El Banco del Libro
Foto Jesús Navas

Desde la avenida Luis Roche es difícil divisar si el Banco del Libro está abierto. La entrada principal, aquella vidriera desde la cual se podían observar las coloridas exhibiciones de libros y a lectores curiosos, ha cambiado. Como todo, la institución fundada en 1960 no escapó de la crisis política, social y económica que afecta al país a la que, luego, se sumó la pandemia. Pero, aun así, la organización dedicada a fomentar la lectura no ha dejado de trabajar para continuar con su labor: promover la literatura infantil.

El sábado 29 de julio el Banco del Libro celebró la edición 43 del premio a los Mejores Libros para Niños y Jóvenes. Una entrega que superó expectativas en cuanto a cantidad y calidad. En total, recibieron 600 obras, de las cuales 300 fueron postuladas y 69 fueron seleccionadas por el comité evaluador –conformado por Abigail Truchess, Adriana Rodríguez, Jenny Fraile, María Beatriz Medina, María Virginia Hércules, Mariana Díaz, Mariana Obregón, Marisabel Lecuna, Mildred Pineda y Olga González Yunis– como las mejores en las categorías Infantil, Juvenil, Poesía e Informativa.

Al igual que en otras ediciones, la muestra de libros postulados fue variada. «Algunas tienen que ver con la capacidad de transformación del medio, la participación en los asuntos del día a día o cómo vemos al otro», dice Olga González Yunis, gerente de proyectos del Banco del Libro, quien agrega que más allá de las temáticas se enfocan en las categorías, por eso en los últimos tres años incluyeron dos nuevas: Poesía e Informativa. «Se le abrió un espacio muy especial a la poesía porque está teniendo un auge muy interesante. También tenemos la categoría de los libros informativos, que es nueva, porque no se trata sólo de un libro de texto seco, con preguntas y respuestas, sino que es un libro que aborda transdisciplinariamente y muy apoyado en las nuevas tecnologías, en la fotografía, en las nuevas formas de decir las cosas, de llevar la información, tanto desde el punto de vista antropológico, de la educación ambiental, de la matemática, de las vocaciones».

El Banco del Libro
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En la categoría Infantil destacan títulos como A paso de tortuga, de Boniface Ofogo Nkama; La Caperucita Criolla, de Aquiles Nazoa; Yo no fui, de Ana Palmero; El Bosque, de Sebastián Ilabaca, entre otros, mientras que en el apartado Juvenil figuran Clara como un fantasma, de Alejandro von Düben; Las siete vidas de un gato, de Mariana Osorio Gumá; Las palabras lo pueden todo, de Silvia Vecchini, entre otros.

Por su parte, en la categoría Poesía están Comadrita la rana, de Pilar Posada; La higuera, de Juana de Ibarbourou; Una masía, de Álex Nogués, entre otros. En el apartado Informativo destacan los libros Doña Amalia Cardón, de María Fernanda Bosque; Mitos en el cielo, de Natalia Palomar; Fluidoteca, de Berta Páramo; Una gran familia, de Santiago Ginnobili, entre muchos más.

El proceso de selección fue riguroso y se realizó en varias etapas. La primera está a cargo del comité de evaluación, que se encarga de revisar los títulos para seleccionar los recomendados y postulados. “Es un trabajo continuo de personas voluntarias, casi todas especialistas en el área. Somos unas ocho personas que regularmente venimos al comité de evaluación, que se realiza todos los martes rigurosamente, y comentamos nuestra evaluación de los libros. De allí salen los libros recomendados, que para nosotros son muy importantes porque a veces se nos olvida que no solamente los ganadores merecen ser apreciados por nosotros. De hecho, durante mucho tiempo teníamos un boletín con recomendaciones que utilizaban los libreros y las bibliotecas públicas como referencia para dotar sus bibliotecas de aula, para hacer sus actividades de lectura y que los promotores y las librerías usaban para tener una referencia de cuáles libros traer”, afirma González.

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Luego, los libros postulados reciben una mirada externa de un jurado especializado, conformado por un grupo del comité de evaluación del Banco del Libro e invitados especiales. “A veces las evaluaciones son de manera conjunta o individual, dependiendo del momento que nos encontremos en la dinámica. Los invitados son especialistas de afuera que se reúnen con nuestros especialistas para dar este veredicto final. A veces tenemos también la contribución de jurados del exterior, gente que ha sido parte del Banco del Libro pero que, por cosas del destino, se encuentran fuera”, dice González, quien añade que en el proceso de evaluación procuran darle un espacio especial a los libros venezolanos o latinoamericanos. “Son nuestros, hablan de nuestra realidad y, además, obedecen a una dinámica muy difícil porque no tenemos tanta tradición de publicación y hay editoriales emergentes haciendo un trabajo fabuloso. También nos llegan muestras de libros de las publicaciones más recientes de editoriales de habla hispana y esas son las que son evaluadas por este comité que trabaja de manera voluntaria”.

