arte ucraniano

Empacaron las obras de arte en dos camiones con el mayor sigilo posible durante la noche y planearon que salieran de Kiev un martes, puesto que los lunes suelen ser días de bombardeos rusos en la ciudad. «Es el despertador que tienen: la semana acaba de empezar», explica con ironía Francesca Thyssen-Bornemisza, encargada de la exposición. Ese lunes, sin embargo, estuvo tranquilo y pensaron que sería una semana con menos agresiones. Pero estaban equivocados.

Más de cien bombas cayeron sobre Ucrania aquel día de noviembre. Konstantin Akinsha, uno de los tres comisarios ucranianos de la exposición, le avisó a la mecenas Thyssen que los camiones habían salido dos horas antes de los bombarderos y se encontraban a salvo.

La distancia que separa la ciudad de la frontera polaca es de cerca de 900 kilómetros. Hablaban cada diez minutos con los conductores para cerciorarse de que todo iba bien y de que en Leópolis no se acercaran a infraestructuras importantes: los objetivos militares que estaban bombardeando. Los choferes vieron pasar varios misiles. Cargaban con mucha responsabilidad porque ninguna empresa de seguros se atrevió a proteger las obras.

Aunque todo iba bien, al llegar a Polonia no pudieron avanzar porque un misil había caído en ese país y había matado a dos personas. “Todo el mundo empezó a comentar que era el inicio de la escalada de la agresión bélica en la que iba a participar la OTAN porque no le quedaba otro remedio, y la tensión se disparó”, explicó luego Thyssen. “La frontera estaba bloqueada y había un trancón imposible de tráfico y de refugiados que intentaban cruzar la frontera. Costó doce horas. Despertamos a todos los políticos que conocíamos entre Ucrania y Polonia esa noche”, agregó. “Al final no fue un ataque ruso, respiramos aliviados, se abrieron las fronteras y los camiones pudieron atravesarlas”.

El resultado de tal epopeya es la exposición En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania, 1900-1930, que exhibe el Museo Thyssen de Madrid hasta el 30 de abril. Se trata de 69 piezas procedentes del Museo Nacional de Arte y del Museo Nacional de Teatro, Música y Cine de Ucrania. Después irán al Museo Ludwig de Colonia, Alemania.

Arte geopolítico

Aparte del valor artístico de la exposición, la reviste una importancia identitaria en medio de la invasión rusa a Ucrania. Por eso el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, envió un mensaje de agradecimiento al museo “y a todos los que hicieron posible que esta exposición tenga lugar”. El corto video se emitió en la rueda de prensa de presentación de la exhibición y terminó con un “¡Slava Ukrayini!” (¡viva Ucrania!).

Thyssen, que contó con el apoyo de la oficina del presidente Zelenski, aseguró que “superados los retos” del transporte (que tardó cinco días en efectuar el recorrido), “ahora podemos recordar a Ucrania como un país de creatividad durante una de sus épocas más oscuras” y “rendir homenaje al pasado, presente y futuro de Ucrania”.

Esta exposición hace parte de la defensa frente a la invasión rusa. “Putin no solo quiere el territorio ucraniano sino controlar la narrativa de este país”, explica Thyssen. “Hace noventa años se produjo el genocidio por hambruna del Holodomor —señala—, y ahora estamos igual, y eso incluye la destrucción de la cultura y museos, como hizo Stalin cuando envió a los gulags a morir a los artistas ucranianos, a través de los servicios de inteligencia, y destruyó murales y obras de valor incalculable».

El embajador de Ucrania en España explicó a la prensa local que está de acuerdo con esas apreciaciones. Dijo que “es muy importante tener este apoyo porque Rusia siempre ha tratado de robar nuestra identidad, en el sentido cultural también, robando los nombres de los artistas de la cultura ucraniana”.

No es una práctica novedosa. Thyssen recordó en la presentación de la exhibición que ha ocurrido numerosas veces en la historia. Ella misma impulsó un registro de obras de arte y monumentos culturales afectados en los noventa por los conflictos que tenían lugar en Europa, como la separación del bloque de Yugoeslavia. El ataque a la biblioteca de Sarajevo es “uno de los ejemplos claros en los que la cultura y el arte se utilizan constantemente como objetivo militar cuando se está llevando a cabo un genocidio cultural”, señaló.

Importancia de la exposición

“La exposición se ha hecho en muy poco tiempo y con poco presupuesto, pero había que contar esta historia y había que sacar estas obras de Ucrania”, explicó Marta Ruiz del Árbol, comisaria técnica de la exhibición y conservadora del Museo Thyssen.

