Carlos Azpúrua cineasta

Carlos Azpúrua está al frente del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía desde el 25 de marzo de 2021. Desde el primer día, el cineasta, uno de los referentes de la filmografía nacional con obras como Disparen a matar (1990) y Amaneció de golpe (1998), se propuso reinstitucionalizar el CNAC. Sin embargo, no ha sido fácil, pues desde hace años, según él, la institución vivía un proceso de polarización, producto de la crisis política, económica y social en el país.

El realizador de 73 años de edad, que hace un mes fue operado de la cadera, reconoce que antes de su nombramiento el CNAC estaba «prácticamente paralizado» y no contaba con los fondos suficientes para financiar películas. Por eso, se fijó como meta devolverle vida a la institución que nació con el propósito de apoyar y capacitar a la comunidad audiovisual, así como para promocionar la cultura cinematográfica en el país. No habla de las gestiones de sus predecesores, Vladimir Sosa Sarabia (2020-2021) y Roque Valero (2019-2020). “No voy a juzgar a nadie, hay suficiente conciencia para entender. Toda comparación es odiosa y no soy yo quien tiene que juzgar. Ya bastante información hay de todo eso, que cada quien asuma su responsabilidad”, afirma.

Desde que fue operado pasa sus días en casa, donde trabaja rodeado de las esculturas que ha traído de sus viajes por el país. Mientras recupera la movilidad de su cadera recorre con la ayuda de una andadera su jardín. Le gusta admirar sus plantas, dos en particular, una orquídea y una cayena de las que presume con orgullo.

En estos primeros meses como presidente del CNAC, Azpúrua se ha abocado a la recaudación de Fonprocine y a aprobar las solicitudes de culminación de proyectos pendientes, lo que el sector cinematográfico ha visto con buenos ojos. Aunque cineastas y productores reconocen que ha habido cambios positivos, aún queda un largo camino por transitar para mejorar la situación del gremio.

A diferencia de gestiones pasadas, asegura que no prohibirá ni negará la nacionalidad a ninguna película, siempre y cuando cumpla con los requisitos establecidos por la Ley de Cinematografía. El realizador dice que está abierto al debate y quiere fomentar espacios para ello, en los que todos los sectores, sin importar ideología política, tendrán cabida. Además, se propuso saldar la deuda que Venezuela mantiene desde 2015 con el programa de coproducción Ibermedia. Pero no duda en afirmar que no está en el CNAC sólo como cineasta. “Soy un operador político”.

—El año pasado fue designado como presidente del CNAC ¿En qué condiciones encontró la institución?

—Encuentro al CNAC en una situación que no está lejos de todas las instituciones del país. Para nadie es un secreto que hubo un proceso estratégico de destrucción de nuestras instituciones, una realidad política de polarización sumamente compleja, una situación, desde el punto de vista económico muy difícil y una estrategia desde el punto de vista político de impactar sobre la institucionalidad del país. El CNAC es una institución que no escapó de la polarización, ese es el escenario en lo concreto, en lo político. Obviamente, por razones, a mi juicio, que inciden en esa realidad política-económica, inciden también algunas situaciones lamentables como la falta de visión en cuanto a la gerencia del CNAC, pero también por la polarización que se expresó dentro del CNAC, de confrontaciones totalmente inútiles, desde el punto de vista de su funcionamiento.

Debo decir que es una institución que prácticamente estaba paralizada por esa confrontación por razones múltiples. Obviamente se llevaba al CNAC la realidad que estamos viviendo, dígase guarimbas, confrontación política inadecuada, falta de visión, de manejo del sector, del gremio y eso contribuyó a un debilitamiento de la institución. Hay una situación multifactorial para el CNAC que yo encuentro. Me duele porque soy cineasta y artífice de la Ley de Cinematografía, porque comparto y conozco el gremio desde adentro, desde las entrañas profundas; fui cuatro años presidente de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos. Soy un cineasta político y, de una manera u otra, entender esa realidad de lo que acontecía en el CNAC era asumir esa direccionalidad del CNAC con una visión militante para preservar esa institución, reinstitucionalizarla y preservarla, digo yo, porque estaba en una situación realmente difícil.

—¿Por qué decidió asumir en este momento de su vida este cargo?

