Cusica Fest
/ Foto Abraham Castillo

Fue un respiro. Aquellos dos días en El Hatillo fueron un oasis para los caraqueños. Un descanso de todo el caos e inseguridad que significa vivir en una de las ciudades más violentas del mundo en un año, además, particularmente difícil. Un fin de semana en el que la música fue la protagonista: tres generaciones de bandas se reencontraron con su público, aquel que no veían desde hace años, en un espacio que se sentía muy distante de la realidad. Un mural resumió la sensación: “Es en serio. Estamos en Caracas”. Hoy, a un año del Cusica Fest, la nostalgia por aquel fin de semana, para muchos inolvidable, se hace presente, sobre todo en un año en el que los grandes espectáculos se pausaron hasta nuevo aviso y se retrajeron a lo digital por la pandemia de covid-19.

Más allá de un simple concierto con bandas y artistas nacionales, el Cusica Fest representó mucho más para la juventud caraqueña. Para muchos fue reencontrarse nuevamente con sus espacios, aquellos que la crisis económica, política y social que vive Venezuela les arrebató. Para otros, simplemente, fue disfrutar por primera vez de una experiencia que no habían tenido la oportunidad de vivir.

Para Mariandreina Montilla, de 25 años de edad, el festival le dio la oportunidad de revivir su adolescencia y recordar la época en la que asistía a los toques que se realizaban en plazas de Caracas. “Fue un viaje ida y vuelta porque todas estas bandas representan algo muy importante para mí. Crecí escuchando a La Vida Bohéme, Viniloversus y Los Mesoneros”, dice la joven, que también lamenta que las nuevas generaciones no pudieran disfrutar de esta experiencia. “Ellos se han perdido de cosas increíbles que, por suerte, pude disfrutar así como también el auge y reconocimiento del talento nacional. Eso es algo que atesoro con mucho cariño”, agrega.

Cusica Fest

A diferencia de Mariandreina, Alejandra Aguilar, de 22 años de edad, no había tenido la oportunidad de disfrutar la movida musical venezolana. Antes del Cusica Fest solo había asistido a un concierto infantil cuando era pequeña y, más adelante, a otro de Caramelos de Cianuro. Nunca había visto a sus bandas favoritas en vivo. Por esto, para ella el festival fue importante. “Venezuela es caos la mayoría de las veces. Y uno está corriendo por todos lados. Cusica fue como: ‘Este es un día para ti’, literalmente todo el día. Fue una de las mejores experiencias que he tenido”, afirma.

Desde que se anunció el festival, a finales de noviembre, la receptividad fue buena. Apenas se reveló el cartel, los boletos se agotaron. En total, 14 agrupaciones se presentaron el fin de semana. El sábado estuvieron Gran Radio Riviera, LaFleur, Andrés Mata, Tomates Fritos, Okills, La Vida Bohème y Desorden Público, mientras que el domingo tocaron Meera, El Otro Polo, Anakena, Malanga, Viniloversus, Los Mesoneros y, finalmente, Los Amigos Invisibles. En ese entonces, Cusica prometió doce horas de música continua. Y cumplió. Al principio, las entradas tenían un valor entre 25$ y 40$, que muchos pagaron en divisas o en bolívares al cambio del día.

En el primer trimestre de 2019 un evento así era difícil de imaginar. El año pasado estuvo marcado, además de por la crisis económica, por una grave deficiencia en los servicios básicos, específicamente en la electricidad, algo que no ha cambiado. Por esto, parecía imposible pensar que el año cerraría con un festival de esta magnitud. “Cuando publicaron las fechas me quedé congelada. No podía creerlo. Inmediatamente, lo primero que pensé fue: ‘Tengo que crear las posibilidades para ir sí o sí ambos días”, cuenta Montilla.

Aunque los boletos se agotaron con rapidez, para algunos comprar las entradas supuso un gran esfuerzo. Como es el caso de Gabriel Dominguez, de 36 años de edad. Al principio, cuando vio el precio por asistir los dos días, le pareció mucho dinero. Luego pensó: “¿Cuándo voy a volver a ver a toda esta gente junta?”. Y se animó. “Me dije: ‘Vamos a darle, que para eso uno trabaja’. Fue una oportunidad, en principio muy banal, pero que se convirtió en algo que, para los que estuvimos ahí, nos batuqueó”, recuerda.

Viniloversus

El atractivo principal del Cusica Fest era el regreso de bandas que tenían años fuera de Venezuela como La Vida Bohéme o Malanga. “Anakena y Gran Radio Riviera siguen en el país. Pero yo nunca había visto ni a Viniloversus ni a Los Mesoneros en vivo. Incluso, el rollo no es tanto imaginar el concierto, porque a lo mejor una gira quizás, pero un festival, no, ni de vaina. Creo que lo más parecido que tenemos es el Nuevas Bandas, pero no es lo mismo ir a ver a quienes escuchas desde siempre que a alguien que apenas conoces”, dice Aguilar.

