Jorge Carrión
El escritor Jorge Carrión publicó el 1 de julio su nuevo ensayo, Lo viral (2020), con la editorial Galaxia Gutemberg | Foto Beto Gutiérrez

Desde el primer día del confinamiento, la reacción de Jorge Carrión (Tarragona, 1976) fue diseñar proyectos que le permitieran mantenerse muy despierto y activo. “Tal vez por miedo al miedo”, dice quien fue finalista del Premio Anagrama de ensayo con Librerías (2013), autor del manifiesto crítico en defensa de la experiencia de las librerías y la prescripción Contra Amazon (2019) y de la tetralogía de ficción Las huellas.

Y no está solo en eso. De una conversación por Zoom con los periodistas Paty Godoy, Omar Rincón y Pere Ortín surgió el germen de revista cultural Curarnos. “Se nos ocurrió que, pese a que la mayor parte de la información que influye hoy en día pasa por WhatsApp, no había ninguna revista cultural en ese formato. Y decidimos crearla”, explica.

El primer número salió -se envió- el 7 de junio. Al enviar un mensaje al número +34 932209698 de forma automática llegaba el contenido: “Esto es Curarnos, un proyecto cultural de artes, narrativas y periodismo que apuesta por la curiosidad, la experimentación y el descubrimiento y que cada semana lleva a tu teléfono un DOC, un JPG, un NO PODCAST, y un LINK”, decía el primer mensaje. ¿Y por qué Whatsapp?, responde: «Porque influye, porque es secreto, porque es sexy, porque nadie lo había hecho antes».

Sin tener -ni querer- presencia en las redes sociales, pues solo desean que los lectores puedan acceder al proyecto a través del canal que le da sentido, llegó a unas 1.000 personas y ya a la segunda edición, el 14 de junio, llegó se envió a 3.000 destinatarios.

Pero no hubo un tercer número. Luego de llegar a los 5.000 envíos, explican a los interesados en la revista que el número de teléfono fue suspendido por Whatsapp, propiedad de Facebook. “El algoritmo detectó que estábamos realizando muchos envíos. Suponemos que nos está evaluando. Pero seguiremos. De momento estamos enviando vídeos que son, al mismo tiempo, manifiestos textuales y musicales. Seguiremos investigando y dando guerra o, al menos, guerrilla. En el horizonte está la idea de trabajar en el periodismo pa’ bailar”, indica Carrión en una entrevista que concedió por correo electrónico.

De forma paralela, mientras estuvo confinado por la pandemia en su hogar en Barcelona, leyó pocos libros completos, pero volvió a pasajes. Sobre todo, de diarios: Kafka, Woolf, Ribeyro, Piglia; poesía, de Juan Gelman a Anne Carson. También regresó a Homero y a Lucrecio (de este señala Sobre la naturaleza: “es un poema científico y filosófico y literario fascinante”). Vio Contagio, de Steven Sodenberg, que durante el primer mes de confinamiento fue una de las más vistas en Netflix, y demasiadas series que le resultaron olvidables.

Entre otros de los proyectos de Carrión que han visto luz destacan el ensayo Lo viral (2020), que recién publicó el 1 de julio Galaxia Gutemberg y el podcast Solaris, con la plataforma Podium Podcast. Continúa su interés persistente en las nuevas formas narrativas, de retrasar el imperio implícito de los algoritmos y, sobre todo, de avistar la contemporaneidad con el análisis cultural.

La manera de informar ha cambiado en la era digital: tenemos más acceso a la información, pero más fakenews y demasiadas opciones que atiborran a los lectores. También son tiempos acelerados, donde la inmediatez es un factor que se toma en cuenta como nunca antes. ¿Cómo se inserta allí una fuente tan particular como el periodismo cultural?

—Creo que la cultura tiene un tiempo distinto al de los algoritmos. Y que es importante desacelerar. Por otro lado, nosotros apostamos por la prescripción. En cada número de la revista seleccionamos a unos pocos artistas y narradores y los señalamos. Creo que nuestros lectores agradecen que alguien destaque algunos pocos nombres, en un ecosistema totalmente sobresaturado de creadores.

