Eduardo Santamarina

Hace 21 años aproximadamente que Eduardo Santamarina no consume alcohol, ni siquiera el rompope de la abuela o las cervezas que se venden sin alcohol, y todo porque dice, la bebida lo hizo tocar fondo, hasta perder el gusto por su trabajo, y fue un proceso que comenzó desde que él tenía 15 años aproximadamente.

En entrevista con Yordi Rosado, contó: “Cuando empecé a trabajar como actor en Televisa, el alcoholismo comenzó a afectar mis llamados porque ya llegaba crudo, te vuelves tan cínico que llegas -y la juventud ayuda mucho-, en vivo. Era terrible porque además tú te lavas los dientes, te bañas, chingo de perfumes, chicles, pero hueles a alcohol, y hueles de aquí allá”.

El actor de telenovelas como Yo amo a Juan querendón, Rubí, y La fea más bella compartió que el alcoholismo ya había causado estragos en su familia, pues su padre era alcohólico y murió de cirrosis. Sin embargo, él también cayó en ese camino, pero se rehusaba a aceptar que era alcohólico y que necesitaba ayuda.

“Eugenio Cobo (Director del CEA de Televisa), por ejemplo, obviamente lo detectó y me dijo vete a Oceánica, incluso te lo paga la empresa, vete, y no le hice caso porque era cuestión de tiempo, todavía allí no había aceptación, yo le decía ‘yo lo controlo Eugenio’”.

Uno de los puntos más críticos fue cuando una productora le pidió irse a descansar porque estaba muy tomado durante las grabaciones y no podía decir sus diálogos.

“En una novela en un llamado llegué pedo, y según yo no se me notaba, pero (no podía hablar) y mandaron a corte, me preguntaron si podía y yo dije que cómo no, volvimos y de nuevo, corte, hasta que llegó la productora Lucero Suárez, psicóloga ella de profesión, y yo pensé ‘me va a poner una cagotiza’, pero me dijo vete a tu casa y mañana hablamos. Yo pensé que ya había valido madre, que me iban a correr. No me corrió, terminé la novela poca madre, me dijo que cualquier cosa que necesitara y me dio unas gotitas como de homeopatía y me dijo ‘aquí estoy contigo, háblame, cuentas conmigo las 24 horas. Eso me pudo más, me sentí con la cola entre las patas”.

Aunque terminó bien la novela, ese fue solo el comienzo del punto más crítico, pues perdió el interés por todo, pese a que laboralmente le estaba yendo bien y que tenía familia y amigos. Poco a poco comenzó a imaginarse muerto en un accidente, a su madre yendo por él y enterándose de que su hijo “traía toda la farmacia adentro”.

Recordó que cuando su padre ya estaba muy mal en su alcoholismo, los cinco hermanos decidieron intervenir junto a su madre para meterlo en un centro de rehabilitación en la Ciudad de México, y fue cuestión de días para que él también se internara.

“Lo metimos y ya llegando acá a la casa, llegué al baño con un trago, me vi al espejo, me lo tomé de un solo trago, me vi al espejo y dije ‘gracias Dios mío que mi papá entró a la clínica’ a la semana estaba yo adentro de una clínica también”.

Pese al tiempo en la clínica, tanto él como su padre recayeron. Pero en su caso pudo recuperarse, y por ello invitó a la gente a buscar ayuda, pues dice, el alcoholismo es una enfermedad que puede curarse.


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