Jacobo
"Yo no puedo estar un momento sin pintar" / EFE

I

Jacobo Borges es inseparable del Ávila. Ha hecho locuras con tal de no estar más de tres meses fuera de Venezuela y garantizar así su cercanía a la montaña, a la que le dedicó hace décadas el libro La montaña y su tiempo. Próximo a cumplir 89 años, si hay algo que le preocupa al maestro, uno de grandes símbolos de la cultura nacional, es no morir fuera del país.

La pandemia lo sorprendió en Nueva York, adonde viajó para resolver unos asuntos personales. La semana que tenía pensado estar allá se alargó más de cuatro meses, y sin poder pintar porque envió a Caracas todos sus materiales, que debido a las restricciones internacionales se quedaron varados en un depósito.

Desde los 4 años de edad Jacobo Borges sabía que iba a ser pintor. Nunca ha podido estar sin dibujar, rayar, crear; siempre carga una libreta para plasmar lo que ve. Haberse quedado sin sus materiales de trabajo, sin poder salir y siendo justamente más vulnerable al coronavirus por su edad es una tragedia.

«Yo no puedo dejar de hacer. Recuerdo que una vez, en París, me encontré con Wilfredo Lam y él, que tenía como 45 años y yo 20, me preguntó: ‘¿Tú no te enfermas si no pintas durante dos o tres días?’. Y es así. Es una necesidad. Yo no puedo estar un momento sin pintar», explica Borges, que en 2016 presentó en la Galería Freites una exposición de sus últimos 30 años de trabajo.

Pero con tijera en mano y unos cuantos papeles, el maestro le abrió de nuevo las puertas de la creación.

Cuando estaban moviendo sus materiales para el traslado a Caracas comenzó a cortar papeles, que al ser cada vez más pequeños se convirtieron —explica Borges— en píxeles: podía entonces construir imágenes a partir de ellos. Luego, como hace con la pintura, los movió, los destruyó, los ordenó y los fotografió. La tristeza, que le duró dos o tres días, desapareció.

«Llegó un momento en que me sentía vivo. Tengo un horario infinito en el que trabajo hasta el amanecer sin parar. Es una cosa que no me detiene y que me hace vivir. He querido también transmitir algo de optimismo, unas ganas de ir más allá, de usar este tiempo para meditar cuáles son los errores que hemos cometido como especie, cuáles podemos corregir, cuál es el futuro de nosotros, la resistencia de luchar contra la incertidumbre, la voluntad de hacer, de no dejarse destruir», dice el maestro.

Esa constancia de la que habla, la misma que ha tenido con su densa obra, se convirtió en Diario en tiempos de cuarentena, una serie de videos cortos que ha publicado desde hace dos meses en una cuenta que abrió en la plataforma Vimeo.

Hasta la fecha ha subido 10 obras que incluyen textos en los que reflexiona sobre el momento inédito que vive la humanidad, el cual, subraya, ha puesto a absolutamente todo el mundo en la misma situación: estar encerrado por el miedo a un enemigo que es invisible.

Los videos publicados hasta el momento son Caballero apocalípticoÁrbol y vidaPaisaje de la incertidumbreViaje a lo infinitoThe KingLínea y puntoLa lluviaLa quema de la biblioteca, Lo invisible y 300 años. Fragilidad. Pero sigue trabajando en varios que estarán pronto en su cuenta de Vimeo.

Se trata de imágenes en movimiento que Borges ha construido a partir de los papelitos y que en algunos lo que se ve se aproxima a la realidad (como ocurre con Caballero apocalíptico, en el que se ve un jinete cabalgando) o también pueden ser abstractos (como en Paisaje a la incertidumbre, donde se ven pequeños cuadros brillantes que parecen cerámicas o largos caminos empedrados).

A medida que ha avanzado en este proyecto, Jacobo Borges ha experimentado con distintos colores, temáticas y fondos musicales: mientras el primero, Árbol y vida, tiene colores vivos y se mueve como un stopmotion, el último, Lo invisible, es más lento y continuo y con una imagen borrosa.

Sobre cómo diferencia la relación entre este proceso y el de la pintura, Borges explica: «Resulta que las cosas que uno hace están en el aire. Son virtuales, no físicas. Tú haces una exposición y estás allí, te puedes acercar a los cuadros en el ritmo que quieras. Aquí eso no existe sino en el momento en que prendes el teléfono. Si tienes la batería descargada o no tienes electricidad no te puedes conectar, como sucede en Venezuela. Cada vez que alguien se conecta no sabes quién es. Es una relación totalmente diferente. Desde el encierro estás comunicado con la gente. La gente, por ejemplo, usa Zoom para reunirse 20 o 40 personas en distintas partes del mundo. Es una relación muy compleja porque de repente hablan todos y es un cuadrito en el que te ves. Esas obras mías están tiradas al aire, es más extraño que tirar una botella al mar».