Pese a las dificultades del sector editorial en el país y el auge de lo digital, las muestras que recibió el comité de evaluación del Banco del Libro superó sus expectativas. “Con todos los problemas que ha enfrentado el libro, por el tema del papel, iba a ir disminuyendo, pero hemos encontrado que no. Una vez que se encontró en el país la manera de traer los libros, las muestras nos están llegando (…) En los países con una tradición mucho más joven de edición de literatura infantil y juvenil se están haciendo cosas espectaculares”, asegura González. Lamenta que en Venezuela son pocas las editoriales que siguen publicando.

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La gerente de proyectos del Banco del Libro destaca un fenómeno particular: las publicaciones independientes. “Son personas que tienen algo que decir y escriben sus cuentos desde su perspectiva como, por ejemplo, Doña Amalia Cardón, uno de los libros ganadores de este año. Está respaldado por una editorial venezolana. Hay pocas que tienen el poder y el músculo económico para hacerlo, pero se está haciendo. Por eso tenemos una mirada especial con la producción nacional, porque sabemos que son muy pocas y lo bonito fue ver que, a pesar de ello, las que tuvimos llegaron al escalafón de postulado sin necesidad de hacer ningún privilegio sino por mérito propio».

En las 43 ediciones del premio, el objetivo del Banco del Libro –dice González– siempre ha sido visibilizar el trabajo de los autores y los ilustradores de habla hispana. Y lo ha logrado. «Valorar esas obras y ponerlas en el estatus de literatura de la buena es nuestro propósito. También poner a valer la labor, dedicación y estudio que ha desarrollado el Banco del Libro a través de toda su historia. Además, es reconocer el trabajo de quienes investigamos y estudiamos el valor de la literatura infantil».

El rol de la literatura infantil

Por años, explica Olga González, la literatura infantil ha sido considerada como la “hermanita menor” de la literatura; sin embargo, considera que, aunque fue dejada de lado por mucho tiempo, es imprescindible porque es el primer acercamiento de los niños a la palabra.

“(La literatura infantil) permite que el niño vaya construyendo su interpretación del mundo. Desde los clásicos y sus diferentes versiones hasta la literatura actual encuentran cabida porque ofrece a los niños un abanico de opciones. Nosotros decimos, además, que los libros infantiles y juveniles son leíbles, recomendables y disfrutables a partir de 0 años porque si le cantas un arrullo a tu bebé recién nacido ya lo estás llevando de la mano y del oído al mundo de la palabra porque él, posteriormente, va a poder manipular el libro como objeto cultural que es y hacerse de él”, dice.

Foto Jesús Navas
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González destaca que la literatura infantil no solo se limita a la palabra, puesto que las imágenes e ilustraciones también ofrecen un sinfín de oportunidades en el desarrollo de los niños. “El libro álbum ha tenido mucha más fuerza. Es aquel que no solamente ilustra lo mismo que está diciendo, sino que la imagen comienza también una narrativa que acompaña muchas veces, pero que la mayoría de las veces está diciendo cosas distintas. Entonces, esa posibilidad es súper enriquecedora porque no es simplemente un resumen de lo leído, sino lo que puede leer el niño además de lo que está en el texto. Estás doblando la capacidad interpretativa, de argumentación, de inferencias que tenemos todos como lectores y los niños son lectores por naturaleza; desde el momento que empiezan a  descubrir el mundo están leyendo y si afianzamos esa lectura con la literatura infantil imagínate lo que podemos lograr”.

Aunque los niños también son capaces de escribir literatura infantil, González indica que este campo cuenta con grandes autores e ilustradores. “(Ellos) sin despreciar el valor de la palabra crean una obra que es un producto cultural especialmente diseñado para niños y adultos, porque es a partir de que podemos leer que podemos disfrutar de la literatura infantil”.

Retos y actividades

Antes de la pandemia el Banco del Libro ya estaba atravesando un periodo difícil, producto de la crisis económica, política y social que vivía el país. “Vivimos en una zona de mucha confrontación (Altamira) y eso hacía difícil la llegada muchas veces de nuestros usuarios principales, los niños y las familias”, cuenta González, quien añade que a esta situación se le sumaron las dificultades de la cuarentena por covid-19, que los alejó físicamente de sus visitantes; sin embargo, a través de la tecnología, hallaron la manera de mantenerse presentes.

