Si en 1920 fue posible organizar el primer Festival de Salzburgo, en medio de la destrucción dejada por la I Guerra Mundial, desde hoy va a celebrar su centenario en una edición que quiere desafiar, con precaución, a la pandemia de coronavirus, para demostrar que la cultura puede existir en tiempos de crisis.

Ese doble reto, cumplir un siglo bajo el coronavirus, ha sido asumido por el festival con la decisión de no cancelar, como sí han hecho certámenes como Bayreuth, Praga o Edimburgo.

«Nos habríamos avergonzado ante nuestros padres fundadores si nos hubiéramos rendido tan pronto«, declaró la presidenta del festival», Helga Rabl-Stadler, a la emisora pública austríaca ORF.

Con ella coincide Lukas Crepaz, director comercial del evento y responsable del programa de prevención, quien recuerda que pese a las actuales dificultades, los inicios fueron aún más complicados.

«Hay que pensar que la decisión de fundar el festival vino en plena I Guerra Mundial. Y hay que imaginarse Salzburgo en 1920. Había hambruna, la gente no sabía lo que iba a comer al día siguiente», dice Crepaz sobre un tiempo «mucho más drástico».

Ejemplo y esperanza

«También queremos dar ejemplo y hacer posible el arte en tiempos de crisis. Dar un ejemplo de esperanza», resume Crepaz el objetivo.

Tras el estallido en marzo de la pandemia, el centenario del festival quedó en suspenso hasta que a finales de mayo el gobierno anunció que iría permitiendo espectáculos con público con un aforo que iría aumentando hasta 1.000 personas en agosto.

La dirección del certamen decidió entonces «aceptar el desafío», como dice el director comercial, recortar la duración y aplicar un estricto plan de seguridad para público, artistas y trabajadores.

«Queremos un festival que tenga sentido en lo cultural y sea económicamente justificable. Pero la seguridad y la salud están por encima de todo«, advierte Crepaz sobre este «juego de equilibrios».

Ninguna pausa y muchos tests

Las medidas van desde la suspensión de las pausas y el bufé en las funciones, para mantener al público controlado; a la renovación permanente del aire en las salas; o la personalización de las entradas, para poder localizar a los espectadores si hay contagios.

Entre el personal y los artistas se han impuesto el uso de mascarillas y la distancia de seguridad, periódicos test de contagio y un registro diario de con quién se ha estado en contacto.

Siempre hay riesgo

La dirección es consciente de que si todo sale bien hasta la clausura el 30 de agosto, Salzburgo será un ejemplo de cómo pueden funcionar festivales y teatros bajo la actual situación de pandemia.

Pero pese a las estrictas medidas y el cumplimiento de las normas, Crepaz reconoce que siempre hay riesgos y que puede haber contagios aislados.

«Lo importante es evitar rápidamente la aparición de un foco, a través de un inmediato seguimiento de contactos», indica.

Menos conciertos, misma calidad

Los más de 200 espectáculos de teatro, ópera y conciertos previstos inicialmente se han quedado en 110.

De las 240.000 entradas que se habían puesto a la venta antes de estallar la crisis, finalmente solo se han distribuido 76.000, de las que se han vendido ya más de 92%.

Las cinco óperas que se iban a poner en escena se han quedado en dos nuevas versiones de la Elektra de Richard Strauss, con la que comienza hoy el festival, y el Così fan tutte de Mozart, que sube a escena mañana.

La alemana Joana Mallwitz conducirá a los filarmónicos vieneses en este montaje de Mozart, y será la primera mujer que dirige la orquesta en un estreno de ópera en la historia del festival.

También en esta primera jornada se representa el imprescindible Jedermann, la reflexión alegórica sobre la vida, la muerte y la vanidad humana creada por Hugo von Hofmannsthal.

La representación de esa obra el 22 de agosto de 1920 con dirección de Max Reinhardt fue el momento fundacional del festival.

Ellos dos, junto con Richard Strauss, idearon ya en 1917 un certamen que reuniera a los enemigos de la guerra mediante el arte.

Entre los artistas que actuarán se cuentan cantantes como el tenor peruano Juan Diego Flórez, la soprano rusa Anna Netrebko y la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli, así como los directores Riccardo Muti, Daniel Barenboim y Gustavo Dudamel.

En el apartado de teatro, destaca el estreno mundial de Zdenek Adamec, la última pieza del austríaco Peter Handke, Nobel de Literatura en 2019.

Impacto económico

La pandemia no solo se ha sentido en las finanzas del festival, que ha visto cómo su presupuesto caía de 68,8 a 41,6 millones de euros, sino también en el turismo de la ciudad, que vive en gran parte de este evento cultural.

Mientras la ocupación hotelera fue en julio de 40%, se espera que el imán del festival la eleve a 50% en agosto.

«También los padres fundadores dijeron que querían lo más elevado del arte, pero al mismo tiempo crear un proyecto que debía hacer florecer la entonces postrada economía de Salzburgo», dice Crepaz sobre la dimensión económica del festival.


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