Daniel Sarcos entra al quirófano para una operación de cadera
Daniel Sarcos entra al quirófano para una operación de cadera

Su rostro volvió a estar en las pantallas de los hogares venezolanos. Tras nueve años de ausencia, Daniel Sarcos regresó al escenario en el que recibió a artistas nacionales e internacionales y en el que se consolidó como uno de los animadores más reconocidos del país. Volver a Maracaibo después de siete años lo hizo revivir su infancia. Esos recuerdos de niño se hicieron más presentes cuando fue recibido en el aeropuerto de su ciudad con el tema «Aquel zuliano».

Una canción que su padre le pedía una y otra vez. De joven fue niño soñador y un tanto problemático. De volver a aquellos días le diría a aquel muchacho ‘tómate las cosas con calma’. Mucho no ha cambiado: reconoce que sigue siendo una persona inquieta a la que vida lo ha ido llevando a reinventarse cada cierto tiempo. Esos constantes cambios le hicieron tomar la decisión de emigrar en busca de nuevas oportunidades profesionales. Y aunque ha extrañado al país, se enfoca en el trabajo para evitar la nostalgia. Sin embargo, entiende que el trabajo no puede ser su escape constante y eso es lo que lo ha llevado a valorar más el tiempo con su familia.

«Aprendí que me divierto trabajando, pero no puedo convertirlo en mi escape permanente. Yo siempre huía de la casa y buscaba excusa para escaparme, pero aprendí a quedarme», dice en una conversación por videollamada.

Son esos momentos, los de despertar un día con el ruido de su familia en la casa, los que lo hacen feliz. Desde muy joven asumió las responsabilidades en su hogar; se acostumbró a proteger a sus seres queridos y su mayor miedo es que llegue un momento en el que no pueda hacerlo más.

A nivel profesional, ya no le asustan los retos. Por el contrario, en cada propuesta ve una oportunidad de aprender y hacer algo diferente. Ha sido animador, conductor, actor y cantante, pero aún le quedan muchas cosas por hacer. Ahora mismo, algo que le quita el sueño es que luego de haber conducido el fin de año en Times Square, le gustaría que algún día en esa esquina, una de las más famosas del mundo, se pueda presentar un grupo de gaitas. Está convencido de que lo va a lograr.

El pasado y el futuro de Daniel Sarcos

De su etapa en Sábado Sensacional añora el cariño del público y las grandes producciones. No tiene dudas de que eventos similares a los que animó volverán al país y le gustaría ser parte de la reconstrucción de la televisión venezolana. No reprocha el no haber sido llamado para animar el Miss Venezuela, que volvió al Poliedro de Caracas. Dice que sería lindo encontrarse en ese escenario con Maite Delgado, pero volver al concurso de belleza no es algo que le haga falta.

No tiene complejos al hablar de su vida amorosa luego de varios divorcios. Pero a sus 55 años de edad agradece la estabilidad que encontró con Alessandra Villegas, pareja con la que más tiempo ha durado. Del futuro, asegura que le queda cada vez menos tiempo y le gustaría dentro de diez años, a sus sesenta y cinco años, seguir haciendo su trabajo. Eso sí, de una manera menos acelerada.

—Usted ha dicho en varias ocasiones que en Venezuela es donde encuentra su felicidad. Ahora que se ha reencontrado con el país, ¿cómo se ha sentido?

—Ha sido una de las cosas más lacrimógenas que he hecho en mi vida. Desde que vi el puente sobre lago, desde que aterricé, desde que la gente me recibió con gaitas, ha sido emocionante. Todo lo que he vivido y lo que me ha pasado ha sido emocionante, como el reconocimiento de Sábado Sensacional o estar en la bajada de la Virgen de Chiquinquirá, reencontrarme con mis calles, con mis amigos.

—Muchas cosas han cambiado. ¿Cómo encontró a Venezuela? ¿Queda algo del país que dejó? ¿Por qué volver ahora?

