Quintero
El intérprete venezolano aplaude la música que se produce en la actualidad sin prejuicios | Archivo

A mediados de los años setenta, cuando tenía menos de 30 años de edad, Frank Quintero viajaba en una gira por Europa con Aldemaro Romero. Si mal no recuerda, pararon en Estocolmo y se encontraron con el cantante paquistaní Rocky Shahan, quien invitó a Quintero a cantar con él en Londres, donde iba a grabar su disco.

Aldemaro no lo dejó. El cantautor caraqueño había salido de su casa con permiso de su padre y estaba bajo el cuidado del maestro de la Onda Nueva. “Me frustré tanto, tanto. Hoy en día se lo agradezco. Yo no estaba preparado para ese viaje”, cuenta uno de los mayores representantes del boom de la música popular venezolana de los años ochenta, década que lanzó a la fama a nombres de la talla de Franco de Vita, Yordano, Ilan Chester y Karina, entre otros.

La segunda parte de la historia es que cinco años después Quintero vio otra vez a Shahan: “Él estaba arreglando su disco en Londres. Cuando llegué, el estudio estaba lleno de drogas de todo tipo. Y yo dije: de la que me salvé. Las cosas pasan por una razón. Aldemaro era como mi papá, mi mentor. Casi todo lo que sé de música lo aprendí gracias a él”.

El tiempo pasó y Quintero escribió canciones que hoy día, incluso entre la población joven, son icónicas. Entre ellas se cuentan “Química”, “La dama de la ciudad”, “Nunca” y una que siempre le piden: “Canción para ti”.

Cumple 50 años de carrera a los que no esperaba llegar. Reconoce que durante la última década ha pensado en descansar o tomar un año sabático. Pero siempre tiene cosas que hacer.

También ha pensado en renunciar a la música: “Esta cosa de la música no depende tanto de ti. No importa cuán famoso seas ni cuántas cosas hayas hecho. Si estás en el mercado y quieres ganar dinero tienes que complacer a las compañías y hacer lo que está sonando. Y yo no tengo tiempo para eso. Porque uno tiene que hacer lo que uno sabe hacer. No ponerse a inventar a última hora solamente por pegarla”.

Quintero tampoco quisiera traicionar a una audiencia que ha construido por años y a la que le extrañaría escuchar un estilo distinto en su música. “Sean cuantos sean, ellos esperan que uno les dé lo que les da. Si les cambias la seña, no les va a gustar, te van a perder respeto”, dijo.

El cantante celebrará la fecha con su público de Caracas este fin de semana en un concierto que agotó las entradas.

“Vuelvo al cordón umbilical. Eso no se pierde. Uno tiene la obligación como venezolano y comunicador, porque eso es lo que somos, de atender a la gente que nos atiende. ¿Qué pasa cuando alguien deja de hacer algo para escuchar una canción mía? Yo estoy metiéndome en su vida. Entonces tengo la obligación moral de estar presente. Creo que todos tenemos que seguir viendo cómo vamos a Venezuela, cómo cantamos no solo en Caracas, sino en todo el país”, dice, desde Miami, Quintero, que traerá el sábado 16 de noviembre piezas icónicas y nuevas al Centro Cultural BOD.

Quintero aprovechará para promocionar su último disco, Magneto, el cual recopila 12 de sus canciones más populares, entre ellas algunos hits regrabados con tecnología de última generación. Destacan “Abismo de corazón”, “El sueño del delfín”, “Muchacha tímida” y “Apóyate en mí”.

—Se dice fácil cumplir 50 años de carrera artística. ¿Qué significa para usted?

—Yo no había sacado la cuenta. Me puse a pensar que del 1968 para acá han sido muchas canciones, muchos estudios, discos, conciertos, giras, proyectos con otra gente. Realmente han sido productivas estas décadas. He conocido muchísima gente grandiosa que es mi amiga y ahora está regada por todas partes del mundo. 100% positivo.

—¿A qué se dedicaría si decidiera renunciar a la música?

