Jardín ciudad palabra
| Foto Jesús Navas @navas_jesus

En la fila para subir a La Wawa, empresa que traslada al público desde la entrada de la Universidad Central de Venezuela (UCV) al Jardín Botánico, todos preguntan por la experiencia que ofrece la feria Jardín, ciudad, palabra. Es domingo. Último día. Algunos repiten la experiencia, otros vienen por primera vez. El estacionamiento de la UCV está repleto. Algunos egresados de la casa de estudios notan, al entrar, que el Jardín Botánico está en buenas condiciones. “Luce igual a cuando vine hace 20 años”, comenta uno de los presentes.

El lugar está bastante concurrido. Las personas se aglutinan alrededor del auditorio, donde se realizará el próximo conversatorio. Es casi la 1:00 pm y los estrechos pasillos del lugar parecen haberse quedado pequeños para la cantidad de visitantes que atrajo la feria. Los libreros de las más de 20 editoriales invitadas hacen lo que pueden para atender a todos los interesados: algunos deben atender en dos puestos diferentes. En el pasillo donde están los emprendimientos gastronómicos se encuentra el puesto de miel artesanal Mis vecinas las abejas, quesos artesanales, Las tías con sus tequeños de hojaldre, Mambay, Montemayor o Ceviche Bar que ofrecen a los que se acercan muestras de sus productos. Algunos preguntan por curiosidad, otros compran y otros se dedican a observar todo lo que ofrece Jardín, ciudad, palabra.

Algunas editoriales tuvieron que ingeniárselas para atender a tantas personas presentes en la feria | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En las afueras del edificio obra de Carlos Raúl Villanueva se hacen largas colas para comprar cachapas que van desde los 3 a los 22 dólares. A su lado, el puesto de arepas también es uno de los más populares, tanto así que algunos bromean en el sitio diciendo que los visitantes solo fueron “a comer cachapa”. Gabriel Madrid, director del emprendimiento Ceviche Bar, comenta que la experiencia ha sido interesante. “El público ha sido maravilloso, ha sido muy rica la experiencia. Me parece que este espacio es mágico, es una obra de Carlos Raúl Villanueva con obras de Francisco Narváez”, señala.

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Se habilitó un espacio especialmente para los niños | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Una de las zonas con más público es la ludoteca. “Esto es para los más chiquitines”, comenta una señora al entrar en el área adecuada con sillas de plástico de colores, mesas para colorear, caballetes y libros infantiles. Los niños juegan en el recinto, caminan, toman los libros de la mesa o se sientan a colorear. Allí Aireya León, de 33 años, madre de la pequeña Maya, de 5 años, confiesa que acudió a la feria para que su hija disfrutara del espacio infantil. “Ha sido una experiencia muy linda y cómoda, me invita a quedarme aquí sin apuro”, comenta. Maya participó en un taller de expresión corporal, hizo pintura, leyó un rato y creó marca libros artesanales durante su visita.

La ludoteca fue uno de los espacios más populares | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Lo que más le gusta a Aireya León, asegura, es el espacio. “Se ha recuperado mucho, es muy propio de los caraqueños y que este lugar esté tan bonito es muy agradable. Venir y sentirse que estás en casa otra vez, no tiene comparación”, confiesa. Como visitante recurrente de las ferias del libro que se hacían en la ciudad, León explica que en esta oportunidad no tenía pensado comprar ningún libro. Considera que los precios son bastante accesibles. Sobre todo los infantiles.

En el stand de la editorial Ekaré ya no quedan libros en la cesta de ofertas con ejemplares a 4 dólares. El promedio de sus precios es aproximadamente 22 dólares. Los más pedidos, aseguran sus expositoras, son los grandes clásicos como Margarita de Rubén Darío o El sapo distraído de Javier Rondón.

Algo similar ocurrió en el stand de la Fundación Librerías el Sur: agotaron los títulos infantiles ofrecidos al público en menos de un dólar. Encargados de las editoriales Siglo XXI,  El Perro y la Rana y Monteávila Editores, Yajaimy Lartíquez, librero de la fundación, asegura que su misión es ofrecer al lector libros a precios accesibles. Aunque las ventas no fueron tan buenas al principio, lograron vender ejemplares. Sus precios van desde los 2 dólares hasta los 30. Los más pedidos son los de autoayuda editados por Siglo XXI. Entre los libros de narrativa el más buscado es El pez de los sueños de Wilfredo Machado y entre los históricos Mujeres de la Independencia de Carmen Clemente Travieso. “Yo pensaba que era un libro para tenerlo ahí y ya, no sabía que tenía tanta importancia”, confiesa Lartíquez.