Un aspecto del Cusica Fest que destaca Dominguez fue la presencia de un cartel en el que solo participaban bandas venezolanas y la respuesta del público: más de 5.000 personas asistieron entre los dos días. “En otras épocas hubo muchos eventos, como el Caracas Pop Festival, La Experiencia Roja o las Descargas Belmont, cosas que yo sabía que existieron, pero yo era muy pequeño. Recuerdo que el gran atractivo de esos conciertos eran los artistas internacionales y en el Cusica Fest no fue así. Eso fue lo que lo hizo especial, incluso para generaciones mayores a la mía, que la estrella éramos nosotros como venezolanos, aunque esto se deba a otras razones”, explica el joven de 36 años de edad.

Para las bandas el fin de semana también fue especial. El Cusica Fest les permitió reencontrarse, además de con su ciudad y el público que los vio crecer, con amigos y colegas que no veían desde hace tiempo. «Esto no pasaba en Venezuela desde hace años y esta gente tuvo la inquietud de juntar a todos estos artistas venezolanos de varias generaciones que desde hace mucho no tocaban en el país. En mi experiencia, llegar a una tarima y encontrarte con una cantidad de amigos con los que, finalmente, tuviste chance de ponerte al día, conversar y generar proyectos fue increíble», dice Juan Manuel Roura, baterista de Los Amigos Invisibles.

Malanga tenía seis años sin presentarse en Venezuela y tres sin tocar juntos. Para la banda, que integran Arístides Barbella, Rodolfo «Rudy» Pagliuca, David «Chapis» Lasca y Juan Luciow, el Cusica Fest fue un reto, pues hizo que se enfrentaran a un público que no conocían, pero que, pese a la brecha generacional, los recibió coreando sus canciones. «Este festival nos dio una cachetada e hizo que nos diéramos cuenta de que hay que continuar creando canciones y dando conciertos contra viento y marea», afirma Barbella y agrega que este era el empujón que necesitaban para «enderezar el camino hacia un nuevo álbum».

Malanga
/ Foto Abraham Castillo

Este festival, explica Rodrigo Gonsalves, cantante de Viniloversus, también fue una ventana a lo que podría ser Venezuela en circunstancias normales. «Lo que hizo tan significativo al Cusica Fest es que le regaló un respiro a una generación que ha estado totalmente privada de este tipo de eventos. Yo subí al escenario muy consciente de eso y la energía que se sentía era de agradecimiento puro. Ese pudiese ser un fin de semana cualquiera, en vez de uno extremadamente especial dentro del espectro de un país que vive una crisis muy compleja, que le impide a la juventud de vivir ese tipo de experiencias», lamenta.

Un momento especial que recuerda Rodrigo fue cuando el público le pidió, tanto a él como a Luis Jiménez, de Los Mesoneros, interpretar un tema de Arawato, agrupación que integran junto con Carlos Imperatori. «Nos faltaba una pata de la banda y no podíamos inventar subirnos al escenario, pero por un segundo pensamos hacer una versión impromptu. Gracias a Dios no lo hicimos porque hubiese sido un desastre», dice entre risas. Sin embargo, Gonsalves asegura que se sintió agradecido en ese momento por el apoyo a un proyecto al que no le dedican tanto tiempo. «Fue una bonita muestra de la unión y la hermandad que hay en la escena».

Para la nueva generación de bandas que aún siguen en Venezuela estos dos días de conciertos estuvieron cargados de aprendizaje. En el caso de Anakena, el festival fue su graduación como agrupación. «La carrera de un músico no se hace exitosa de un día a otro, es un continuo crecimiento basado en tu trabajo. Para nosotros el Cusica Fest fue un punto en el que dijimos: ‘Ya no somos Anakena la banda emergente que ganó el Nuevas Bandas, somos una banda que acaba de sacar su primer disco y está en un festival con un montón de agrupaciones increíbles’. Fue un cambio y un crecimiento, le mostramos a las personas que subimos de nivel», explica Santiago de la Fuente, vocalista de la banda.

En 2019, Gran Radio Riviera se presentaba en festivales nacionales, como el Vaca Fest, y para la agrupación, que recién había publicado su primer disco, Tanto, el Cusica Fest fue una gran oportunidad para compartir tarima con los artistas que los influenciaron. «Fue un antes y un después en la primera etapa de la banda», dice Sebastián Crespo.

Gran Radio Rivera

Otra banda joven para la que este festival representó un crecimiento en su carrera fue LaFleur. Nanny Huizi, vocalista del grupo, considera que ese fin de semana le devolvió a muchos una esperanza que creían perdida. «Como parte de la nueva generación, podemos decir que tarimas así no habíamos visto en mucho tiempo. Y poder compartirla con tantos compañeros que están actualmente rompiéndola en el exterior, no tiene precio. Jamás podremos terminar de agradecer el haber vivido esta experiencia», indica.

Ese fin de semana tuvo actuaciones memorables para todos; sin embargo, para Mariandreina Montilla la más emotiva y la que más disfrutó fue la de La Vida Bohéme por lo que representa la agrupación. «Es una banda que me hace involucrarme increíblemente con el país. Ellos escribieron una trilogía y enfocaron su armonía musical en construir un soundtrack para Venezuela», afirma la joven de 25 años.

Además de La Vida Bohéme, Gabriel Domínguez fue por Los Mesoneros, pero fue con Viniloversus que empezó llorar. Lágrimas sanadoras, dice. «Cuando me detuve y vi a mi alrededor me di cuenta que no era el único. Fue un momento de conciliación y de aceptar una realidad muy fuerte de algo que ya fue».


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