Höfer
Teylers Museum Haarlem I, 2003. C-print. 154 x 186 cm | Cortesía Colección Ella Fontanals-Cisneros, Miami

La historia del arte contemporáneo tiene un capítulo importante escrito en Alemania, y particularmente en el campo de la fotografía. En este aspecto resultan esenciales los esposos Bernd y Hilda Becher, relevantes figuras que han dejado una impronta como fotógrafos y como profesores de artistas del calibre de, entre otros, Thomas Ruff, Thomas Struth, Candida Höfer. Precisamente a la obra de esta última quisiera dedicar mi columna de hoy.

Höfer nació en Alemania, en 1944, y siendo aún muy joven expresó una marcada inclinación por la producción artística. Adquirió una formación polifacética al estudiar arte y diseño en KölnerWerkschulen en Colonia(1964-1968), fotografía de daguerrotipos (1970-1972), cinematografía en la Kunstakademie Düsseldorf (1973-1982), y a partir de 1976 comenzaría su aprendizaje con los Becher. La fotografía es definitivamente su lenguaje y campo de acción creativa, originalmente en blanco y negro, como sus mentores. Sin embargo, ya desde finales de los años 1970 se movió hacia la fotografía en colores, en lo que sería una suerte de encuentro de sus propios derroteros expresivos.

Ella maneja una calidad técnica impecable, en términos de enfoque, equilibrio de tonos y composición sus obras expresan el oficio entrenado. A eso se suma el inicio de sus series de interiores arquitectónicos hacia el año 1979: bancos, escuelas, bibliotecas, salones, pinacotecas, etc. Esta temática no es la única que ha abordado, pero sí probablemente la que más reconocimiento internacional le ha otorgado. Tomemos como ejemplo la imagen ilustrada, una pieza suya relativamente reciente del año 2003. El espacio fotografiado es una de las salas del museo de arte y ciencias naturales Teylers en Haarlem, Países Bajos. Este antiguo museo, que data del siglo XVIII y posee una increíble colección de fósiles, obras de arte y documentos invaluables, es uno de los lugares con una rica historia de siglos que atraen a Höfer.

No tenemos dudas de la notable afluencia de visitantes de todas partes que asisten al Teylers, razón por la que no podemos dejar de notar que la imagen carece de presencia humana. La saturación de color, que enriquece los marrones variados de las diferentes maderas de sillas, mesas, libreros, así como los propios lomos de los libros hacia el fondo, generan una suerte de monocromía vintage. Obviamente el interés expresivo fundamental está concentrado en los objetos mencionados, en la historia única y peculiar de cada libro, y más allá en el sustrato de conocimiento e información tan nutrido que aguarda en cada uno de ellos. La composición es notablemente centrada, como es característico en sus piezas, de modo tal que el centro físico de la imagen es también en el punto más lejano en el espacio, en este caso el ángulo al fondo donde confluyen dos enormes libreros. Esta línea central diagonal coincide con la diagonal que atraviesa la propia mesa, enfatizada en el centro de la foto como si se tratase de un actor en un escenario.

La obra en general de Höfer es de deleite formal, unido siempre a una idea o concepto que envuelve a un espacio o lugar en concreto, con nombre e historia propias; donde probablemente alguna vez estuvimos. Sin embargo, su ojo alineado con su lente nos muestra una realidad reforzada, sublimada si se quiere.

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