Catherine Zeta-Jones tuvo que enfrentar las acusaciones por abuso sexual presentadas en contra de su esposo, Michael Douglas, a principios de este año. La actriz y su familia fueron expuestos mientras apoyaban públicamente el movimiento #MeToo, lo que les generó aún más dilemas. «Me encontraba en una posición muy difícil», sostuvo, añadiendo que se sintió «dividida sobre dónde estaba su moralidad».

Sus dichos hacen referencia a la acusación divulgada por una ex trabajadora de Douglas, quien manifestó que el actor se había masturbado en frente de ella y que recibía constantes comentarios incómodos sobre su cuerpo, entre otras denuncias. Douglas negó rotundamente las acusaciones. «Es una completa mentira, una fabricación. No es verdad en absoluto», manifestó en ese entonces.

La protagonista de Chicago (2002), contó a la revista The Sunday Times que cuando se enteró de los dichos de la mujer, tuvo una conversación con su esposo y con sus dos hijos, Dylan (18) y Carys (15). En la ocasión, le preguntó si este era solo el principio y que si luego vendría una ola de mujeres a acusarlo. «Él nos dijo que no había ninguna historia allí y que el tiempo le daría la razón, y así fue. No había nada que respaldara las declaraciones», comentó, agregando que «por cada acusación que sale sin que nada la respalde, el movimiento retrocede 20 años».

«Dios sabe que nuestro matrimonio ha tenido sus altibajos, pero yo no voy a tirar la toalla tan rápido. No soy ese tipo de persona. Aunque tampoco me voy a aferrar si las cosas andan mal hasta el día en que él se muera. O el día en el que yo me muera. Tampoco soy tan estúpida», declaró.

Zeta-Jones, de 49 años, y su marido, de 74, habían presentado problemas matrimoniales en 2013, cuando emitieron un comunicado en el que anunciaban su separación. La noticia venía a tres años de que el actor fuese diagnosticado con un cáncer de garganta, y a dos años de que ella fuera diagnosticada con un trastorno bipolar grado II.


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