—Sabes que mi pasión desde muy pequeño es el cine. Las canciones, si te pones a ver, son pequeñas historias. Afortunadamente hoy día, con el streaming, la televisión ha cambiado de señal abierta a privada. Y hay tantas cadenas que tienen programación de 24 horas, 7 días a la semana, que hay una ventana para hacer cosas porque existe la necesidad.

—Vuelve para presentarse en Caracas… 

—Mi carrera comenzó en Caracas. Yo tengo ese cordón umbilical que no corté. Me parece que no es justo que me desaparezca por tanto tiempo y que no complazca a mi gente, mi público. Gracias a ellos hago lo que hago.

—¿Escucharemos “La dama de la ciudad” y “Amantes de luna llena”?

—Sí, es inevitable. Hay que pasearse por toda la discografía. Pero además de eso, hay canciones que no toco desde hace mucho porque las hemos vuelto a arreglar. Son temas que no son éxitos radiales pero que le han gustado a la gente. También tocaré cosas en las que he trabajado del proyecto Magneto. Ese y otro proyecto que se llama La otra América, un tributo a cantautores de habla hispana.

—¿Por ejemplo?

—Están, por ejemplo, “Delicado y gentil”, una canción que no sonó mucho, pero que la gente conoce; “Hablando a tu sueño” o “Abismo corazón”, de discos que no han sonado casi como Guerrero de luz, que pasó por debajo de la mesa.

—En estas cinco décadas, ¿qué es lo más duro que le ha pasado?

—Quizás estar lejos de mis hijos. Los hijos tienen que estar con sus madres y haberme perdido un poco el crecimiento, sobre todo de mi hijo menor, me golpeó muchísimo. Sin embargo, la cercanía no necesariamente tiene que ser física. La muerte de mi padre también, hace 20 años. Mi mamá murió hace ya 2 o 3 años y mi hermano mayor murió hace menos de 1 año inesperadamente. Se lo llevó un cáncer de la noche a la mañana. Un golpe terrible.

—¿Y qué le ha gratificado más?

—Las canciones son como amuletos que caracterizan o identifican ciertas épocas de la vida. Los sesenta y los setenta fueron una época bonita porque estaba pasando por una etapa de ser adolescente a hacerme más hombre. Después de la tormenta es un disco que tiene canciones sinceras y bonitas, pero después uno va haciendo como carrera y oficio, y entonces se compromete consigo mismo. Quieres entonces tu canción para que pegue y buscas la producción, el coro, qué sé yo. Y uno da licencias, claro, para convencer a la industria.

Llega un momento en que uno regresa a la esencia. “Canción para ti” es una canción con la que tengo una relación amor-odio. Es la que me identifica. Y eso está bien. Pero hay otros temas. No es que me moleste sino que me entristece mucho el hecho de que no puedo asomar la cabeza sin que me pidan “Canción para ti”. Sin embargo uno no puede desviarse, sería desagradecido de mi parte que no reconociera esa canción. Qué voy a hacer si gusta y se ha convertido en mi tarjeta de presentación. Tampoco le voy a dar la espalda. Hay canciones que te hacen viajar en el tiempo, te llevan a momento importantes en la vida.

—¿Tiene sencillos preferidos?

—Sí, claro. Aprecio mucho “La dama en la ciudad” porque marcó un momento de transición en mi vida en el que pasé del rock americano a reencontrarme con mis raíces.

—¿Cómo fue el proceso de producción de Magneto?

—Sabes que la era digital es una cosa muy buena y muy mala. La buena es que se puede trabajar a distancia. No tienes que ir al estudio de grabación porque ya con los software puedes trabajar. Entre los setenta y los ochenta los sonidos eran un poco robóticos. Hoy en día se convierten en unos loop que tienes en tiempo real y puedes cambiar el tono. También hay que aprender a programar. Esa es otra historia. Es un idioma que uno no habla, lo hablan los chamos. Afortunadamente, existe lo que yo llamo la Enciclopedia Británica de estos días: YouTube. Uno pone ‘cómo se maneja tal cosa’ y sale alguien y te dice que te va a enseñar. Uno aprende. Claro, te demoras muchísimo tiempo trabajando. Yo tengo dos años con este disco.

