Fiallo

En cada vuelo Caracas-Miami de Viasa viajó una encomienda especial durante muchos años. Antes del teletrabajo, el internet y del fax, Delia Fiallo confiaba su trabajo a algún afortunado en la puerta de embarque. Ponía en manos de un extraño la expectativa de una fiel audiencia que ansiaba saber qué pasaría con una de sus inolvidables historias. Así, todos los días la guionista cubana iba hasta el aeropuerto de Miami con el texto del siguiente episodio de la telenovela. En Maiquetía algún representante de Radio Caracas Televisión (RCTV) o Venevisión, los canales para los que trabajó, esperaba el paquete para llevarlo al estudio. Fue la rutina que por más de dos décadas siguió Fiallo. Ningún capítulo llegó tarde a Caracas.

Delia Fiallo fue una prolífera escritora de telenovelas. Son más de 40 melodramas en los que el amor triunfa contra el mal: Esmeralda (1970), Peregrina (1973), La zulianita (1976), María del mar (1978), Leonela (1983-1984), Cristal (1985-1986) y Kassandra (1992-1993) son tan solo algunos de ellos. Su obra alcanzó audiencias en más de 180 países y, aún hoy, se realizan adaptaciones. La guionista fue laureada por su carrera y obra, entre otros, con el Premio Asociación de Críticos y Comentaristas de Arte en 1996, Premio Cervantes en 1997, y recibió un homenaje de la organización Herencia Cultural Cubana en 2018.

El 29 de junio, a los 96 años de edad, quien es considerada como «la madre de la telenovela latinoamericana» falleció en su hogar en Coral Gables, Miami. La noticia fue dada a conocer por uno de sus hijos sin ofrecer mayores detalles. Más tarde, Lupita Ferrer, quien trabajó en varias telenovelas de Fiallo, confirmó la información a la agencia de noticias EFE. «Estaba muy enferma», dijo la actriz, y agregó que Fiallo, a quien la unión una larga relación profesional, tuvo una vida personal y profesional maravillosa.

Delia Fiallo nació en La Habana, Cuba, en 1924. Tras una infancia de encuentro constante con la literatura, decidió estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Tras doctorarse, trabajó en el Ministerio de Educación -en la dirección de Cultura- y en 1948 recibió el primer lugar del Concurso Internacional Hernández Cata por su cuento El otro. Y a partir de la década de 1950 comenzó a incursionar en el mundo de la escritura de guiones.

Su primera aproximación a la escritura de melodramas fue a través de la radionovela, que era muy popular en la Cuba de aquel entonces. Entre algunas de ellas se encuentran Soraya, Ligia Sandoval, Tu amor fue mi pecado y La señorita Elena. Pero en la radio no solo encontró la pasión por contar historias, fue allí donde conoció al actor y director Bernardo Pascual, su segundo esposo y con quien compartió 67 años de amor. Fiallo tuvo cinco hijos, uno de su primer matrimonio y cuatro del segundo.

Una vez que la televisión llegó a Cuba, comenzó a escribir para la pantalla chica. Primero con programas unitarios como Miércoles de amor Palmolive, la escritora se consagró en la industria por los altos ratings de sus historias. Y, gracias a ello, en 1957 le piden escribir la primera telenovela de continuidad, en horario estelar, de Latinoamérica. Hasta que la muerte los separe tuvo una duración de 16 capítulos y marcó un hito en la carrera de Fiallo.

En diciembre de 1966 huyó de la dictadura comunista cubana y partió con su familia a Estados Unidos. Desde entonces, Fiallo, su esposo e hijos llamaron a Miami su hogar. En 1967 fue contratada por Venevisión y ese mismo año estrenó su primera telenovela fuera de Cuba, Lucecita, protagonizada por Marina Baura y José Bardina. Desde entonces no paró sino hasta 1986 cuando Radio Caracas Televisión emitió el capítulo final de Cristal, telenovela protagonizada por Lupita Ferrer, Jeannette Rodríguez, Carlos Mata y Raúl Amundaray que catapultó al éxito a la joven pareja.

