Star Wars El imperio contraataca
Foto Archivo

Cuatro décadas atrás, George Lucas volvía a convertirse en el rey de la taquilla con el estreno de El imperio contraataca, segunda (o cronológicamente quinta) entrega de Star Wars. Considerado uno de los mejores capítulos de la saga, este filme confirmó la gigantesca popularidad de la franquicia y ratificó a Lucas como uno de los todopoderosos de Hollywood. Pero producir este largometraje le valió una amarga lección, ya que cuando intentó esquivar el leonino sistema hollywoondese se descubrió esclavo de su propia creación. Detrás del éxito de El imperio contraataca se esconde la historia de un director que quiso domar una bestia demasiado grande.

Dos caminos para la misma historia

A pesar de producirla, Fox no tenía mucha fe en Star Wars y por este motivo cuando se estrenó en 1977, su arrollador éxito tomó de sorpresa a toda la industria. La idea de expandir la saga era una fantasía largamente acariciada por Lucas, que incluso llegó a proyectar una secuela de bajo presupuesto en caso que la película inicial fuera un fracaso comercial. El guion de esa continuación lo realizó Alan Dean Foster, el escritor que había realizado la adaptación literaria del primer largometraje de Star Wars. En ese relato jamás filmado, Leia (Carrie Fisher) y Luke (Mark Hamill) se estrellaban en un planeta en el que volvían a enfrentarse con Darth Vaher (David Prose/ James Earl Jones). Esa historia, que luego se convirtió en una novela no canónica de Star Wars titulada El ojo de la mente, quedó descartada con el éxito de la primera película y la posibilidad de invertir varios millones en una segunda parte de alto calibre. Ante el nuevo desafío, el director tenía varios miedos y solo una certeza: no quería volver a depender de ningún estudio cinematográfico que tuviera la última palabra.

«Estaba muy nervioso cuando comencé a preparar la continuación», admitió Lucas, que incluso llegó a contemplar una dramática decisión: «Al principio hasta pensé en venderle todo a Fox y limitarme a tomar mi porcentaje de ganancias, irme a mi casa y olvidarme de Star Wars para siempre, pero la verdad es que ese mundo me tenía cautivado y entendía cómo respiraban y vivían esos personajes». Para Lucas el dilema era enorme, el estrés que le significó dirigir la primera parte lo había desgastado, las luchas contra los ejecutivos, el rogar por más dinero cuando la inversión no alcanzaba y las jornadas de filmación eternas lo dejaron sin ganas de encarar otro rodaje igual o más ambicioso. Por otra parte, también tenía la intención de consolidar a Lucasfilm como productora independiente y sabía que esa sería otra tarea que le iba a demandar una gran cantidad de tiempo.

Decidido a tomar distancia del proyecto – aunque reservándose el derecho a veto en caso que alguna decisión artística no le gustara-, Lucas reclutó como productor a Gary Kurtz, con el que ya había trabajado en la primera Star Wars. Con la idea de gozar de autonomía y desentenderse de Fox, Lucas trazó un presupuesto de 18 millones de dólares: «Para lograr el objetivo de tener el control total de la película, sabía que la plata tenía que salir de mi bolsillo y con eso en mente, hice lo que mi padre me advirtió que jamás hiciera: pedir dinero prestado. Pero no tenía otro remedio teniendo en cuenta que solo contaba con la mitad del presupuesto, por lo que tenía que tomar un préstamo y eso me generaba mucha presión».

Esa misma presión era la que sentía el elenco, que sabía a la perfección que la nueva Star Wars ya no era una quimera en la que nadie confiaba, sino la continuación de la que prometía ser una de las franquicias más rentables de la industria. Mark Hamill recuerda cómo vivió ese cambio: «Durante la filmación de la primera a nadie le importaba qué estábamos haciendo. Me acuerdo que le prestaba el guion a mis amigos y les decía que tenían que leer eso, que era la cosa más loca en la que me hubiera tocado participar. No había medidas de seguridad ni cobertura por parte de los medios . Nadie se preocupaba por una película de fantasía, pero eso pronto cambió y cuando empezamos con El imperio contraataca, de golpe nos dimos cuenta que debíamos ser muy cuidadosos».

La reina de la Space Opera

Para escribir el nuevo guion, Lucas llamó a Leigh Brackett. Ella era una escritora que amaba a un mundo tan denostado como el de la fantasía científica, un tipo de literatura pulp menospreciada por la presunta crítica prestigiosa [que en su momento también ninguneó a monstruos como H.P. Lovecraft o Robert Howard]. El escritor Michael Moorcock, prócer de la fantasía heroica y creador de la saga de Élric de Melniboné, era amigo de Brackett y en una entrevista la describió así: «Como muchos de sus héroes, Leigh prefería una vida marginal. Ella siempre decía que su primer amor era la fantasía científica y ese amor hizo que ella, como otros grandes autores de su generación, abrazara una vida más modesta si eso le permitía dedicarse a escribir fantasía científica».

-¿Alguna vez escribiste una película?