—De alguna forma u otra sentía que la falta de visión y la confrontación inútil y la incomprensión de la dinámica del sector cinematográfico, más allá de las diferencias ideológicas y políticas, lo ameritaba. Yo pienso que de seguir así el CNAC estaba siendo evaluado de una manera sumamente negativa, de un lado y de otro hay una inmensa incomprensión del aporte que le dio al desarrollo cinematográfico la Ley de Cinematografía, tanto la ley que crea el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía como la reforma de la ley que crea Fonprocine. Somos el único sector que tiene músculo propio y eso se hizo con la participación de tirios y troyanos. Es decir, si hay algo que es importante tener claro es que el CNAC es producto de una visión diversa, una visión en la que privan los intereses gremiales, más allá de la visión política. Y ese patrimonio de los cineastas yo lo tengo muy claro. Asumo esto porque, lo digo así claramente, de seguir como estaba el CNAC el costo político donde lo quería llevar un sector de la derecha era hacia una institución fallida y, en lo personal, lo interpreté como político no como cineasta para que no se generara una responsabilidad en cuanto a afectar una institución que es modelo de discusión democrática, de participación plural, que es un inmenso logro, no solamente de los cineastas venezolano sino para América Latina. El CNAC fue referencia legislativa en la manera como nosotros logramos la reivindicación, expresada en la Ley de Cine, como institución creando Fonprocine. En la conjunción de todos esos elementos, en la reflexión de la situación como un actor de militancia política asumí esta responsabilidad.

Yo no soy de profesión gerente de nada, pero sí tenía conciencia del deber ser. ¿Qué me es difícil ahorita? Cambiar mi pensamiento a una visión gerencial, militante de orientación y conducción y dejar de lado el pensamiento subjetivo y hermoso que es la creación cinematográfica. No obstante, sigo trabajando en el cine. En este momento estoy haciendo dos largometrajes documentales que me tienen inspirado. He logrado no dejar de pensar en cine, pero mi responsabilidad ahora está en preservar esta institución y lograr probar que dentro de parámetros establecidos en la Ley de Cinematografía, actuando con administración sana, construcción de equipos, de gerencia coherente, con la pacificación del comité ejecutivo, para muestra un botón, todas las decisiones que se han tomado en este momento han sido por consenso del sector público y privado. Ese comité ejecutivo que era un escenario de confrontaciones inútiles por falta de visión.

—¿Puede hacer un balance de la gestión de sus predecesores?

—No voy a juzgar a nadie, hay suficiente conciencia para entender. Toda comparación es odiosa y no soy yo quien tiene que juzgar. Ya bastante información hay de todo eso, que cada quien asuma su responsabilidad, yo asumo la mía y mi mejor respuesta es lo que estoy tratando de hacer para preservar y llevar adelante de manera positiva al CNAC, en cuanto a la creación de Festivales como el Cumbe y el fortalecimiento de festivales como el Mérida, que comienza hoy y he logrado el apoyo de la gobernación y del ministro de cultura. Creo que por la obra a uno lo evaluarán.

—Algunos cineastas y productores han dicho que desde que asumió la presidencia del CNAC, el año pasado, han notado cambios en cuanto al apoyo y aprobación de proyectos. Ven con buenos ojos que usted esté al frente del CNAC después de la gran época que se vivió durante la administración de Juan Carlos Lossada. ¿Cuáles son los objetivos que se ha trazado durante su gestión?

—Primero me alegro, no estoy pendiente de lo dicen, mi gestión hablará por mí. Me siento sumamente agradecido de que sea así. Mis objetivos son fortalecer el CNAC. Reinstitucionalizar el CNAC es fundamental para mí, demostrar que dentro de los parámetros de la ley que tenemos, que puede estar sujeta a una reforma, producto de las luchas de los cineastas y de los gremios, es posible avanzar. Fortalecer Fonprocine que es nuestro músculo económico, somos el único sector que tiene autonomía en nuestras potencialidades de financiamiento que es el fondo de fomento cinematográfico que realmente se ha fortalecido. Lo encontré prácticamente en el suelo, no recaudaba, estaba sumamente lesionado, sobre todo la visión hacia afuera. Los sectores que tienen responsabilidad en cuanto a aportar sus alícuotas en el fondo autónomo prácticamente no lo pagaban. No voy a hablar de cifras, pero pronto abriré la segunda convocatoria. Ya hay montaje de proyectos, hemos salido de todas las solicitudes de terminación de proyectos y, lo más importante, he logrado preservar el dinero para volvernos a integrar en uno de los programas más importante de América Latina, como un programa multilateral que es Ibermedia. Eso está a punto de que se dé. Ya tengo la autorización del ministro Freddy Ñáñez y del ministro Ernesto Villegas, de manera que sigo adelante y seguimos bien la recuperación física de todos los espacios. Creo que para el próximo aniversario habrá muchas buenas noticias. Todo lo que hago, lo hago consultando al sector y he logrado ir al encuentro de esa vocación gremial histórica de resolver nuestros problemas internos.

—¿Tomando en cuenta la crisis del país, la pandemia, si hacemos un ejercicio de proyección a futuro: de aquí a cinco años cuáles son los principales retos a los que se enfrenta el CNAC?

