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Foto: Ramsés Romero

En su tema «Al lado del camino», incluido en el álbum Abre de 1999, Fito Páez habla del peligro de estar vivo, de sentir la brisa de la muerte enamorada, de fumar el humo mientras todo pasa. Parece ser ese su propio concepto para sus conciertos, que aunque probablemente están bien planificados, siempre hay espacio para la improvisación y el juego.

De regreso al país después de casi 10 años, el argentino, leyenda viva del rock latinoamericano, ofreció en el Poliedro de Caracas un emotivo concierto dividido en dos partes. La primera para cantar, en orden, los 14 temas que forman parte de El amor después del amor, esa obra musical ecléctica que cumplió en junio tres décadas de su lanzamiento. La segunda parte la dedicó a un racimo de algunas de sus canciones más populares, «Circo Beat» y «Mariposa tecknicolor» entre ellas.

No estuvo lleno el Poliedro de Caracas como en otras noches memorables de Rodolfo Páez en Caracas. Quizás la eterna crisis, la sobreoferta, la migración… pero quienes estuvieron bajo la cúpula, la mayoría rozando los 40 años, cantaron a coro cada una de las canciones del rosarino. En gradas y áreas Box la gente no dejó de saltar y gritar y, pegados al escenario, se formó un grupo que grababa con sus celulares y le hablaba al argentino, que no se queda solo con quienes tiene más cerca: procura proyectarse en todos los extremos del escenario saludando, lanzando besos y rockeando con su guitarra.

Foto Ramsés Romero

Fito comenzó su show tras unos breves minutos en los que cantó los primeros versos de «El amor después del amor» fuera del escenario, con esos cambios de ritmo y versos largos que caracterizan al tema. Vestido con un chaleco plateado, el cabello desordenado y sus habituales lentes, el argentino apareció ante el público caraqueño envuelto en energía positiva, y esto no es autoayuda, la música de Páez, aunque compleja e inundada de mezclas de géneros e intensas letras, suele cantarle a la vida por la forma en la que las presenta: con una personalidad que proyecta sosiego.

Decía en una entrevista el año pasado con Infobae: «Intento tener vínculo con todo el mundo y entiendo que la música, la escritura, el cine y todo eso me puede acercar a conectarme con los demás y acompañarme en el trámite. Esa es la situación real. Yo creo que no sé nada. Nada, absolutamente nada».

En el periplo de tocar los temas de El amor después del amor, quiso Fito recordar a Luis Alberto Spinetta cuando llegó el turno de «Pétalo de sal», en la que el bonaerense fue invitado para hacer voces y guitarra durante las grabaciones del disco. «Fue uno de los grandes artistas de América. Hizo la intro de esta canción y cantó en el álbum original. Un hombre exótico, faro de las posibles músicas por venir», expresó emocionado Fito.

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Otra reflexión vino antes de «Tumbas de la gloria», tema que habla de un amor muy doloroso que provoca cambios significativos. Para Fito, estar en tal situación, «en la lona», te puede llevar muy lejos y, si no se tienen hijos o compromisos, a toparse con «lo más hermoso que hay dentro de ti». Fue muy cercano al público en este tema, no tanto hablándole, sino comunicándose con la mirada.

El propio Fito advierte del eclecticismo de El amor después del amor, que él atribuye al bagaje cultural que le influyó de la música americana. Por cierto, aprovechó para defender la música del continente. No habló directamente de lo que se hace ahora, pero sí consideró que ante tal riqueza artística «los jóvenes tienen un desafío inmenso para ponerse en conexión, porque si no se quedarán a la deriva, y nadie quiere eso en la historia de los pueblos». Luego tocó «Detrás del muro de los lamentos», justo una suerte de zamba a la que Mercedes Sosa puso su voz en el álbum original.

Después de esta primera parte, salió un momento para «ponerse guapo» y apareció vestido de verde para retomar con «El diablo de tu corazón». Continuó con «Al lado del camino», con la que aprovechó para expresarle su amor a Caracas, «11 y 6», «Circo Beat», durante la cual jugó entre coros y estrofas con la gente, «Ciudad de pobres corazones», «Dar es dar» y la siempre potente «Mariposa tecknicolor».

Foto Ramsés Romero

Mención especial merece el performance que ofreció en «Ciudad de pobres corazones». Fito Páez tiene 59 años de edad y rockea como si estuviese en aquellos años 90, y con el guitarrista que le acompaña, Juani Agüero, ofreció 10 minutos de poderosas improvisaciones entre las cuerdas y la batería.

Antes de dejar el escenario, Fito Páez fue insistente en su defensa a la música del continente. Subrayó: «Es un tesoro inmenso, inmenso, y no vamos a dejar que la rebajen así como así».


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