Foto: Ramsés Romero

Abracadabra. Después de 7 años sin presentarse en Venezuela, la ciudad vivió un acto de magia que, a pesar de algunas fallas técnicas de cara al ojo público, logró calar en el corazón y el imaginario de los caraqueños. A casa llena, el Teatro Negro de Praga se presentó en el Teatro Teresa Carreño este sábado 15 de octubre ofreciendo un show de 2 horas donde reinaron los colores fluorescentes y el azabache, pero también el humor, las sonrisas y la sana diversión.

Foto: Ramsés Romero

Como parte de su gira por Latinoamérica, la prestigiosa compañía en el ámbito de las artes escénicas mundiales, trajo al país su espectáculo antológico Lo mejor del Teatro Negro de Praga -un compendio de lo más celebrado de su repertorio desde su fundación en 1961- de la mano de Showtime Productions, la misma empresa que tuvo a su cargo sus últimas presentaciones en Caracas y varias ciudades del interior.

El pre: la expectativa

La convocatoria se hizo para las dos de la tarde pues el espectáculo prometía comenzar puntualmente a las 3:00 pm. Sin embargo, cuando el reloj marcó la hora correspondiente, aún había colas kilométricas de carros tratando de estacionarse afuera de las instalaciones. El Teatro Teresa Carreño estaba sobresaturado y las adyacencias, entre las que destacaba el Hotel Alba Caracas, sirvieron como solución para muchos de los asistentes.

Foto: Ramsés Romero

Una vez en las inmediaciones, una gran cantidad de personas se dirigía de manera expedita hacia sus asientos dentro de la sala. Sin embargo, muchas otras caminaban disfrutando de la experiencia levantada en terrazas y pasillos del teatro para avivar la emoción antes del show. Una cabina de fotos, puestos de comida y bebida al mejor estilo lounge y un backing engalanado con dos artistas del Teatro Negro de Praga dispuestos a tomarse un sinfín de fotos con niños y adultos, sirvieron de distracción mientras se daba inicio al show.

En las inmediaciones del teatro, se encontraban actores para distraer al público asistente.

A las 3:30 pm sonó la alarma que indicaría que el espectáculo daría inicio en cualquier momento. Y así fue. Seguía llegando público aún, pero una casi repleta Sala Ríos Reyna se tiñó de azabache de un momento a otro, dando inicio a la primera de las dos funciones que el Teatro Negro de Praga daría ese día en Caracas.

 “Lo mejor del Teatro Negro de Praga”

Con su característica representación escénica muda y desplegando una iluminación estratégica que dio lugar a un singular juego de luces fluorescentes y sombras, comenzó el primero de los 8 actos que se realizaron en 2 horas de show.

Foto: Ramsés Romero

Bajo la dirección de Jiri A. Srnec, hijo y heredero, en arte y talento, del fallecido Jiri Srnec, el fundador de la legendaria compañía, La lavandera, Las maletas, El fotógrafo y El violinista; así como también El mago y El caballo, El pescado y Los faroles, llenaron de ilusionismo los ojos de más de 2.000 personas quienes se congregaron aquel día para ser testigos de un espectáculo como ningún otro en Venezuela y el mundo.

Sobre cada acto:

  • Primero: La lavandera, en donde destacó un tendedero junto a un par de pantalones, calzones y medias danzantes, que buscaban un mejor lugar para secarse a la luz del sol.
  • Segundo: Las maletas, fue de los más aplaudidos. La interacción con el público comenzó en este segmento, donde los protagonistas, entre gesticulaciones, miradas sonrisas y brincos, hicieron al público –sobre todo a los niños­­– tan protagonistas como ellos mismos. Mostró la competencia entre un par de caballeros que querían ostentar una mejor y más grande maleta entre ellos.
«Las maletas». Foto: Ramsés Romero
  • Tercero: Los faroles, que contó la historia de un hombre que prefirió su botella de alcohol que a su pareja y, en su despecho, tomó de más. Algo que lo llevó a merodear borracho por las calles, imaginándose que los faroles a su paso bailaban junto con él. Sorprendió la precisión de la coreografía y el baile casi holográfico en verde neón de los postes.
  • Cuatro: El violinista, de los más aplaudidos y disfrutados por el público; sobre todo por el encanto de su protagonista, quien se valió de las bromas y quejas infundadas para sacar carcajadas de los asistentes. El acto resume las maniobras de un artista que quiere tocar su instrumento, pero un pañuelo dificulta esa posibilidad a toda costa.
  • Cinco: El mago, el más vitoreado. Entre naipes, pelotas de tenis, sombreros, bastones y dados, la encargada de darle vida al título del acto hizo un show fluorescente espectacular. Tanto, que se coronaría como el segundo que más gritos de aprobación se llevó.
«El violinista», acto número cuatro del espectáculo.

