Burt Bacharach
Burt Bacharach. Foto: AFP

Fácil de escuchar, quizá. Pero la etiqueta de “easy listening” que se suele poner a las canciones de Burt Bacharach oculta la maestría de su talento para crear momentos musicales perfectos.

Sí, el catálogo de Bacharach está repleto de melodías memorables y pegadizas, tanto si las compuso con su antiguo socio y letrista Hal David, su exesposa Carole Bayer Sager como en colaboración con artistas más contemporáneos como Elvis Costello, Adele y Dr. Dre.

Pero su música tiene una complejidad armónica y rítmica que la eleva por encima de los arreglos dulces, a menudo edulcorados, típicos del easy listening. Está llena de influencias de estructuras y progresiones de acordes de jazz, así como de ritmos.

Por eso Bacharach, que murió el 8 de febrero de 2023, a la edad de 94 años, atrajo a generaciones de oyentes, así como al variado grupo de cantantes que decidieron trabajar con él.

Atractivo intergeneracional

Bacharach comenzó su larga carrera como compositor en los años 50, pero fue en la década siguiente cuando saltó a la fama con una serie de canciones de éxito.

Con la década de 1960 como telón de fondo, una época de inmensa innovación en la música popular, Bacharach no fue tomado tan en serio como muchos de sus contemporáneos. Era una época en la que el rock and roll y la invasión británica estaban a la vanguardia, y el rhythm and blues, la canción protesta y el folk rock se abrían camino en el panorama musical.

Mientras los demás músicos escribían e interpretaban temas que respondían y reflejaban las convulsiones políticas, sociales y culturales que definían la época, las canciones de Bacharach y Hal David se centraban en temas diferentes: la suya era música que trataba de relaciones y asuntos del corazón.

También se diferenciaban de otras notables parejas de compositores de la época –Lennon y McCartney, Jagger y Richards, por ejemplo– en que las canciones las escribían para que otros las interpretaran. Esto suponía un retroceso a otra época de la música popular, en la que artistas de la talla de Rodgers y Hart proporcionaban un éxito tras otro a una larga lista de cantantes.

De hecho, eran un producto tardío del Tin Pan Alley, la industria musical creada por un grupo de productores y compositores y centrada en Manhattan. Bacharach conoció a David en 1957 en el famoso Brill Building de Nueva York, un lugar en el que los jóvenes compositores podían lograr su oportunidad.

Poco después de empezar a trabajar juntos, Bacharach se topó en una sesión de grabación con una joven corista que parecía prometedora. El primer sencillo que produjo con ella, Don’t Make Me Over, fue la primera de las 38 canciones que él y David produjeron con Dionne Warwick.

Sus tonos cálidos y su fraseo fluido hicieron de la voz de Warwick el acompañamiento perfecto para la música de Bacharach.

Pero ella era una de sus muchos colaboradores. Algunos, como la propia Warwick, salieron de una relativa oscuridad. Otros, como Perry Como, ya eran cantantes consagrados.

La lista de artistas que triunfaron con canciones de Bacharach en aquella época es asombrosa: Aretha Franklin, The Carpenters, Dusty Springfield, Tom Jones y The 5th Dimension, por nombrar solo algunos.

A través de sus colaboradores, la música de Bacharach pudo llegar a un público bastante diverso. Las canciones estaban tan bien escritas que se podían adaptar fácilmente a distintos géneros y romper los confines del easy listening, un género a menudo tachado de poco moderno. En manos de Isaac Hayes, los dulces estribillos de Walk on By se convirtieron en un clásico del funk psicodélico. Años más tarde, The White Stripes transformaron I Just Don’t Know What To Do With Myself en un trozo de rock despojado y guitarrero.

De los Oscar a las reposiciones

La música de David y Bacharach también funcionó a otro nivel: como fondo de bandas sonoras de películas. La película “Alfie”, de 1966, protagonizada por Michael Caine, también es conocida hoy en día por su banda sonora, con versiones de Cher, Warwick y la cantante británica Cilla Black que se convirtieron en éxitos gracias a la película.

En 1969, Raindrops Keep Falling on My Head de Bacharach y David, cantada por B.J. Thomas en el western Butch Cassidy and the Sundance Kid, ganó el Oscar a la mejor canción original. Bacharach también ganó el Oscar a la mejor partitura original.

Además de su éxito en las listas y en la pantalla, Bacharach también fue aclamado por su trabajo en Broadway. El espectáculo de 1968 Promises, Promises fue innovador por su uso de amplificación en la orquesta, que incluía una banda de rock. El espectáculo contenía varias canciones que encabezaron las listas de éxitos, entre las que destaca la versión de Warwick del éxito I’ll Never Fall in Love Again.

Un hombre y una mujer sentados en una mesa de grabación.
Burt Bacharach y Dionne Warwick grabando juntos en 1964.
Bela Zola / Mirrorpix / Getty Images

En una entrevista en el programa “Fresh Air” de la de NPR en 2010 –cuando el musical estaba siendo reestrenado en Broadway– Bacharach habla de la cantidad de cambios de compás rítmicos en la canción principal, Promises, Promises, y de las dificultades que estos cambios de ritmo suponían para los cantantes y los músicos del espectáculo.

La entrevista también destaca por su reencuentro con Hal David, de quien se separó en 1973 tras trabajar en una película fallida. La ruptura de su exitosa asociación musical hizo que Bacharach perdiera el interés por escribir música durante un tiempo y afectó a su relación con Warwick.

Esto se resolvió con la grabación de una de las canciones más memorables de Bacharach, That’s What Friends are For, de 1985, escrita con su entonces esposa, Carole Bayer Sager. Aunque la canción había sido grabada por primera vez por Rod Stewart para la película Night Shift, la versión de Warwick & Friends –los amigos no eran otros que Elton John, Gladys Knight y Stevie Wonder– es la que se convirtió en un éxito y ayudó a revitalizar la carrera de Bacharach.

Aunque fue más conocido por las canciones que compuso entre los años 60 y 80, Bacharach siguió escribiendo música hasta su vejez, colaborando con Elvis Costello, Adele y Dr. Dre.

Es posible que se haya dado cuenta del gran número –y variedad– de artistas con los que trabajó Bacharach. Eso habla de la calidad y la resistencia de su trabajo. Sí, algunos lo recordarán como el autor de canciones easy listening ejemplares. Pero el legado de Burt Bacharach demuestra que fue mucho más.The Conversation

Gena R. Greher, Professor of Music, UMass Lowell

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!