-Así es, Río Bravo, El dorado, El sueño eterno, El largo adiós…

-¿Eres «esa» Leigh Brackett?

-Claro, ¿no fue por eso que me llamaste?

-¡No! ¡Te llamé porque me dijeron que eras una escritora de ciencia ficción pulp!

Ese fue el primer diálogo entre Lucas y Brackett. Ella era una rareza en la industria y su trabajo en la gran industria comenzó cuando luego de leer algunas de sus ficciones fue convocada por uno de los directores más importantes del Hollywood clásico. «Mi agente me llamó y me dijo que Howard Hawks quería verme. Fui a Warner Bros para una entrevista y comencé a trabajar en El sueño eterno», recordó Brackett durante una entrevista. El detalle era que Hawks pensaba que Leigh era un hombre y se sorprendió al descubrir que era una mujer la que comprendía tan bien los códigos del noir, otro género del que era especialista.

Lucas y Brackett tuvieron una serie de charlas en las cuales él le explicó hacia dónde quería llevar la historia. Poco tiempo después, ella le entregó un borrador inicial de 55 páginas basado en lo que habían conversado. Sin embargo, según recuerda Lucas, la muerte de Brackett lo cambió todo: «Literalmente murió el día en el que me dio el primer borrador del guion, pero la verdad es que cuando lo leí vi que eso no era lo que yo tenía en mente y ahí me sentí atorado». En ese momento apareció en escena otro guionista. «Por esa época estaba trabajando con Larry Kasdan en Los cazadores del arca perdida , claro que eso todavía no estaba terminado. ‘¿Y cómo sabés que soy un buen escritor?’, me preguntó Kasdan y le dije que cuando terminara el guion, si era malo directamente lo íbamos a tirar».

Alrededor de los guiones descartados de Star Wars circulan muchos mitos y los fans suelen entretenerse con las historias que jamás se concretaron en la pantalla grande . Ese hábito por descubrir proyectos desechados, ganó fuerza con El imperio contraataca. El tiempo instaló una idea errónea y es que Lucas y Kasdan prescindieron de todas las ideas propuestas por Brackett . Si bien las diferencias entre el borrador inicial y el guion terminado son muchas, hubo una serie de elementos que permanecieron en el esqueleto de la historia. Los conceptos de Brackett que sí quedaron descartados fueron:

Han llevaba adelante una misión para encontrar a su padrastro, un hombre de mucho poder que podía ser de gran ayuda a la causa rebelde. Ese personaje, sin embargo, iba a tener más protagonismo en la tercera parte de la saga.

Anakin Skywalker aparecía en forma de espíritu.

Darth Vader no era el padre de Luke.

Anakin le revelaba a su hijo la existencia de su hermana melliza, Nellith Skywalker. Ella también había realizado un entrenamiento Jedi y se uniría al héroe en la lucha.

Lando Calrissian era Lando Kadar y tenía un amigo llamado Bahiri, que muere asesinado por Vader, motivo que lleva a Kadar a unirse a los Rebeldes.

Irvin Kershner, amo y señor

Para elegir un reemplazo en la dirección del largometraje, luego de descartar a Paul Verhoeven [responsable de Robocop y El vengador del futuro, un autor brillante aunque pesimista en su manera de comprender la ciencia ficción], Lucas recordó a uno de sus profesores favoritos en la universidad de cine: Irvin Kershner. «De todos los chicos talentosos que hay dando vueltas, ¿por qué yo?», le dijo el hombre de 57 años. A esa pregunta, él respondió: «Bueno, porque sabés todo lo que tiene que saber un director de Hollywood, pero vos no sos Hollywood». Kershner a priori no se sentía tentado, él consideraba que la primera Star Wars había dejado el listón muy alto y, además, los proyectos con miles de efectos especiales tampoco lo seducían. Sin embargo, y ante la insistencia de su agente, finalmente aceptó.

El nuevo director a cargo sabía en dónde quería hace foco: en los personajes por sobre los efectos especiales. «El largometraje tiene que ser más pausado, más armónico, los temas deben ser más introspectivos», con este objetivo comenzó a seguir de cerca el guion de Kasdan y no dejaba de insistirle con trabajar a fondo las motivaciones de los protagonistas. Gracias a eso, El imperio contraataca complejizó el universo emocional de sus héroes y villanos, enfrentándolos contra sus temores más profundos, una idea que de hecho, es eje en el entrenamiento que Yoda le exige Luke.

Aunque Lucas reconocía que no quería participar de la dirección, no podía dejar de opinar sobre el trabajo de Kershner , eso provocó una discreta serie de enfrentamientos entre ambos. Pero la situación ganó tensión cuando el presupuesto se agotó con el largometraje a medio camino. Lucas culpó de esto a Kurtz, considerando que el productor no tenía coraje para ponerle límites a Kershner. Herido en su orgullo, George no tuvo más remedio que hacer a un lado sus principios y volver a Fox para pedirles dinero. De los 18 millones iniciales, se precisaron quince más para terminar la película.