—Los retos del CNAC son hacer más películas, consolidar con mayor fuerza nuestra dinámica de participación, ir y darle una respuesta a una diáspora que en definitiva habla mal del país, una diáspora cinematográfica totalmente absurda, una diáspora que perdió el objetivo y que sigue hablando mal del país. Han hecho de hablar mal del país sobre la base de que aquí no hay cinematografía, que no hay condiciones de filmar, están lesionando profundamente a nuestros cineastas que se han quedado aquí, cineastas que no necesariamente apoyan el proceso. Están lesionando el país. Han hecho de su crítica una estrategia para lograr financiamiento afuera. Eso es un reto, desvirtuar esa idea negativa de esa diáspora cinematográfica que anda con una retórica de hablar mal del país y que se ha convertido en una posibilidad de conseguir financiamiento afuera. Eso es algo que no se resuelve nada más porque lo esté declarando en este momento, sino en el ejemplo concreto. Hay que dinamizar de nuevo la producción y se está haciendo, lograr traer producciones al país. Contamos, quizá, con los mejores técnicos de América Latina, que por la misma crisis se han ido. Yo les pediría a esos sectores que se vinculen un poco más con esta realidad, que hablen con los compañeros que se han quedado aquí más allá de las diferencias que podamos tener. Les pido que sean un poquito patriotas y que afronten esto, no su realidad como una estrategia para sobrevivir hablando mal del país afuera, sino que entiendan cuál es esa dimensión. Ese es uno de los objetivos y se va a lograr dinamizando nuestra industria otra vez, tanto a la posibilidad de poder filmar aquí producciones extranjeras como el cine que hacemos aquí. El otro objetivo es fortalecer Fonprocine y la búsqueda de lograr pechar a las plataformas de streaming. En eso ando, podría ser sujeto a una modificación de algunas leyes, no solo de la Ley de Cinematografía, para aumentar nuestra recaudación.

—¿A qué se refiere con esto exactamente?

—Sabemos que en España o en la Unión Europea se dio la condición de que lograr una recaudación mínima, un impuesto sobre Netflix o alguna otra y que ella sea tributaria al fondo del fomento cinematográfico. Estamos estudiando de qué forma podemos avanzar en esta nueva realidad de plataformas para aumentar nuestra recaudación. En este momento la mayor recaudación de Fonprocine no es la exhibición de cine comercial, al contrario está muy lesionado. La mayor recaudación está en las cableras, ahí tenemos como 80 u 85%. Eso amerita una apreciación muy particular: pandemia, realidad económica, situación tecnológica, el desplazamiento del cine comercial por el streaming. Se ha lesionado muchísimo la participación, estamos tratando de ver si podemos, en conjunción con los exhibidores, dinamizar que la gente pueda asistir a las salas. Pero siempre con el problema tremendo que es la displicencia y la actitud negativa, y debo decirlo así, donde ese sector, el de los exhibidores, que si bien por ley logramos que participe con una pequeña alícuota siempre ha sido hostil al cine nacional por aquello de que una película venezolana le quite espacio a las películas de Hollywood. Muchos de ellos son receptivos, no a todos hay que meterlos en ese saco, pero hay unos a los que nada más les interesa las películas que vienen de la exhibición comercial y siguen protegiendo sus basuras ideológicas. Quiero que me respetes ese término. No todos son iguales, pero hay muchos que todavía siguen afianzados protegiendo la basura ideológica. Que vengan a debatir conmigo si no les gusta el término.

—¿Cómo ha sido el acercamiento con los diversos gremios que hacen vida en el sector?

—El CNAC tiene una dinámica de un comité ejecutivo que está expresado en lo público y lo privado. Es decir, productores, la cámara cinematográfica que implica los industriales, está la Asociación de Autores Cinematográficos, una representación del Estado, y me llena de satisfacción decir que todas las decisiones se han tomado prácticamente por unanimidad. He logrado pacificar esa confrontación inútil y he logrado, de una manera u otra, reinstitucionalizarlo en función de una dinámica democrática plural, participativa y justa, una administración sana y una eficiente gerencia que la ha ido reconstruyendo poco a poco. Todo lo que estoy diciendo estará respaldado por hechos concretos.

—La ley de cine reformada en 2005, en los art 57 y 59, hace referencia al financiamiento del cine venezolano por parte de la empresa privada. ¿Qué se necesita para llevar a la práctica estos artículos?

