Cómo sobrevivir en una película de terror

En el mundo de las películas de terror, no suele haber películas de terror. Paradójimente, rara vez aparece algún personaje mirando un film en el género. Solo los asesinos de la franquicia de Scream tenían cierta competencia como espectadores del rubro, un saber que les permitía ser mucho más eficientes para matar.

Si las víctimas en las películas de terror también estuvieran al tanto de los recursos que los guionistas usan una y otra vez en sus obras, sus posibilidades de llegar al final de la historia se incrementarían. A continuación, una serie de consejos que cualquier espectador del género podría dar a sus sufridos personajes para ayudarlos a sobrevivir.

Nunca investigar ruidos

Esto es el ABC. Los personajes del cine de terror no pueden resistirse a los ruidos extraños y menos aun si provienen de un sótano, un altillo, un establo abandonado, una cripta o una habitación que estaba clausurada. La lista de películas con sótanos o altillos tenebrosos es inagotable, desde la clásica The Uninvited (1944), pasando por The Legend of Hell House (1973) hasta las recientes El conjuro (2013) o Babadook (2014). En The Grudge (2002, con varias secuelas y remakes) los personajes prácticamente hacen fila para ver qué sucede en un oscurísimo ático.

Y si el sótano se halla en una cabaña en el bosque como en Posesión infernal (1981, con varias secuelas y remakes), abandona toda esperanza. Algunas de estas acciones no siempre son inmediatamente letales, como demuestra el paso de Jack Torrance por la tétrica habitación 237 en El resplandor. Es posible sobrevivir a la investigación de ruidos en un lugar lúgubre, salvo que antes de ir a explorar se digan las fatídicas palabras «enseguida vuelvo, seguramente no es nada».

Courtney Cox en Scream, uno de los poquísimos ejemplos del cine de terror en el que los personajes están al tanto de los clichés del género
Si una casa tiene precio irrisorio ¡no lo compre!

Cuando los personajes de una película se encuentran con una vieja casa con su propia cripta, y con una historia de muertes nunca explicadas no les alcanza el tiempo para comprarlo y mudarse. Mientras que cualquier espectador ve en la propiedad una casa embrujada, ellos ven una oportunidad inmobiliaria: basta que hagan unas pocas refacciones para ganar un montón de dinero. Las malas noticias son que todos los de esa idea suelen terminar muertos. Tal era el plan del matrimonio Crain en la serie La maldición de Hill House (2018, Netflix) y de los Lutz en The Amityville Horror (1979).

Un corolario de esta regla es que resulta imperioso consultar el catastro municipal para confirmar que toda casa recién comprada no haya sido construida sobre un viejo cementerio. Cualquier cementerio es muy malo: uno indio es catastrófico. En Poltergeist (1982), los Freeling recién se enteran cuando cadáveres descompuestos empiezan a emerger del pozo de la piscina. Hasta el siniestro Hotel Overlook de El resplandor (1980) necesitó de una necrópolis de nativos americanos para potenciar a sus fantasmas.

El conjuro deja en claro que, en una película de terror, es mejor no indagar en la causa de ruidos misteriosos
No ignorar advertencias

Si un vagabundo se acerca, balbucea algo incomprensible acerca de sacrificios humanos, rituales satánicos o espectros sedientos de venganza y se aleja riendo, cada una de sus palabras debe ser estudiada como si fuera el testamento de un pariente millonario. Lo mismo corre para las advertencias de los niños: nunca achacarlas a «su imaginación hiperactiva», a «una pesadilla» o que «ve demasiadas películas». Como demuestran The Innocents (1961) y 13 fantasmas (1960), pasando por Sexto sentido (1999, en Netflix) o Los otros (2001), los primeros en ver fantasmas u otras amenazas son siempre los chicos. El corolario de esta regla es: siempre hay que hacer caso a las mascotas.