¿Hacia dónde debe ir, en esto que llaman “nueva normalidad”, el periodismo cultural? ¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta?

—El primer paso debe ser aceptar que hay un enorme territorio cultural que no está siendo reseñado, comentado, analizado. Me refiero al de los podcasts, stories, hilos de Twitter, videos de YouTube, visualizaciones de datos, remixes o listas de reproducción. Lo que yo llamo, medio en serio, medio en broma, Objetos Culturales Vagamente Identificados. En cada momento histórico ha habido zonas no cubiertas por el periodismo. Yo, en la línea de Walter Benjamin, que incluyó la radio o los juguetes en sus reflexiones como crítico cultural, o de Susan Sontag, que habló de la cultura gay o del porno, he empezado a hablar de esas nuevas narrativas digitales.

El distanciamiento social impuso una nueva forma de consumir cultura, vía Internet, y muchas veces gratuita. Asistimos a El Cascanueces del Bolshoi, a visitas guiadas en el Museo del Prado, a conciertos de grandes estrellas sin pagar nada. ¿Bueno o malo esto para la industria cultural?

—El tiempo lo dirá. Yo creo que hubiera sido mejor hacer lo mismo, pero tras el pago de un dólar. Que la gente entienda que es importante pagar por la cultura. Netflix o HBO no han sido gratis durante la cuarentena.

Le decía Fernando Savater a la periodista Karina Sainz Borgo: «A quien no ha leído un libro o escuchado música en su vida no le envidio pasar 24 horas en casa». ¿Existe esa persona hoy en día?

—El encierro ha puesto en valor la biblioteca privada y eso que llamamos «la vida interior». Sin duda ha sido más fácil para quienes tenemos aficiones culturales que para quienes todo su ocio se basa en el deporte y en la vida exterior.

¿Cómo consume cultura Jorge Carrión hoy?  

—Compro los libros en librerías, sobre todo de barrio e independientes, y los leo exclusivamente en papel. En los últimos meses he visto muchas películas y series en plataformas, pero me gusta ir de vez en cuando al cine, cuando me lo permite la paternidad. Me interesa mucho el arte contemporáneo y estoy deseando volver a visitar museos.

La semana pasada estrenó el podcast «Solaris, ensayos sonoros para ser más contemporáneos». ¿Qué le inquieta del siglo XXI que lo motivó a crearlo?

—Hacía tiempo que me planteaba escribir un libro sobre las claves para interpretar nuestra época, a partir de conceptos como el transmedia, la cultura de la terapia, las inteligencias no humanas, el mainstream o el porno. Finalmente encontré, gracias a la invitación de María Jesús Espinosa, que es una persona genial y dirige Podium Podcast, el mejor lenguaje posible para formalizar esa idea.

En el podcast hay un énfasis en aprender juntos, crear el conocimiento de forma compartida, reflexionar… ¿podría ser un podcast, que, aunque estás «conectado» -porque usas una plataforma tecnológica para acceder al mismo- realmente te estás «desconectando» -por tomarse un tiempo para detenerse y reflexionar, concentrarse-?

—Mucha gente me dice que lo escucha el fin de semana, en la plataforma de Podium o en Spotify o donde sea, porque quiere hacerlo concentradamente y tomar notas. Me parece una forma muy válida de entender el audio. Aunque también se puede escuchar mientras se camina o se lava los platos. Que cada cual decida qué uso le da y qué placer obtiene de él.

En el podcast señala que el cine, el teatro o ir a un concierto podrían ser estrategias de desconexión para reconectarnos con los sentidos. Sin embargo, al menos, durante el confinamiento, y por un tiempo, todas las manifestaciones culturales se mudaron a Internet. Entonces más allá de desconexión, implicaba continuar y aumentar el tiempo en la pantalla ¿Cómo conseguir entonces la desconexión cuando estás inmerso en el sistema?

