Marvel

Cuando Marvel Comics creó su propio estudio de películas y le apostó a un Iron Man, quizás no imaginó que su emporio crearía más de 20 películas y que sus historias incluso se trasladarían al formato de series para ver por streaming. Pero así sucedió.

El Universo Cinematográfico de Marvel (MCU por sus iniciales en inglés) abarca diferentes épocas, realidades, personajes, y tramas que involucran temas diversos. Sus películas están en la lista de las más taquilleras y rompieron más de un récord.

Ahora, 13 años después del estreno de Iron Man y con Tony Stark (su protagonista) muerto, la cuarta fase del MCU se mudó de plataforma. Sus más recientes producciones ya no se ven en la gran pantalla.

Todo les salió bien: la cinematográfica de Marvel fue comprada por Disney y justo cuando las salas de cine pasan por uno de los peores momentos de su historia, el gigante del entretenimiento lanzó su plataforma de streaming, Disney+, donde las historias de los superhéroes continúan en forma de miniseries.

Con capítulos lanzados por entregas, el mes pasado se terminó WandaVision. El viernes salió el tercer capítulo de The Falcon and The Winter Soldier y hace dos semanas se anunció que Black Widow, la cinta que contará la historia de Natasha Romanoff (Scarlett Johansson) se estrenará en simultánea en salas de cine y en Disney+ el 9 de julio.

Con presupuestos enormes y una fanaticada mundial, hoy el MCU hace lo que quiere. Pero no siempre fue así. ¿Cómo lograron crear un público lo suficientemente fiel como para dejar de comprar boletas y pagar una mensualidad para poder saber en qué pararon las historias de sus personajes?

Empezar desde abajo

Empecemos por el principio. Hulk (2003), Superman Returns (2006), Spieder-Man 3 (2007) tuvieron algo en común: fueron un fracaso para los amantes de las películas de superhéroes. A mediados de la década de 2000 lo único que brillaba en este panorama era Batman Begings, que transcurría, oscura, en un escenario perfectamente posible, alejado de la magia y los extraterrestres.

Las opciones del recién fundado estudio de Marvel eran pocas. Sus personajes más populares ya estaban pisados por Fox –los X-Men– y Sony Pictures –Spider-Man–. Fue cuando Tony Stark, con un perfil parecidísimo al de Bruce Wayne (Batman), se comenzó a construir como la posibilidad más viable para atraer al público.

En 2008 se estrenó Iron Man y las suposiciones de que la gente se identificaría con un multimillonario sexy, prepotente, genio y atormentado, fueron correctas.

Robert Downey Jr. supo encarnar a la perfección al hijo de magnate que encuentra su espíritu en un accidentado viaje, con secuestro y todo, del que logra sobrevivir y regresa sabiendo cuál es su destino. Igual que el Bruce Wayne de Christopher Nolan, interpretado por Christian Bale en Batman Begins.

En un perfil de Downey Jr. que hizo El País de Madrid se cuenta que el director de esta primera película, Jon Favreau, les prometió a los de Marvel que el talentoso actor, aunque era un exadicto con mala reputación, «haría por su saga lo que Johnny Depp había hecho por Piratas del Caribe: aportar la energía eléctrica de un actor marginal forjado en el cine de autor, bailar con sus diálogos como un músico de jazz y ser un hombre que hace disfrutar a los demás». El actor hizo una prueba de casting por primera vez desde Chaplin (1992) y Marvel no pudo seguir considerando a otros. Él era Tony Stark.

Luego vino la secuela y después vinieron Thor, el Capitán América y Los Vengadores. Y todas las películas, cuidadosas en sus detalles, mostraban cómo todo el MCU estaba concebido desde el principio para unir las historias de sus personajes. Se trata de una macrotrama pensada de manera global para que sea coherente, y no un collage mal ensamblado de héroes coloridos y disonantes.

Cuando ya tenían en su repertorio a personajes como Black Panther (protagonizado por Chadwick Boseman, que se murió el año pasado), Ant-Man, Captain Marvel, Doctor Strange, los Guardianes de la Galaxia, Wanda Maximoff, Vision, y hasta Spider-Man (consiguieron sus derechos en 2016) se dieron el lujo de sacar una película de dos horas y media en la que los buenos pierden contra Thanos: Avengers: Infinity War (2018).

Y lo peor: todo el mundo la fue a ver, incluso conociendo el final. Aún más descarados: tuvieron al público esperando durante un año para resolver la trama y durante ese periodo sacaron otras dos películas.

A esa altura ya estaba claro que el MCU tenía una base de fanáticos tan extensa y fiel, que podía hacer lo que quisiera con los personajes y las películas y el público iba a estar ahí, leal, siempre dispuesto a comprar entradas en el cine. Y el número de adeptos, en vez de reducirse, ha aumentado.

El giro estratégico

Pero el colmo del capricho vino en la cinta en la que por fin vencieron al antagonista. En Avengers: Endgame (2019), Marvel decidió que para matar a Thanos se tenía que sacrificar nada más y nada menos que Tony Stark, su personaje más fundamental, la piedra angular de su universo cinematográfico. Mataron a su primogénito, al favorito de todos.

Nada parecía tener sentido. Era muy fácil que el público perdiera el interés en lo que sucediera de ahí en adelante. Pero entonces anunciaron que estrenarían WandaVision por Disney+, la serie que marca el inicio de la cuarta fase de esta impresionante saga y que cuenta lo que sucede con dos de sus personajes más poderosos (ambos derivados de la película Avengers: Age of Ultron, de 2015) después de que Stark diera su vida por la humanidad y matara a Thanos.

En nueve episodios presentados semana a semana y con un atípico formato, la miniserie de Wanda Maximoff y Vision mostraba, de manera paródica, el avance de la televisión gringa de humor desde los años 50 a medida que la trama se desenvolvía.

Era una serie sobre una serie. Y con ese recurso narrativo mezclaron humor, crítica y acción para darles a los fanáticos justo lo que estaban esperando, así no lo supieran.

Con su siguiente producción, The Falcon and The Winter Soldier, que es una especie de spin-off de Capitán América, Disney+ tiene la misma estrategia que obliga al espectador a quedarse: presentarla por entregas semanales. Con esta jugada, se aseguran el pago mensual de todo el público de Marvel.

Y, dicho sea de paso, así lo hacen con The Mandalorian y próximamente con Obi-Wan Kenobi para cautivar a los seguidores de Star Wars. Y así con otras producciones que le apuntan a distintos targets. Disney no deja cabos sueltos.

La historia de Sam Wilson y Bucky, a diferencia de WandaVision, arranca con acción, de una, sin ambiente de sit-com ni rodeos. Su estreno, hace dos semanas, se convirtió en el más visto en la historia de la plataforma.

Desde el principio se hace un enlace directo con el final de Avengers: Endgame, en la que no solo Stark muere, sino que el Capitán América se hace viejo y se retira con un acto simbólico en el que le entrega su icónico escudo a Falcon, para que sea el nuevo ‘Cap’.

El mítico objeto hecho por Howard Stark (el papá de Tony) es el cable que conecta las películas directamente con esta nueva etapa del MCU, en la que los fanáticos esperan cada vez más y más del selecto grupo de personajes que llevan cultivando amor y fidelidad en los amantes de los superhéroes durante 13 años.

Con Black Widow, que llegará a mitad de año, se completarán 24 películas de esta saga que quizás sea la más extensa en la historia del cine moderno. Y se le hará un homenaje a un personaje que ha estado presente en el la historia desde la segunda película. Ya veremos qué más se traen entre manos.


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