Foto Ezequiel Carías

Aunque no tiene la piel marcada, Diego Torres Pantin se considera un gran admirador del tatuaje. Le parece un mundo fascinante, tanto así que cuando ve un diseño le parece tan interesante como una obra de arte. «Me pueden gustar tanto como El columpio de Fragonard o como Las Meninas de Velázquez», dice el joven fotógrafo. Ese interés fue el que, precisamente, lo motivó a hacer su primera exposición fotográfica, Lienzos humanos, una muestra en la que a través de la piel y el color invita a descubrir las historias que hay detrás de los retratos.

El interés de Diego por el mundo del tatuaje nació hace cinco años, cuando estudiaba Artes en la Universidad Central de Venezuela. En ese entonces, quería tomar algunos retratos de personas que lucían en sus pieles diseños llamativos que lo cautivaron; sin embargo, no sabía cómo acercarse sin generar desconfianza Estaba consciente de que es una comunidad que ha sufrido mucho rechazo y señalamientos, producto de prejuicios que muchos mantienen hoy en día. La oportunidad llegó cuando un día en su escuela vio a un grupo de tatuadores que asistieron a un evento que organizó el centro de estudiantes. «Tenía mi cámara allí y no pude resistirme», dice. «Allí hice una fotos que podría decirse son las proto fotos de Lienzos humanos«, añade.

Ese fue su primer contacto con ese mundo que lo fascinaba; sin embargo, no lo exploró sino dos años más tarde, cuando le propuso a su editor en Prodavinci, portal para el que escribe, un reportaje sobre el mundo del tatuaje en Venezuela, que profundizó aun más su interés por el tema. «A mi editor le gustó mucho la idea porque dijo que en el país hubo un cambio social importante, que la forma en la que se percibía los tatuajes cambió. Había pasado de ser tabú a ser común entre los jóvenes, quizá no perdió su estatus de tabú pero ya no tenía la misma intensidad que antes. Era bueno que alguien hablará de eso», recuerda el fotógrafo de 28 años de edad.

Foto Ezequiel Carías

El reportaje, titulado «El tatuaje y la pandemia: Historias de una subcultura«, le permitió acercarse a un entorno que antes le parecía complicado de acceder. «Fue como un carnet de que soy alguien de confianza», dice. Así, poco a poco, pudo conocer a más personas vinculadas con el mundo del tatuaje. Contrario a lo que hubiera querido, solo pudo fotografiar a dos de las ocho personas con las que habló para su trabajo, por lo que tuvo que comenzar una nueva búsqueda.

El proceso fue sencillo. Búsquedas en Instagram y conocidos de personas que ya había fotografiado. «Cada vez fue más fácil y más natural porque ya tienes una base de trabajo hecha», afirma Torres Pantin sobre la muestra expuesta en los espacios de To Take Out. Hasta la fecha ha fotografiado más de 80 personas. «El proyecto no ha terminado, este es solo un paso. La exposición no significa la culminación», dice.

La curaduría estuvo a cargo de la artista plástica Tutty García, quien ayudó a Diego a darle forma a la muestra. «Ella se basó en un punto que es fundamental en la estética que he buscado, la combinación, el juego entre el sujeto y el fondo», explica el joven fotógrafo, quien añade que le gustaría hacer otra exposición con las fotos que no se incluyeron porque considera que son valiosas.

Foto Ezequiel Carías

Antes de To Take Out, Lienzos Humanos se iba exponer en La caja, en el Centro Cultural Chacao. No ocurrió debido a un cambio en la directiva. «Tutty García y Patricia Tobias, quienes estaban a cargo de La caja en su momento, recibieron unas imágenes porque para Prodavinci había hecho un escrito sobre el mundo del graffiti y del muralismo en Caracas y ellas tenían interés en hacer una exposición al respecto. Me contactaron y se conversó la idea, pero no se materializó por temas de recursos. Aproveché para decirles que, cómo les había gustado mi texto, si podía entrar en calidad de artista a otra exposición, les mostré mis fotos y les encantaron, pero en enero hubo un cambio de dirección en La caja y los proyectos que estaban planificados no se pudieron realizar».

