Foto: Jesús Navas

Gledys Ibarra no camina, flota. Como si de un gozo eterno se tratara la vida; como si la desenvoltura fuera un arte y ella la estrella que la inspira. De haberse conocido, la leyenda de la salsa, Celia Cruz, sin dudarlo le hubiese dedicado «La negra tiene tumba’o». Vaya que sí.

Si una cédula no asegurase con su fecha de nacimiento su edad, esos 63 años que se le atribuyen podrían confundir, engañar. Luce rozagante, con esos vivaces ojos verdes que han convertido su rostro en uno de los más particulares de la televisión venezolana, así como en el cine y el teatro, donde ha desarrollado una incuestionable carrera.

Esta es su segunda entrevista del día y también del año en medio de un ensayo que está a punto de comenzar en las instalaciones del Grupo Actoral 80 (GA80), en Bello Monte, en el que dará vida a La monstrua, que la regresó al teatro de su natal Caracas.

Tras una larga ausencia, se abrió camino en una Venezuela distinta que la recibe con brazos abiertos, pero con la que tiene una deuda pendiente que está dispuesta a saldar, sí o sí, a punta de trabajo duro.

«La monstrua» se presentará en el Centro Cultural BOD

—Buenos días, señora Gle…

—Mira (se quejó y corrigió al instante sonriendo), si me dices señora, ¡Aaay, insolente! (bromeó). La cercanía es uno de los regalos más lindos que tengo y que me ha dejado mi carrera. No me lo quito. Dime Gledys, por favor.

—Gledys, cuéntanos entonces, ¿cómo te ha recibido el país?

—Me recibe lindo. Me recibe la luz que estaba esperando ver, el calor que esperaba sentir y el ruido que aguardaba escuchar. También, el café que esperaba oler. ¿El coladito temprano en la mañana, mientras te asomas en la ventana viendo lo que todos sabemos? Cómo extrañaba eso. Todos sabemos lo que nos pasa cuando volvemos. Es como cuando después de un largo día de trabajo regresas a casa. Lo que sientes es algo sagrado.

— ¿Cuántos años exactamente estuvo fuera de Venezuela?

— Seis años. Si restamos dos de pandemia, 4 en total. La verdad son casi 7.

— ¿Regresó por un trabajo, no es cierto? ¿Cómo llega esta oferta?, ¿por qué ahora?

— La verdad, no. Regresé, básicamente, por los afectos. El trabajo es un bonus. Vuelvo con una propuesta de la Productora de sueños de Carolina Rincón Cardozo, gran amiga y tremenda productora venezolana. Pero lo que me trae realmente es la familia y los amigos. Es el país en sí (hizo una pausa larga mientras recobraba la compostura. Se le quebró la voz).

Foto Karem González

Regresar era un deber. Uno mío. Era planificar ver a mi gente, familia y amigos, pero también lo era reencontrarme con todo un público que me ha visto crecer, que me está viendo desde que soy una jovencita y que ha visto mi evolución, me ha visto madurar y ser la mujer que soy hoy en día. Repito: con esa cuestión de que muchos de los actores desaparecimos de la vista del público venezolano, regresar era un deber. Gracias a las redes, nos hemos mantenido en contacto, pero no desde el punto de vista que tanto anhelamos o la cercanía que esperamos. Productora de sueños me instó a reencontrarme con ese público que ha estado conmigo durante más de 4 décadas.

— ¿Tuvo algún atisbo de incertidumbre, alguna duda sobre el regreso?

— ¡No, niña! ¿De regresar? Nunca, no sé con qué se come eso.

— ¿Cómo fue el país que dejó y qué le parece el que la recibió?

— Es muy particular. Escúchame bien: nosotros nos avocamos a hablar del cambio del país, pero al final todos cambiamos. Absolutamente todos, no es que solamente Venezuela lo hizo. Y seguirá cambiando, eso asegúralo. Así funciona la vida. Es imposible quedarse en un mismo lugar. Yo siempre abogo por el cambio. Siempre lo aplaudiré. Sin embargo, eso no quiere decir que deje de ver la realidad de las cosas como son. (Hace otra larga pausa. Suspira). Pienso que si de algo deberíamos estar pendientes es del cambio individual. Este es un país que nos pertenece a todos. Lo dije una vez y lo sigo manteniendo: si tienes una cédula que dice venezolano, este país es tuyo y siempre gozarás de ese derecho. A lo mejor estás aquí para que te sigan incomodando o molestando ciertas situaciones que no están acordes con lo que esperas, pero al fin y al cabo es tu territorio.