—Ya se han hecho muchos intentos. Eso tiene que ver con la recaudación, con un lobby, por decirlo así, una palabra desagradable, pero tiene que ver con avanzar sobre una conciencia desde el punto de vista fiscal. Eso lo hace y ha logrado extraordinarios y potentes efectos en otra cinematografía como es la de Colombia, que ha dado extraordinarios resultados y es una de las cosas en las que estamos trabajando con seriedad. Son tantos los temas a tocar, ha sido tan exigente en esta primera etapa que no he podido desarrollar todo. La dinámica, la cotidianidad del CNAC en sus diferentes aspectos, tanto internos como externos, atender los problemas desde todo punto de vista, la reconstrucción y lo administrativo, en lo gerencial, en lo gremial; no ha sido fácil. Ahora, después de año y medio, con mi conocimiento que es básicamente teórico y que ahora está en la práctica, no ha sido fácil. Para mí ha sido un proceso de conocimiento que me lo ha facilitado la vinculación que tengo con los gremios como realizador cinematográfico, pero en los aspectos burocráticos y el manejo de la dinámica legal, es decir, la interpretación de la ley, los reglamentos, no ha sido fácil, sobre todo reconstruir el tejido gerencial dentro de la organización. Eso siempre sufrió un maltrato y un proceso de desintegración producto de todos los sectores. Aquí, para donde volteas, todos tenemos responsabilidad en lo que sucedió.

Ahora, mi llamado es a entender el fortalecimiento institucional más allá de nuestras diferencias ideológicas. A mí nunca me verás prohibiendo una película. De hecho, hay un programa que tengo en el CNAC, que recién empiezo a implementar, que se llama “El cine nacional se debate”, con grandes temas sobre el cine nacional en foros. Lo empezaré a implementar cada 15 días en debates abiertos. Creo en el debate, no me verás prohibiendo absolutamente nada. Yo me siento total y absolutamente convencido desde la perspectiva ideológica de cómo dirijo el CNAC, comprometido con mi realidad política actual. Por eso me quedé y por eso aliento a los cineastas a que regresen aquí para seguir construyendo país, no es desde lejos hablando mal y desvinculados de nuestra realidad.

—¿No se han puesto en práctica por un tema legal o por falta de voluntad?

—Eso ya está establecido en la ley, lo que hay es que lograr en la conciencia, desde el punto de vista político, cómo implementarlo. Eso tiene que ver con el Seniat, hay que ver cómo lo reglamentamos para que no haya fuga de capitales, la participación del sector privado para que no haya desequilibrios y cómo logramos establecer los porcentajes de manera que no lesione nuestra recaudación. Hay que recordar que somos un país bloqueado y que todo lo que entra por nuestro fisco es para lograr enfrentarnos a la realidad del bloqueo; en la medida que se abran las posibilidades, vamos a avanzar. Es una tarea por hacer que tiene que ver con las diferentes comisiones dentro del Parlamento, quizás a favor tengo que fui parlamentario y manejo esas dinámicas. Fui el legislador que manejó el proceso de creación de la Ley de Cinematografía.

—Han pasado 17 años desde la primera reforma de la Ley de cine. Los tiempos han cambiado. ¿Se evalúa proponer otra reforma a la ley? ¿Como cineasta y como rector del máximo organismo del cine nacional si le tocara proponer cambios, cuáles haría?

—Sí. En este momento tenemos esta situación de que algunos compañeros se han sentido excluidos en cuanto a la ley, como está planteada, y yo lo que creo es que ha habido una situación muy particular: inadecuadamente se ha acusado al CNAC de privilegiar a sectores industrialistas, con una visión ideológica de derecha. Es una realidad que ha abandonado, de alguna forma, a un cine más cuestionador, políticamente más crítico. Pero la verdad está en el medio, creo que sí hay alguna apreciación que hacer, pero se puede desarrollar desde el CNAC, abrir a la participación con mayor democracia de esos sectores, que por formación carecen del manejo de las metodologías y formas de montaje de proyectos. Obviamente, se enfrentan a un sector con mucha más experiencia por su relación industrial, por el manejo de lo que implica la cultura industrial cinematográfica y eso les da una ventaja en cuanto a la presentación de proyectos. ¿Qué hacer? Acompañar a los compañeros que con mucha justicia plantean mayor participación y fortalecer esos sectores que se han sentido excluidos. Esos sectores son los que plantean una reforma de la ley o una nueva ley. Yo lo que creo, a mi juicio, es que sería una reforma, tanto en la búsqueda de nuevos elementos de fortalecimiento como en lo económico de Fonprocine.

—¿En este momento el CNAC está en la capacidad de apoyar y financiar producciones nacionales? Los fondos que percibe Fonprocine son suficientes?

—Claro. Hemos aprobado montajes de proyectos en gran cantidad. Hemos ido solventado el remanente de producciones. Hemos logrado de la manera más pareja, democrática y justa salir adelante en todas las necesidades y, sobre todo, hemos logrado una política en el área de beneficios sociales extraordinaria. Hemos asistido con ayudas a nuestro sector y sectores hermanos, como es el área de fotografía del Ministerio de Cultura. Ya se va a abrir la segunda convocatoria.