—Yo acepté la invitación de Venevisión porque tenía como un capítulo inconcluso en mi vida y ellos hace unos meses me llamaron porque querían hacer unos ciclos especiales por los cincuenta años de Sábado Sensacional, un programa al que le tengo gratitud, un equipo al cual le debo tantas cosas y un canal que me permitió desarrollar mi carrera. Por eso no dudé. Creo que era la oportunidad perfecta para regresar a Venezuela y reencontrarme con mis afectos. Con respecto a la Venezuela que dejé hace unos años atrás, el país se parece  a su geografía humana y la verdad es que muchos de mis amigos y de mis seres queridos han partido, han cambiado de paisaje y otros ya no están. Sin embargo, hay un grupo muy numeroso de personas que se mantienen en Venezuela y cada vez que puedo abrazarlos, me reencuentro con esos afectos y me siento nuevamente en casa.

—¿Queda algo del país que dejó?     

—Si lo que quisiera hacer es una evolución entre cómo era la Venezuela en la que me crié y en la que me desarrollé como profesional, la Venezuela de la que me mudé y la que encontré ahora… creo que tendrías que darme un poco de tiempo porque solo pasé horas en Venezuela y como fue un tiempo tan corto y una emoción tan grande; no quisiera dar una declaración a la ligera porque, primero, no quisiera equivocarme con lo que digo y segundo, no quiero decir nada que politice mi visita a Venezuela. Solo te digo que me sentí como un niño que regresó a esas calles de Caracas, que fue mi ciudad durante 16 años y ni hablar de Maracaibo, cuando tuve la oportunidad de estar en la Basílica o ir a al Pozón del Saladillo, donde estaban todos mis amigos gaiteros, para reencontrarme con gente que me conoce desde que tengo 16 años, que me han visto crecer, que me han visto desarrollar mi carrera y que me han visto salir por la frontera. Para mí fue muy sensible.

—Lo recibieron con «Aquel zuliano», que es una canción que marca a los maracuchos desde que están pequeños. ¿Cómo recuerda a ese Daniel de niño?. Si pudiera decirle algo a ese niño soñador, ¿qué sería?     

—Era extremadamente soñar y problemático (risas). Le diría que se calme. Mi papá no era músico, pero siempre los viernes, porque era abogado y viajaba a distintos puntos, llevaba dos o tres discos y yo era el DJ de mi papá. Y en ese proceso aprendí muchas canciones. Una de las cosas más increíbles que me pasó con la música fue un disco de un grupo que se llamaba «La universidad de la gaita». Era un disco precioso que incluía «Aquel zuliano» de Renato Aguirre. Es una letra sumamente elegante y eso se me clavó y quizás no sea la que más escucha la gente en Navidad, pero es una de las que más profundo me llega.

—Volvió también a Venevisión, pero como el homenajeado y no como el animador ¿Cómo se sintió? 

—Es raro. Uno tiene como un reloj en la mente. La comunicación es una cuestión de ritmo y tienen que pasar cosas cada cierto tiempo. Y cuando estaba siendo entrevistado y homenajeado, tenía como el tiempo en mi cabeza corriendo y me repetía que no era yo él que lo estaba llevando. Hasta pedí aplausos (risas).

—Este año volvió el Miss Venezuela al Poliedro con Maite Delgado  ¿Le afectó que no lo invitaran como animador?  ¿Quisiera volver?

—Caramba. Lo de tener una participación en el Miss Venezuela sería muy lindo así reencontrarme con Maite después de tantos años en el Poliedro. Desde ese punto de vista me encantaría. Ahora, que me haga falta, no. Pero sería una bonita fotografía para mi carrera. Pero no ha habido ningún tipo de acercamiento. A ver, yo soy más Sábado Sensacional que Miss Venezuela.

—Vivió una época de oro en la televisión venezolana ¿cree que puedan volver esas producciones?  ¿Le gustaría ser parte de ese regreso?

—Creo que podría pasar porque el talento, el olfato y la experiencia de los venezolanos haciendo televisión hay que jugársela. Por supuesto que me gustaría ser parte de la reconstrucción de la robusta industria de la televisión que era Venezuela.

—Salió buscando nuevas oportunidades. ¿Las consiguió?      

—Tengo el síndrome del nuevo. Yo pienso que no he logrado nada. Voy haciendo las cosas y uno va cumpliendo cosas, pero no me lo tomó tan en serio. Me gusta y disfruto el proceso. Por ejemplo, hace como tres años debuté en teatro musical, justo antes de la pandemia hice Mamma Mía. Sí logré y consolidé cosas. Una carrera hispana en Estados Unidos es importante, haber entrado a Ecuador y tener mi programa y producción en República Dominicana, pero yo siempre estoy haciendo cosas. Ahora estoy disfrutando hacer música, me he reencontrado con la música. Quisiera hacer una gira por Venezuela, pero eso no me va a dejar satisfecho. Yo quiero siempre seguir haciendo cosas y por eso no siento el cansancio de tantos años de carrera. El próximo año cumplo cuarenta años de carrera y a pesar de eso lo hago con el mismo entusiasmo y emoción.

