Susana López Rubio, guionista de La Templanza: Ahora hay más interés por saber quién escribe una serie

La escritora madrileña, junto con Javier Holgado, aceptó el reto de adaptar otro de los best-seller de María Dueñas para Amazon Prime. Protagonizada por Leonor Watling y Rafael Novoa, es un muy buen logrado melodrama de lujo que lleva al espectador por cuatro países de finales del siglo XIX

Por Janina Pérez Arias

«Si no has olvidado El tiempo entre costuras, recordarás para siempre La Templanza», prometían en 2015 desde la página web de María Dueñas, quien se convirtió en una de las autoras más vendidas y traducidas a varios idiomas.

La historia de la costurera-espía Sira Quiroga se hizo serie de televisión en 2012 apuntándose una vida más allá del papel y un gran éxito a nivel internacional. Ahora le toca a La Templanza, la apasionante historia de Soledad «Sol» Montalvo (interpretada por Leonor Watling) y Mauro Larrea (Rafael Novoa) que se desarrolla a finales del siglo XIX, entre las minas de plata en México, la producción de jerez en Andalucía, así como la vida mundana en La Habana y Londres.

La Templanza posee todo para enganchar al lector y a los espectadores, pero como se puede sospechar, no siempre un gran libro garantiza una buena serie. Esto lo sabe muy bien Susana López Rubio, quien junto a Javier Holgado, ha adaptado para la televisión esas novelas de María Dueñas.

Con dos décadas de experiencia como guionista de cine y televisión, además de ser la creadora de la exitosa Acacias 38 (2015-2020), la emoción de Susana López Rubio es palpable cuando habla desde Madrid sobre los retos que representó la adaptación de La Templanza, una superproducción de Amazon Prime de 10 episodios dirigida por  tres directores -Guillem Morales, Alberto Ruiz Rojo y Patricia Font – y que deja muy en alto al género del melodrama.

-¿Qué fue esta vez diferente al adaptar la novela de María Dueñas?

-Admiro muchísimo a María, tuve la suerte de trabajar con ella en El tiempo entre costuras (2012), que era además uno de mis libros favoritos, me dio mucha ilusión y aunque sentí presión fue como si me hubiera tocado la lotería. Fue una experiencia buenísima para todos y se presentó la oportunidad de repetir en La Templanza. Es una historia que sigue teniendo la esencia maravillosa de las novelas de María, esa magia de conflictos, de personajes interesantes, de situaciones increíbles. La diferencia esta vez es que en términos de producción La Templanza es más grande. Leía la novela y decía, ¡madre mía, vamos a viajar al México del último tercio del siglo 19, después a Cuba y a Jerez! Además en la serie mostramos el mundo de Sol Montalvo que en la novela está sugerido, pero nosotros quisimos ver su vida en Londres. Se trataba pues de cuatro países y encima de época, era algo descomunal.

-Ahondar en personajes y en ciertas situaciones que no están en el libro es lanzarse al vacío, ¿cómo fue ese proceso de tomar decisiones y de planteárselo a la autora?

-Para eso María es super generosa. El formato serie juega a favor de estas grandes novelas, dispones de tiempo para mostrar lo que está en el libro y te das el lujo de poder ampliar las partes sugeridas. Es una especie de premio para los lectores porque pueden disfrutar igual de la novela y además permite ampliar ese mundo. En el caso de La Templanza, con el co-guionista Javier Holgado, tuvimos mucha suerte porque contamos con María. Hay autores que prefieren desvincularse, pero ella siempre está allí, nos da su feedback, su visión. Entonces crear un nuevo mundo con ella es muchísimo más fácil. Ampliamos la vida de Sol en Londres y también en Jerez porque por cuestión de la trama necesitábamos más personajes. María nos habló de las tías de Soledad, que originalmente iban a salir en el libro pero se quedaron fuera. Que esto te lo diga la autora, que es su mundo y su historia, pues es muy orgánico. Así que las rescatamos para la serie y resultaron dos personajes que me parecen un caramelito.

-Es también escritora (El Encanto, Flor de sal), ¿estaría dispuesta a estar tan presente en un proceso de adaptación?

-Realmente creo que es la mejor combinación; hay que recalcar que cuando digo que María se involucra, también aclaro que ella no escribe los guiones, nos deja hacer nuestro trabajo. Lo bueno es que los límites están siempre a favor de la obra, y María está allí como consultora, se lee los guiones y nos dice cuando algo está fuera de tono, por ejemplo. Hubo decisiones grandes de adaptación en La Templanza, como equiparar el protagonismo entre Mauro y Sol, cosa que ella comprendió perfectamente. Me involucraría en el sentido de estar disponible porque se siente en el resultado final de la serie, me da la sensación de que la gente va a percibir perfectamente que siguen siendo los libros de María Dueñas, y es que eso es lo último que queremos perder. Al haber escrito novelas y estar en el otro lado entiendo perfectamente el respeto hacia las obras, con lo cual soy el doble de respetuosa para no meter las zarpas y empezar a trastocar cosas que no son mías.