—Algunos cineastas han cuestionado las trabas que se les ponen cuando deciden filmar en Venezuela. ¿Cómo atraer a cineastas venezolanos, reconocidos en el exterior y con una carrera hecha en el país, para que hagan películas en Venezuela y se fomente lo hecho en casa así como la posibilidad de impulsar rodajes en Venezuela?

—En la medida que ellos se enteren de lo que está aconteciendo… Ellos en su mayoría son opositores y que se den cuenta de que esa oposición está absolutamente derrotada, no hay que desvincular la realidad política de la realidad del sector cinematográfico. Todo influye, la política en términos generales influye. Yo lo que le diría es que aquí hay una nueva realidad, una nueva dinámica económica, aquí hay una esperanza de poder levantar una industria extremadamente sólida y fecunda. Los técnicos, nuestros directores, la recuperación económica del CNAC y toda la realidad apunta hacia otra cosa.

¿Cuál es la mejor política? Yo no le voy a decir a ellos que vengan, lo único que les diría es que, por lo menos, interpreten la realidad de una manera seria y dejan de estar hablando mal del país como estrategia para conseguir financiamiento, que por lo menos tengan conciencia y un mínimo de ética profesional e interpreten nuestra realidad de una manera distinta como viene avanzando. Se equivocaron y su visión es parte, entre otras cosas, de algo que ha fracasado en el contexto de “tumbar al gobierno”, de lesionar nuestro proceso revolucionario ¿Por qué no decirlo? Yo soy un carajo que se quedó aquí. Yo no estoy aquí solamente como cineasta, yo soy un operador político de una realidad concreta, interpretándolo de una manera democrática, plural, justa y correcta. Me quedé aquí y con todo el amor del mundo respeto a los cineastas con diferencias que yo tengo, por su verdad debatible siempre en la confrontación de las ideas, pero es aquí dentro del país y no afuera hablando mierda.

—Una de esas trabas es la de conseguir la certificación de producción nacional. Películas que incluso no han llegado a las salas cumpliendo todos los requisitos. ¿Por qué ocurrió esto en el pasado? ¿Cómo llevará esto durante su gestión?

—Esto pasaba por falta de visión política, al no nacionalizar las películas y confrontarte de esa manera inadecuada le estabas dando la estrategia de promoción a esas películas, películas absolutamente fallidas en su capacidad. Al decir “la película prohibida” le dieron la estrategia de comercialización. Yo en absoluto voy a negar la nacionalidad de ninguna película que llene los requisitos por ley, pero lo que sí quiero es ir al debate de esa obra.

Si ves una película que ha sido muy reconocida, pero muy manipuladora con la realidad es Congo mirador… He buscado el debate abierto con ese documental, que ha sido súper premiado, incluso en el Festival de La Habana. Yo nunca lo he negado, es más, lo he ayudado a la promoción, a la exhibición en Maracaibo, le di su certificado, cuando ves el resultado desde el punto de vista de la audiencia ha sido relativamente pobre, como todas las películas, lo que tiene es una buena cantidad de premios y en definitiva ¿qué es lo que he buscado con esa película? El debate, porque creo que manipula inadecuadamente la realidad política. Es una película muy bien hecha, poniendo en valor la extraordinaria capacidad que tiene de narrar, pero es muy manipuladora y no obedece a la verdad. Yo no voy a prohibir nada, porque creo en el debate abierto. Por eso, esa iniciativa que tengo de abrir debates sobre realidades que implican contenido de películas.

—Otro punto importante es el de la censura. El caso más reciente fue el de la película Infección, de Flavio Pedota, en 2019. ¿Usted como creador, como hombre de cine, hombre de la cultura: cree que una obra debe ser censurada?

—Lo que pasó con Infección fue una inadecuada decisión del que dirigía el CNAC en ese momento. Bastante se le dijo: ‘Coño, no la prohíbas’. Aunque él no prohibió nada, lo que hizo fue no darle la certificación de nacionalidad. Eso, obviamente, lo utilizaron como una prohibición. Yo no hubiese prohibido absolutamente nada, yo hubiese promovido foros. Debo decir abiertamente que fue una inadecuada decisión del que dirigía el CNAC en ese momento ¿Por qué? Por incomprensión del medio. No voy a entrar en esa polémica, en términos de asumir o no. Creo que tiene razón la gente que criticó la manera como fue manejada la permisología de esa película. A lo mejor hubiese pasado sin pena ni gloria, como es la experiencia en la historia. Al tu prohibirla la conviertes en una víctima y la aprovecha la oposición. Muchas de esas películas pasan sin pena ni gloria, porque hay que ver lo malas que son algunas.

—¿En este momento, y durante su gestión, tendrán cabida en el CNAC, podrán beneficiarse de él, todos los que hacen vida en el sector, en el país, con una posición política contraria al chavismo-madurismo?

