Luis Ospina todavía se recupera del cáncer que cambió la historia de su más reciente largometraje, Todo comenzó por el fin, un documental que en principio era sobre el Grupo de Cali, un movimiento con el que produjo cine junto al escritor Andrés Caicedo y el director Carlos Mayolo. Pero el repentino diagnóstico del mal condujo a que se incluyeran escenas de las radioterapias.

“La película tenía un final feliz: me operaban y me extirpaban el cáncer. Duré un año bien, pero he tenido una recaída hace año y medio. La enfermedad hizo metástasis en otras partes del cuerpo. De todos modos, sigo activo. Hago una terapia que no es tan radical”, indica el cineasta que estuvo en el país la semana pasada como invitado del Festival Binacional de Cine Colombia-Venezuela, que se celebró en el Trasnocho Cultural y en el que se presentaron sus cintas Todo comenzó por el fin Un tigre de papel.

El productor y guionista considera que el festival que lo trajo a Caracas es un encuentro sano para que ambos países limen asperezas. Lamenta que un aspecto del discurso oficialista venezolano sea para responsabilizar a los colombianos de gran parte de la crisis. “Nos hemos vuelto como unos chivos expiatorios. Como el discurso contra el imperialismo está gastado, entonces tiene que buscar a otro”, afirma. El filme Un tigre de papel “tiene vigencia al ser presentado en Venezuela porque es una reflexión acerca de las utopías de izquierda”, agrega.

Ospina considera que los proyectos izquierdistas ya no tienen credibilidad hoy día porque fracasaron empujados por el autoritarismo. “En los movimientos del 68 hubo muchos logros, pero después de eso no ha habido algo igual. Ahora, con el triunfo del neocapitalismo y de las dictaduras mafiosas (Ortega, Putin y Maduro), lo que reina es la corrupción y la mentira”, señala.

También es crítico de Netflix y Hollywood. A pesar de que le parece que en la plataforma digital hay documentales interesantes, señala que también tiene “mucha basura”. Acerca del cine norteamericano opina que está desgastado con los remakes y los blockbuster. “Es un cine que ocupa todas las pantallas del mundo y no deja surgir las propuestas nacionales. Yo incluso defendería la piratería. Si no fuera por los piratas, no podríamos ver cine de otros países”, asegura.

El director de Pura sangre tampoco está a favor de las producciones que reflejan el narcotráfico en Colombia, como la serie Narcos de Netflix: “Los colombianos ya estamos un poco hartos de películas sobre Pablo Escobar, un tipo que se volvió como una franquicia”.

El realizador aplaude el crecimiento del cine latinoamericano. Destaca las producciones de México, Argentina, Chile y Brasil. De Venezuela celebra largometrajes como Pelo maloDesde alláLos hijos de la sal y La familia. Recuerda que en Colombia, gracias a la aprobación de la Ley de cine hace 20 años, ahora se realizan 60 títulos anuales.

Actualmente Ospina culmina la restauración de toda su obra, unos 32 filmes. Simultáneamente, produce una serie de piezas cortas de 3 minutos. Considera que su trabajo ha pasado por varias etapas desde que empezó su carrera a los 14 años de edad, pero señala que Todo comenzó por el fin es su trabajo más importante: “Yo no sabía si me iba a morir haciéndolo”.


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