siempre pude ver en sus ensayos, escucharlos, hacerles preguntas. Con el maestro Gustavo tuve la oportunidad de ver más de cerca, estuve en una producción del Requiem de Verdi que hizo en 2012. Estuve en todos los ensayos y pregunté mucho», cuenta.

También tuvo la oportunidad de conocer al maestro Christian Vásquez. «Conversábamos mucho y dirigí algunos ensayos. Tuve la oportunidad de aprender viendo a estos grandes maestros, e incluso hice lo mismo con el maestro José Antonio Abreu. Una vez dirigí un concierto y el maestro Abreu estuvo conmigo en los ensayos, me daba indicaciones y consejos. Esa fue la mejor escuela porque aprendías en la misma práctica», afirma.

A nivel musical significó mucho crecimiento y muchas cosas por descubrir. Sobre todo, aprendió que algo que inculca El Sistema desde el inicio es que todos son una familia. «Hay un rol pero no hay una jerarquía. Como director tienes un rol de interpretar, traer, hacer que todos estén juntos, de crear un buen ambiente de trabajo, de sacar lo mejor de cada persona pero al mismo tiempo es solo un rol. Eso no te pone por encima de nadie. Eso fue una cosa que con el maestro Gustavo y Christian se vio: son parte de un equipo», revela.

Dirigiendo en su juventud | Foto Cortesía

Enseñar y formar

José Ángel Salazar continuó formándose en Caracas. A los 17 años comenzó a estudiar inglés porque deseaba aprender música y dirección en Estados Unidos. Sin embargo, la situación económica del país se lo impidió.  «Fue bastante difícil, al final no pude salir, hice todo en Margarita, iba a Caracas constantemente y cuando me gradué del liceo fui a Caracas más seguido. A los 18 de edad tuve las oportunidades de salir del país, siempre con El Sistema con otros proyectos similares en otros países, en 2017 salí de Venezuela definitivamente», cuenta.

Ese año, junto con su esposa Francis Galiardi, Salazar puso rumbo a Santa Lucía donde se estaba iniciando un proyecto como El Sistema. «Se buscaba trabajar con niños en una situación económica difícil, aquellos que no tenían oportunidad de estudiar música. Eso lo iba a hacer la Escuela de Música de Santa Lucía. Allí daba clases de violín y también trabajaba con la orquesta de cámara. También hicimos una orquesta infantil».

 José Ángel Salazar
Foto Maria Kapsabeli

Antes de llegar a Santa Lucía, cuenta, fue seleccionado para participar en un intercambio internacional con la Universidad de Göteborg, Suecia. Formó del programa de maestría en Interpretación Orquestal al que llegó gracias a su maestro Ron Davis Álvarez, el director artístico del Dream Orchestra. «Esa experiencia fue muy importante porque tuve la oportunidad de trabajar por seis meses con El Sistema Suecia. Esa fue mi mejor escuela sobre cómo se hacían los proyectos musicales en Europa y cómo se trabajaba con la población en riesgo como los niños refugiados de distintos países que dejó la guerra en Medio Oriente», afirma.

Fue solo cuestión de tiempo para que se le diera la oportunidad de llegar al Sistema Grecia a través de Davis Álvarez, quien les habló de su trabajo y pidió que lo contactaran. Salazar tuvo que hacer un proceso de aplicación, enviar currículum, cartas y todas las gestiones. Pasó la ronda de entrevistas y ganó el puesto de Director Artístico y Musical de El Sistema Grecia desde 2018 hasta 2023.

«Dirigía en Grecia y trabajaba duro con los proyectos educativos. Siempre estuve interesado en seguir creciendo, seguir mejorando mi carrera como director y seguir formándome. Tuve la gran fortuna de que los fundadores del Sistema Grecia me daban la oportunidad de estudiar; hice cursos, estudié en Viena, Alemania, me apoyaron a nivel de trabajo y me daban la oportunidad de ir y formarme», explica. Así fue como vio masterclasses con prestigiosos directores como Ricardo Muti, Dick van Gasteren, Manfred Huss en la Swarowsky Akademie, Rüdiger Bohn en la Robert Schumann Hochschule, Alejandro Posada, Phillipe Auguin, Eduardo Marturet y Michalis Economou.

En 2020 quiso seguir creciendo profesionalmente y comenzó a participar en diferentes concursos sin saber que uno de ellos lo llevaría a Londres.

 José Ángel Salazar
Foto Sylvia Diamantopoulou

Asistir a los mejores

Una de las cosas que José Ángel Salazar descubrió con los concursos es que al director profesional de hoy en día le hace falta la experiencia de asistente. Hace falta irse a un sitio, aprender cómo es el negocio, cómo se lleva la orquesta, cómo se hace la música en una posición en la que no te expones a que te tilden o te etiqueten de malo por tus errores. Esa es una posición bastante privilegiada que se logra como asistente. «Me dije que tenía que buscar oportunidades para asistir a una orquesta u organización grandes», confiesa.