García le propuso buscar otros espacios en Caracas. De inmediato, Diego comenzó una búsqueda que no parecía dar frutos. Un día, cuando pensaba que la exposición jamás ocurriría, conoció en la Sala Mendoza a Armando Velutini, fundador de To Take Out, quien le ofreció el espacio para, finalmente, presentar Lienzos Humanos. En el proceso, reconoce, Tutty García fue un gran apoyo. Lo ayudó y guió en un camino en el que era inexperto. «Esta fue la primera experiencia expositiva que hice con rueditas, las rueditas me las puso Tutty García», dice agradecido.

Para Diego Torres Pantin el tatuaje es una forma de expresión artística válida como cualquier forma de arte, la única diferencia es que, lamentablemente, no tiene el reconocimiento por muchos motivos, más allá del tabú y los prejuicios que lo rodean. «Tú puedes pintar un cuadro, puedes imprimir una ilustración o una fotografía y ponerlo en una pared y hacer una museografía o una curaduría, pero ¿qué vas a hacer cuando se trata de la piel? Hay fotos, por supuesto, que puedes ver en la cuenta de Instagram de un tatuador, pero no va a ser lo mismo que el brazo tatuado. Eso es algo triste, el tatuaje no goza de tanto reconocimiento público en ese sentido y creo que ahí actúa un tema de, que muchas veces, un tatuador trabaja por encargos, entonces a lo mejor no puede hacer un discurso, lo tiene un poquito más complicado que un artista que trabaja en otro medio, pero igualmente eso no le quita su cualidad artística».

Foto Ezequiel Carías

El fotógrafo ve la piel humana, tatuada o no, como un receptáculo de historias y una fuente de fascinación. «Con los tatuajes las historias se hacen más abundantes. Aunque debo dejar algo claro, estas fotografías no cuentan historias con solo verlas. Puedes ver, por ejemplo, la foto en la que un pana tiene una Venus de Tacarigua en el centro de su cuerpo, pero nada más verla no te dice por qué se la hizo, aun así sabes que hay una historia allí. Así como, por ejemplo, un paleontólogo se podrá interesar por las diferentes capas de tierra que tienen diferentes colores, porque una variación en el color indica un tipo distinto de fósil, a un fotógrafo le interesan las marcas de esas historias que pueden estar presentes. La piel humana es algo donde reposa la sensualidad, la intimidad, y no estoy hablando únicamente en términos eróticos. La piel es algo que siempre va a tener posibilidades visuales, unas más ligadas a la realidad y otras más ligadas a la imaginación del fotógrafo».

Tras el reportaje y la exposición, la visión de Diego sobre el mundo del tatuaje ha cambiado mucho. Adentrarse en este mundo le ha permitido admirar cada diseño, más allá de su estética. «Es algo que puedes admirar más cuando conoces más el medio. Por ejemplo, puedes ver a un artista y puede que te guste o no, pero una vez que entiendes qué lo inspiró, su pieza adquiere un interés mayor. Por ejemplo, tú podrás decir que la UCV es bellísima, pero una vez que conoces la historia de la arquitectura y entiendes que fue lo que pasó allí para que tenga ese diseño tan interesante, entiendes que Carlos Raúl Villanueva quiso honrar la temperatura del Caribe y por eso fue que creó una universidad pensada para que el viento pueda entrar con técnicas del modernismo y no un edificio neoclásico; lo mismo pasa con esto (con el tatuaje)», explica y reconoce que hay diseños que le parecen más llamativos que otros. «Hay unos que me despiertan más interés que otros, sobre todo los que tienen un uso de la iconografía más interesante o los que se pueden relacionar con las formas del cuerpo».

Foto Ezequiel Carías

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