Las telenovelas que Fiallo escribía sobre amores imposibles eran adictivas para el público. Incluso consiguieron detener una guerra: Kassandra fue motivo de alto al fuego en la guerra entre Bosnia y Serbia en la década de 1990. Además, esta historia protagonizada por Coraima Torres y Osvaldo Ríos entró al Libro de Récord Guiness por ser la telenovela más vista en el mundo: se transmitió en 128 países. Por su parte, Cristal llegó a los hogares de más de 10 millones de venezolanos y más de 8 millones de españoles, cifra récord en ese país.

Detrás de la estructura dramática, el triángulo amoroso, los protagonistas y los villanos está la clave para una buena historia: emocionar al público. Y en esto Delia Fiallo era una maestra, explica Carolina Acosta-Alzuru, doctora en Comunicación Social y profesora de la Universidad de Georgia, Estados Unidos. «Ella entendió que podías tener una historia con cierto contexto, con criminales, pero lo que importaba eran los sentimientos. Ella estaba clarísima en eso. Y hoy día las telenovelas han evolucionado y tienen una mezcla de cosas, pero al que deja los sentimientos de lado no le va bien», explica Acosta-Alzuru.

La telenovela entretiene y da pistas sobre cómo es una sociedad en un tiempo determinado. Además, toca temas complejos -como la adicción en Cristal o la violación en Leonela-. Sin embargo, las situaciones planteadas en aquel entonces, sostiene Acosta-Alzuru, serían recibidas de otra manera por la sociedad actual. Lo mismo ocurriría con la representación del hombre y la mujer que eran, a su juicio, simplistas: «Ahí tienes solo dos polos de la mujer: una virgen o una prostituta, las mujeres no somos así. Tenemos una cantidad de problemas. Y el hombre era un buenmozo, pero no tan inteligente porque se cree todo lo que le dice la antagonista».

Acosta-Alzuru asegura que el género de la telenovela ha evolucionado, pero el molde creado por Fiallo persiste, incluso en una sociedad que se avergüenza al admitir que ve melodramas. «Ella respetó su oficio y decir eso de un oficio que es tan denigrado por todos, tan estigmatizado, es una cosa que yo admiré mucho de ella. Esto porque la telenovela estigmatiza todo lo que toca. Ella hacía su trabajo con amor y con rigor, más allá de lo que podamos hablar de los problemas que tuvo en cuanto a representación de hombres y mujeres. Nunca se sintió apenada y avergonzada, mucho menos», añade la académica.

En Venezuela, la industria televisiva cobró fuerza gracias a Fiallo y su producción indetenible de telenovelas. Pero a su vez motivó a otros autores a crear sus propias historias con otras miradas. Entre ellos, José Ignacio Cabrujas, Román Chalbaud, Salvador Garmendia, César Miguel Rondón y Leonardo Padrón. Así, las telenovelas venezolanas competían con las mexicanas y brasileras. Y esto no fue casual. Acosta-Alzuru rescata la figura de otras dos maestras cubanas de la telenovela: Inés Rodena y Gloria Magadán, quienes, al igual que Fiallo, escaparon de la dictadura y se asentaron en otro país. Magadán tuvo éxito en Brasil y Rodena en México.

Aunque Fiallo no vivió en Venezuela, luchó contra ciertas trabas en Caracas, particularmente en Radio Caracas Televisión y Venevisión. De acuerdo con la escritora, dramaturga y guionista Mónica Montañés, la autora cubana logró sobreponerse al machismo del gremio y al hecho de ser extranjera: «Delia debió ser mucho más fuerte de lo que se sabe. Ella tuvo que vencer montones de prejuicios, me encantaría saber cómo lo hizo. Además, lo logró sin dejar de ser una mujer muy femenina, muy bonita; sin dejar de estar felizmente casada. El esposo de Delia debió ser un tipo fuera de serie para su momento».

Montañés, autora de telenovelas como El perdón de los pecados (1996-1997), Voltea pa que te enamores (2007), Válgame Dios (2012) y Para verte mejor (2016), confiesa su admiración por Delia Fiallo, pues sabe todo el tiempo que se requiere para escribir una telenovela. Fiallo era imparable, se levantaba de madrugada para escribir un capítulo y no se detenía hasta concluirlo. Inclusive, durante su embarazo, parto y posparto no paró de escribir. «Eso es digno de aplausos», destaca Montañés.

