Camilo

¿Qué es lo que tiene Camilo Echeverry para estar en el radar de los medios de comunicación desde que tiene 12 años? En 2006 era un fenómeno por su participación en la edición infantil del Factor X. Tiempo después, cuando las niñas que eran sus fanáticas crecieron, volvió a sonar su nombre por su noviazgo con Evaluna Montaner, con quien se casó hace pocos meses.

Las reacciones que despierta su relación en las redes sociales son radicales. Algunos adoran el amor que la pareja irradia y los tienen como referente; a otros les incomoda ver sus demostraciones de afecto. Lo cierto es que, mientras en Internet se insiste en hablar de su vida privada, el artista se concentra en su carrera.

Echeverry no ha dejado de hacer música ni un solo momento. Durante varios años hizo videos caseros en los que reversionaba canciones de otros artistas con su guitarra y su voz. Por esa época llegó a moverse en el circuito del rock alternativo en Colombia y grabó canciones con artistas como Pío Perilla o el cantautor español El Kanka.

Justo en este momento de su trayectoria, cuando sus canciones tienen más éxito que nunca en toda Latinoamérica y viró su fórmula musical hacia los ritmos urbanos, es cuando el artista paisa tiene más cosas por decir. A sus 26 años parece tener claras algunas premisas sobre lo que hace y lo que quiere hacer en el futuro.

Insiste en la importancia de hacer las cosas con honestidad, comenta sobre el principio de la mutabilidad y confiesa que su esposa es “la protagonista de todo su arte”. Esto lo dice cuando habla de su primer disco en 10 años, Por primera vez, que estrenó la semana pasada. El álbum, que ya es un éxito en reproducciones en las plataformas digitales, está compuesto por 10 canciones y en él hay colaboraciones con artistas como Christian Nodal y Shakira. Su trayectoria comenzó casi por azar en la televisión colombiana y hoy brilla en las enormes pantallas de la popular plaza de Times Square, en Nueva York.

—¿Qué diferencias hay entre el Camilo que hacía ‘covers’ de Fito y Fitipaldis y el Camilo que canta «Favorito»?
—La identidad no está puesta en la forma. Es una vaina inmutable que está detrás de todo. Eso no cambia. Esa es la fuente donde nacen todas las manifestaciones de lo que escribo y canto. Pero la manera en la que esa identidad se manifiesta sí ha cambiado un montón. Me encanta pensar que soy una persona que está en constante mutación, que muere en vida y renace, que se reinventa. Sin embargo, la honestidad sigue siendo mi motor, en ese momento y ahora.

—¿Sus referentes musicales también han cambiado con el tiempo?
—Me permito cambiar de opinión. Todo cambia mucho. Ayer, por ejemplo, exploré a Diomedes Díaz, que es un artista al que no había revisado en profundidad. Mis referentes cambian y también la forma como dejo que permeen en mi arte.

—A propósito de Diomedes, usted tiene un ‘cover’ de ‘Sin medir distancias’.

—Esa canción es tan preciosa. Ayer, mientras oía esa música, me acordé de momentos de mi infancia que no sabía que había vivido. Recordé mucho una temporada de mi vida de la que nunca hablo, que es cuando viví en el Urabá antioqueño. Vivíamos en una finca ganadera en la que había conflicto entre los paramilitares y la guerrilla. Estuve allá muchos meses mientras mis papás hacían toda su labor apícola. Y ayer oía canciones, recordaba experiencias y me decía a mí mismo cosas como: ¡Uy!, esta era la canción que sonaba en el tractor en el que me llevaban a la clínica cuando me reventé la boca en una hamaca a los 5 años.

—¿Qué debe tener un alguien para tocar con artistas tan opuestos como El Kanka y Farruko y no desentonar?
—(Risas). Cuando uno está en situaciones tan diversas como esas, hay que estar preparado para que le tiren flores y le tiren tomates en los dos escenarios. Mucha gente me felicitó cuando toqué con El Kanka, pero el día en el que él me invitó a tocar con él en un bar en Bogotá, mucha gente se paró y me abucheó. Y cuando empecé a incorporar música urbana en mi propuesta, mucha gente que pertenecía al verdadero género del reguetón también me criticó.