—Eso está demostrado. Yo estoy sujeto a una comisión que es absolutamente plural y está integrada por el sector público y privado. Tratamos de que los representantes sean gente de cine, obviamente, eso no escapa de que en un momento dado se pueda expresar alguna visión o preferencia desde el punto de vista del tratamiento que acompaña una visión ideológica, pero en todo caso, con todo el equilibrio del mundo, esa comisión recomienda un primer debate. Esa comisión respeta sus decisiones y recomendaciones y es en el comité ejecutivo donde se evalúan ya las posibilidades de realizarse en lo económico. De manera que se privilegia, con todos los matices, a los cineastas sin ninguna preferencia ideológica. De hecho, los últimos resultados han sido abiertos y felices, se han beneficiado cineastas de ideologías diversas, pero siempre respetando la calidad y la trayectoria desde el punto de vista de poner en valor sus capacidades cinematográficas, buscando que sean consistentes, proyectos que sean cinematográficos, es decir, arte cinematográfica, por aquello de que el verdadero arte es revolucionario.

—¿Cuál reconoce usted como la mejor época del cine venezolano?

—Yo no creo en eso. Si bien ha habido procesos que están dentro de nuestra dinámica histórica, yo no voy a estar evaluando. Esa dinámica del CNAC está aún sujeta a nuestra dinámica política, económica. Hemos demostrado, cuando ha habido un buen manejo de la ley, que hay experiencias realmente positivas, se institucionalizó de una manera excelente en tiempos pasados, hay todo un rédito del funcionamiento que es positivo, yo no vengo a juzgar a nadie.

Siempre, hasta en los peores momentos, nuestro cine tiene expresiones extraordinarias afuera. Tenemos ahorita a los hermanos Rodríguez, que han sido unos exitosos cineastas que no los puedes acusar de derecha o izquierda. Su obra tiene una inmensa y extraordinaria potencia de arte cinematográfico. Te pongo un caso extraordinario, le di la certificación de obra nacional a una obra de Lorenzo Vigas, La caja, que nos llena de orgullo. Fundamentalmente el capital era venezolano, en el equipo había varios cineastas venezolanos, él guión es de él. ¿Cómo no voy a reconocer a un cineasta venezolano de esa dimensión, siendo él un autor venezolano? La película fue realizada en México, pero el tema que toca es extraordinario, las maquilas, un tema profundo de la frontera entre México y Estados Unidos. Yo reconozco la obra en función del rescate de nuestra idiosincrasia, de reconocer el valor de nuestros cineastas más allá de que las películas sean filmadas dentro o no del país. Claro, hay ciertos requisitos que tienen que estar establecidos, en este caso estaban todos. Pero lo que quiero decir es que no hay sectarismo, en lo absoluto. Hay que poner en valor la creatividad de nuestros cineastas por encima de cualquier diferencia ideológica.

—¿Y en este momento cuál es su lectura del sector? ¿Cómo ve la situación del cine venezolano?

—En franca mejoría. Se ha logrado un entendimiento, se ha pacificado el CNAC, los elementos tóxicos de lado y lado los he logrado neutralizar. El CNAC vive un momento interesante porque todo se decide por consenso y los elementos tóxicos, que es la polarización, han sido aislados y comprendidos en la dinámica del funcionamiento del CNAC. Eso nos ha llevado a la recuperación de la institucionalidad del CNAC.

—En mi experiencia viendo cine venezolano reciente, son pocas las personas que he visto en sala. Desde el documental de Jacinto Convit, pasando por El amparo, por solo nombrar algunas, son muy pocas las personas que asisten a las salas salvo contadas excepciones, como los recientes documentales de Carlos Oteyza o El exorcismo de Dios. ¿Por qué hoy el público venezolano no va a las salas a ver cine nacional?

—No es un fenómeno solo del cine venezolano. Obviamente el cine aún maneja el código de distracción y tienen una inmensa fuerza los tanques de las compañías de exhibición del cine americano, que lo ven como distracción, todo lo que es la parafernalia de promoción de ese cine. Pero no es un fenómeno solo del cine venezolano, sino del cine en términos generales, no solo en Venezuela sino a nivel mundial. Estamos buscando alternativas para promover el cine nacional o promover el cine como espectáculo. Es todo un tema que hay que reflexionar con seriedad y encararlo de una manera en conjunto con los exhibidores, los cineastas, los gremios cinematográficos y promover campañas de promoción para que la gente asista al cine. Es una industria que está lesionada por realidades multifactoriales, en lo económico, social, tecnológico, en las nuevas realidades de cómo se consume lo audiovisual a nivel mundial.

—¿Considera que los exhibidores le dan el trato que se merece al cine venezolano?