De ver telenovelas en casa de sus amigas cuando era pequeña, Mónica Montañés pasó a crearlas años más tarde. Y de Fiallo agradece la certeza del amor, los equívocos, el personaje de cerebrito y las villanas.  Por una parte, a Montañés le encantaba ver a la gente gritándole a la televisión cuando algún personaje engañaba a otro; pero también disfrutaba mucho ser testigo, tras cientos de horas, del final feliz característico de la novela rosa.

«Ella fue la maestra del impedimento y del villano. Yo me resistí mucho a tener malos en las novelas, había rivalidades, pero no malos. Y me exigieron que tuviera una mala a partir de ¿Vieja yo?. Fue tan terrible para mí que tuve que ir al psiquiatra a preguntarle. Él me dijo que la maldad existía y que ese tipo de historia sirve para drenar la parte mala sin ejecutarla. Y a la vez, como humanos, necesitamos que esa maldad sea castigada al final. La telenovela es uno de los pocos territorios donde el bien siempre vence. En las telenovelas de Delia el villano siempre terminaba preso, loco o muerto», dice Montañés.

Leonardo Padrón, escritor, poeta y guionista, también aprendió de «la madre de la telenovela» que la materia prima del melodrama es el lenguaje de las emociones, pues es inherente al ser humano. Además, el autor de las telenovelas Contra viento y marea (1997), El país de las mujeres (1998-1999), Cosita rica (2003-2004), Amar a muerte (2018-2019), entre otras, reconoce el genio de Delia Fiallo para diagramar, es decir, tejer el desarrollo dramático de cada capítulo. Destaca, también, lo fiel que era a todos sus personajes.

En 1989, Radio Caracas Televisión le encargó a Padrón la novela estelar. Recién debutaba en la escritura para televisión cuando decidió adaptar Rosario, una obra de Fiallo. Por ello, él, César Miguel Rondón y Juan Lamata viajaron a Miami para encontrarse con la autora. De aquel encuentro no solo resultó Gardenia (1990), híbrido entre la novela de Fiallo y Buen corazón, un unitario de Rondón, sino que Padrón se llevó una nueva mirada sobre aquel personaje estigmatizado.

«En la medida en que tú empiezas a invertir vida, tiempo y rigor en este oficio, empiezas a respetar y revaluar tu opinión acerca de otras personas como Delia Fiallo. Uno termina, efectivamente, reconociendo su maestría del género. Más allá de que tengas otro estilo, es indudable, imposible no reconocer su maestría», añade Padrón, quien además asegura que Fiallo no tenía escrúpulos a la hora de compartir secretos y trucos de su oficio.

Años más tarde, sucedió un reencuentro entre ambos. «Cuando comencé el programa de Los imposibles, dije que si había un imposible mío, era Delia Fiallo. Entonces, organizamos un viaje para entrevistarla. Tan clara tenía la importancia del personaje que en la primera temporada donde está gente como Simón Díaz, el maestro Cruz-Diez, Zapata, Oscar D’León, también tenía que estar Delia Fiallo. Viajé a Miami y fue una maravilla porque Los imposibles son entrevistas muy a fondo y bueno, fue un momento precioso de reencuentro y de intercambio entre ambos», dice el escritor.

Delia Fiallo, en palabras de Leonardo Padrón, es la piedra angular del desarrollo de la telenovela en Venezuela y contribuyó a su expansión por Latinoamérica: «La reina sin discusión. Ella marcó esa educación sentimental que de alguna manera ha ejercido la telenovela sobre los latinoamericanos. Ella es en buena parte responsable de eso, para bien o para mal». Y como persona, Padrón describe a Delia Fiallo como una mujer muy cálida, sencilla, generosa, simpática, determinada y clara en sus convicciones.

Son más de 40 las telenovelas que conforman el trabajo de Fiallo para la televisión. Y aunque hoy día la historia de la joven que es pobre y hereda una fortuna, o aquella donde la joven es rescatada por el protagonista y la libera de algún conflicto no pareciera calar como hace 30 años, el legado de Delia Fiallo no tiene capítulo final. Su prolífera carrera, el éxito de sus historias y la influencia en las series actuales demuestran que su legado es imperecedero. Así, en cada historia con villanos bien planteados, subtramas desarrolladas, triángulos amorosos, impedimentos y un final feliz estará siempre el sello de Delia Fiallo.


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