En 15 años en el grupo Alfa Rodnei Casares estuvo a cargo de las librerías Ludens y Alejandría I y II | Natalie López Valencia

Hay lectores que establecen poderosos vínculos con las librerías. Son lugares a los que van no sólo para recorrer estantes y elegir libros, sino también para pasar horas leyendo, haciendo amigos o escuchando a los autores.

Rodnei Casares lo sabe muy bien. En 15 años en el grupo editorial Alfa estuvo a cargo de las librerías Ludens y Alejandría I y II, y ahora toda su experiencia, junto a su otra pasión, la preparación de tragos, le ha llevado a crear en Medellín el naciente proyecto Ítaca Librería-Bar.

Aún con detalles por afinar para inaugurar su espacio físico, Ítaca Librería-Bar propone poner en un mismo lugar una oferta de libros con énfasis en editoriales independientes, cervezas y cocteles bautizados con nombres alusivos a la literatura, y talleres para libreros y editores.

Su nombre, Ítaca, es una referencia al poema donde Constantino Cavafis habla del viaje y del regreso a casa.

Casares cumple con ese concepto. El viaje ha estado presente en su vida por su trabajo como editor y librero, desde hace cinco años vive fuera del país y guarda la esperanza de volver a Caracas, donde pretende establecer una sede de Ítaca. Aunque es un concepto que, ya consolidado en Medellín, espera llevar a ciudades como Santiago de Chile y Buenos Aires.

Enseguida advierte que su idea no es un lugar donde la gente vaya a emborracharse. Los tragos tienen dos funciones: que la gente se acerque a la literatura y que sean un motivo más para seguir las tertulias. Por años él mismo vio a los lectores salir de Alejandría para seguir la tertulia en un bar.

“La presentación del libro no termina en la librería sino en un sitio donde la gente comparte con una cerveza, un cubalibre… Después de ver eso por tantos años, me pregunto por qué tengo que correr a la gente que está disfrutando un evento para que se vayan a otro lugar si puede pasar en la misma librería”, explica el librero, también editor del sello Libros del Fuego.

Cada cerveza, que se produce bajo una alianza con una fábrica de cerveza artesanal, tiene un sabor que evoca su nombre. Por ejemplo, la primera edición que lanzaron, Úrsula Iguarán —una de las protagonistas de Cien años de soledad—, está hecha de un sabor fuerte como el carácter del personaje. Además, las botellas llevan impreso un código QR vinculado a la página de Goodreads del libro donde aparece el personaje.

Otras de las cervezas literarias son Dalio Guerra (La vida alegre, Daniel Centeno), Catalina (Post-trauma, María Pacheco), Aureliano Buendía (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez), Ifigenia (Ifigenia, Teresa de la Parra) y La Maga (Rayuela, Julio Cortázar).

Ítaca Librería-Bar ofrece también talleres para libreros y editores así como las Experiencias Ítaca.

Sobre lo primero, Casares explica que lo que buscan es que en la librería la gente pueda formarse en la práctica de ambos oficios. “La formación para el librero es algo que no se consigue tanto. En Colombia el Instituto Distrital de las Artes y el Ministerio de Cultura organizaron un curso de libreros, también lo hizo el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe. Pero en nuestra zona no hay nada que forme a la gente como librero. En Ítaca no sólo vas a aprender la teoría sino la práctica”.

En tiempos de tantas distracciones por el Internet, Casares considera que el oficio del librero cobra más importancia de la que ya tenía. Es una guía a la hora de comprar libros: “Si entramos en Internet podemos encontrar un libro en Goodreads o en no sé cuántas plataformas de reseñas, pero esa conversación que uno puede tener con el lector no es la misma que tendrás a través de lo digital”.

Los interesados en la edición de libros aprenderán procesos como la distribución de títulos, la negociación con las imprentas o la compra-venta de derechos de autor.

Las Experiencias Ítaca son eventos en sitios de terceros donde muestran lo que pasará en la librería. En el primero ofrecieron un taller de lettering, una muestra de libros, enseñaron a preparar cocteles y tuvieron una charla sobre poesía; y en la segunda experiencia, en Bogotá, se proyectó el documental Desorden en Petare, se presentó una banda y ofrecieron, también, talleres.

“Queremos llevar la Experiencia Ítaca a Caracas para que la gente compre libros que tenemos aquí y también para acercarles la oferta de Ítaca”, dice Casares.

Aunque reconoce que una librería siempre ha sido un negocio difícil, considera que es posible mantenerla porque hay muchos lectores. Lo importante, afirma, es saber administrarla.

Además del bar y los talleres, Ítaca Librería-Bar tiene abierta una campaña de recaudación en Indiegogo donde la gente puede aportar al proyecto a cambio de recompensas: “En la campaña tenemos varias recompensas como un taller para ser librero o materiales de promoción, una camisa, una taza, vasos para cocteles, o te enviamos un libro digital. La intención no es que la gente nos dé su dinero para el negocio. Cualquier aporte será recompensado con algo”.

En abril, luego del cierre de Librería Estudios, Casares dijo en un tuit que al volver a Caracas fundaría una librería con los nombres de todas las librerías “caídas durante esta época espantosa”.

El regreso por ahora está planteado con Ítaca, y en la sede de Medellín tiene la pretensión de bautizar estantes con nombres de librerías cerradas en Venezuela y el mundo. Aunque también tiene pensado hacer alianzas con escuelas y fundaciones que bauticen y financien algunos de los estantes, otra forma de sostenibilidad para el complejo negocio que es una librería.

@IsaacGMendoza


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