—Hablando justamente de su carrera, descubrió la fama muy joven. Llega a Sábado Sensacional con 25 años ¿Cómo se sobrelleva la fama tan joven y cómo se asume esa responsabilidad?     

—Se sobrelleva metiendo la pata. Cometiendo exceso y recibiendo regaños de la gente que te quiere y te produce. También se sobrelleva pidiendo perdón cuando corresponde. Pero también se sobrelleva rodeado de gente que te quiere y no de gente que trabaja para ti. Yo caí en la trampa, en la que caemos muchos. Hay un momento de mi carrera que yo llamo el momento del boxeador, donde quería tener el carro sin techo, el deportivo, el reloj, llegar haciéndome notar y yo creo que para eso me ayudó mucho mi familia, que me puso en mi en mi sitio; mis padres, mis hermanos, la gente que realmente me quiere. Porque cometemos el error de empezar a contratar gente, entonces resulta que se termina haciendo tu círculo y el círculo íntimo no debe ser de gente que solo trabaja para ti.

—En el exterior quizás el reconocimiento no es el mismo. ¿Le hizo falta ese cariño del público cuando migró?

—Quizás la Plaza de Toros o la Monumental de Mérida. Ese tipo de cosas me hacían falta porque no he vuelto a hacer esos masivos. En la televisión hispana de Estados Unidos ese tipo de eventos no se hacen. Pero la verdad es que lo del reconocimiento no lo he echado de menos porque en República Dominicana, donde hice una vida, me pasaba lo mismo. Y en el ámbito hispano de Estados Unidos y en Ecuador pasaba lo mismo. Gracias a Dios, la gente no me ha abandonado. No me he tenido que enfrentar al anonimato.

—¿Aprendió a no extrañar a Venezuela? 

—Recuerda que vivo en Miami, donde está Doral. Allá hay más tequeños que en Venezuela, qué molleja (risas). Uno aprende a lidiar. Esa es una buena pregunta porque he estado pensando mucho en eso y sobre todo después de mi visita a Venezuela. Lo que pasa es que me tocó hacer todo tan rápido… me fui de vacaciones y no regresé más. Durante 2010 cambié de canal, monté mi compañía, tuve una hija, me divorcié, me mudé de país, tuve que tener apartamentos en Quito, República Dominicana y Miami. Y en medio todo eso, se me antojo estrenar una obra de teatro. Cuando llegaba el final de ese año, me reuní con una persona que trabajaba conmigo, que era mi mano derecha, y le pedí que brindáramos porque llegamos vivos a 2011 porque todo fue tan rápido. Entonces, cuando la vida se acelera y vas tan rápido no tienes tiempo para dedicarle a la nostalgia. Además, una manera de combatir la nostalgia es estar ocupado, estar siempre en movimiento. Y en República Dominicana y la parte hispana de Estados Unidos me hicieron sentir muy cómodo. No hablo solo de Miami. Hablo de San Francisco, Chicago, toda esa gente que me hizo sentir tan bien. Te hacen sentir como en casa y así te lo repites, pero todo eso se derrumba cuando aterrizas en tu ciudad, te ponen gaita y una señora te grita: ‘Danielito, mi amor, menos mal que regresaste’.

—Ahora, la pandemia fue un momento difícil para todos. ¿Qué aprendió Daniel Sarcos durante ese tiempo? 

—Aprendí que mi trabajo es mi trabajo, no mi vida. Es gran parte de mi vida, pero mi vida es otra y eso lo aprendí porque me detuve. He estado trabajando desde los 16 años y solo he parado dos veces, cuando me dio lechina y cuando la pandemia. Aprendí que me divierto trabajando, pero no puedo convertirlo en mi escape permanente. Yo siempre huía de la casa y buscaba excusa para escaparme, pero aprendí a quedarme, a que la primera salida no sea la puerta porque la primera salida debe ser arreglar las situaciones. Aprendí a cocinar porque todas las semanas preparábamos un plato distinto para ir rotando. Estábamos en cuatro casas y no veíamos a más nadie. Teníamos la casa de mis cuñados, de mis suegros, la casa de mi amigo del alma Carlos Cerutti, entonces quedamos atrapados en Miami y no veíamos a nadie para rotarnos y no enfermarnos entre nosotros. Y lo logramos. Íbamos haciendo catas y compartiendo.

