La postura correcta estará abierta hasta el 16 de septiembre | Foto: Hacienda La Trinidad

Los personajes de la obra de Jorge Pizzani, figuras humanoides que parecen atrapadas en un universo sombrío, están constantemente interpelando al público. Sobre qué, eso no está claro. Pero detrás de la mirada de las figuras del artista plástico hay un misterio, una preocupación, un grito y un sufrimiento.

Otra constante en algunos de sus cuadros es el agua, en estado líquido o evaporada. Hay figuras que surgen fantasmales entre la niebla y otras hundidas en un pozo del que apenas salen para interpelar a quien la esté mirando. El autor no tiene claro de dónde proviene esta tendencia, pero sí se muestra como una persona profundamente preocupada por lo que pasa en Venezuela y el mundo.

En la Hacienda La Trinidad Parque Cultural la exposición La postura correcta es una pequeña síntesis de la vasta obra del artista nacido en el estado Portuguesa, recientemente reconocido con el Premio Gego, otorgado por el Colegio de Arquitectos de Venezuela, la Fundación Colegio de Arquitectos de Venezuela, la Fundación Gego, la Asociación Nacional de Artistas Plásticos y la Asociación Internacional de Críticos de Arte.

Jorge Pizzani fue el curador de su propia exposición

La muestra está conformada por 20 pinturas de gran formato, 12 dibujos, 6 esculturas y un video en el que se ve a Pizzani trabajando en su estilo rudimentario y cercano a la naturaleza: el artista pinta con sus manos enguantadas, sin ropa y en su taller en Turgua, que está rodeado por un bosque que, para él, es una fuente de poder.

Curada por el propio Pizzani, las piezas de La postura correcta están organizadas de manera que dialoguen unas contra otras. Por ejemplo, la pintura Horizonte de sucesos está frente a una escultura que es un homenaje al matemático italiano Leonardo de Pisa, puesto que en ambas obras hay una representación de la Sucesión de Fibonacci, secuencia numérica que fue descrita por De Pisa y que ha sido aplicada de distintas maneras en disciplinas como la computación, la biología, las matemáticas, entre muchas otras.

El artista explicó que no fue sencillo seleccionar las obras de la exposición, pues tiene al menos 300. La selección tuvo como criterio una búsqueda de coherencia en el lenguaje.

Jorge Pizzani en su taller en Turgua | Cortesía Jorge Pizzani

“Y estudiando muy bien la arquitectura de la casa, que es una casa colonial. Me di cuenta de que había una altura que había que aprovechar, y yo tengo formatos de todos los tamaños. También fue necesario hacer la exposición muy holgada, pues como tienes obras de mucho poder expresivo, lo mejor es espaciarlas para que respiren mejor», dijo Pizzani.

Según el texto curatorial, realizado por el crítico Víctor Guédez, Pizzani es un artista que carga sobre sus hombros sus pinturas. Él mismo, afirma Guédez, encarna su pintura. «Por eso vive con ellas, entre ellas, por ellas, para ellas y en ellas», explica. Concluye el crítico que el drama humano es lo que sacude al artista de Acarigua: «Sus cuadros absorben y proyectan un explosivo vértigo en el cual los delirios y excesos sacuden la conciencia individual y conmueven la realidad colectiva del ser humano».

Sonriente y a la vez atormentado, el artista consideró que, en el contexto de colapso del país, su obra clama por espacios que tomen en cuenta el drama que plantean: «La constante es ‘pero, Pizzani, bájale dos’. Yo les digo que los grandes pintores siempre están absorbiendo de esa realidad. Somos unas antenas parabólicas para captar el acontecer».

«Creo que uno tiene que hacer lo que le nace del alma: dejar de lado las imposiciones y direcciones que quieren determinar una forma de lenguaje para adecuarte a una complacencia absurda. Hay una frase dramática de Goya: obras complacientes para tontos vanidosos», agregó.

Taller de Jorge Pizzani

El título de la muestra justo tiene que ver con su posición política. Durante una visita guiada le preguntaron por qué había titulado la exposición La postura correcta. Él respondió con otra pregunta: «¿Ustedes están de acuerdo con que 7 millones de venezolanos han tenido que salir del país buscando mayor calidad de vida o porque simple y llanamente el país los expulsa porque no tiene condiciones mínimas de sobrevivencia?». Tras enumerar esta y otras desgracias, el público le contestó que no estaba de acuerdo y, entonces, concluyó que esa era precisamente la postura correcta.

Tal posición le lleva a rechazar exponer su trabajo en los museos nacionales. Para él, significaría «lavarle la ropa sucia a un gobierno inepto que no ha servido sino para destruir el país, para aislarnos de la realidad y para someternos a un contexto dramático en medio de la compulsión que vive el planeta en este momento».

Pizzani subrayó que han sido más de 20 años de políticas del Estado excluyentes y en las que se aniquila la libertad de expresión: «Acaban de meter presos a seis sindicalistas, les metieron 16 años. Son intolerantes. Un país que fue esperanza para todos y ves que se trancó. Estamos ahorita constipados».

The mist, 2023

Pero el artista no solo piensa en la situación de Venezuela. También está atento a lo que ocurre en el mundo, como la invasión de Rusia a Ucrania, conflicto que ya tiene más de un año, o la situación con los gobiernos de América Latina. «Yo no estoy de acuerdo con los cubanos, (Manuel Antonio) Noriega, Alberto Fernández, Lula, (Gustavo) Petro. Pareciera que yo me convertí en un personaje de derecha, pero lo que veo son los resultados de esa política. Estoy desconcertado con el contexto universal», expresó.

“Somos una mezcla extraordinaria”

Siendo Jorge Pizzani un hombre preocupado por lo ocurre en el mundo, y con una obra que ha profundizado en el expresionismo, no se ha considerado nunca un artista nacionalista que busca en las raíces del país o comprometido con un lenguaje local. Los venezolanos, dijo, son una mezcla extraordinaria que no necesita encasillarse en una sola corriente.

«Eso de meterse en un cuartico y decir que eres esto o aquello no me parece. El arte realmente tiene que ser universal», afirmó.

Su carácter, recordó, ha sido siempre así: «Una vez Luisa (Richter), mientras yo estaba trabajando, me dijo que soltara la mano. Agarró un pote de tinta china negra, lo lanzó y manchó la hoja. Realmente eso es lo que he venido haciendo toda mi vida. Agarrar baldes de pintura y lanzarlos. Eso ya te da una libertad de acción extraordinaria».

Atlántida, 2023, y Bianca, 2023

Así como se siente agradecido con Richter por sus enseñanzas, menciona otros profesores de los que aprendió como Manuel Espinoza, Gego, Monika Doppert Soper o Alirio Palacios, quienes le hicieron mucho énfasis en el dibujo como estructura fundamental. «Cuando tienes un don esos profesores te ayudan a llevar el dibujo al mejor ámbito, de mayor exigencia, indudablemente convierte el dibujo en una herramienta extraordinaria de conocimiento de la realidad».

El artista, aunque reconoce las circunstancias, no quiere irse del país. Contó que en Miami le ofrecieron un espacio enorme para trabajar, pero dice sentirse ajeno a un país que no sea Venezuela. «La situación se ha puesto tan dura que uno piensa en irse, que no puede aguantar esto, pero realmente yo crecí en el campo. La gente jura que soy urbano, pero crecí en el campo, me bañé en los ríos. La gente dice que soy exótico porque me fui a vivir a Turgua, pero no es exótico, es que esa es mi realidad».


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