Comenzó a buscar audiciones para asistentes de dirección e hizo la de asistente para la orquesta de París. No quedó pero la experiencia fue muy enriquecedora. Luego tenía la audición del Royal Ballet de Londres. «No conocía nada del mundo del ballet, tenía algunas nociones gracias a un gran amigo y profesor, Thibault Vieux; él va mucho a Venezuela, él me habló mucho del ballet porque él toca en la ópera de París. Me preparé para la audición con bailarines y directores que son amigos», cuenta.

 José Ángel Salazar
Desde los 6 años sintió inclinación por la dirección | Foto Spiros Katopodis

Fueron tres rondas de entrevistas en las que aprendió muchísimo y se sintió muy apoyado. Estaba en su oficina en Grecia cuando finalmente le dijeron que había sido seleccionado para el puesto. Fue una noticia que le causó mucha alegría porque sí fue un gran logro. Pero también fue un momento de angustia: había que empezar una vida nueva, mudarse de nuevo y buscar la manera de dejar el proyecto en Grecia lo más asentado posible.

Actualmente, José Ángel Salazar lleva un mes en su puesto como Jette Parker Director de Ballet, donde está asistiendo tres montajes: Don Quijote (música de Minkus) con coreografía de Carlos Acosta, The cellist/AnemoiThe Dante Project Ballet basado en la Divina Comedia. Reconoce que se trata de un un trabajo que lidia mucho con la confianza. «El bailarín, no siendo músico, es una persona muy abierta, te recibe y te acoge si quieres aprender cómo lo hacen, pero al mismo tiempo es difícil que ellos confíen en ti y que realmente vean que tú estás interesado en comprender lo que ellos buscan», opina.

Aunque los bailarines y los músicos piensan de maneras muy diferentes, Salazar entendió que el mejor director de ballet es aquel que va a los ensayos donde los bailarines trabajan la coreografía con un piano. «Te debes sentar allí por dos, tres o cuatro horas, lo que haga falta, sin decir nada, solo sentarte a escuchar y absorber todo lo que ves, ver cómo montan la coreografía sin intervenir», señala.

Luego, comienzan ensayos con más música, en los que sí puede dar recomendaciones y juntos ven si a nivel coreográfico se puede lograr. Después vienen ensayos en el foso donde, como director, se dirige al piano que toca para ellos en el escenario. «Tengo que estar preparado con todas las producciones, si el director no puede asistir o debe faltar, yo debo dirigir», especifica.

José Ángel Salazar | Foto Maria Kapsabeli

Su misión: retribuir

En Londres, José Ángel Salazar desea aprender cómo se cruzan todas las formas de arte: el movimiento, diseño, la dirección y la música. También quisiera profundizar en cómo se maneja un teatro en términos de administración y una compañía a nivel de gerencia. Por último, quisiera aprender a nivel musical cómo se manejan los ballets. «Es una manera muy diferente de dirigir y hacer música. Estoy descubriendo un nuevo aspecto que no conocía. Soy nuevo en la posición pero me sentiría contento de seguir en la dirección de ballet», confiesa.

Aunque no tiene mucho tiempo libre, le gusta pasar sus ratos de ocio tranquilo, en casa o saliendo a caminar. Sin embargo, admite que está muy enfocado en lo musical, que le toma mucho tiempo. «Para mí aprender lo musical no solo es aprenderse las partituras y hacer tu trabajo, es también conocer el contexto. Una de las cosas que mantengo para mí es aprender idiomas, estoy haciendo un curso de francés. Me ha costado mucho porque no es mi prioridad, pero lo intento mantener para mí», expresa.

 José Ángel Salazar
Foto Maria Kapsabeli

Tampoco olvida de dónde viene, sus orígenes y dónde se formó. Es afortunado, asegura, porque durante su trayectoria ha tenido la oportunidad de regresar a Venezuela constantemente. «Desde 2022 he podido ir a trabajar. Estuve 2 semanas trabajando con la Orquesta Sinfónica Juan José Landaeta, en 2023 trabajé con la Orquesta Juvenil de Caracas. Espero en 2024 cuadrar para ir un período más. Me llena muchísimo trabajar en mi país, aprendo mucho. Además, tengo la oportunidad de hacer buen repertorio y seguirme desarrollando, llevar conocimiento de lo que aprendo de aquí y replicarlo».

Cuando a Salazar le preguntan cuáles son sus sueños, nunca responde que quiera dirigir la Filarmónica de Berlín o alguna otra orquesta reconocida. Lo que desea el joven músico de 26 años es ser feliz. Reconoce que esa felicidad la puede obtener en un sitio donde pueda hacer música con un propósito. Quiere hacer crecer una comunidad y desarrollar algo que tenga sentido para esa comunidad a nivel cultural siempre atado a lo educativo. «Vengo de allí, de la oportunidad que me dieron de educarme y siento que es una misión para mí seguir dando esas oportunidades».


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