Fernando Pinilla

La caricatura siempre formó parte de su vida. Comenzó desde muy joven, en el colegio. Sus primeros bocetos estaban inspirados en profesores y expresidentes. Más adelante, aún en bachillerato, comenzó a hacer sus primeras caricaturas políticas, en las que  criticaba al fallecido presidente Hugo Chávez Frías, que en ese momento apenas empezaba su gestión. Y, desde entonces, Fernando Pinilla no ha parado.

Ha trabajado para diarios venezolanos como El Nacional, Notitarde, La Voz, 2001, entre muchos otros, e internacionales, como Diario Las Américas y El Tiempo Latino. Ahora, en su libro Pinilla Ilustrado, el caricaturista narra, en imágenes, la debacle del país en los últimos 15 años.

170 caricaturas forman parte del libro con el que Pinilla pretende contar «por qué estamos cómo estamos». Aunque las ilustraciones no siguen un orden cronológico, hay cierta relación entre ellas.

«Este libro es una crónica mucho más  asimilable, desde el punto de vista del humor, de por qué estamos cómo estamos. No está ordenado cronológicamente porque no quise hacerlo pesado ni tedioso, pero sí lleva cierto orden en cuanto a las caricaturas. Es decir, los temas que se van tratando están dispuestos de forma aleatoria, pero sí  mantienen relación. La crisis venezolana es como un cáncer en metástasis, pero tiene una raíz y cuando ves el libro dices: ‘Ya entiendo por qué estamos cómo estamos”, explica el caricaturista de 40 años de edad.

Fernando Pinilla

El bautizo del libro se realizó recientemente en Madrid, pero el proyecto se remonta varios años atrás. Iba a publicarse entre  2013 y 201 con otro nombre, Crónicas de una conspiración, por los ataques que recibía de simpatizantes del oficialismo. Sin embargo, dos editoriales que prefirió no mencionar, interesadas en el proyecto, decidieron no continuar adelante por temor a que les quitarán la asignación de divisas para adquirir papel. «Después de avanzar muchísimo, tener el libro casi diagramado y listo para salir, no se pudo. Me dijeron: ‘Mira, Pinilla, te admiramos y queremos mucho, pero no podemos arriesgarnos a sacar un libro que pueda comprometernos a nosotros con el acceso al papel», recuerda el ilustrador.

Más adelante, en 2015, El Librero ETC, plataforma de venta de libros digitales, se interesó en la publicación, por lo que Pinilla lo retomó. En ese entonces, estaba dividido por capítulos, cada uno abordaba una temática; sin embargo, la crisis también alcanzó a El Librero. El proyecto se cayó.

Durante varios años Pinilla estuvo buscando editorial hasta que, finalmente, se decidió por la autoedición y lo publicó en Amazon. «Quizá no es lo ideal, pero es una opción en un país como Venezuela, donde no existe la posibilidad de editar un libro y hacerlo es costoso. Me decidí porque ya se cumplen muchos años de estar trabajando en la prensa y, además, estamos viviendo dos momentos históricos distintos; aunque siguen el mismo corte ideológico, son etapas distintas».

Ni un pelo de tonto

En los últimos meses, el caricaturista ha participado en conferencias en ciudades como Madrid, Barcelona y París, donde también ha tenido la oportunidad de presentar su libro. Para él ha sido una experiencia interesante, pues le ha permitido ver cómo otros entienden la situación venezolana e, incluso, la trasladan a su propio contexto. «El libro no solo ha servido para mostrarles nuestro proceso, sino para alertarlos sobre cómo puede ser el futuro si no se toman a conciencia ciertas situaciones. Fue increíble ir y poder decir que mi trabajo no solo está sirviendo para mostrar, sino para educar», dice.

En las caricaturas de Pinilla hay política con mucho humor e ironía. Para el ilustrador lo más complicado no es hallar el equilibrio entre la crítica y el humor, sino entre la denuncia y el humor. «La caricatura siempre debe tener una carga de ironía, debe ser mordaz y tener implícito el humor porque si no deja de ser una caricatura. Pero hay temas tan delicados que al momento de graficarlos es un proceso fuerte que la gente no siempre entiende. Yo tengo un compromiso con el lector, que es transmitirle con la mayor claridad, humor y respeto todos los temas», afirma.

De las caricaturas más difíciles de graficar por el planteamiento fue una que realizó en 2012, cuando Chávez dijo, tras la explosión en la refinería de Amuay, donde murieron 41 personas: «La función debe continuar». «Para mí fue muy difícil, hice a una viuda junto a un ataúd diciendo ‘El show debe continuar’», recuerda.