En la etapa de distanciamiento, la institución usó canales digitales como WhatsApp para seguir con sus actividades. “Hicimos un vacacional de una semana por WhatsApp , en el que la literatura y la ciencia estuvieron presentes. Los niños hicieron experimentos, leían y comentaban. Era increíble ver cómo los niños leían las conversaciones, todo el chat, lo que posteábamos para poder dar sus argumentaciones y aprovechar las fotografías e imágenes que correspondían perfectamente con lo que estábamos haciendo. Fue un aprendizaje y un reforzamiento de que, independientemente de cual sea el soporte, los libros van a seguir porque son importantes”, afirma González.

El Banco del Libro
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Luego de la pandemia, el Banco del Libro ha ido retomando, poco a poco, sus actividades para que sus visitantes regresen. No ha sido un trabajo sencillo. Ha sido continuo porque muchas personas se han ido y otras han llegado. “Antes de pandemia teníamos una experiencia que se llama Cuentos de tú a tú, en la que los niños venían a nuestro Club de cuentos con sus padres, muchos afectados por la situación, y esos jueves en las tardes veníamos, incluso antes de pandemia, a reunirnos con jóvenes voluntarios de nuestro servicio comunitario y de labor social a leer lo que querían, a disposición, a placer, a inventar cosas que hacer. Eso lo perdimos un poco durante la pandemia, pero ahora ya lo estamos recuperando. Cuando la gente sabe que nosotros estamos aquí, no solamente para la hora del cuento, sino que con nuestros voluntarios pueden venir a hacer cosas en otros momentos para apoyarnos. La librería también está agarrando más vida porque el mundo editorial también despertó y nos están llegando nuevas publicaciones porque en el mercado venezolano la gente se está atreviendo a publicar sus propias obras y nos está enriqueciendo”, explica Olga González.

Durante el período de dificultades que vivió la institución, González indica que no recibieron mucho apoyo financiero de la empresa privada, a excepción de Telefónica, que los dotó de equipos para su sala digital. “Ellos nos dieron parte de los recursos tecnológicos, parte de la conexión y, por supuesto, parte de la sala. Muchas veces nos invitaron a que diéramos charlas durante la pandemia y nos abrieron espacios. Pero, financieramente, fue muy poco el apoyo porque eso lo hacemos a través de proyectos y nuestros proyectos habían disminuido por todo el tema país y la pandemia”, cuenta.

El Banco del Libro
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Actualmente, el Banco del Libro continúa con sus actividades regulares como La hora del cuento, todos los sábados a las 11:00 am, el intercambio de libros en el Club de lectura y la venta de libros en la librería. Además, en esta temporada realizaron un plan vacacional de una semana. «Comenzamos con una actividad que se llamaba Para mover el mundo, que tenía elementos de habilidades blandas que los muchachos pueden empezar a visualizar como parte de su hacer cotidiano para ver esos cambios que tenemos en nuestra relación con el otro, pero también con el ambiente. Lamentablemente, no tenemos una convocatoria muy amplia, pero yo pienso que la cantidad no sacrificó la calidad y hemos logrado cosas muy hermosas», dice González. En septiembre ofrecerán talleres de creatividad y ciencia.

Para el futuro, el gran reto que afronta el Banco del Libro es continuar con su labor de formación, promoción y difusión de la lectura. Labor que han desempeñado por más de seis décadas y que –asegura Olga González– no habría sido posible sin el apoyo del grupo de voluntarias de la institución. «Siempre hemos sido unas mujeres empoderadas en el Banco del Libro, estas voluntarias que hicieron posible el canje de textos escolares, que todavía persiste. Queremos que el libro sea un bien común, un libro que esté en tu casa parado no sirve para nada, darle nueva vida a tus libros es uno de nuestros lemas y ese servicio sigue funcionando, como siguen funcionando las bibliotecas de aulas, las bibliotecas escolares, todo eso que fue producto de la experimentación. Para mí el Banco del Libro hoy es una escuela, nosotros formamos mediadores porque son la única vía para que el libro llegue al niño y al joven. Por años, hemos hecho actividades para formar bibliotecarios, padres, maestros y se ha extendido tanto que muchas instituciones han sabido innovar a partir de lo que el Banco del Libro ha hecho. Creo que el Banco del Libro tiene un papel a nivel internacional muy importante, nuestro investigadores y voceros son muy reconocidos en el exterior. Creo que lo que nos queda es que ese papel como escuela que hemos sido y que seguimos siendo se siga reconociendo y fortaleciendo», finaliza.

Lectura
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