— ¿Cuándo llegó? ¿Cómo han transcurrido sus días en esta realidad de la que habla?

Gledys Ibarra siempre abogará por el cambio. Sin embargo, eso no quiere decir que deje de ver la realidad  | Foto Jesús Navas

— Llegué en diciembre. Y mis días han sido básicamente familiares, de amigos y de trabajo, que es en lo que se ha resumido mi vida desde que comencé en este mundo. He estado, desde el día uno, en reuniones con mis dos tías, mis viejitas; con mis nietos y mi esposo. Entre amigos y compañeros del medio, porque cuando pasas tanto tiempo de tu vida trabajando entre hacer una película, novela u obra de teatro, el espectro cercano es ese. Me he reencontrado con Carlota Sosa, Rafael Romero, Amanda Gutiérrez, Tania Sarabia y hasta Caridad Canelón. Son afectos con los que tenía años luz sin compartir. También vi a los afectos más jóvenes, quienes han sido parte de mi historia, como José Manuel Suárez, Daniela Alvarado, Héctor Moreno y Vicente Peña. También he compartido con gente del cine, directores con los que he trabajado; personas que tenía años sin ver, pero con los que tengo tatuada una vida entera.

Volver a ser Gledys Ibarra

Se reencontró con la gente de la radio. De hecho, esa fue la primera entrevista que hizo en el día. «Durante un año, tuve un programa en Onda La Superestación llamado Justos y pecadores. Fue mi casa», destacó. «Encontrarme con ellos fue catártico». A su vez, señalando por la ventana, aseveró que eso, la calle, también es importante para ella. «Vine también a ser yo. La gente no se olvida de quién eres, cómo ríes, caminas o gesticulas; así sea mediante un personaje de novela, aquí no pasas inadvertido. Y ese cariño es hermoso», aseguró. «Entonces, paso mis días no solamente reencontrándome con Venezuela sino con la profesional y la mujer que soy hoy, la que se formó a los 13 años gracias a la dirección de Gustavo Rodríguez. Es como volver a mí», agregó. «Yo soy actriz y mamé de este país, de grandes directores y actores que creyeron en mí y me formaron. Venir es reencontrarme conmigo».

Foto sacada del perfil de Instagram de Gledys Ibarra.

— ¿Cuánto tiempo estará en el país?

— Por lo menos hasta marzo, hasta que terminen mis fechas con La Monstrua.

— ¿Se ha puesto a mirar TV venezolana? ¿Qué sensación le deja?

— La verdad, te mentiría si digo que sí. No he tenido tiempo.

— ¿Con tantos cambios, cree posible un regreso de lo que fue la televisión de oro en el país?

— ¡No, ojalá que no! (se apresuró a interrumpir). No deseo que seamos lo que fuimos. Puede sonar, para algunos, un poco radical, pero los únicos que se detienen en el pasado son aquellos que no tienen visión de futuro. Yo diría, sobre todo a la gente nueva, fresca, que tiene cosas que aportar, que no se detengan y que no tengan miedo. Quien cree que no hay visión de futuro, que se quede estancado pensando en lo que fue. Yo invitaría a seguir creyendo que si hay un camino diferente para transitar.

Basta con el perfil de emigrantes

Vive a miles de kilómetros de Caracas. Desde septiembre de 2014 se encuentra en Inglaterra, más específicamente en Kent, en las afueras de Londres. Para la actriz, es un lugar que se está despertando y retomando su propio espíritu.

— Es es uno de los millones de emigrantes venezolanos que buscaron futuro en otras latitudes ¿Cómo se siente al ser parte de la estadística? ¿Cómo ha sido su proceso?

— Te voy a decir la verdad (sonrió encogiéndose de hombros). El tema de emigrar ha sido muy manoseado. Creo que también se ha visto tanto, que hasta el que no se fue sabe cómo es el proceso. Es algo muy particular de cada quien, ¿sabes? Son 7 millones de historias que se han vivido de manera diferente, aunque existan coincidencias entre cada una. Depende mucho de qué tan nueva sea o tengas tu vida. Si emigras teniendo una carrera, empiezas desde cero pero la experiencia no la tienes desde ahí. Te vas con conocimientos e información, con solidez, conociendo el terreno que vas a pisar, así tengas que aprender después cómo son las formas de ese lugar donde estás. Sí, por supuesto, hay que hacer un trabajo de búsqueda y de investigación, de cómo manejar tu carrera o profesión en el lugar que escogiste como tu nueva casa. Es tan amplio, entre papeles y legalidades, que hablar de eso nos llevaría el resto de la entrevista, pero lo resumo en búsqueda e investigación; algo previo y seguro.