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Propuestas gastronómicas | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Para todos los gustos

En Jardín, ciudad, palabra participan las editoriales Fundación Bigott, ABEdiciones, Banesco, El mundo del libro, Cedice, Dabhar, Artesa, Libélula, Libros del fuego, Primario, Edicven, Kalathos, Fundación para la cultura urbana, Alfa, Océano, Monroy editor y Bancaribe, entre otros.

Este último es uno de los stands que se ubica justo en la puerta de la feria donde las personas se acercan y preguntan por sus precios, que van desde los 12 a los 15 dólares. El más costoso, un ejemplar de Mariño y la independencia de Venezuela de Caracciolo Parra Pérez, tiene un precio de 90 dólares. El más pedido: Automovilismo, vialidad y modernización de la Colección premio Rafael María Baralt. En Libros de Fuego el título más pedido, que incluso se agotó, es El diario de Ricardo Ramírez Requena, con un costo de 25 dólares.

Las editoriales notaron un aumento en las ventas durante el fin de semana | Foto Jesús Navas @navas_jesus

“Lo único que cambiaría de la feria es la promoción”, asegura la profesora de la Facultad de Humanidades de la UCV, María Josefina Barajas, tras observar la oferta. La académica de 61 años de edad contó que se enteró por unos estudiantes, vio lo que se publicó al respecto en Instagram y se animó a asistir. “He encontrado amigos en un espacio que tenía mucho tiempo sin visitar. Esto va a durar muchísimo. Lograron algo mejor gracias al Jardín Botánico, pueden venir los niños, los adultos mayores y no se sentirían encerrados porque tiene un área abierta”.

En los pasillos de Jardín, ciudad, palabra la narrativa venezolana es una de las más solicitadas. En el stand de Monroy Editores los libros de Ana Teresa Torres, Antonio López Ortega y Rubí Guerra son los más pedidos aunque también ofrecen libros de fotografía que van de los 20 a los 40 dólares. A su lado, el stand de Libélula ofrece títulos por 1.50 dólares e incluso un ejemplar sobre la obra del pintor Caravaggio a 70 dólares que se vendió. En Kalathos, Edicven y Alfa también se impuso la narrativa nacional. Reggaeton de Carlos Egaña o los libros de Rafael Arraíz Lucca son los más solicitados. También hay otros bastante pedidos como  El aro y la trama del español Alejandro Moreno Olmedo o Violeta de la chilena Isabel Allende.

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La narrativa venezolana fue una de las grandes protagonistas del encuentro cultural | Foto Jesús Navas @navas_jesus

En el caso del stand Dhabar el expositor asegura que cada día se ha vendido más que el anterior. Sobre todo, sus dos títulos más pedidos: El país que se muerde la cola de Michael Penfold y Cuando el tiempo se detuvo de Ariana Neumann que cuestan, en promedio,  25 dólares.

“La experiencia ha sido maravillosa, los primeros días como fue entre semana estuvo un poco lento pero el fin de semana aumentó. Las personas han sido muy receptivas, el ambiente muy agradable y la venta bastante buena”, comenta Sofía Avendaño, encargada de la librería digital de ABediciones. En el stand de libros universitarios ofrecieron una línea de narrativa y filosofía. El segundo día se agotó La hija de la española de Karina Sainz Borgo. Otro de los más pedidos fue el libro Next: imaginar el postpresente  de Humberto Valdivieso y Lorena Rojas Parma.

En las afueras de la feria se hizo una larga fila de personas interesadas en comprar cachapas y arepas | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Visitar a un viejo amigo

Uno de los mayores atractivos de Jardín, ciudad, palabra fueron las visitas guiadas de una hora de duración al Jardín Botánico de la UCV. Por un costo de cinco dólares los caraqueños pudieron ingresar en las 10 hectáreas de parte plana del jardín donde conocieron todos los sectores en los que están divididos las áreas verdes. El resto del jardín, las otras 60 hectáreas, es la colina y son espacios de reserva. El Jardín Botánico se extiende por todo un kilómetro. Las personas que hacen visitas guiadas solo conoce 25% de lo que abarca.

El Jardín Botánico es un patrimonio de la humanidad dentro de la ciudad, asegura Yaroslavi Espinoza, jefa del centro de investigación del Jardín Botánico. “La acogida fue magnífica, recibimos apoyo y respuesta de inminencias de la literatura, hemos tenido recitales de poesía, tertulias, foros… Hoy veníamos solamente con tres horarios con un guía para cada horario y hemos tenido que colocar a varios guías por horario porque se llenaron todos los 20 cupos”, cuenta la experta al terminar una de las visitas guiadas. Sus declaraciones se ven interrumpidas por una visitante, una mujer con su hijo que se acercó para agradecerle por el recorrido y le pregunta sobre otras reservaciones. Y es que el Jardín Botánico no cerrará sus puertas cuando acabe la feria. Jardín, ciudad, palabra es solo el inicio.