Reúne piezas de las primeras décadas del siglo pasado, representantes de diferentes tendencias, como el arte figurativo, el futurismo y el constructivismo.

Fue una época complicada, en la que cayeron imperios, estalló la Primera Guerra Mundial, se produjeron la revolución rusa y la guerra de independencia de Ucrania (1917-1921) y se creó la Unión Soviética. El estalinismo ejecutó a docenas de artistas.

El arte ucraniano se expresó con gran creatividad y experimentación en un renacimiento que se puede observar en la muestra del Thyssen. Incluye obras de maestros como Oleksandr Bohomazov, Vasyl Yermilov, Viktor Palmov, Anatol Petrytskyi, Kazymyr Malevych y El Lissitzky. También de figuras internacionales que nacieron en Ucrania y comenzaron allí sus carreras, como Alexandra Exter, Wladimir Baranoff-Rossiné y Sonia Delaunay.

El arte en secciones

En el ojo del huracán se organiza cronológicamente y está dividido en varias secciones.

El Cubofuturismo presenta a jóvenes artistas ucranianos que tomaron elementos del cubismo francés y del italiano y crearon su propia versión con dinamismo y simplificación de formas, en una evolución hacia lo abstracto con el colorido de sus tradiciones y del arte decorativo autóctono. Entre sus representantes se encuentra Alexandra Exter, que llevó nuevos aires desde París.

Kultur Lige es una sección denominada con el nombre de una asociación que se fundó en Kiev en 1918 y desarrolló la cultura judeoalemana. Reunió jóvenes artistas judíos en Ucrania a principios de los años veinte. La represión soviética acabó con ella a mediados de esa década. Destacan Marko Epshtein e Issakhar Ber Ryback, que emigró a Francia e hizo parte de la Escuela de París.

En Diseño teatral se muestra la importancia de la experimentación en los escenarios durante las dos primeras décadas del siglo XX, en una ola de energía que revolucionó el panorama. Fueron claves Les Kurbas, director progresista con la vista dirigida a Occidente, y la misma Alexandra Exter, que trasladó los principios cubistas a la escenografía.

La sección de Járkiv lleva el nombre de la capital de la República Socialista Soviética de Ucrania, fundada tras la victoria de los rusos sobre los ucranianos en 1921. La ciudad se convirtió en un núcleo cultural con la idea de crear una nueva identidad cultural ucraniana y soviética. Sus representantes fueron Vasyl Yermilov, Borys Kosarev, Mykhailo Boichuk, y Anatol Petrytskyi (su obra Los inválidos es muy representativa).

Boichukistas rinde homenaje a los artistas que se conocieron de tal manera y siguieron la escuela de Mykhailo Boichuk, que, tras recorrer varias capitales europeas, abrió un taller de pintura en la Academia de Arte de Ucrania. Buscaba un arte que fuera patrimonio artístico nacional a partir de una mezcla de estilos de arte bizantino, frescos italianos de antes del Renacimiento y de arte popular de su país. Muchos de ellos, incluido el maestro, fueron ejecutados por el estalinismo, que los acusó de burgueses. Sobresalen ‘La Lechera’ de Mykhailo Boichuk, ‘Mujeres bajo el manzano’ de su hermano Tymofii Boichuk, ‘Fotógrafo’ de Ivan Padalka, y ‘Retrato de Oksana Pavlenko’ de Vasyl Sedliar, que estuvo en la Bienal de Venecia de 1928.

El Instituto de Arte de Kyiv (Kiev, en ucraniano) fue la conversión soviética de la Academia de Arte de Ucrania. Impulsó las artes visuales con profesores de la Unión Soviética de vanguardia. Destacaron, entre otros, Kazymyr Malevych, Vladimir Tatlin, Viktor Palmov y Oleksandr Bohomazov, cuya obra Afilando las sierras hace parte de la exposición.

En la sección La última generación se exhiben obras del realismo socialista que se impuso a partir de 1932, en el que se valoraba sobre todo la calidad propagandística. Algunos de sus representantes fueron Kostiantyn Yeleva, Semen Yoffe y Oleksandr Syrotenko.

Las obras que se exhiben en estas secciones, en toda la exposición, son el resultado de “un acto de fe”, en palabras de Thyssen. Desde que comenzó el conflicto con Rusia, ella actuó con el fin de conservar el legado cultural. “Creemos firmemente que apoyar el arte y la cultura en Ucrania es un elemento fundamental para la supervivencia del país, de Ucrania como nación, y para poder compartir sus valores, generosidad y cooperación en toda Europa”, dijo durante la presentación.


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