Foto Karem González

— Entonces, ¿tuvo que inventarse una nueva vida al salir de Venezuela?, ¿esa sería la palabra correcta?

— Inventármela no. Me la soñé y la estoy viviendo.

— ¿Qué hay del casting tras casting, una y otra, y otra vez? ¿Le ha tocado?

— Lo sigo haciendo y es algo que atesoro. De hecho, hoy día tengo un manager muy especial; un jovencito que tiene mucha fe en mí y mi trabajo, siempre me dice -en perfecto inglés británico cantadito-: Gledys, si no te seleccionan, ellos pierden. Él no me deja caer. Siempre está de mi lado, aupándome y dándome ánimos. No tiene nada que ver con tu talento, ¿eh?, me recalca. Yo le creo y no solo porque lo quiero.

— ¿Y el rechazo? ¿El no la detiene?

— Nunca, jamás lo hará. El temor al rechazo siempre está, pero es más grande el amor por el arte. Siempre me pregunto, ¿será que puedo lograrlo?, ¿será que algún día llegaré a Hollywood?, ¿algún día me podré ganar un Óscar?. Es posible, nadie podría decir que no. Soñar es el primer paso para cualquier cosa, la cabeza no cobra peajes. No es que tienes que tener dólares o euros; no hay necesidad. La mente no cobra por soñar. Entonces, llenémonos la cabeza de sueños, no importa le edad que tengamos. Yo con la mía, sigo haciéndolo. Sigo soñando y será así hasta el último día de mi vida.

El síndrome del impostor, dice, «siempre está ahí, al asecho, pero yo no dejo de trabajar; no dejo jamás de intentar por muy difícil que sea. Eso es lo que me hace indetenible. Es mi motor», manifestó.

— Sus sueños, actualmente, se están materializando en Londres, su hogar. ¿Qué ha logrado profesionalmente hasta la fecha en ese país?

— The Latin Stage es un orgullo. Una compañía de teatro pequeña, incipiente, que está recién naciendo para brindarle oportunidad a los talentos de habla hispana en Londres. Como directora, he podido montar dramaturgia básicamente venezolana, por ejemplo. Compañeros y colegas, que saben lo que hago y cómo, han confiado plenamente en mí. Con estas puestas en escena, se abren muchos caminos para jóvenes talentos venezolanos, colombianos, argentinos, mexicanos y españoles, por mencionar algunos.

«La mente no cobra por soñar. Sigo soñando y será así hasta el último día de mi vida», aseguró Gledys Ibarra | Foto Karem González

También, sigo trabajado y en contacto con el Teatro Cervantes de Londres; es uno de los grandes logros que atesoro. Gente amiga como la directora artística, Paula Paz, me han dejado hacer montajes de Lorca como Yerma, tanto en inglés como en español. Además, con La tortuga de Darwin, una pieza de Juan Mayorca, un dramaturgo español muy importante, me gané un premio Lukas (Latin UK Awards) como el Mejor performance latino en 2018. Jamás me imaginé esto viviendo en Venezuela, pero llegando a Londres si pude verme, en mi cabeza, estando en algún teatro, lográndolo, y pasó. Sigo soñando y quiero más…

— ¿Y el idioma ha supuesto algún problema para su carrera?

— Ninguno. De hecho, estoy mejorando pues necesito limpiarme el acento. Mientras tanto, sigo obteniendo papeles porque para latinas hay de sobra.

— Cuando emigró tenía una carrera sólida, una primera actriz, de las mejores del país. Le ha tocado demostrar de nuevo quién es. ¿Cómo es ese proceso?

— Yo no me considero, y nunca lo haré, como una de las mejores. Eso lo dicen los demás, el público y los expertos. Gracias por eso, se siente lindo el reconocimiento, pero les informo que a pesar de que es algo que se comente, estoy tan increíblemente asustada como si no estuviese metida dentro de ese grupo. Como actores, lo que hacemos es lanzar una piedrita tan alto como podamos esperando que caiga, al menos, en la mitad de la distancia y que pueda ser apreciada. No es un trabajo doble. Trabajamos lo que tenemos que trabajar y ya. Es mucho más rico, fíjate, porque sencillamente hacemos lo que sabemos hacer y lo hacemos de la mejor manera; de la manera que sabemos.