—Ellos siempre van a privilegiar al cine que les da su potencialidad económica y por eso, de una manera u otra, maltratan al cine venezolano. Obviamente hay una realidad que implica, de parte nuestra, entender que siempre salimos, y hay una retórica histórica que no promovemos bien nuestras posibilidades de promoción de nuestras películas. Esa es una realidad. Muchas veces llegan nuestras películas con la lengua afuera. Tienen estrategias muy débiles de promoción y estamos trabajando en mejorar eso. Estamos convocando al sector exhibición para que entienda que el negocio es de todos, pero ellos siempre mañosos, porque los acompaña una visión ideológica y de mercado. Para ellos el cine es un negocio y para nosotros es un hecho cultural.

En ese sentido, estamos trabajando para lograr crear campañas para promover que la gente vaya más al cine, en consonancia con el sector exhibición. Para el CNAC, uno de los programas que estoy tratando de llevar adelante, es la creación de un circuito alternativo en el área de la región capital. Vamos a arrancar con cinco salas, que tenemos pensado crear con dolby stereo digital surround, con proyección de CP, todo para abrir un circuito alternativo para el reestreno del cine nacional, para proyección de cine diverso. Cuando digo diverso me refiero a cine que respete la diversidad como derecho humano, que no lo respetan los exhibidores tradicionales porque solo exhiben cine americano y para muestra un botón, cuando vas a una sala de cine es 90% cine americano con su inmensa carga de basura ideológica.

—¿Qué significa el regreso del Festival de Cine Venezolano a Mérida?

—Ese festival estaba sumamente deprimido, su última versión fue realmente dramática. Se hizo en una plaza lloviendo con el apoyo de Gran Cine y había una animadversión en cuanto a su funcionamiento. Desde que llegué me lo planteé como meta y dije ‘bueno, en la perspectiva de que ganáramos (el oficialismo) la gobernación de Mérida’, y fue así, eso me abrió un escenario totalmente distinto. Fui una semana a Mérida a hablar con todos los sectores y logré de una manera u otra que se tome conciencia que es Mérida la que crea ese espacio con el departamento de cine de la universidad. No hay que dejar de destacar que Mérida fue uno de los estados más castigados por la guarimba. No dudo de la receptividad del gobernador y de los que tradicionalmente hacían el Festival de Cine Venezolano, que para mí es el Festival de Cine Venezolano de Mérida, porque disfruté y sé inicialmente cómo se constituye, es una obra de los cineastas, que no dejo de reconocer que ha habido un trabajo y una intención, pero quiero rescatarlo y que quede como patrimonio cultural de Mérida. Para mí eso es fundamental. Hoy comienza y la expectativa es alta. El CNAC ha respondido con aporte económico fuerte, sólido, y esperamos que a partir de ahora la dinámica en cuanto a la gerencia de ese festival mejore en el tiempo. La visión es recuperar el festival en su dinámica histórica, más allá de cualquier observación que tengamos en cuanto a su funcionamiento y gerencia. Parar la decadencia del festival en Mérida para mí se constituyó en estrategia y vamos a ver qué pasa. Creo que vamos muy bien.

—Si le pido hacer un ejercicio crítico sobre los logros del chavismo y el madurismo en materia cultural ¿Qué me diría?

—En el caso del cine, la reforma de la Ley de Cinematografía fue firmada por Maduro. Ese músculo económico que nos da autonomía está firmada por Maduro, eso es un logro. Ese es uno de los más extraordinarios, el impacto de haber logrado nosotros nuestra autonomía económica es un gran logro. Todo eso está en una dinámica política.

Cuando vino la Ley Habilitante, que de una manera u otra encaraba el problema terrible de los institutos autónomos, que era la estrategia de la cuarta república para lograr zafarse de la evaluación económica. Con esta ley se eliminó una gran cantidad de institutos autónomos. En el gobierno de Chávez, para que lo tengan claro, no se eliminó el CNAC. Yo me siento responsable de eso porque logré convencer de la importancia que tenía el CNAC como instituto autónomo y no se eliminó. De manera que recordar y poner en escenario la preservación del CNAC y las distintas coyunturas que hemos llevado es importante. La memoria es frágil y la ignorancia es atrevida. Recordar es importante para aquellos que no simplemente tienen la actitud de creer que el CNAC es una caja chica ignorando las inmensas luchas que acompañan a nuestro sector.

—Hace 32 años hizo una película referencia en nuestro cine, Disparen a matar. Una historia, hoy, más vigente que nunca. Una película que dejó una de las grandes frases de nuestro cine, dicha por Amalia Pérez Díaz: “Yo lo único que le pido a Dios es que me cambie este dolor por rabia”. Hoy son muchas las madres que, como el personaje de Mercedes Martínez, claman justicia por sus hijos muertos. ¿Cree usted que habrá justicia?