Intermedio con sello Teatro Negro de Praga

Luego de 20 minutos de intermedio, que el público aprovechó para ir al baño y estirar las piernas, el show continuó. Entre interrogantes y muchas preguntas de los asistentes, se confirmó media hora más de espectáculo, a lo sumo.

Escena de «El Caballo» en el Teatro Negro de Praga.
  • Seis: El fotógrafo, fue el que más risas arrancó de los presentes. Una atrevida e imprudente cámara se robaría el show con sus ocurrencias al tratar de “enamorar” a la única fémina del trío de actores presentes en el acto.
  • Siete: El pescado, una apología a La Sirenita. También se robó aplausos y vítores, pero también muchos suspiros. El montaje de un sueño bajo el mar del protagonista, en donde salió a colación una sirena, fue impresionante.
  • Ocho: El caballo, algo más parecido a un cortometraje de cine que a otra cosa. Fue el más laureado no solo por su storytelling sino por el protagonista: hecho de sábanas blancas y patas fluorescentes verdes. Hay que verlo para creerlo. Cuenta la historia de amor, al mejor estilo lejano oeste, de una doncella que se enamora del dueño de un bar que está sirviéndole bebidas a un par de ladrones. Estos se roban a la joven y el enamorado sale a su rescate sobre su peculiar animal. Una total y completa aventura, digna de la ovación de más de 3 minutos que se llevó con la gente levantada de sus asientos.

El post: entre detalles y opiniones

Desde que se abrieron las puertas de la Sala Ríos Reyna durante el intermedio, se escucharon algunos comentarios del por qué el espectáculo era tan “pequeño o reducido”. Solo fueron 7 personas las que destacaron sobre las tablas. Lo más característico de este tipo de obras de teatro negro, es la profundidad del escenario, del que van brotando los actores, quienes dan la impresión de querer lanzarse sobre el espectador. Esto no ocurrió; al menos no de la forma en que los asistentes esperaban. Algunos hasta pensaron que la puesta en escena sería estilo Cirque du Soleil.

Así mismo, también se dijo que, en ocasiones, se podían ver los celajes de los cuerpos humanos vestidos de negro en la tarima. Cabe destacar que este diseño tan particular de escenario está basado en la caja oscura del cineasta francés George Méliès. Esta técnica aprovecha la inexactitud del ojo humano, que no puede diferenciar negro sobre negro, para lograr engañar al espectador mediante trucos ópticos. Hacen, se puede decir, trampa, pero en el marco del imaginario mundo de Praga. Algo que sí fue digno de catalogar y recalcar –por la mayoría– como alucinante, a pesar de no cumplir al 100% con las expectativas de algunos.

Jiri Smec dijo alguna vez una frase que no debería inspirar solo la magia del teatro negro, sino cada día en la vida del ser humano: “La fantasía es una de nuestras mayores riquezas y no nos abandona ni con el correr de los años”. De esta manera, en el marco de sus 39 años de fundado, el Teatro Teresa Carreño fue la plataforma para crear ilusión y convertirla en arte porque, como lo recalcan siempre que pueden a través de sus conciertos, obras de teatro o danza, “nosotros nos merecemos tener los mejores espectáculos del mundo no solo en Caracas, sino en Venezuela”.


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