A mí me fascina todo: que me abucheen, que me tiren flores o que me tiren tomates. Con todo aprendo. Procuro poder contradecirme y no tomarme algunas cosas tan en serio. Creo que cuando uno hace las cosas con honestidad, puede habitar varios lugares sin pertenecer del todo a ellos.

—¿Cómo definiría su propuesta musical ahora?
—Yo me equivoco muchísimo cuando intento definirme. Mi único esfuerzo artístico es lograr lo contrario que definirme. No sé si exista una palabra como ‘desdefinirme’. Concretar mi propuesta sería como ponerle un cauce a un río que está destinado a desbordarse por todos lados, a ser un brote sin mucha forma. Prefiero que personas como tú se animen a ponerme un nombre. Pero espero que lo que sea que escribas de mí cambie y que la próxima vez que nos hablemos me cuentes que ese nombre que me pusiste ya no te parece vigente.

—¿Cómo son sus procesos de escritura y composición? ¿Qué le interesa de las letras?
—Cuando más intenté impresionar con mis letras fue cuando menos lo logré. Ahora intento ser más simple y compartir lo que quiero decir con honestidad. Intento que mi arte sea un reflejo verdadero de lo que estoy viviendo. Un testimonio. No importa si es bueno o malo, importa que sea mío. En algún momento quería que mis mensajes fueran muy universales para que a todo el mundo le calzaran y descubrí que se trata de todo lo contrario. Ahora me parece que entre más específico soy, más fácil entro en las vidas de las personas.

—¿Qué significó para usted trabajar en la composición del disco de Juanes?
—Juanes, cuando yo era chiquito, era para mí un sinónimo de lo inalcanzable. Y ahora comparto con él de tú a tú, quizás de una forma inmerecida. Me pasa con otros artistas como con mi suegro, Montaner;  con Dani Martín, me pasó con Drexler cuando conversamos una vez sobre mi música; me pasó también cuando conocí a Residente. Nunca creí que mi vida tomara ese camino que me llevó hasta aquí. Es tan surreal y extraño saber que la primera vez que fui a un concierto en mi vida fue a ver a Juanes en el Atanasio Girardot y que ahora me tocó sentarme a pensar como él para escribir una canción suya.

—»Por primera vez» y «Favorito» parecen capítulos de una misma historia…
—Mi vida está escrita en capítulos desde que conocí a Evaluna. En mi arte todo gira a su alrededor. Incluso en este disco hay canciones que representan universos completamente distantes de lo que estoy viviendo, y, sin embargo, son escenarios imaginarios en los que la protagonista es ella. Cuando le escribo al caos y a la tristeza, en mi cabeza la actriz de esas situaciones es ella.

—¿Cuándo va a volver a cantar con Manuela, su hermana?
—Cuando éramos niños la historia era: “Llegaron los hermanitos: Manuela canta y Camilo la acompaña con su guitarra”. Eso fue así hasta el día en el que decidí presentarme en el ‘Factor X’. Ahí todo cambió. Me genera curiosidad saber si ella sigue sintiendo sed de hacer música. No quisiera presionarla. Con ella canté las primeras canciones que canté en mi vida. Y bueno, que tú lo dijeras me generó un huequito en la barriga de la emoción de pensar en volver a cantar con ella. Me encantaría.

—¿Cuál cree que es un aspecto en el que deba trabajar más?
—Son tantos, tantos. Tengo que concentrarme en tocar guitarra, porque ahora paso más tiempo en mi teléfono compartiendo mi música que haciéndola. También tengo que revisar mis lecturas y releer lo que subrayé en mis libros hace cinco y diez años a ver si me sigue interesando y me sigue produciendo lo mismo. Debo volver a sentarme con artistas que me incomoden y tratar de trabajar con ellos. Tengo muchos retos, pero no me frustra, me encanta porque significa que estoy construyendo una ruta.


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