Desde aquella mañana cuando lo llamé por teléfono y no me reconoció, he repasado infinitas veces el manuscrito, he regresado infinitas veces a la avenida Bogotá de Los Caobos a ver si encuentro el local de Gargantúa donde Carlos Morean iba a jugar maquinitas. También he recorrido infinitas veces el centro de Caracas para buscar el local donde estaba la academia musical del maestro Vicente Emilio Sojo, aún escucho la voz risueña de Carlos al rememorar la mañana cuando el maestro Sojo sentenció que el muchacho que no servía para músico y su abuela, Mary Corothie, lo miró a los ojos con mucho cariño y le dijo “Carlitos, si te gusta la música y trabajas duro, vas a llegar muy lejos, muchos de esos grandes maestros musicales se vuelven cascarrabias al final de sus carreras, no le comas cuentos a ese señor”.

Al enterarme el martes 24 de octubre de 2017 del fallecimiento de Carlos Morean luego de varios años de batallar con el mal de Alzheimer, fue inevitable un rictus de nostalgia por la naturalidad con que interpretaba “Tú la vas a perder” con Los Darts, de melancolía por la calidad de la lírica de “Me gusta soñar”, de tristeza por no haberme apurado en terminar de escribir el manuscrito y conseguir publicarlo mediante un bautizo y recepción como quería Carlos Morean, me descuidé y Alzheimer había llegado primero. Los sentimientos autoflagelantes cesaron casi de inmediato al recordar una de las lecciones más profundas que aprendí de las entrevistas con Carlos Morean: “Todo lo que he logrado se lo debo a que siempre me refugié en la sonrisa, el cariño, el amor, aún en los momentos de más rabia; nunca me quedé atascado en el rencor o el odio”.

Desde que participó en su primer grupo musical en el colegio Los Mangos, Carlos mostró la perseverancia y un entusiasmo que le permitió avanzar aunque casi no sabía tocar el cuatro al igual que sus compañeros con sus respectivos instrumentos, a punta de pura disposición y mucho oído musical empezaron a adentrarse en los vericuetos de la música y sacar compases cada vez más relucientes de las piezas típicas venezolanas.

Pasaba horas escuchando música pop-rock en un radio transistor que escondía debajo de la almohada cuando su madre iba a reclamarle que tenía como una hora llamándolo para que fuese a cenar, así se mantenía al día acerca de las últimas creaciones de Elvis, Enrique Guzmán y un grupo británico apodado The Beatles. Quedó tan prendado del ritmo y los desplantes del cuarteto de Liverpool que cuando vio la portada del larga duración en la vitrina de una discotienda, pasó como cinco minutos conversando con el dependiente hasta que le permitió leer la contraportada. Por esa época un señor amigo de la casa llevó el disco Dinner in Caracas interpretado por un tal Aldemaro Romero. Desde entonces la vena musical de Carlos Morean tuvo dos corrientes paralelas. Su pasión por la música lo llevaba a estudiar las odiadas matemáticas, la tediosa historia o la complicada gramática española a cambio de que su madre le permitiera escuchar música en el radio o practicar con el cuatro.