Tres ingredientes: paternidad, Yoda y el mítico «lo sé»

El imperio contraataca dejó un verdadero cúmulo de grandes personajes, escenas memorables y composiciones simbólicas [en esta película se estrenó «La marcha imperial»], pero hubo tres elementos clave que el público asocia con este episodio de la franquicia. El primero de ellos es el debut de Yoda (Frank Oz), el pequeño monstruo que se revela como un sabio Maestro Jedi.

Para Lucas, Kasdan y Kershner, Yoda era mucho más que un personaje. Él era una idea, un concepto que representaba el espíritu del relato y así lo explicó George: «El objetivo de Luke era aprender a respetar a todo el mundo y prestarle atención incluso a las personas que parecían más insignificantes. Ahí está la llave de su éxito. Yo quería que Yoda fuera exactamente lo opuesto a lo que estuviera esperando el público».

En tiempos previos a Internet se podría pensar que el miedo a los spoilers eran mínimos, pero eso no era así. Lucas estaba muy preocupado ante la posibilidad de ver cómo el gran secreto del film pudiera filtrarse [el «soy tu padre» pronunciado por Vader] . Por este motivo, en el guion figuraba la frase «Obi Wan mató a tu padre». Poco antes de filmar ese momento, Kershner apartó a Hamill, le informó del cambio y le susurró: «Esto es algo que yo sé y que George también sabe y que ahora vos lo sabés también. Eso significa que solo lo sabemos nosotros tres. Así que si esto se filtra, sabremos que fue culpa tuya».

La otra escena icónica es aquella en la que pocos minutos antes de ser congelado en carbonita, Leia le dice a Han Solo: «Te amo», y él responde estoicamente: «Lo sé». Ese ida y vuelta fue causa de mucho debate en el rodaje porque originalmente en el guion, el personaje de Ford decía: «Yo también te amo». En una entrevista, Harrison expresó que «quería que ese momento tuviera una complejidad mayor» y luego de discutir muchas ideas, se le ocurrió simplemente el «lo sé». Kershner coincidió en que esa era la respuesta perfecta para alguien como Solo, pero Lucas rechazó ese cambio, lo que impulsó una discusión con el director. «¿Filmaron la versión original del guion?», preguntó George cuando vio la escena modificada y el director respondió que sí. Después de un tira y afloje en el que ninguno cedía, ambos concluyeron en probar qué tan bien funcionaba la versión «lo sé» con el público. Lucas consideraba que su opción era mejor y que con la propuesta por Ford, los espectadores iban a terminar riéndose. Luego de las proyecciones de prueba, los fans dijeron que ese era uno de los momentos más conmovedores del relato. Kershner y Ford habían ganado la pulseada.

Un final trágico para un largometraje arrasador

El gran encanto de El imperio contraataca es su sabor amargo. Lejos del final feliz de la primera Star Wars, de su tono aventurero y despreocupado, esta secuela es un sufrido paso a la adultez, comprendiendo que las cosas no siempre salen bien, ni siquiera para el carismático Han Solo o para el intrépido Luke. «No fue la película más placentera de hacer, pero sin lugar a dudar fue un film gratificante», recordó Lucas en una nota y agregó: «Al final todo salió bien. Yo aprendí muchas cosas. Pensaba que podía dejar que alguien más dirigiera la película mientras yo me ocupaba de mi compañía, pero pronto me di cuenta que eso no iba a ser posible. Por lo que hice mi empresa a un lado y me quedé junto a Kershner dándole una mano».

Cuando el largometraje se estrenó en 1980 fue un éxito absoluto y se convirtió en el título más taquillero del año. Al día de hoy lleva recaudados 400 millones de dólares y como ya se mencionó, un amplio sector del público fan y de la crítica lo consideran el mejor capítulo de la saga. Sin embargo, para Lucas, la experiencia fue agridulce.

Cuando su productor hizo agua con el presupuesto pautado, Lucas tuvo que pedirle dinero a Fox, lo que estropeó su plan de realizar un film independiente. Eso lo llevó a distanciarse de Gary Kurtz, con quien no volvió a trabajar.

Con respecto a abandonar la dirección, Lucas comprendió que esa decisión tuvo un costo y para Episodio VI reclutó a Richard Marquand, un realizador al que le resultó más fácil de controlar. Casi dos décadas más tarde, y con el estreno de las tres precuelas, el director apostó a dirigir la trilogía él mismo. Pero lo más duro para él, fue descubrir la importancia que tuvo Kershner en su proyecto porque su salida dejó en evidencia lo mucho que le aportó a la saga. En El regreso del Jedi, tercera entrega de la franquicia, una vez más primó el tono de aventura descontracturada, los personajes perdieron peso dramático y la historia culminó con unos osos de peluche cantando, una postal muy alejada del amargo tono de El imperio contraataca. Un tono que le permitió a Star Wars convertirse en leyenda y que derivó en la paradoja de revelar que quizá, solo cuando George Lucas se encontraba lejos, esta saga podía mostrar su mayor grado de madurez.


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