—Yo creo que la actividad cultural más importante de la pandemia ha sido la lectura de libros que tenías en casa. Somos millones los que hemos leído poemas o cuentos por primera vez en meses, porque de pronto el contexto invitaba a la poesía y a la lectura fragmentaria. Pero es cierto que la presión de las noticias es brutal y que tenemos miedo y estamos inquietos y nos cuesta concentrarnos, y las series o los videos de YouTube o los tuits entran más fácilmente en nuestra atención. No obstante, la llamada «nueva normalidad» invita a la cerveza, la playa, las librerías, la música en directo. Creo que ese movimiento doble va a caracterizar los próximos tiempos. Lo analógico y lo digital, por fases, en alternancia.

Hay una lucha entre lo digital y lo tradicional: el impreso versus el libro digital, la sala de cine versus las plataformas de streaming. El «versus», por lo general está representado por una aplicación ¿Qué piensa de las apps?

—En Lo viral desarrollo la oposición conceptual entre lo clásico y lo viral, que creo que marca el compás de nuestra época. Tengo claro que el e-book no va a substituir al libro en papel, porque es una tecnología inferior. La app, en cambio, es algo nuevo y se ha vuelto central en nuestras vidas. Tal vez estemos en plena transición entre la cultura del libro y la cultura de la aplicación. El teléfono celular es la nueva biblioteca.

Como creador, estudioso del hecho cultural, ¿qué le inquieta del porvenir?

—Cómo estamos destruyendo el planeta, por supuesto, y cómo en ese contexto tan difícil estamos dando cada vez más poder a las plataformas, las redes sociales, los linajes algorítmicos. En vez de reforzar la OMS o la ONU, estamos reforzando a Google, Amazon o Facebook.

¿Cómo advertir sobre los algoritmos cuando los «beneficios» parecen más llamativos que los términos y condiciones?

—No podemos ganar la batalla contra los algoritmos, pero sí podemos retrasar su hegemonía. Intuyo que de eso se trata. De ganar tiempo. Y de imprimir sentido común y humanismo.

En su conversación con Tulio Hernández organizada por la Fundación para la Cultura Urbana advirtió que habrá algoritmos que serán creadores también ¿Dónde quedará el papel del creador en la sociedad? ¿Nos acercamos al universo descrito por autores como Isaac Asimov?

—A Tulio le dije que las máquinas hace tiempo que nos ganan al ajedrez, y sin embargo seguimos jugando al ajedrez. No hay transiciones absolutas. Todos podremos crear, humanos y algoritmos, y los mercados, económicos y simbólicos, serán múltiples. El futuro será, creo, de convivencia. Es decir, menos extremo de lo que ha imaginado la ciencia ficción.

¿Cree, de verdad, que las librerías desaparecerán? 

—Como todo. En 2019, 24 especies animales y vegetales fueron declaradas oficialmente extintas. Pero las librerías tienen muchísima vida por delante.

Como escritor, profesor, crítico, apasionado del arte y las nuevas tecnologías ¿qué ha aprendido en esta cuarentena? ¿Recoge Lo viral, su nuevo libro, algo de esto?

—Las lecciones son mínimas. La importancia de la familia. La importancia de un hogar digno, con aire y con luz, y de un ingreso mínimo. La poca importancia de los viajes y las reuniones de trabajo, que a menudo se pueden reemplazar por reuniones virtuales. La importancia de una biblioteca surtida. No soy optimista con la humanidad. No se ha tomado ninguna decisión importante sobre desarrollo industrial o energías renovables o respeto ecológico, cuando está claro que el responsable de lo que está ocurriendo es el poco respeto que tenemos al planeta. En fin, que cada cual llegue a sus propias lecciones. En Lo viral planteo más preguntas que respuestas y doy datos e ideas para que el lector pueda posicionarse por su cuenta. Lo que necesitamos es más crítica y menos consignas, más información y menos opinión.


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