—Animador, actor, cantante, youtuber. ¿Qué le falta por hacer a Daniel Sarcos?    

—De todo. Ahora mismo lo que me está quitando el sueño es que a mi me tocó ser el conductor, junto a Patricia Manterola, de la llegada de 2018 en Times Square. Eso es un gran operativo. Es estar en la esquina más famosa del mundo, en el momento más famoso del mundo transmitiendo para los hispanos y ves a personalidades como Anderson Cooper o Ryan Seacrets. Entonces, es algo abrumador. Pero estando en medio de todo eso, yo pensaba que sería bonito que un conjunto de gaita pueda presentarse allí. Cosas de maracucho (risas), pero desde ese momento comencé a fantasear con la idea y este año tengo a todos los que trabajan conmigo encendidos porque quiero regalarle eso a Venezuela, Maracaibo y al Zulia. Regalar que se vea esa parranda en Times Square y seguro, después de lograrlo, voy a estar pensando qué viene ahora.

—Es alguien en constante cambio. ¿Alguna vez ha sentido miedo?  

—No es que me guste tanto reinventarme, es que la vida me ha reinventado (risas). Cuando ya estaba bien en la radio en el Zulia, se nos ocurrió hacer televisión; después nos fuimos a Caracas, de Caracas nos fuimos a Estados Unidos y ahora hay una cosa que se llama Youtube y ahí estamos. Ahora la música, el teatro; es decir no es lo que quiera. Es que la cosa va saliendo así. Un tipo que se ha divorciado tres veces y ahora tenga una cuarta pareja, es un enamoramiento de la reinvención. Lo del miedo, sí. Me da miedo perder a los míos. Me da miedo perder la posibilidad de protegerlos porque me tocó ser protector de mi familia desde muy joven, me tocó tomar esa responsabilidad para la que tal vez no estaba preparado. A eso le tengo temor: no poder ayudar a los míos cuando lo necesiten. Y desde el punto de vista particular, mira esa silla, yo no puedo dormir sin poner algo en esa silla. Siento que de noche, si voy al baño, me voy a encontrar a alguien ahí (risas).

—Luego de estar en Venezuela. ¿Le gustaría volver?  ¿Hay algún proyecto?  

—Posibilidades siempre hay, pero por el momento no hay plan. Yo fui a cerrar un ciclo y a recibir un homenaje, a reencontrarme con mis afectos. Pero fui sin expectativas.

—¿Con qué palabra se describiría Daniel Sarcos?    

—Soy una persona afortunada.

—¿Ha sido feliz?  ¿Qué le hace feliz?

—El momento más feliz de mi vida es cuando estoy durmiendo. Estar en mi cuarto, en cualquier ciudad que me haya tocado vivir, y que me despierte como un rumor en la cocina con gente riendo y preparando algo para desayunar. Comienzas a identificar que es tu mujer, tus hijos y decides pararte porque la cosa está buena afuera. Esos son momentos que yo añoro y que me gusta repetir.  Son momentos bellos. También el nacimiento de mis hijos, que me han hecho feliz. Pero el nacimiento de los hijos se confunde entre felicidad y susto porque no sabes lo que va a pasar y tienes una responsabilidad. Cuando pronuncian mi nombre y tengo que salir a hacer mi trabajo, bien sea en el teatro o en la televisión, ese momento en el que la gente te premia con el aplauso, ese momento me hace increíblemente feliz.

—¿Cómo describe ahora mismo su vida y cómo se ve en el futuro?      

—Es evidente que estoy viviendo la parte más estable desde el punto de vista sentimental. Nunca había tenido una relación de diez años. También soy un tipo de 55 años, ya para qué estar inventando… ya en este momento yo creo que me quedan como dos divorcios más y ya (risas). No, pero hablando en serio… si el público y mi salud me lo permiten, me veo haciendo lo que estoy acostumbrado hacer. Ojalá el público lo siga aceptando y la salud me lo permita. Quizás un poco más tranquilo y menos acelerado. Pero me veo haciendo lo que siempre he hecho.


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