Francis
Sin título, 1993. Acrílico,zapato de cuero, calzador de madera, balón de cuero. 47 x 25.4 x 12.7cm | Cortesía de la Colección Ella Fontanals-Cisneros, Miami

Francis Alÿs (originalmente Francis de Smedt) es un artista de todas partes, a juzgar por la diversidad geográfica y temática de sus obras. Nació en Bélgica en agosto de 1959, vive en México desde 1986, y sus proyectos artísticos lo sitúan a lo largo de su carrera en sitios tan dispersos como La Habana, Jerusalén, Lima, Venecia o Londres. Un verdadero trotamundos, como lo han caracterizado, que ha hecho suyas problemáticas sociales y políticas de la sociedad mundial. Aunque no solo los temas macro le inquietan, también el destino de los humildes actuantes en cada sitio, desde los vendedores urbanos, hasta los perros callejeros.

Estudió Arquitectura en el Institute of Arquitecture en Tournai, en su país natal, de 1978 a 1983, y posteriormente en el Istituto Universitario di Architettura de Venecia, de 1983 a 1986. Precisamente en calidad de arquitecto llega a México por vez primera, en 1986, como parte de una iniciativa belga de apoyar la reconstrucción de Ciudad de México, luego de los terribles terremotos del año anterior. Entusiasmado por la riqueza cultural y la complejidad del tejido urbano, social y político del país, decidió asentarse en México, y paulatinamente además se decantó por la producción artística en vez de la arquitectura. Por esta época además cambió su apellido de nacimiento a Alÿs, marcando el inicio de una nueva etapa en su vida.

Francis ha desarrollado durante 30 años una efervescente carrera, abordando no solo temas variados, sino además empleando medios como la performance, el arte procesual, el video, la fotografía, la pintura, el collage, la escultura, el dibujo, grabado… También ha colaborado repetidamente con otros artistas multimedia, y con el público (ya sean niños, obreros o personas seleccionadas de una comunidad), en la orquestación de algunos de sus trabajos. Algunos proyectos suyos han llegado a ser respaldados y exhibidos por instituciones relevantes como el MOMA en New York, el MALBA en Buenos Aires, o la Tate Modern en Londres, donde en el año 2010 tuvo lugar su amplia retrospectiva A Story of Deception.

Entre sus acciones artísticas, destaca su inclinación a caminar, recorrer las ciudades e involucrarse con el entorno urbano, desentrañando tensiones políticas, económicas de las cuales puede tener una lectura de primera mano, a partir del intercambio con la gente común, especialmente los niños y la gente de oficio. El ejercicio de deambular es esencial en el entendimiento de su carisma artístico, pero también de sus filiaciones y creencias personales, aspectos que no podemos separar. Tal es el caso de su acción Zapatos magnéticos, que tuvo lugar durante la 5ta Bienal de La Habana en 1994. Ese año la economía cubana colapsó irremediablemente como consecuencia del llamado «periodo especial» que se desencadenó en Cuba posterior a la desaparición de la Unión Soviética algunos años antes. La acción consistió en recorrer las calles de la ciudad, calzando un par de zapatos negros magnéticos, que atraían cualquier objeto metálico que se encontrara en el camino, poniendo el dedo sobre la llaga de la depauperación social y la situación de desaliento imperante.

A principios de la década de 1990 estuvo haciendo colaboraciones con obreros rotulistas, involucrando su trabajo en algunas de sus performances. Justamente en su pieza aquí ilustrada, de 1993, aparece la pequeña figura de un rotulista, pintado en acrílico blanco sobre la superficie de un zapato de cuero. La obra consiste de un único zapato, adherido a un balón de fútbol americano. Zapato y balón hechos del mismo material y color, y unidos en una única pieza. Esta fusión recuerda a uno de los célebres ready-made de Marcel Duchamp o una obra de Max Ernst, donde se hacen interactuar dos objetos provenientes de realidades divergentes, provocando extrañamiento en el observador. El balón queda suspendido en el aire, como si estuviese siendo perennemente pateado, pero creando tensión al no terminar de concretarse el acto. Una vez más el zapato se convierte en un símbolo, tanto de la persona que lo calza como del espacio en que camina, sujeto y sociedad, continente y contenido.

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