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Yaroslavi Espinoza, jefa de investigación del Jardín Botánico | Foto Jesús Navas @navas_jesus

Espinoza asegura que tras cada visita, las personas desean hacer más reservaciones por medio de sus redes sociales. “Esto está iniciando apenas, está empezando la lluvia de actividades. Los colegios ya están planificando para el próximo año escolar”, comenta. Una visita guiada, asegura, es una interpretación de la naturaleza disponible. Lo recaudado en cada uno de los recorridos se utilizará para los gastos de mantenimiento de las instalaciones que, algunos asistentes comentan, están en buenas condiciones.

Un señor comenta, mientras espera La Wawa frente la gran área verde del lugar, que no acudía al Jardín Botánico desde hace 30 años. Con 50 años de egresado de la UCV, comenta a sus compañeros que la feria ha sido como visitar a un viejo amigo.

Esto va a crecer

Al comunicador social Eduardo Burger, de 47 años, no le gustan las ferias de libros. Le genera ansiedad acudir a este tipo de eventos y ver tantos libros, tantas voces, tantas propuestas interesantes. Sin embargo, Jardín, ciudad, palabra se ofreció como un concepto y una experiencia que no pudo rechazar. “Me fascinan los árboles y la palabra, la conjugación de ambas cosas es extraordinaria. Se trata de acércanos a una feria del libro que nos habla de nuestra historia complicada, difícil, nuestros relatos y nuestra palabra rodeados de cosas tan duras; de eso trata la vida, de hacer memoria”, reflexiona.

En su segundo día de visita el comunicador social explica que la forma en la que se concibió la feria le parecía extraordinaria. “Tenía que visitarla. Me da ansiedad la cantidad de libros, títulos que hay. ¿Cómo hacemos con tanta belleza? Bueno, cuando siento eso puedo salir al área verde a caminar y respirar”, revela.

Burger no sabría decir si son o no accesibles los precios. El sábado, durante su primera visita, compró 3 libros cuyos títulos prefiere no revelar pero asegura que los compró por una razón afectiva. “Los libros están en un espacio algo pequeño y creo quese pueden distribuir en otros espacios”, opina. Si se realiza una segunda edición volvería para ver cómo ha evolucionado el evento.

Ni siquiera ha culminado la cuarta y última jornada de Jardín, ciudad, palabra cuando Albe Pérez, gestora cultural y organizadora del evento, junto con Xariel Sarabia, ya se está planteando lo que hará en una próxima edición. Ambos están seguros: tras realizar una prueba piloto este año, quieren realizar el encuentro de forma anual durante el mes de abril, fecha en la que se celebra el día del libro.

Foto Jesús Navas @navas_jesus

“Llegamos a la cuarta jornada de un evento que superó las expectativas. Ver a la gente feliz en torno al libro, a la palabra escrita, cantada y hablada ha sido una alegría. Es una alegría saber que los caraqueños se reunieron para venir a conocer el Jardín Botánico”, comenta Pérez. Su compromiso es, después de hacer el balance de los aciertos y desaciertos, planificar la segunda edición. Aunque todavía la gestora no tiene una cifra de cuántas personas acudieron a la cita está consciente, gracias a los traslados de La Wawa y la capacidad de las instalaciones, de una cifra aproximada.

Albe Pérez ya piensa en la segunda edición de Jardín, ciudad, palabra | Foto Jesús Navas @navas_jesus

El auditorio ha tenido sillas de más en su sala con aforo para 320 personas. La sala de la biblioteca ha recibido a las 50 personas que puede entrar en ella. A eso hay que sumarle, explica, las personas que han estado caminando por los stands o en el área gastronómica. “Me atrevería a decir que entre sábado y domingo hemos recibido más de 2000 personas”, comenta Pérez.

Varios asistentes le han agradecido acercar el arte y la literatura a la cotidianidad. Sobre todo, agradecen el contacto con la naturaleza, que acudan vestidos con zapatos de goma para disfrutar el espacio es una de las cosas que más le gusta a Pérez. “El espíritu que se logró es distinto al de la feria que conocíamos en Altamira. En estos últimos dos años estábamos acostumbrados a estar en la casa por causa de la pandemia. Intentamos rescatar esos espacios de encuentro que la vida nos obligó a dejar por un tiempo y la experiencia ha sido diferente”, comenta.

Jardín, ciudad, palabra no solo la sorprendió, también superó expectativas. “Esto va a crecer. En esta oportunidad fuimos muy prudentes, quisimos hacerlo pequeño para ver cómo funcionaba este espacio, cómo se sentía la gente. Esta feria va a crecer, sin dudas. En contenido, en stands, en permanencia, en duración, en gastronomía y vamos a incorporar más música”.


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