—¿Y qué tiene de negativo la era digital?

—Bueno que antes, por ejemplo, mis discos eran tocados con músicos en estudios. Todos daban sus ideas. No solo socializabas con ellos sino que la pasabas bien. Esa energía de gente tocando en un estudio se siente.

—Además de sus conciertos en Miami, ¿cuáles son sus otros proyectos?

—Esta semana he estado un poco deprimido porque tengo tiempo escribiendo un resumen de cuentos de inmigrantes, de esos que son exitosos en sus países y se van para empezar desde cero. Hablo de mecánicos, cirujanos, chefs que, por las crisis de sus países o por la cosa de los dictadores, tuvieron que irse dejando todas sus cosas. Llegan entonces a naciones en las que no pueden ejercer y se ponen, por ejemplo, a manejar Uber. Esos tipos son los ciudadanos que están formando el nuevo mundo, desde América del Sur hasta aquí y Australia.

—¿Son historias que quiere llevar al cine?

—Las quiero llevar al cine. Por eso digo que estaba deprimido. Porque llamaron de una casa súper importante pero después no estaban interesados. Pero sabes que a George Lucas y Steven Spielberg, salvando las distancias, les rechazaron Star Wars en todos lados. La única que se interesó fue 20th Century Fox. Entonces, bueno, hay esperanza.

—¿Ha sido complicado hacer cine?

—Es muy caro, para empezar. No es solo que hagas una película, es que tengas los requisitos, después la distribución, la producción, los actores, los directores.

—¿Cómo artista qué le ofrece Miami?

—A mí me tomó mucho tiempo agarrarle el hilo a Miami. Porque viví 15 años en Los Ángeles, una ciudad muy parecida a Caracas. California es un estado muy bonito y lleno de gente animada. Si vas al norte la gente es más amigable, menos plástica. Miami es una ciudad como de transición. Aquí hay mucha gente que pasa porque va para otro lado. Muchos que tienen casa acá viven en Nueva York, por ejemplo.

—¿No hay mucho movimiento artístico?

—Sí lo hay pero es como menos artesanal. Se hace cosas por moda. Por ejemplo, Nueva York es un sitio donde, aunque a mí no me gusta, vive mucha gente interesante. La ciudad tiene una personalidad increíble, como Los Ángeles, también Londres, Milán, Roma, Toronto. Son ciudades imponentes. En Miami están las playas. Pero me he dado cuenta de que la ciudad es bonita, agradable. Porque a tres segundos de donde estés está el mar. Hay urbanizaciones muy cálidas. A la ciudad le están inyectando un poco de arte.

—¿No hará una gira en Venezuela?

—Me quedé vestido y alborotado porque existía la posibilidad de que tocáramos en Barquisimeto. Allá está el Salón de la Fama de Venezuela y querían que fuera a la fiesta de entrega del premio. Pero el problema es que no hay vuelos Caracas-Barquisimeto. Y yo tengo que estar de vuelta en Miami el 23 porque tengo una presentación. Entonces no me puedo quedar. Me dijeron que se planearía para el año que viene. Están Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, Margarita, Puerto La Cruz. A lo mejor hacemos una gira en 2020.

—Hay canciones que el público siempre le pide. ¿Recuerda alguna que no quiera cantar?

—Bueno, yo no quisiera cantar “Canción para ti” (se ríe). Pero la tengo que cantar. Quizás es por la parte musical de uno. A lo mejor si la hubiese escrito ahorita hubiese tenido otro arreglo, hubiera sonado mejor. Sin embargo, es una canción importante. En algún momento de la vida uno necesita precisamente esa canción, apoyarse para no sentirse solo.

—Hace unos años anunció que preparaba un documental sobre la música latinoamericana. ¿Qué pasó con ese proyecto?