Fernando Pinilla

Otra caricatura que fue difícil graficar para Pinilla fue la que surgió tras la frase que dijo Nicolás Maduro, en 2016, durante el lanzamiento de una revista sobre los llamados Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP): «La dieta de Maduro», en referencia a la carencia alimentaria de los venezolanos. «Ha sido una de las frases más nefastas que ha dicho en estos años, burlarse del hambre y la desnutrición que aún sigue viviendo el país», dice.

Fernando Pinilla

Aunque sus caricaturas generalmente son bien recibidas, en ocasiones han generado  controversias. «Es algo que me pasa casi todos los días, no hay forma de que todo el mundo esté de acuerdo con la caricatura. Ha pasado que las personas confunden las cosas porque no entienden que la caricatura es una viñeta de pocos centímetros, con poco texto y poca imagen, y quieren que refleje 20.000 cosas que no puede. La caricatura no puede resumir y hacer una análisis completo de todas las situaciones», asegura.

Precisamente por esto ha recibido ataques y hostigamiento por parte del oficialismo. En 2014, Pinilla recibió amenazas de muerte vía telefónica por sus caricaturas, por lo que se planteó, además de emigrar, dejar de hacer caricaturas. «Fue un momento de mucha confusión y tristeza. Nunca se me olvida que, estando con José Manuel Olivares en su programa de radio en RCR, me quebré, no me había pasado nunca en público. Se me salieron las lágrimas hablando sobre lo que estaba pasando. Es muy triste que por hacer tu trabajo y por luchar por un mejor país tu trabajo termine siendo condenado y satanizado. Creo que no es justo, no solo conmigo sino con cualquiera de mis colegas», lamenta.

Y agrega: «El propio día a día te hace decir ‘mira, que sea lo que Dios quiera’. No es que yo sea valiente, no. Todo lo contrario. Cada vez que publico una caricatura lo hago con el mismo temor, pero hay que hacer el trabajo y este trabajo es necesario».

Aunque el temor que siente en ocasiones lo ha hecho autocensurarse, no ha dejado de denunciar lo que pasa en el país. «En el caso venezolano, me ha pasado que tengo que bajar mi intensidad. Cuando alguien del gobierno menciona una caricatura o la critica, eso hace que los días siguientes te sientas como visto por el gran hermano. Entonces, bajas el nivel, tratas de no ser tan frontal o no tocar ciertos temas de una forma tan directa. Estamos en un mundo muy polarizado donde cualquier opinión te encasilla en algo. Yo critico al comunismo como lo hago con la extrema derecha, no tengo problemas en reconocer lo que está mal. Hay que desmitificar que la crítica es mala, la crítica es buena. Es la única forma de que las cosas se hagan correctamente», asegura Pinilla.

Fernando Pinilla

No todo es malo. Entre las gratificaciones de su trabajo destaca cuando personas de países como Cuba o Nicaragua le escriben para agradecerle que aborde ciertos temas o para pedirle que incluya en sus ilustraciones otros. «Es un orgullo y parte del compromiso que uno tiene que, al final, hace que cualquier cosa que haya sentido tenga menos importancia».

Entre sus planes para el próximo año está publicar un segundo libro de caricaturas llamado El mundo según Pinilla. Será una recopilación de las caricaturas que ha hecho para Diario Las Américas y El Tiempo Latino, que abordan temas internacionales. También espera poder realizar su primera exposición de obras no relacionadas con las caricaturas, además de continuar con su monólogo Dibujándonos.

Pinilla considera que la caricatura en Venezuela vive uno de sus peores momentos. ¿Las razones?  El cambio de formato de lo análogo a lo digital y la desaparición de los periódicos. «La caricatura fue perdiendo la preponderancia que tenía. No es lo mismo salir a diario en un periódico impreso y decir es la página de opinión del diario tal, que publicar una caricatura en digital, no porque perdamos alcance, pero sí por un tema de credibilidad y apoyo. Las redes sociales aportan mucha libertad pero al mismo tiempo aportan una carga de anarquía. El gobierno se salió con la suya, acabó con los medios y con la caricatura. Los caricaturistas profesionales prácticamente no existen”.

Y aunque la caricatura agoniza, Pinilla continúa dándole oxígeno mientras pueda. «En ella hay una carga muy bonita que te permite crear un vínculo con la gente. Eso es lo más bonito que hay”.

Fernando Pinilla


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