El germen de Los Darts

Hasta la avenida Bogotá de Los Caobos llegaron Augusto De Lima y Oscar Franco. Carlos se quedó boquiabierto, soltó el control de la maquinita. Los muchachos le dijeron que todo estaba bien, solo querían preguntarle si quería formar parte de un grupo musical que estaban armando. Augusto tenía una guitarra española y Oscar también. “No pongas esa cara, no es broma. Alguien nos dijo que en la cafetería de Gargantúa se la pasaba jugando maquinitas un muchacho que sabe tocar cuatro y guitarra”. Ensayaban en la casa de Oscar, allí había un bajo Hoffner que habían comprado entre Augusto y Oscar. Aun cuando ellos le prestaban una guitarra a Carlos, él empezó a pedirle a su mamá una guitarra, la cual solo se hizo realidad luego de mejorar las notas del liceo y cuando la madre se convenció de que lo del grupo musical iba en serio. “Era una guitarra Eco de un micrófono, sin estuche y sin nada”. A partir de entonces los ensayos fueron más frecuentes, agregaron al baterista Rafael Pimentel y empezaron a llamarlos para fiestas de cumpleaños. Interpretaban canciones de Elvis, y Enrique Guzmán, quien había nacido y vivido en Caracas los primeros años de su vida y luego se fue a vivir a México con sus padres, mientras que Carlos nació en Ciudad de México y después se vino a Venezuela. Antes de llegar al estrellato, Los Darts sufrieron algunas metamorfosis, Oscar terminó el bachillerato y se fue a estudiar a Brasil, fue sustituido por Richard Aumaitre, e ingresó un cantante llamado Víctor Gámez. Luego llegaría Claudio Gámez. “Grabamos 4 discos con Los Darts, del primero pegamos ‘Tú la vas a perder’ (Versión de You’re Gonna Lose That Girl de Lennon-McCartney), ‘Por amor’ y ‘Si estás triste’ que es una versión de Listen People de Herman Hermits. En el segundo disco grabamos ‘Ahora es tarde’, una versión de It’s Too Late de Bobby Goldsboro. Para el tercer disco grabamos ‘Donde, donde’, versionada de Monday, Monday de John Phillips que fue grabada por The Mamas & The Papas en 1966. Y en el cuarto y último disco grabamos ‘Lo mejor que veo en ti’ para versionar The More I See You original de Harry Warren y Mack Gordon. Luego, en algún momento de 1968 decidimos que Los Darts habían cumplido su ciclo y cada quien tomó su camino”.

Solista, compositor, arreglista, director de orquesta

Otra senda de nostalgia que recorrí este 24 de octubre de 2017 fue aquella mañana en el parque de almendrones y jabillos frente a la casa de Carlos, hablaba con mucha emoción del momento cuando logró componer “Por alguien como tú” junto a Claudio Gámez probablemente en la segunda mitad de 1968. “Claudio era un virtuoso con el teclado, se sorprendió con la letra y me hizo trastabillar cuando desarrolló unos acordes musicales que hicieron resaltar mucho más la lírica”.

De pronto cerró los ojos y pareció soñar cuando recordó que por esa época Renny Ottolina le ofreció trabajo en la dirección musical y la orquesta de “El Show de Renny” y “Renny Presenta”. “Fue una experiencia muy valiosa, aprendí mucho de la disciplina y los patrones de calidad que imponía Renny. Todo tenía que ser de primera, con el mejor empeño de hasta el último del equipo, si no, no habría nada”.

Ocupé el segundo lugar en el “Festival Venezolano de la Canción” en Caracas en las versiones de 1971 y 1972. En el 71 también me llamó mi maestro Aldemaro Romero para el Festival de Onda Nueva en Caracas, me desempeñé como cantante, arreglista, compositor y director. Ocupé el quinto lugar. Aldemaro notó mi inclinación por la composición y me consiguió un curso en el exterior. Así me fui a estudiar dirección musical en la “Accademia Musicale Chigiana” de Siena, Italia con el maestro Franco Ferrara. Allí aprendí muchísimo de la música, sobre todo desde el ángulo creativo y reflexivo. De allí me fui a Boston para seguir afinando mis conocimientos en Berklee.

Por esa época fue que grabé con Discomoda, como solista, aquella canción que muchos piensan que compuse: “Por cuánto tiempo me amarás”. Si acaso, le hice un pequeño arreglo a la música y algún ajuste a la traducción de la letra, porque esta canción es italiana: “Da quanto tempo me amerai”.

En ese tiempo versionamos al español con Néstor Bermudez para “La gran fogata” una canción que se llama “Yo trataré de ayudarte” (“Has visto las cosas al salir el sol, y como las rosas cambian su color, más si eso no es ser feliz, no pretendas sonreír, quiero que confíes en mí… yo trataré de ayudarte…”). Aprendimos mucho juntos, traduciendo del inglés, ahora se me dificulta el título y compositor de la versión original.

En 1972 fuimos al Festival de Chiclayo en Perú. Allí ganamos el premio al mejor arreglo (otorgado por la orquesta). El cantante fue Trino Mora.