—Yo lo sigo. Es más, he escrito muchísimo. Quiero llamarlo Cómo tener éxito en una banda de rock en un país subdesarrollado.

—¿Cuál es su opinión acerca de la música que se produce en la actualidad?

—Sabes que mucha gente dice que la música de hoy día es mala. No estoy de acuerdo. Creo que hay para todo público. Y si hablan de las nuevas generaciones, yo escucho cosas hechas por gente muy joven. Creo que estamos en un momento de transición. Alguien me dijo que la música urbana es el pop de los ochenta. Yo creo que eso va a mutar. Cuando salió la música disco los militantes del rock pesado fueron los primeros detractores y quemaron los discos. Bueno, la música disco mutó en el hip hop, y el hip hop mutó al rap, y el rap al trap. Entonces, fíjate en los caminos.

—¿Qué opina del género urbano?

—Hay un muchacho llamado Pablo Alborán, es un compositor español buenísimo. Escribe increíble. En su disco anterior hizo un tema que se llama “No vaya a ser” que me gusta. Está muy bien hecho, muy bien tocado y producido. Una cosa es lo que se quiere decir y otra si lo llevas, por ejemplo, a un 10.000 groserías, y los negros para acá y los negros para allá. Pero oyes cosas de Will Smith y son buenísimas.

—¿Qué ha escuchado últimamente? ¿Qué le llama la atención?

—Hay un grupo que se llama Scary Pockets que hace versiones de canciones conocidas. Todas las semanas ponen una canción nueva en YouTube. El director es el pianista, pero en cada sesión tiene músicos diferentes y cantantes distintos.

—¿Le sigue la pista a los artistas venezolanos? ¿Quiénes llaman su atención?

—Vi en YouTube una cosa que hizo Linda Briceño que me gustó muchísimo. No sabía que cantaba también. Canta muy bonito y toca la trompeta muy bien.

—¿Cómo ve al país desde la distancia?

—He pasado por muchas etapas. Hubo un momento en el que quería ver lo que pasaba, las noticias, me deprimía, sufría. Después hubo un momento en el que me desconecté, luego empecé a esperanzarme con las promesas. Actualmente estoy como más pragmático, y sobre todo con esa cosa de las dictaduras. Hay un ensayo interesante de Albert Einstein por lo que plantea en todo sentido: en un conflicto tienes dos alternativas, o te caes a coñazos o lo acusas y sabes las repercusiones que eso traerá. Si agarras un palo y se lo pegas, bueno, te va a atropellar con un carro, qué sé yo. En un diálogo se necesita un interlocutor que facilite la comunicación.

Ahora bien, el hecho de que te sientes a discutir no quiere decir que vayas a resolver el problema. Se necesitan otras cosas, otras vías. A lo mejor ese interlocutor no sirve y tienes que cambiarlo. Hay cosas que uno no sabe y a veces es mejor no saber y no enterarse de lo que pasa a puertas cerradas en ese diálogo que no conocemos. Tenemos que apelar a la buena voluntad de los venezolanos, en algún momento a unirse y buscar la mejor forma. Pero con la violencia, ¿por dónde le llegamos?

—¿Puede la música ser un consuelo para los venezolanos?

—Sí, podría ser. Para este mismo concierto del sábado hay gente que dice que cómo se nos ocurre y tal. Está bien, válido. Pero, ¿y qué hacemos, enterrarnos a llorar? ¿O buscamos un pedacito o rayito de sol dentro de la tormenta? Creo que, en una buena medida, esos momentos de arte, de música, son los que nos llevan a unirnos más, que es una cosa que estamos perdiendo gracias a lo que está pasando. Hay que juntarse, reírse, compartir cinco minutos, una hora, con el prójimo, con el vecino.


Frank Quintero. 50 años de vida artística

Fecha: 16 de noviembre

Hora: 5:00 pm

Lugar: Centro Cultural BOD

Entradas: desde 727.272,73 a 1.024.000 bolívares


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