Las textos pueden venir antes o después de cada video y funcionan como «objetos» que son parte de cada pieza. Algunas son como cuentos en primera persona y otras parecen poemas o reflexiones. Por ejemplo, el escrito de Viaje a lo indefinido habla de la incertidumbre y de la posición creativa y voluntariosa que él ha tenido ante ella: «Con la puerta abierta comienzo un viaje hacia lo indefinido. Afuera, solo un espacio oscuro, ilimitado, ambiguo. Pero mi tarea es simple, precisa pero paciente».

Borges siempre ha escrito para él mismo. No se siente escritor, aunque le gustaría: «Sé que no lo puedo hacer, pero escribo y me gusta. Pensé que esta experiencia no la podía atrapar por una sola visión. Entonces decidí usar la palabra como objeto. Esos textos no se pueden ubicar en cuento o poesía sino en objeto. A mí me gustaría incluso envolver unas cajitas con las palabras, y entonces quizás esos cubos los podría lanzar hacia arriba y dejarlos caer, que estén en un papel muy delgado, de manera que cuando caigan se hundan las partes como si fuera un metal que se destruye, y entonces hay palabras cambiando».

La idea de Diario en tiempos de cuarentena también es comunicarse con las personas, así que luego de subir una de las piezas a Vimeo las envía por cadenas de WhatsApp. «Es impresionante que las relaciones (ya sea en Alemania, Bélgica, España, México o Nueva York) son similares porque la gente siente lo mismo, es el hacia dónde vamos. Nos estamos jugando el destino de la humanidad. Muchos, por eso, se identifican. Porque todos tenemos ese miedo. ¿Cuántos millones de personas están encerradas en el planeta? ¿Y encerradas que están haciendo? Se esconden de un enemigo que es invisible».

II

—¿Qué es para usted la felicidad a los 88 años?

—Qué pregunta tan difícil, difícil y fácil. Es fácil si reduces lo más que puedas tus necesidades, y segundo las amistades, que tengas amigos; y tercero que, cuando eres joven, debes prepararte para la vejez para que no sea horrible. La mayoría de las veces la gente joven (yo he tenido amigos jóvenes) comen ciertas cosas que le harán un daño terrible, como consumir cochino todo el tiempo. Yo les decía a mis amigos que por comer eso iban a sufrir de mayores. Bueno, yo he vivido tanto tiempo que ellos ya se han hecho mayores, y efectivamente ha sido un desastre su vejez. El problema es que a uno le cuesta pensar que estando joven dentro de 40 o 50 años vas a sufrir consecuencias. Yo quisiera vivir por lo menos 15 años más y ser activo como soy hoy. Yo juego mucho con eso. Incluso he soñado que de repente Jesucristo me dice: ‘Tienes 150 años’. Y yo le respondo: ‘¿150? ¿Tú vives millones y millones y eso es lo que me vas a dar?’ Entonces en el sueño se pone furioso, me da la espalda y de repente reflexiona, voltea y me dice: ‘300 años’. Y yo le digo: ‘Déjame pensarlo a ver si lo acepto’. Por mala suerte mía no regresó. Pero por mí pudiera vivir todo el tiempo. Tendría etapas diferentes de aprendizaje. A los 150 años estudiaría matemáticas, que me gustan mucho. Podría vivir años sin fastidiarme.

—No se puede estudiar el arte de la región sin toparse con su nombre. ¿Qué opina de la admiración que ha despertado estos años?

—Uno tiene que recibir esas cosas con agradecimiento. De repente uno no merece todos los entusiasmos que produce, pero claro que lo agradezco. Nunca ha sido algo que haya buscado. Sabes que yo por ejemplo me escondo muchas veces para no hacer entrevistas, lo hago cuando tengo una exposición, me pongo a disposición, lo hago como un trabajo y después que termino la exposición me escondo. No es que desprecie el trabajo de los periodistas, todo lo contrario, soy un admirador de su trabajo. Uno de mis hijos es periodista. Pero de cierta manera no quiero sobresaturar a la gente. Una cosa que quiero agregar: yo me siento venezolano no por la patria en abstracto, mucha gente usa ese término y es una gran mentira, sino por los amigos, la gente que he conocido en mi vida. Yo soy producto de esas amistades: Aquiles Nazoa, Antonio Estévez, José Ignacio Cabrujas Cabrujas, Sergio Antillano, Mario Abreu, Adriano González León, Rafael Cadenas. Puedo nombrar a miles de personas que me hicieron amar el arte, la cultura, las cosas del país, el Ávila, que siempre admiré a Cabré por su pasión y fidelidad a la montaña. Alejandro Otero, que fue mi maestro. Yo no puedo vivir separado de esa ciudad, del Ávila.

—¿Qué opina sobre lo que ocurre en este momento en Venezuela? ¿Qué posición deberíamos asumir los ciudadanos tomando en cuenta que hay mucha incertidumbre?

—La única opinión que yo tengo es que la gente, los partidos, las agrupaciones, los movimientos que verdaderamente quieren construir una Venezuela democrática tienen que unirse. La única solución para tener éxito es que haya una unidad total.

@Isaacgonzm


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