Si el perro se muestra inquieto o ladra insistentemente hacia dónde no se ve nada, su primera reacción es castigarlo, mientras que el pobre animal está tratando de salvarles la vida. En La tumba de Ligeia (1964), The Amityville Horror, Actividad paranormal 2 (2010, disponibles en Flow y Netflix) o Babadook, los animales perciben a los espectros mucho antes que sus desaprensivos dueños.

Escapar al optimista

En todo grupo de potenciales víctimas siempre hay quien insiste en que todo saldrá bien. Obviamente se equivoca. En Midsommer -que se estrenará el próximo 7 de noviembre- un grupo de estudiantes de antropología visita una extraña comuna sueca. Cuando un personaje es asesinado a martillazos frente a los protagonistas, uno de ellos insiste con que se trata de otra cultura y que deben mantener la mente abierta. No cambia de opinión ni siquiera cuando sus compañeros empiezan desaparecer uno a uno y ya es demasiado tarde. Si en cualquier película de terror, los personajes desoyeran inmediatamente al optimista racional y prestaran atención al supersticioso aterrado, permanecerían vivos.

No recitar palabras en lenguas desconocidas

Contrariamente a lo que dice el saber común, la lectura no siempre es beneficiosa: si un personaje encuentra un libro que parece encuadernado en piel humana o tiene el prefijo «necro» en su título, no puede hacer otra cosa que leerlo en voz alta. Demás está decir que los conjuros siempre funcionan en el cine, sobre todo aquellos dichos en broma para asustar aún más a alguien miedoso. Los demonios están esperando que aparezca un millenial que lea «irónicamente» las palabras que los liberarán. Posesión infernal y La cabaña del terror (2013, disponible en Netflix) pueden considerarse el manual de lo que no debe hacerse en estos casos. El corolario de esta regla es que la advertencia también vale para viejos VHS o films de Super 8.

El sexo mata

En el cine de terror, el sexo tiene un precio. El precio es la vida y se paga de modo inmediato. Nada atrae más a asesinos maniáticos, no-muertos desfigurados, extraterrestres o entidades del más allá. Hay grados de riesgo vinculados a la locación: tener sexo en una casa mientras los padres no están es de alto riesgo; hacerlo al aire libre, en mitad de la noche, es de altísimo riesgo, y en un auto al costado de un camino, equivale a un pacto suicida. No sorprende que la muerte más habitual en ese tipo de escenas sea por empalamiento, tal como se ve en más de una entrega de las series fílmicas Martes 13, Halloween (disponibles en Flow) y Especies, también en el debut de Wes Craven, Ultraje al amanecer (1972) o en la última adición a la franquicia de Alien, Alien Covenant (2017, disponible en Flow)

Evitar los espejos

Querido personaje: nunca abras el botiquín del baño en mitad la la noche, porque cuando lo cierres un espectro aparecerá reflejado detrás de ti. Si cuando surge la primera aparición diabólica en tu casa embrujada no corres escaleras arriba, al sótano, hacia el cementerio o te encierras en una habitación sin escape y haces lo único razonable (es decir, subir al auto y alejarse a toda velocidad), apenas mires por el espejo retrovisor, inevitablemente, el espectro aparecerá en el asiento de atrás. Sobran las demostraciones de que los espejos no son tus amigos en PoltergeistHouse (1986), La noche de los demonios (1988), Espejos siniestros (2008, disponible en Amazon) y Oculus (2014).

Si algo parece muerto, obviamente no lo está

Esta regla es elemental: ningún monstruo alienígena, asesino psicótico, robot programado para matar o ente paranormal muere cuando es ultimado. La lista de películas en las que esto sucede es interminable ( Halloween o Martes 13 son franquicias construidas sobre esta premisa). Los personajes no solo la ignoran: tienen la peligrosísima compulsión de dar la espalda al supuesto cadáver. Pocas cosas más letales. Si el antagonista acaba de «morir» y queda más de un protagonista vivo, todos, salvo una de las chicas (quien haya tenido la suerte de ser seleccionada por los guionistas para ser la «last girl» del film), tienen los minutos contados.


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