— ¿Su físico ha jugado en su contra o, tal vez, ha sido un factor positivo en su carrera fuera del país?

— Sinceramente, es algo que ya no llama la atención como antes. Ese factor sorpresa de cuando empecé, por ejemplo, no lo hay. Creo que hay una mezcla importantísima e interesante hoy día; mucha gente morena con ojos claros y rulos; pelo liso, pecas y ojos achinados; hay una moda interracial que ha traído una variedad preciosa de seres caminando por el mundo, sobre todo en esta carrera. Hay una peculiaridad o estereotipo de que el latino se inclina más a la fisionomía del mexicano y viene uno con estos pelos parados, despeinados, y pues es otra cosa… Puede que, como a mí, les pase a muchos.

Foto Karem González

— Hollywood tiende a inclinarse por actrices que no pasen los 40 para sus protagónicos. ¿Cree que aún hay chance para que las Meryl Streep o las Viola Davis latinas puedan hacer un cambio en el cine?

— La verdad es que no he pensado mucho en eso. Lo bello que tiene esta carrera es que hay papeles hasta para cuando tengas noventa y dele. ¿Qué más pruebas necesitas que la viejita abriendo la película de Titanic con esos ojos hermosos y sus arrugas? Hay para todos. Lo que sí debemos saber es que, al menos yo, no puedo aspirar a tener los papeles que quería al tener 40. Hoy, el abanico se abre en una parte que estaba cerrada antes. Lo bello que tiene esta carrera es que no tengo que estar pretendiendo que tengo 40 para encajar en un papel donde probablemente me sienta incómoda o que me va a llevar a violentar cosas que no están a mi alcance. Confiemos en la generosidad de la profesión. Los 20 y 30 son buenos, al igual que los 40, 50, 60, 70, 80… o más.

— ¿Cree entonces que el nepotismo, los concursos de belleza y los actores que se forman con uno o dos cursos no le hacen daño a la profesión?

— Con toda franqueza puedo decirte que no pienso en eso. Hay un lugar aquí para todo el mundo. Pienso que lo que te toca es tuyo y no hay poder alguno que te lo quite. Ha pasado con mises ya, que han terminado siendo actrices gloriosas como Eluz Peraza, Hilda Abrahams, Carolina Perpetuo, Marisela Berti y muchas más. Lo que creo es que es como un cuchillo para la garganta: si no hay talento, no se engaña a nadie.

— ¿Y qué pasa si no hay talento?

— Al público no se le puede engañar, mi niña. Nunca (se enserió). Quienes te ven y te juzgan son ellos. Hacen zapping si les parece nefasto lo que haces. «¡Qué malo es!», «no me creo lo que dice», «¿cómo le dieron ese papel?», se están tomando un riesgo que, al final, ¿para qué tomarlo? Uno aporta lo que tenga que aportar, llegue como llegue la oportunidad. De nuevo, hay para todos, pero yo particularmente no voy a gastar mis energías en eso. Además, si esta persona entró en el panorama y yo puedo agregarle algo a su proceso, no hay nada mejor que eso. El talento es como la llama olímpica, o lo tienes ahí adentro o no, y si no lo tienes no lo vas a poder sacar ni por debajo de las piedras.

— ¿Con quién actor de renombre se ha topado estando en Londres?

— Acabo de hacer una película con una señora que es una joya británica de cine llamada Siân Phillips, la esposa de Peter O’Toole. Una señora que está en el mismo nivel que Maggie Smith o Judy Dench; es una dame. Me gané un casting y quedé anonadada. Mi esposo me dijo: Esa señora es una gloria suprema. Hicimos un largometraje del cual harán una extracción para un corto y así poder exhibirlo en festivales. Son solo dos personajes, ella y yo. El material está en pleno proceso de edición, de coloración y posproducción. Espero que salga pronto y yo les estaré avisando.

Una nueva vida

Se dio cuenta que era necesario dejar Venezuela porque le pidieron matrimonio. Seis o siete años de relación con un inglés, a distancia, no era tarea sencilla. Dijo que sí inmediatamente, pero sabía que eso implicaba un cambio. La última vez que estuvo en el país, recordó, fue para votar por la Asamblea Nacional, en 2015.

— Está viviendo una de las mejores etapas de su vida en el plano personal. ¿Puede hablar de su esposo?