Ese mismo año fuimos al Festival del Coco en Barranquilla, Colombia y volvimos a ganar el premio al mejor arreglo (otorgado por la orquesta). El cantante fue Gimeno.

En 1973 obtuve la Gaviota de Oro en el festival de Viña del Mar (entregada por la orquesta) al mejor arreglo (hasta ahora, el único músico venezolano en ganarla). El cantante fue José Luis Rodríguez.

Entre 1971 y 1979 fungí como director musical y arreglista en discos y giras nacionales e internacionales de José Luís Rodríguez (El Puma). Esa relación se terminó debido a que luego de tanto tiempo le solicité un aumento de sueldo. La respuesta que recibí fue que se consiguió otro director musical. Nos hemos encontrado algunas veces y lo he saludado cordialmente.

Desde 1971 he sido arreglista y compositor de música de más de 1000 comerciales y campañas electorales.

Entre 1974 y 1992 fui director musical y de orquesta de Venezolana de Televisión, canal 8. Seguro que allí fue que viste el episodio donde Desireé Rolando me enseña una planilla para que me inscriba en el equipo Leones del Caracas y le respondí que seguiría en el Magallanes así siguieran perdiendo.

De 1975 a 1977 integré el grupo vocal de música típica venezolana “Los Cuñaos”. Alí Agüero era el director. Grabé 3 discos con ellos y estuve en varias presentaciones en vivo y en TV.

En 1976 participé en la composición y arreglos del tema de la película “Los tracaleros”, dirigida por Alfredo Lugo y protagonizada por Toco Gómez, Orlando Urdaneta y Elluz Peraza.

En 1977 compuse “Me gusta soñar”, y apareció en el LP Aquí estoy.

Luego viene la época del Medio Evo desde 1979 a 1990 y más acá. Allí fui compositor y co-autor de todas las canciones. Incluida por supuesto “Laura, la sin par de Caurimare”, todo un suceso en la radiodifusión. Muchas personas todavía me preguntan por el disco donde aparecen “Hanos bibío mar” y “Lo que me queda es pa’ sellá”.

En 1981 y 1982 participé en el Festival Internacional de la Canción y la Voz en Puerto Rico. En ambas ocasiones obtuve el premio al “Mejor Director”. Los cantantes fueron Trino Mora y Doris Hernández, respectivamente.

Ese 1982 ganamos el Festival de la OTI en Lima, Perú, con la canción “Puedes contar conmigo”. Obtuve los premios al mejor compositor y al mejor arreglista. El intérprete fue el grupo Unicornio. Luego asistimos al Festival Hans Christian Andersen en Odense, Dinamarca. Fungí como compositor y arreglista. Ganamos el premio a la mejor música. El grupo las Voces Blancas ganó el 1er. Lugar como Mejor Coro Infantil.

De 1989 a 1990 participé en la “Semana de Jazz Sinfónico”. Ambos años con la Orquesta Sinfónica de Venezuela, como director y compositor de la obra “Tres estudios de jazz sinfónico”.

En 1993 trabajé en la música de la película “Señora Bolero”, dirigida por Marilda Vera. Carlota Sosa protagonizó junto a Marcelo Romo, Héctor Myerston y Tania Sarabia. A medida que leía el guión comprendía por qué el bolero, mucho más que un género musical, es un estado de ánimo.

Uno de los trabajos que más dolores de cabeza me ha dado es el de maestro de música. Resulta un reto de grandes responsabilidades transmitir los conocimientos de teoría y solfeo. Porque cada persona es diferente, aprende a su ritmo y el maestro debe tener la paciencia y el temple para adaptarse a cada uno de esos ritmos en escasos minutos.

Lo primero que me vino a la mente aquella mañana de la llamada telefónica, fue la anécdota que me contó con más emoción:

Una vez estábamos en un “María Teresa con sus amigos” y ella cantaba “Me gusta soñar”. Aldemaro tamborileaba la canción y seguía el ritmo con movimientos del rostro. En un momento se volteó y me dijo: “Me hubiera gustado componer esa canción”. Mi maestro que tiene más de 200 canciones mejores que esa, diciéndome eso, me dio una de las alegrías más grandes de mi vida.

Alfonso L. Tusa C., 15 de noviembre de 2017.


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