Fueron días convulsos, pero hubo humo blanco. El Festival del Cine Venezolano de Mérida se realizó a pesar de las protestas que se desarrollaban en la ciudad en contra del gobierno.

La mayoría de los invitados se hospedó en el hotel El Serrano, en la avenida Los Próceres, punto álgido de las manifestaciones. Era común que cineastas, productores o periodistas intentaran buscar rutas alternas para asistir a las salas de cine de Las Tapias. A pesar de los problemas, los más leales al festival caminaron buenos trechos para llegar.

Una de las producciones que tuvo más audiencia fue El Inca, que se proyectó en Mérida luego de que se levantó la prohibición de exhibirse en Venezuela. Precisamente este largometraje obtuvo el Premio del Público. Otras que tuvieron importante asistencia fueron El Amparo y La Soledad.

Ayer, cuando los invitados tenían que retornar a sus respectivas ciudades, un derrumbe por las lluvias impidió que llegaran a tiempo al aeropuerto de El Vigía. Algunos aceptaron la oferta de regresar por tierra, mientras otros prefirieron esperar y acudir más tarde al terminal aéreo con la esperanza de encontrar algún vuelo.

En el estacionamiento del hotel, antes de emprender el camino de regreso, dos personas entraron en moto al lugar y con pistola en mano le quitaron el celular al conductor de una de las camionetas que trasladaba, entre otros asistentes, al productor italiano Enzo Porcelli.

El miércoles un grupo de personas protestó en contra del homenaje que rindieron al director Román Chalbaud, cuya película La planta insolente competía en el certamen cinematográfico. Llevaban bolsas en su cabeza en las que se podía leer “La planta indolente”, entre otros mensajes.

Un grupo llamado Protesta Inteligente, integrado por algunos estudiantes de la Escuela de Medios Audiovisuales de la ULA, emitió también un comunicado en el que señalaba que era incongruente realizar ese acto para una persona que “apoya abiertamente a un gobierno que asesina a jóvenes venezolanos y que menosprecia la libertad de expresión”.

En medio de ese contexto, luego de las deliberaciones, se eligió a El Amparo como Mejor Película. La ópera prima de Rober Calzadilla recibió siete reconocimientos en el certamen que comenzó el domingo y finalizó el miércoles.

Una de las discusiones durante estos días fue la pertinencia del festival, un tema al que el cineasta Joe Torres, integrante del jurado, responde así: “La idea es permanecer como sinónimo de encuentro y libertad. Se trata de no ceder los espacios, sino de gritar y no desaparecer. Hubo un homenaje a Chalbaud, con el que no coincido políticamente, pero por este hecho cultural compartí con él. La protesta en su contra es un ejemplo. Hubo espacio para este tipo de manifestaciones”.

El director sí hace una observación sobre la selección. “Una porción de la muestra adoleció de criterios. Estamos haciendo un cine muy precario. No me refiero a los recursos, sino al fondo y la forma”.

Karina Gómez, presidente de la Fundación para el Desarrollo de las Artes y la Cultura que organiza el certamen, opina que fue una muestra de buen cine: “El cierre fue un acto bastante emotivo, aunque cada vez es más difícil organizar el festival. La ciudad estuvo encendida todos los días, pero lo logramos”.

La edición de este año del Festival de Cine Venezolano, según cifras de los organizadores, contó con 700 participantes.


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