— No me gusta hablar de nada tan mío, en lo absoluto. Eso incluye todos los temas con respecto a mi familia. Pero gracias a Dios puedo decir que vamos bien… Dándole pa’lante. ¿Un cuento de hadas? Eso no existe, lo que existe es gente que tiene conexiones, amor, respecto y compromiso. Las relaciones son difíciles, se cultivan y se trabajan. Y no se asusten, se terminan, por favor. Sí pasa eso, es porque así debe ser. La vida trae cosas y se las lleva también. Cuando uno dice: líbrame del mal, amén y eso ocurre, entonces aceptémoslo (risas). Esto viviendo una nueva filosofía de vida.

Gledys Ibarra y su esposo, Martin Brian Smith

— Una filosofía híbrida, por lo que ha comentado antes, ¿no?

— Tras tantas cosas que me han pasado, sí. Puedo decirte, claro y raspado, que creo en Dios porque me da la gana. Porque siento que la fuerza de lo que pudiese significar es necesaria. Si Dios significa esa fortaleza y el creer que la vida te llena de apoyo, yo quiero estar de ese lado. No quiero estar donde haya debilidad. A su vez, me entusiasma mucho la filosofía budista porque me da libertad. Entonces, no necesito ir a una iglesia para creer en Dios, sino que tengo una relación A y B con él, sin intermediarios. Con esto no quiero decir que estoy en contra de las prácticas católicas. Yo estoy bautizada, confirmada y todo eso, pero la filosofía budista me da la libertad de creer en el Dios que yo quiera y me enseña cosas lindas sobre la vida. Estoy asumiendo una manera de caminar. Sé que el dolor existe, pero entiendo que no hay que engancharse en él sino reconocerlo y liberarlo.

— Tras esa premisa, hoy martes 10 de enero de 2023 y en una palabra, ¿cómo se define Gledys Ibarra?

— Con los ojos abiertos. Soy una mujer despierta para aprender, para ver lo que tengo que ver, para reconocer cuando ando culipandeada, para ver lo bueno y lo malo; para extraer lo que tengo que extraer de cualquier tumbarrancho que me mande este jumanji que es la vida.

— ¿Qué le hace falta por hacer a Gledys Ibarra?

­— ¡Muchaaacha! Uff! (resopló). Te lo digo, aunque suene vulgar: ¡un verguero!

— Entre el cine, teatro o televisión, ¿con cuál se quedaría hoy?

— No puedo escoger, así que con todas. No elijo; si me dan la opción porque la elección está hecha, la agarro, pero no puedo elegir; sería imposible. Cada uno tiene algo particular; poseen magia, técnica y esencia…

— ¿Vivir y morir en Londres o definitivamente en Venezuela?

— Lo que no quiero que me pase otra vez es un largo período sin venir. Creo que voy a estar yendo y viniendo mucho más. Me hace falta. Estando aquí me conecto con una energía distinta, de una fuerza diferente y no quiero renunciar a ella. No tengo por qué, además; este país es tan mío como de ustedes, como lo es de todos. Nos pertenece. Eso sería bonito que lo tengamos presente siempre.

Foto Karem González

Gledys Ibarra, “La monstrua”

Junto a la dirección de la actriz y directora Rossana Hernández y la producción general de Carolina Rincón Cardozo, Gledys Ibarra promete sorprender con un montaje en cuatro únicas funciones en Caracas, en el BOD, (19,20,21 y 22 de febrero) y una en Barquisimeto (4 de febrero) en el Teatro Juares.

Preparado desde distintas latitudes del mundo, luces, color, máscara e ilusión acompañan esta historia sobre el valor que se le da a lo diferente y cómo es apreciado. Ariel Mastandrea, dramaturgo uruguayo y autor de premiada la pieza, señaló que «nadie será ajeno a la belleza del ser humano y la crueldad del hombre».

Está ambientada en el camerino de una mujer barbuda que espera para su presentación en el circo Las Ilusiones, atormentada por sus recuerdos y por una situación amorosa de la cual está atrapada y no puede ni quiere salir.

«Esta obra nos enfrenta a aceptar, desde el humor, aspectos irreverentes de la condición humana. Asistiremos a esta revelación como espectadores activos de una historia en la cual siempre hay un lugar para la venganza que es lo mejor que le puede pasar a la justicia», destacó su protagonista. «Espero verlos a todos siendo parte de esta experiencia. Les prometo que será inolvidable», acotó Gledys Ibarra.

