Otello
Foto EFE

Aunque ande con un dedo vendado tras un impetuoso movimiento de mano con el que golpeó la pantalla de plexiglás ante la que dirige los ensayos, Gustavo Dudamel está a punto de marcar con su batuta los movimientos de su primera ópera escénica en España, un Otello de Verdi, en el Liceu.

El director venezolano, acompañado por la directora de escena, Amélie Niermeyer, y parte del elenco de la obra, desde el norteamericano Gregory Kunde a la soprano Krassimira Stoyanova y el barítono español Carlos Álvarez, mostró satisfacción por poder dirigir de nuevo en Barcelona, esta vez un Otello, que no duda en aseverar que supondrá un antes y un después en su carrera y que marcará su vida musical.

Dudamel, tras triunfar en octubre del año pasado en su debut en el Liceu como director de la versión concierto de Il trovatore, ahora dice que es «un inmenso honor y un gran placer estar nuevamente aquí, en este hermosísimo y emblemático teatro, referencia del gran arte, haciendo mi primera ópera, acá en España».

En unas condiciones, además, que alaba al entender que cuenta con un reparto «maravilloso, legendario», con intérpretes con los que mantiene una relación de años.

A los cantantes ya citados, se añaden Jorge de León, Eleonora Buratto y Zeljko Lucic.

La producción, estrenada en Múnich en 2018 y en la que también participan la Orquesta Sinfónica y el Coro del Gran Teatro del Liceu, está firmada por la Bayerische Staatsoper.

En total, se ofrecerán 11 funciones, con 2 repartos diferentes, y estará en cartel entre el 27 y el 31 de marzo, y entre el 6 y el 14 de abril.

Gustavo Dudamel, que fue galardonado recientemente con su tercer Grammy, recalca que en estos tiempos de pandemia «asumir estos retos significa mucho más que hacerlo en tiempo normal», después de que se detuviera el mundo y que haya muchos países con los teatros aún cerrados.

Sin embargo, confía en que esta pausa sirva para reflexionar sobre cómo deben hacerse los proyectos en el futuro, aunque cree que «llevará tiempo recuperar la normalidad», defendiendo que «lo que hacemos no es solo entretenimiento, sino que representa un reflejo de lo que es la sociedad».

Entrando en detalle sobre lo que supone para él Otello, revelando, asimismo, alguna que otra pequeña aportación a la producción, recuerda cuando de muy joven empezó a escucharlo con el maestro José Antonio Abreu, que era muy verdiano, y cómo se enamoró de una obra con una primera escena «de una fuerza abrumadora».

A pesar de ello, afirmó que odia Otello, lo que ha levantado el murmullo de la sala, y le llevó a matizar que lo que no le gusta y le provoca rabia es el personaje.

Amélie Niermeyer avanzó que en esta versión cuentan la historia de «una persona que vuelve de la guerra traumatizada, que ha perdido la confianza» y que la acción la sitúan en un espacio cerrado, «en una habitación, que se ve en blanco y negro».

La parte de la sala en blanco está relacionada con la esperanza de que el amor todavía puede funcionar y que Otello puede confiar en Desdémona, de nuevo, mientras que la parte negra «es donde el personaje pasa más tiempo, cada vez más atrapado en sus temores, sus celos, cada vez más dentro de un túnel».

Sobre el personaje de Yago, dijo que se trata de mostrar «que no solo es malo, sino que cada vez disfruta más siéndolo», y dejó claro que el Otello de estas funciones es un hombre blanco, al que presentan «como ajeno a la sociedad, frente a una Desdémona enamoradísima, aunque cada vez lo pueda amar menos».

Tanto Kunde como Stoyanova y Álvarez coinciden en mostrar su alegría por poder trabajar en esta producción; el primero de ellos tras 54 semanas sin subir a un escenario.

Kunde, que en 2015 ya estuvo en el Liceu con otro Otello, se emociona al explicar que llevaba meses sin poder actuar, y hacerlo ahora con este personaje y con esta producción «es maravilloso», dice, y más interpretando a un personaje que es «víctima de una ‘fake new».

También feliz estaba Krassimira Stoyanova, quien hizo su primera Desdémona en 2006, y ahora piensa, convencida, que esta producción es «muy hermosa, llena de vida».

Quiso aclarar que la idea de Niermeyer «no está para nada provocada por la corriente del ‘Me too’, que, con perdón, es algo un poco raro», opinó.

A su juicio, «Desdémona no es una persona eclipsada por la sombra de Otello y Yago».

El barítono malagueño Carlos Álvarez bromeó con que detrás de su aspecto de bonhomía, en realidad, «se esconde una maldad tremenda» para añadir a continuación que, «todos los días, para compensar la capacidad de producirles el mal que les hago encima del escenario a mis compañeros, les doy besos y abrazos».


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