—Creo que sí. Este proceso ha evolucionado en un mayor e inmenso respeto por los derechos humanos. Obviamente, los derechos humanos han sido el caldo de cultivo de una oposición que lo ha interpretado como le da la gana. Podría responder de esta manera: derechos humanos respetados en la cuarta república. Esa película está referida fundamentalmente y es un reflejo histórico, por aquello de que el cine es antropología, de la cuarta república. Estoy hablando de los pantaneros, organizaciones de madres recorriendo todo el país pidiendo justicia por el respeto de los derechos de sus hijos matados inadecuadamente por la Policía Metropolitana. Una manipulación mediática tremenda que acogía la línea editorial de los periódicos y estaba sujeta a esas presiones. Se planteaba un problema fundamental en esa película, que es la ética del periodista, la ética de la verdad, la ética de la responsabilidad que tenemos como ciudadanos a asumir una lectura correcta desde el punto de vista de la interpretación de la historia.

Esta es la primera película que saca el Caracazo. Están las consecuencias de esa insurrección popular, que todavía estamos pensando cuáles fueron las direcciones de un pueblo que se prestó al neoliberalismo y a las medidas económicas impulsadas por Carlos Andrés Perez. Ahí están las imágenes inéditas de La Peste, donde enterraron a muchos en fosas colectivas. De manera que, claro que hemos cambiado, claro que hay un avance en el respeto de los derechos humanos. Obviamente, no ha sido fácil y ha habido una tremenda y terrible manipulación del concepto de los derechos humanos, sobre todo en la estrategia de la oposición. Disparen a matar corresponde a una crítica fundamentalmente de la cuarta república, pero tiene vigencia porque son problemas que tienen una universalidad en el tiempo.

—¿Cuánto ha sacrificado usted como cineasta, si cree que sacrificó, desde el momento en el que decidió involucrarse en política?

—Yo soy un cineasta político, nunca he dejado de serlo. He estado involucrado en los procesos de lucha siempre con una inmensa necesidad de estar informado en la dinámica política de nuestro país. Mi última película es, quizá, un relato tremendo de cómo trataron de invadirnos a través de Colombia, La batalla de los puentes. Me alimento de la política. Quizás en este momento, siendo ahora presidente del CNAC, tengo varios proyectos: un largometraje documental, una ficción, y una comedia que se llama Entre hallacas y bollos, tiene que ver con una visión particularmente en comedia de la feminidad. Pero los otros dos temas, uno es muy político y el otro muy humano. He logrado, después de año y medio, no quedarme solo en pensamiento gerencial sino también refugiarme en el pensamiento creativo, por aquello de que el arte te salva y lo estoy logrando. Ha sido una experiencia tremenda gerenciar el CNAC, yo nunca le había trabajado a nadie, creo que por primera vez asumo ser empleado público.

—¿Podemos hablar de una filmografía que dé cuenta, que refleje, la situación que ha vivido Venezuela en las últimas dos décadas?

—Sí, siempre está eso, con sus visiones y tintes variados. Nunca hemos dejado de hacer cine, cada uno en su estilo y sus búsquedas, con mayor o menor aciertos, pero siempre está ahí. Hay películas conmovedoras. Ahorita Que buena broma, Bromelia es una película hermosísima, me gusta mucho. Creo que nuestro cine es variado, diverso, potente y es un arte que está lleno de pasión. A mí lo que me corresponde es acompañar a nuestros cineastas en su proceso de desarrollo. Mi compromiso fundamental está con los cineastas, con el cine nacional como elemento fundamental de nuestras artes, de la identidad de nuestro país, impregnado de una inmensa conciencia de lo que significa el cine como patrimonio cultural de nuestra patria.

—¿Cómo será la película que contará los años desde que el chavismo llegó al poder?

—Se está contando (ríe). Debo decir que estamos en el lado correcto de la historia. El lado correcto de la historia para mi es que estamos viendo la decadencia del sistema capitalista. Hemos logrado mayor soberanía y conciencia desde el punto de vista de nuestras libertades, nuestra soberanía y nuestra independencia ¿Qué contaría esa película? Que hay una mejor distribución de la tierra, que hay una mayor igualdad del ser humano, mayor respeto por la formación y por el sentido del equilibrio desde el punto de vista social. Una historia que cuenta lo extraordinario y maravilloso de haber tenido a un carajo como Chávez, visionario que nos ha dado un sentido de patria totalmente distinto. La realidad que uno ve, puede gustarle a unos y a otros no que diga esto, está impregnada de una visión bolivariana, de patria, de independencia, de aliento, de encuentro y de consistencia sólida para entender lo que es avanzar hacia una nueva visión histórica que implica un mundo multipolar. Yo en lo particular quiero disfrutar los años que me quedan de la decadencia del sistema capitalista como horror de la humanidad.


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