Foto Jesús Navas

«Soñé con traer a Venezuela un trabajo digno porque el público merece algo extraordinario. Hemos construido un dream team para lograrlo. Haremos teatro puro y duro», señaló. «Ahora, lo único que me queda es esperar otro de mis sueños: que el público me regale su aplauso, ese será el alimento más grande que recibiré. Cuando sienta que aplaudieron, lo habré logrado».

Un sueño para Venezuela y sus jóvenes talentos

«Fuera de nuestras fronteras, he adquirido vastos conocimientos de una cultura diferente; de una forma distinta de trabajar y hacer las cosas. Y dentro de esto, voy transitando un camino distinto que no se detiene. Ser actor es un aprendizaje que no para jamás», dijo Gledys Ibarra. «No crean que porque ustedes conocieron a una actriz que dejó de actuar en Venezuela hace 7 años, sigo en la misma sintonía. Esta actriz que regresó, lo hizo para traer un poco de lo que he aprendido fuera de estas fronteras».

La monstrua, por ejemplo, llegó en un momento de madurez personal. «Me está exigiendo al máximo porque el personaje obliga a su intérprete a transitar caminos difíciles emocionalmente. Me está llevando para descubrir, a la par con el público, una experiencia actoral diferente. Eso es inspirador y creo que se está perdiendo», subrayó.

Ante esto, hace referencia a aquellos jóvenes que consideran que, si no hay una producción importante o sustancial dentro de los canales de televisión, ¿para qué voy a ser actor? «No, sí hay un motivo para ser actor. Sencillamente, lo que lleva a un actor a ser actor son las ganas de interpretar el sentimiento humano, meterte en otras pieles, darle vida, darle tus ojos, prestarles tus manos o tu cuerpo y aquí hay productoras que están abriendo puertas».

Gledys Ibarra dictará talleres gratis de actuación.

«Hace años luz, fui a estudiar dirección en la New York Film Academy. Ese conocimiento que adquirí está caduco y no puedo quedarme en el aparato pensando que puedo hacerlo funcionar como hace veintipico de años. Ahora las películas se hacen con teléfonos. Sin embargo, como creo que la voz humana y directa sigue siendo inspiradora, aprovecho para informar que con esta visita estaré ofreciendo talleres sin costo alguno».

“No quiero que empiecen a decir que vine a quitarle los dólares al país»

Y fue muy enfática en lo siguiente: «No vine a quitarles nada y no manejo la partida de ningún ministerio. Tampoco estoy en ninguna alcabala sacándole plata a nadie. Mucho menos estoy explotando un arco minero. Señores, aquí no hay chanchullo», acusó. «Lo que estoy es ofreciendo es lo que sé hacer: interpretar».

¿Cómo es eso de ser actor? Esa fue la primera pregunta que se hizo antes de comenzar su carrera hace 50 y pico de años. «Y yo se los voy a enseñar… ¡Gratis! Cómo es eso de tener un libreto, de leerlo; cómo es un personaje que está montado en un papel y cómo se le regala movimiento y sangre. Les voy a decir todo. Cómo, cuándo, qué, dónde», apuntó. Por ahora, no hay fechas definidas. «Estamos en preparación. Serán 2 días completos para que quienes quieran y puedan hacerlo. Les estaré informando de todo esto a través de mis redes, por supuesto, pero por ahora estamos en planes».

Señaló que le enseñará a los asistentes a soñar. «¿Que parece mentira? Sí. ¿Parece una cosa esotérica? Sí, lo es. Eso no es tangible, hay que meterlo aquí (señalando su corazón) y dejarlo que fluya. Hoy día hay muchos influenciadores, famosos por internet, a quienes respeto porque así escogieron su camino, pero si se quiere ser un intérprete, que es una cosa diametralmente diferente a tener 15 minutos de fama, y quieres aprender a rasgar en el interior del personaje y la construcción del mismo y no estás pendiente de la fama, los invito a este curso».

Gledys Ibarra aseguró que, si la gente quiere saber cómo ser famoso, el curso no les servirá, comentó entre risas. «No tengo la más mínima idea de lo que eso significa. A veces uno puede ser una verdadera intérprete sin llegar a la fama, pero se llega a otra cosa más satisfactoria: prestar nuestra vida y emociones a un papel en blanco y conmover a alguien que me vea. Eso es lo que quiero regalar: oportunidad», finalizó.


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