-Reivindica mucho las llamadas «historias de tacitas»…

-¡Me encantan! (se ríe), es que soy consumidora de esas ficciones. Me gusta mucho el género del melodrama bien entendido desde el clásico hasta el moderno.

-Pero ¿cómo se plantearon la convivencia entre el universo femenino, sobre todo con Soledad y la villana Carola Gorostiza, desarrollado en una época de anulación de la mujer, frente a la gran carga de testosterona?

La templanza
La Templanza cuenta la apasionante historia de Soledad «Sol» Montalvo (interpretada por Leonor Watling) y Mauro Larrea (Rafael Novoa)

-Cuando leí La Templanza me pareció original que el protagonista fuera un hombre, ya que por el tipo de historias pide que la carga la lleve una mujer. Fue un reto fascinante precisamente por esa diferencia y más sobre todo el mundo tan masculino de Mauro Larrea. En la novela Sol entra a partir de la mitad del libro, cuando ya hemos visto el viaje de Mauro, lo cual a nivel literario funciona muy bien, pero queríamos darle un punto más femenino a la historia y nos pareció que una buena idea sería contar en paralelo los momentos de ambos personajes. También sirve de antídoto a la inmediatez, ahora todo es como fast food, la ficción se ha hecho de consumo rápido, por lo que queríamos hacer un poco más de pozo; se habla mucho del momento en las series pero también es importante crear la anticipación, nos parecía que tanto por la época como por el género, pedía ese tipo de ritmo.

-Por otra parte, en La Templanza los héroes no son tan héroes y los villanos no son tan villanos, desde el papel todos los personajes son muy humanos, por lo que es maravilloso crear héroes con defectos y villanos con virtudes.

-Debo decir que tengo debilidad por «los villanos», sean hombres o mujeres. Me parece muy interesante pensar que el malvado no sabe que es tal porque actúa por justificaciones. A Javier y y a mí nos encantaba darle la vuelta a la historia para contarla desde el punto de vista de los villanos, nos gusta mucho armarlos de razones para que no sean de cartón piedra. Concretamente las justificaciones de Carola, el personaje de Juana Acosta, me parecen profundamente humanas.

-¿A qué peligros se enfrentan hoy en día las series de época?

-Es un tema complicado, corres el peligro de poner mentalidades demasiado avanzadas para la época. Por otra parte, y aquí voy a ser mi propio abogado del diablo, luego ves  Bridgerton (creada por Chris Van Dusen a partir de la novela homónima de Julia Quinn) que con todo su morro han metido a gente de color o The Great (creada por Tony McNamara) más punki y que directamente avisan en el título de que por casualidad algo podría estar basado en un hecho real. Me gustan esos experimentos, es que tampoco tenemos que ser puristas con el rigor histórico o decirnos que la época siempre tiene que ser rigidez, no hay reglas. La cosa es hacer una serie que te salga de adentro, que tengas muy claro lo que quieras contar. Suelo escribir historias de época y como espectadora he visto mucho pero tampoco me siento traicionada por estos nuevos experimentos, me parece que hay sitio para todo, tanto para la gran adaptación clásica de la BBC, como para series como La Templanza, con la que puedes morirte de placer, o algo más punki como en Bridgerton.

-Se ha referido varias veces a la importancia de la presencia de los guionistas en el rodaje, ¿cómo fue ese estar allí en La Templanza?

-Me encanta estar en rodaje porque me parece que puedes sacar ideas o muchas veces los departamentos y los mismos actores nos sugieren cosas que incorporas a las siguientes versiones del guion, ya que escribir es reescribir. Por ejemplo, los vestidos geniales que llevan las actrices son de la época de Lo que el viento se llevó; el diseñador de vestuario Pepo Ruiz Dorado y el equipo de arte nos contaron que en aquellos años las mujeres tenían que sentarse como en banquetitas especiales que cupieran debajo de la falda debido a los vestidos. Nosotros habíamos escrito un montón de secuencias y escenas de gente sentada. En ese sentido es importante la comunicación con otros departamentos, y su disposición para aclarar las dudas de los actores sobre sus personajes y del director. Todos tenemos que estar a disposición de todos para remar a favor.

-¿Cree que los guionistas ahora tienen otro significado?

-Afortunadamente ha ido avanzando mucho con la figura del showrunner en las series de los 90, ¿quién no sabe que The X Files es de Chris Carter o que Six Feet Under es de Alan Ball? Pero es verdad que también una gran importancia de esto se le debe a los periodistas. Cuando empecé no se preguntaba quién escribe las series, siempre se interesaban por los actores y por los directores. Ahora hay más interés, y en las ruedas de prensa y notas de prensa siempre se mencionan a los guionistas. Esto es algo que me sigue emocionando mucho.


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